Читать книгу Filosofía on demand - Tomás Balmaceda - Страница 8

SKIP INTRO?

Оглавление

Veinticinco siglos atrás, en septiembre de 490 a. C., un hombre se desplomó en las puertas de la ciudad de Atenas. Estaba vestido con pesada ropa de guerra pero sin calzado y el cansancio se le notaba en la cara y en el cuerpo. En el piso, casi sin fuerzas, apenas logró decir una frase antes de fallecer extenuado. Se trataba de Filípides, quien se desempeñaba como hemeródromo, el nombre con el que se conocía a los mensajeros profesionales de las polis griegas. Su función era el transporte urgente de noticias de la forma más veloz que se conocía por entonces: corriendo.

Filípides venía directo del campo de batalla, en donde había luchado contra el ejército imperial de Persia, y tenía una información clave para los atenienses: habían salido victoriosos y no había nada de qué temer. Filípides corrió sin descanso los 40 kilómetros que separaban Atenas de la ciudad de la batalla, Maratón, con la misión de entregar la buena noticia. Llegó tan cansado después del periplo que al arribar a su destino cayó rendido, comunicó la victoria ocurrida en su ciudad y falleció. Maratón estaba al este de Atenas y su nombre significaba “hinojo”, la planta característica de la región. Aunque el rigor histórico de la hazaña de Filípides puede ponerse en duda, la leyenda de su sacrificio sigue viva en una de las actividades deportivas más populares del mundo, que forma parte de los Juegos Olímpicos desde Atenas 1896 y que consiste en correr la misma distancia hecha por el héroe, 42.195 metros. Desde hace tiempo, además, hacemos maratones pero sin movernos del sillón de casa: ¿quién no ha maratoneado alguna vez un gran drama, la comedia de la que todos hablan o un thriller atrapante?

Hoy hablamos de “maratón” cuando hacemos referencia a la acción de ver varios episodios de una misma serie (¡a veces incluso una serie entera!) de un solo tirón. Es bastante menos heroico que lo que hizo Filípides pero mucho más popular: es un hábito que creció año a año con la aparición de las plataformas de streaming y que se consolidó en los meses en los que el mundo debió quedarse en casa durante las medidas de aislamiento que se tomaron a partir de la crisis causada por el COVID-19.

Este libro que tenés entre tus manos busca ser un buen compañero de esas maratones: soy un convencido de que los productos de la cultura popular pueden ser una puerta de entrada a la reflexión filosófica. Hay muchas maneras de entender la filosofía y son todas válidas, pero en ocasiones creo que hay malos entendidos: el análisis filosófico no está reservado solo para ámbitos vitales de gran densidad o que requieren una gran terminología específica, sino que puede ser un aliado útil para nuestra cotidianidad. Y filosofar no es, tampoco, expresar opiniones personales, sino que debe ser una reflexión meditada y atenta, que se enriquece cuando se comparte y discute.

Bajo mi punto de vista, la filosofía es la disciplina que trabaja con conceptos y que utiliza herramientas como la duda o las preguntas para poner en cuestión cualquier ámbito de nuestra realidad, desde preguntarnos por la existencia de dios o lo que sucede después de la muerte hasta cuestiones mucho más mundanas, como pensar acerca del dinero o qué es esta frustración que siento cuando paso mucho tiempo en Instagram pero sigo regresando. Cualquier persona que quiera ponerse a reflexionar, haciendo el esfuerzo por dejar de lado prejuicios y viejas creencias, puede recorrer el camino de la filosofía. E incluso puede encontrar allí su vocación y aspirar al mundo académico, en el que podrá compartir y discutir sus pareceres con colegas. Este libro incluye referencias a grandes filósofos y filósofas de todos los tiempos, muchos de los cuales son de Argentina y están produciendo hoy conocimiento y marcos conceptuales con un estándar altísimo.

Estamos viviendo lo que se suele llamar la “segunda era dorada de la TV” o “Peak TV”, en donde se dan de la mano una producción de series inédita en cantidad de títulos con una calidad que demuestra una profundidad y un nivel de talento que hacen sonrojar a los que alguna vez le dijimos “caja boba” a la TV. De hecho: la TV ya no es una caja y ni siquiera es un dispositivo. Mientras escribía este libro desembarcaron en la Argentina tres nuevas plataformas de streaming y la modalidad on demand se consolidó como la regla: quiero verlo cuando yo quiero y como yo quiero. Nuestros gustos, además, están siendo analizados al detalle por poderosos algoritmos que detectan qué estamos viendo, qué cosas no podemos dejar de ver y cuáles abandonamos después del episodio piloto.

Desde hace tiempo, en todo el mundo se escriben libros de filosofía inspirados en series. Leí varios de ellos y disfruté algunos pero siempre sentí que estaban destinados a los fanáticos muy fanáticos de cada serie y no a quienes disfrutamos con los episodios pero no nos detenemos a tratar de descubrir si entre una temporada y otra uno de los actores se operó la nariz o si hubo un error de continuidad entre escenas. Filosofía on demand, en cambio, es un libro sobre preguntas inspiradas por distintas series guiadas por ideas filosóficas.

Este libro es, también, una carta de amor a las series de televisión de todos los tiempos. Crecí viendo Alf, He-Man y los amos del universo, El superagente 86, Amigos son los amigos y Star Trek: La nueva generación. Durante mi adolescencia y primera juventud, mi educación sentimental fueron Beverly Hills 90210, un segmento de Jugate conmigo llamado “Life College” y los episodios doblados al español de La niñera y Mad about you. Por ese entonces no existía para mí la noción de temporadas o episodios: veía lo que estaba en pantalla y en mi cabeza ordenaba la cronología si lo creía necesario. Crecí en la década del 80 y del 90 en una ciudad de la provincia de Buenos Aires y no era usual pasar todo el día viendo tele ni existía el verbo maratonear, pero sí prender el aparato y sentarse frente a él antes y después de comer. Las sitcoms me mostraron otras realidades, como “la prepa”, el Día de Acción de Gracias o el baile de graduación en los Estados Unidos o que “torta de jamón” era otro nombre para el sándwich gracias a El chavo del 8 y Alcanzar una estrella. No me sonaba raro escuchar hablar de “tú” o de “tocino” ni ver bocas de incendios en las veredas, algo que no había donde yo crecí. Y aunque también vi muchas series argentinas, las historias estadounidenses me enseñaron a entender mejor el inglés.

¿Fueron las series una educación ideal mientras crecía? Claro que no. Las vidas, las familias, los cuerpos y las personas eran perfectos en un sentido chato, poco realista y desmotivante. Pero tampoco fueron una terrible escuela: me da mucha alegría saber que ahora hay personajes diversos, que tienen vidas más parecidas a las nuestras y que están muy lejos de cometer errores o entender que hay injusticias que son sistémicas y no de los individuos.

Escribí Filosofía on demand pensando en una manera de continuar la experiencia de una buena serie de TV estimulando nuestra capacidad de poner en duda la realidad que conocemos y tratar de imaginar si otra es posible, con nuevos conceptos, ideas y objetivos. Ojalá alguna línea, algún autor o alguna idea cambie la forma en que pensás algo. Con eso me daré por satisfecho como autor.

Una advertencia final: ¡no creo que las series presentes sean las mejores de la historia ni mucho menos! No creo en ese tipo de ránkings. Aquí vas a leer sobre series que estuve viendo en los últimos meses y que me generaron preguntas. Pero me quedaron muchísimos títulos de los que quisiera hablar, como The good place, Steven Universe, Legion, Atlanta, Parker Lewis, el ganador, Alf o Strangers with candy. Además, hay muchas series que estoy seguro de que me van a encantar y que aún no vi, como Twin Peaks, Seinfeld, Veronica Mars, Babylon 5, Lovecraft Country o Community, por solo nombrar algunas. Por fortuna en la era de las plataformas de streaming todos esos capítulos me estarán esperando cuando decida empezar a verlas ¡o encuentre el tiempo necesario!

Ahora te pido por favor que comiences a maratonear esa serie a la que le tenés tantas ganas… ¡para que nadie diga que Filípides murió en vano!

Gracias por leer,

Tomás :)

Filosofía on demand

Подняться наверх