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SOMOS ADICTOS A LA DISTRACCIÓN

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Revisamos nuestros teléfonos inteligentes cerca de 81 500 veces al año, o una vez cada 4,3 minutos de nuestra vida consciente, lo que quiere decir que serás tentado a revisar tu teléfono tres veces antes de que termines este capítulo43.

El impulso no es difícil de entender. Nuestras vidas están consolidadas en nuestros teléfonos: nuestro calendario, nuestra cámara, nuestras fotos, nuestro trabajo, nuestras rutinas de ejercicio, nuestra lectura, nuestras notas, nuestras tarjetas de crédito, nuestros mapas, nuestras noticias, nuestro clima, nuestros correos, nuestras compras – todo puede ser administrado con aplicaciones de última tecnología en pequeños dispositivos que llevamos a todos lados. Incluso la aplicación de GPS en mi teléfono, que me guió a una nueva cafetería el día de hoy, posee trescientas mil veces la velocidad de procesamiento de la computadora de navegación de setenta libras (31,75 kg) que guió al Apolo 11 a la superficie lunar.

No es de sorprendernos que habitualmente nuestros teléfonos son lo primero que tomamos en las mañanas, no solo para apagar nuestras alarmas, sino también para checar nuestro correo y nuestras redes sociales en un estado semiconsciente de inercia soñolienta antes de que nuestros ojos adormilados se puedan abrir por completo. Si el universo en constante expansión es la última frontera de la humanidad hacia el exterior, nuestros teléfonos nos llevan a un viaje interminable hacia nuestro interior, un viaje que recomenzamos cada mañana al despertar.

No soy un extraño a este habito instintivo de tomar mi teléfono, pero quería ver si otros compartían este patrón, así que entrevisté a ocho mil cristianos acerca de sus rutinas y sus redes sociales44. Más de la mitad de los entrevistados (54 porciento) admitió revisar su teléfono inteligente a minutos de haber despertado. Cuando se les preguntó si en una mañana típica era más probable que revisaran su correo o sus redes sociales antes o después de su devocional espiritual, el 73 porciento respondió antes. Esta realidad es especialmente preocupante si la mañana es el momento en el que preparamos nuestros corazones espiritualmente para el resto del día. (Observaremos este hábito más de cerca y mis otros descubrimientos en los siguientes capítulos).

Nuestros teléfonos son adictivos, y así como los adictos, buscamos nuestra dosis inmediata en la mañana. Y sí, existe una aplicación para eso.

FACEBOOK

La aplicación a la que recurrimos más a menudo para obtener nuestra dosis es Facebook. En 2013 el 63 porciento de los usuarios de Facebook ingresaban diario. Tan solo un año después, ese número incrementó al 70 porciento. Si revisas Facebook todos los días te unes a más de mil millones de usuarios con la misma rutina compulsiva. El usuario promedio ahora dedica quince minutos – cada día – en la línea de productos de Facebook (Facebook, Messenger, Instagram), un número que continua creciendo estratégicamente por la compañía45.

El crecimiento de Facebook coincide con un incremento en la tecnología móvil y en los usuarios que adoptan los teléfonos inteligentes para exponer cada segundo de sus vidas. Ahora Facebook viaja con nosotros. Pocos de nosotros podemos controlarnos. Ofir Turel, un psicólogo de la California State University-Fullerton, advierte que los adictos a Facebook, a diferencia de los consumidores compulsivos de narcóticos, “tienen la habilidad de controlar su comportamiento, pero no tienen la motivación para controlarlo porque no creen que las consecuencias sean tan severas”46.

Pero las consecuencias son reales. A medida que las distracciones digitales se introducen en nuestras vidas a una velocidad sin precedentes, los científicos del comportamiento y los psicólogos ofrecen pruebas estadísticas estudio tras estudio: Entre más adicto te haces a tu teléfono, más propenso te haces a la depresión y a la ansiedad, y menos capaz eres de concentrarte en el trabajo y de dormir en la noche. Las distracciones digitales no son un juego. Debido a que estamos tan interconectados, cientos de personas (amigos, familiares y extraños) pueden interrumpirnos a cada momento. Y cuando estamos aburridos, con el desliz del pulgar podemos ojear una lista infinita de entretenimientos y rarezas en línea.

Las consecuencias psicológicas y físicas de nuestras distracciones digitales son interesantes, pero este libro más bien se enfocará en las dimensiones espirituales de nuestra adicción a los teléfonos inteligentes – consecuencias casi enteramente ignoradas por muchos artículos y libros cristianos. Mientras progresamos, resaltaré algunos descubrimientos científicos, pero solo como una introducción para dirigir la discusión de los efectos biológicos de nuestros hábitos frente a la pantalla hacia la discusión más importante sobre la tensión espiritual de nuestras acciones en línea y las consecuencias infinitas de los hábitos que tenemos con nuestros dispositivos. La eternidad, no la psicología, es mi mayor preocupación. Así que si el estudio de las tendencias en línea revela un tsunami de distracciones digitales golpeando nuestras vidas, necesitamos sabiduría en estas situaciones para responder a tres preguntas espirituales: ¿Por qué somos atraídos por las distracciones? ¿Qué es una distracción? Y la más fundamental de todas ¿Cómo podemos vivir una vida sin distracciones?

¿POR QUÉ LAS DISTRACCIONES NOS ATRAEN?

Las adicciones digitales enfermizas florecen porque fallamos en reconocer las consecuencias, así que comencemos nuestro estudio exponiendo tres razones de por qué sucumbimos a las distracciones tan fácilmente.

Primero, usamos las distracciones digitales para mantenernos alejados del trabajo. Facebook es una forma en la que escapamos de nuestras presiones vocacionales. Procrastinamos las cosas difíciles: fechas límite de trabajo, conversaciones difíciles, montañas de ropa sucia y proyectos escolares y ensayos. El estudiante universitario Estadounidense promedio desperdicia el 20 porciento del tiempo de sus clases jugueteando en un dispositivo digital, haciendo cosas que no están relacionadas con la clase (¡una estadística que a mí me parece muy baja!)47. Cuando la vida se vuelve muy demandante, anhelamos otra cosa – cualquier cosa.

Segundo, usamos las distracciones digitales para mantener a las personas alejadas de nosotros. Dios nos ha llamado a amar a nuestros prójimos, sin embargo nos dirigimos a nuestros teléfonos para escapar de nuestros prójimos y para dar a conocer a los demás que preferiríamos estar en cualquier otro sitio. En una reunión o en un salón de clases, si mi teléfono esta guardado, tengo mayor probabilidad de parecer que estoy interesado. Si no estoy utilizando mi teléfono, pero esta boca arriba en la mesa, en el momento me presento interesando pero posiblemente pierda el interés si alguien más importante fuera de la habitación me necesita. Y si mi teléfono está en mi mano y estoy respondiendo mensajes y navegando en las redes sociales, estoy proyectando un menosprecio abierto, porque “dividir la atención es una expresión típica del desdén”48.

En la era digital, somos especialmente lentos para “asociarnos con las personas humildes” que nos rodean49. En cambio, nos refugiamos en nuestros teléfonos – proyectando nuestro menosprecio hacia las situaciones complejas o hacia las personas aburridas. En ambos casos, cuando tomamos nuestros teléfonos elevamos nuestro sentido de superioridad frente a los demás – a menudo sin darnos cuenta.

Tercero, usamos las distracciones digitales para mantener nuestros pensamientos sobre la eternidad lejos de nosotros. Quizá con mayor sutileza se nos hace fácil caer en la trampa de las distracciones digitales, porque en las aplicaciones más atractivas encontramos un escape acogedor de la percepción que tenemos de nosotros mismos, las percepciones más verdaderas, más puras y más honestas. Esta fue la reflexión del cristiano del siglo diecisiete, matemático y sabio proverbista Blaise Pascal. Cuando observaba las almas distraídas de su propio tiempo (no como los de nuestros tiempos), notó que si uno “remueve su diversión, los dejará secos de aburrimiento”, porque “tan pronto como somos obligados a pensar en nosotros mismos y que no nos estamos divirtiendo” somos embestidos por nuestra infelicidad50. El punto de Pascal es un hecho perdurable: el apetito humano por las distracciones es elevado en todos los tiempos, porque las distracciones nos permiten escapar fácilmente del silencio y la soledad mediante los cuales nos familiarizamos con nuestras limitaciones, nuestra mortalidad inescapable y de la lejanía de Dios de todos nuestros deseos, esperanzas y placeres.

Conducir cada diversión, desde las guerras del mundo hasta el turismo internacional, nos promete escapar del aburrimiento en casa, Pascal dijo en sus días: “He descubierto que toda la infelicidad de los hombres surge de un mismo hecho, de que no se pueden estar quietos en sus habitaciones”51. Mirar el techo de nuestras habitaciones en silencio, con solo nuestros pensamientos sobre nosotros mismos, la realidad y Dios, es insoportable. “En consecuencia, es por ello que los hombres aman tanto el ruido y lo estimulante; en consecuencia las prisiones son un castigo horripilante; en consecuencia el placer de la soledad es una cosa incomprensible”52. Estar sin la disponibilidad de distracciones es un confinamiento solitario, un castigo digno de ser temido. Es por ello que en esos momentos nos damos cuenta de que hemos olvidado nuestros teléfonos, lo hemos perdido, o la batería se ha terminado, resentimos la cautividad de una celda en la prisión y eso puede ser escalofriante.

Aunque tenemos mil razones para ensobrarnos con nuestras propias reflexiones buscamos entretenimientos como “jugar billar o golpear una pelota”53, o para nosotros, descargar un nuevo juego de noventa y nueve centavos de dólar. Nuestros teléfonos omnipresentes ofrecen un sinfín de diversiones, desde descargas en diez segundos a compras con un toque. Nuestros sonidos, alertas y notificaciones nos desvían de nuestras necesidades más grandes y nuestras realidades.

El Pascal de nuestra generación lo pone de este modo: “Huimos como pequeños bichos conscientes, conejos asustados, asistentes danzantes de nuestras máquinas, de nuestros esclavos, de nuestros amos” – presionando, navegando, escribiendo, dándole “me gusta”, compartiendo… lo que sea. “Pensamos que queremos paz y silencio y libertad y ociosidad, pero en el fondo sabemos que esto sería insoportable para nosotros”. De hecho, “queremos hacer nuestras vidas más complejas. No tenemos que, queremos. Queremos ser hostigados, molestados y atareados. Subconscientemente, queremos aquello de lo que nos quejamos. Porque si tuviéramos descanso, nos veríamos a nosotros mismos y escucharíamos nuestros corazones y veríamos el gran vacío en ellos y nos aterrorizaríamos porque ese vacío es tan grande que solo Dios puede llenarlo”54.

Para entumir el aguijón del vacío nos volcamos en “los nuevos y poderosos antidepresivos no farmacéuticos” – nuestros teléfonos inteligentes55. Pero incluso mientras buscamos un escape en las redes sociales, la muerte nos sigue, y acecha esas diversiones digitales de nuevas formas. “Me fascina la diversión y la frivolidad en la mayoría del contenido de Twitter. Los GIFs. Las bromas. Las conversaciones redundantes”, admite un honesto escritor. “La realidad es que, aunque, en el fondo hay una parte de mí que tiene miedo de que si me pierdo de vista seré olvidado y ya no importaré más. En un sentido, esta es una dimensión del temor inminente a la muerte que la mayoría de nosotros en la sociedad Estadounidense contemporánea nunca quiere pensar ni mencionar”56. No, no queremos. Todos nosotros nos encontramos incómodamente cerca de pasar al misterio de la eternidad, dejando atrás este lugar y ser olvidados en el único hogar que hemos conocido. Así que cada día saltamos de vuelta a la rueda de hámster de nuestras conversaciones digitales y amortiguamos el peso de la realidad.

La máxima filosófica “Pienso, luego existo”57, ha sido reemplazada con la frase digital “me conecto, luego existo”58, lo cual nos conduce al deseo por el estatus de “soy ‘gustado’ , luego existo”59. Pero nuestras conexiones digitales y deseos de aprobación son pixeles parpadeantes que no pueden fundamentar el significado de nuestras vidas. Y sin embargo, busco satisfacer este deseo cada que me acurruco en la barra de inicio de Facebook, para estar donde cada amigo conoce mi nombre, donde mi presencia puede ser aceptada y reafirmada en puntos virtuales a lo largo del día. Quiero que cualquier cosa rompa el silencio que me hace sentir el peso de mi mortalidad.

Así que aquí hay un ejercicio que nos ayuda a fundamentar la percepción que tenemos de nosotros mismos. Una vez al día deja tu teléfono por un momento, levanta tu mano derecha, la palma extendida y los dedos apuntando al cielo, he imagina la línea del tiempo de la historia que se extiende 1,609 km a tu izquierda y la eternidad a tu derecha. Tu tiempo en la tierra es de más o menos el ancho de tu mano60. Nada pone los hábitos en las redes sociales y a los teléfonos inteligentes en contexto como la realidad abrupta de nuestra mortalidad. Deja que eso penetre un poco. Siente la brevedad de la vida y te sentirás plenamente vivo61.

DEFINIENDO LAS DISTRACCIONES

Todo esto es bastante pesado, lo sé, pero si somos honestos con nosotros mismos, el día de hoy necesitamos una dosis de las advertencias proféticas de Pascal. “Vivimos en una cultura muy parlanchina, ruidosa y distraída” dice el filósofo Douglas Groothuis, quien ha seguido la influencia del mundo digital en los cristianos por más de veinte años desde la publicación de su libro en 1997, The Soul in Cyberspace [El Alma en el Ciberespacio]. “Es difícil servir a Dios con corazón, alma, fuerza y mente cuando somos desviados y distraídos y hacemos varias cosas a la vez todos los días”62. El historiador Bruce Hindmarsh añade, “Nuestra condición espiritual el día de hoy es una de Trastorno de Déficit de Atención espiritual”63.

Si parece que Pascal llevó la discusión demasiado lejos, en realidad no la ha llevado lo suficientemente lejos. Sus advertencias acerca de las distracciones de los entretenimientos atemporales solo imitan la urgencia de una advertencia bíblica sobre las distracciones, que amplía aún más las categorías hasta que “distracción” cubre todos los detalles inminentes de nuestra vida, nuestras relaciones y las responsabilidades aparentes, e incluso nuestras aspiraciones por el dinero y las posesiones – cualquier cosa que atrapa nuestra atención en este mundo y en esta vida. Una distracción puede venir de muchas formas: un nuevo entretenimiento, una preocupación persistente o una aspiración vana. Es algo que desvía nuestras mentes y nuestros corazones de aquello que es lo más importante, todo aquello que “monopoliza las preocupaciones del corazón”64. El corazón trabaja mejor cuando no está dominado por las preocupaciones y las exigencias.

En seis lugares el Nuevo Testamento nos advierte acerca del efecto de las distracciones desenfrenadas del alma, y podemos reducir esas distracciones a tres potentes categorías:

1. Distracciones desenfrenadas que ciegan las almas a Dios. Estas son las distracciones más peligrosas: las preocupaciones mundanas, las ansiedades y la búsqueda de riquezas, las preocupaciones egoístas de seguridad personal que sofocan el alma al arrebatar las semillas de verdad, ahogando el fruto del evangelio y representando su esperanza como irrelevante. La vanidad de lo efímero roba nuestras vidas de aquello que tiene un valor infinito65.

2. Distracciones desenfrenadas que cortan la comunión con Dios. Estas distracciones están ejemplificadas en Marta, quien estaba tan distraía por su servicio para otros a la mesa que se perdió de la importancia de las palabras de Cristo en Su propia vida66. Podemos estar tan desenfocados en la vida que nos perdemos en la rueda implacable de las tareas diarias y fallamos al escuchar la voz de Cristo. Fallamos en orar y fallamos en verlo escuchándonos intensamente y acercándose a nosotros. Percibimos que Dios está distante de nosotros porque estamos distraídos. Sin embargo, Él nos busca, Él busca toda nuestra atención67.

3. Distracciones desenfrenadas que enmudecen la inminencia de Dios. El matrimonio es un regalo hermoso pero también viene acompañado de rutinas y obligaciones – algunas distracciones domésticas – que demandan mucha atención. Al abrazar las bendiciones del matrimonio los esposos aceptan de buena gana las distracciones de la vida en pareja y renuncian a aquello que Pablo ve como una vida “sin distracciones” – el regalo de la soltería68.

El matrimonio no es la prioridad principal de la vida, tampoco lo es el amor romántico o el sexo. El matrimonio es un precioso regalo y la intimidad en él es una hermosa expresión del diseño de Dios – pero la Escritura demanda temporadas donde incluso el sexo debe detenerse para que los esposos puedan recalibrar su vida de oración y reiniciar su prioridad más grande de comunión con Dios69. Tanto el matrimonio como la soltería son profundos regalos de Dios. El matrimonio confirma la bondad de la Creación70,proyecta una hermosa metáfora del amor de Cristo por Su Iglesia71, y anticipa el matrimonio cósmico que está por venir72. La soltería por el otro lado, apunta nuestra atención de vuelta a la hermosa vida de Cristo en la tierra y a la majestad del momento de nuestra glorificación personal73. Presagiando ese momento de metamorfosis, Cristo refleja una soltería tan profunda y real que toda la soltería terrenal encuentra una urgencia trascendental y una dignidad incuestionable. En cada caso, el matrimonio y la soltería son regalos divinos aprobados por Cristo y celebrados por Pablo.

1 de Corintios 7 contiene la teología bíblica más detallada acerca de la distracción y la búsqueda de la concentración. Una vez que luchamos a través de lo que significa para el matrimonio, estamos en la posición de aplicar esas mismas categorías a nuestras vidas digitales. Las verdaderas distracciones incluyen cualquier cosa (incluso cosas buenas) que ciegan nuestros ojos espirituales a la brevedad del tiempo y a la urgencia de las estaciones de la vida, mientras esperamos la culminación de toda la historia.

La fecha del regreso de Cristo es un misterio pero se acerca tan rápidamente que llama a cada cristiano a permanecer alerta en anticipación74. La muerte y la resurrección de Cristo han marcado el principio del final, la salida, el momento en el que el cronómetro de un partido de futbol pasó los noventa minutos y está corriendo por un periodo de tiempo desconocido a punto de expirar. El cronómetro de la línea del tiempo redentora de Dios ya pasó los noventa minutos y sigue corriendo. A partir de ahora, cuando hagamos el intento de definir distracciones, especialmente en las áreas más complejas de la vida – como el noviazgo, el sexo y el matrimonio – debemos buscar hacerlo mirándonos a nosotros mismos dentro de la inminente y a punto de terminar línea del tiempo de Dios para esta Creación.

Todas las distracciones son evaluadas por la realidad de que “el tiempo es corto”75. Somos llamados a velar76 porque todo en la vida cristiana está condicionado por este sentido de urgencia escatológica del regreso de Cristo77. Porque para el que tenga ojos para ver, el regreso de Cristo es tan inminente, que potencialmente limpia nuestras vidas de todo aquello que es superficial y revela que todas nuestras vanas distracciones son irrelevantes. Para ponerlo de otro modo, nuestra batalla en contra de las distracciones abrumadoras de este mundo – especialmente las distracciones innecesarias de nuestros teléfonos – es una guerra del corazón que podemos combatir solo si nuestros afectos están enfocados firmemente en la gloria de Cristo. La respuesta a nuestro agitado mundo digital lleno de distracciones es el esplendor de Cristo que calma el alma, admirado con la mente y disfrutado por el corazón. La belleza de Cristo nos calma, y siembra nuestros anhelos más profundos en esperanzas eternas que se encuentran más allá de lo que nuestros teléfonos inteligentes pueden ofrecer78.

¿LA VIDA SIN DISTRACCIONES?

¿Deberíamos regresar el tiempo y volver a la simplicidad de la era predigital “libre de distracciones”? No – pudo haber existido una era predigital, pero nunca ha existido una vida sin distracciones. Ya sea que tengas un teléfono inteligente o un teléfono normal, o no tengas teléfono, no puedes escapar de una vida que divide tu atención. Sin embargo, la Biblia deja muy claro que estas distracciones se sitúan en un espectro. Nos enfrentamos a distracciones santificadoras y distracciones no santificadoras. Nos enfrentamos a interrupciones necesarias e interrupciones mundanas. Nos enfrentamos a distracciones inevitables en un matrimonio piadoso y a las distracciones evitables de una cultura consumista. Desde el inicio de este estudio, debemos morir a la idea de que una vida libre de distracciones es posible – simplemente no lo es, y nunca lo ha sido. La vida santa es devotamente compleja, lo que significa que debemos aprender cómo aplicar el manejo de las distracciones en cada situación.

Aquí está la advertencia: como cristianos, si fallamos en manejar las distracciones de la vida con sabiduría, perderemos nuestra urgencia y – en las sobrias palabras de una mamá de niños pequeños adicta al teléfono inteligente – podemos “olvidarnos de cómo caminar con el Señor”79. El manejo de las distracciones es un talento crítico para la salud espiritual y no lo es menos en la era digital. Pero si solo exorcizamos una distracción digital de nuestras vidas sin remplazarla con un hábito nuevo y más saludable, siete distracciones digitales más tomaran su lugar80. Con el tiempo, existe la posibilidad de que perdamos nuestros corazones por el poder corrosivo de las diversiones desenfrenadas. Eventualmente ignoramos a Pablo mientras perdemos el sentido de nuestra posición en la línea del tiempo de Dios.

SIN DISTRACCIONES CON PROPÓSITO

Mientras que la relación con nuestro teléfono puede no ser un pacto de por vida (aunque el contrato con las compañías telefónicas a veces se siente así), yo no sería el primero en sugerir que poseer un teléfono inteligente se parece a salir con una pareja exigente hambrienta de atención81. El teléfono inteligente está repleto de recordatorios, sonidos y tentaciones. Muchos de estos estímulos (quizá la mayoría de ellos) no son pecaminosos, pero son invasivos.

Entre más distraídos estamos digitalmente, más lo estamos espiritualmente. Siguiendo las palabras de Pablo a las parejas casadas, debemos fijarnos la meta de purgarnos de todas las distracciones innecesarias y estorbosas. Al Pastor Tim Keller alguna vez le preguntaron en línea: ¿Por qué crees que los adultos jóvenes cristianos luchan más profundamente en ver a Dios como una realidad personal en sus vidas? Y él respondió: “Ruido y distracción. ¡Es más fácil twittear que orar!”82(¡Y lo dijo en Twitter!). La facilidad y la rapidez de Twitter no es rival para la paciente labor de la oración, y descuidar la oración hace que Dios parezca distante en nuestras vidas.

Como en cada era, Dios llama a Sus hijos a detenerse, a estudiar aquello que acapara nuestra atención en este mundo, a medir las consecuencias y a luchar por presentar corazones concentrados delante de Él. Para lograrlo aquí hay diez preguntas diagnóstico que podemos hacernos en la era digital:

1. ¿Mis hábitos con el teléfono exponen una adicción subyacente a entretenimientos fuera de tiempo y lugar?

2. ¿Mis hábitos con el teléfono revelan un deseo compulsivo de ser visto y aprobado?

3. ¿Mis hábitos con el teléfono me distraen de una genuina comunión con Dios?

4. ¿Mis hábitos con el teléfono proveen una salida fácil a un pensamiento sobrio acerca de la muerte, el regreso de Cristo y la realidad de la eternidad?

5. ¿Mis hábitos con el teléfono me llevan a buscar el éxito mundano?

6. ¿Mis hábitos con el teléfono enmudecen el liderazgo esporádico del Espíritu Santo en mi vida?

7. ¿Mis hábitos con el teléfono me inquietan respecto al noviazgo y el romance?

8. ¿Mis hábitos con el teléfono edifican a otros cristianos y a mi iglesia local?

9.¿Mis hábitos con el teléfono se centran en lo que es necesario para mí y en beneficio para los demás?

10. ¿Mis hábitos con el teléfono me desconectan de las necesidades de los prójimos que Dios ha puesto en mi vida?

Seamos honestos: nuestras adicciones digitales (si podemos llamarlas así) son adicciones a las que les damos la bienvenida a nuestras vidas. La clave es trasladarnos de estar distraídos a propósito a estar cada vez menos distraídos para un propósito eterno. Las preguntas duelen y tocan cada área de la vida – Dios, cónyuge, familia, amigos, trabajo, esparcimiento y autoproyección. Pero este aguijón puede conducirnos a realizar cambios saludables.

Nuestros teléfonos inteligentes amplifican las distracciones más innecesarias mientras que atenúan las “distracciones” más significantes e importantes, las verdaderas necesidades de nuestras familias y prójimos. Mi teléfono me condiciona para ser un observador pasivo. Mi teléfono puede conectarme con muchos amigos, pero también puede despegarme de tener expectativas para los compromisos de la vida real. Cuando visito mis canales en las redes sociales, muy a menudo uso Facebook para aislarme de las necesidades reales de mis amigos. Facebook se convierte en una habitación segura y desinfectada donde puedo observar los aciertos y desaciertos de otros como un espectador anónimo, sin el deseo compulsivo de responder o de preocuparme genuinamente. Y mientras lo hago, más ciego me vuelvo a la carne y sangre alrededor de mí. Ese cambio es el siguiente en la lista.

Hechizo digital

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