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Prólogo

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Por John Piper

Los teléfonos inteligentes son peligrosos, como el matrimonio, la música y la cocina gourmet – o como cualquier otra cosa que pueda convertirse en un ídolo. También son muy útiles, como las armas y las navajas de rasurar y el cannabis medicinal – o como muchas otras cosas que te pueden arruinar la vida. Personalmente me gusta mucho el matrimonio, y uso una navaja de rasurar todos los días. Así que estoy de acuerdo con Tony Reinke en su ferviente entusiasmo por el mundo de la tecnología moderna que está transformándose constantemente.

Pero yo nunca hubiera podido escribir este libro. No tengo la paciencia, y no leo lo suficientemente rápido ni tan ampliamente. Tony ha hecho más investigación para este libro que para cualquier otra cosa que haya escrito. Y esos otros libros no fueron fáciles de escribir. Su compromiso de mantenerse informado y ser justo demandó una atención considerable a las sutilezas y una responsabilidad persistente a la bibliografía cada vez más nítida. Añade a esto el regalo de una teología perspicaz y este libro se convierte en algo que muy pocas personas hubieran podido escribir. Ciertamente yo no hubiera podido.

Pero sí tengo una pequeña ventaja al reflexionar sobre los teléfonos inteligentes. Tengo setenta años. Esta es una ventaja por dos razones. Una es que he sido adulto durante toda la revolución informática – desde el principio. La otra es que puedo percibir la venida de la eternidad en el horizonte.

Tuve mi primer trabajo real como maestro en 1974. Tenía veintiocho años. La primera computadora personal fue presentada en 1975. Era todo un kit. A mí no me gustan los Kits. Me gusta esperar. En 1980, me convertí en pastor y dejé la academia. Virtualmente ninguna iglesia usaba computadoras en 1980. Más bien eran juguetes caros y calculadoras lujosas.

Pero las cosas empezaron a ponerse serias muy pronto. IBM produjo su primera computadora personal en 1981 y la revista Time llamó al año 1982 como “El Año de la Computadora”. El precio era una limitante. Pero me interesaba por una razón principal: escribir. El precio mejoró en 1984 y el 16 de junio se puede leer en mi diario: “Ayer compré una computadora. IBM PC, 256k de memoria RAM, disco doble por 1 995,00 USD”. El monitor fue un extra. El disco del sistema operativo (DOS 2.1) costó 60,00 USD.

Veintitrés años después el iPhone fue creado. La computadora y el teléfono ahora son uno. En poco tiempo más cambios. Llamar. Enviar mensajes. Mantenerme al día con las noticias. Jugar Scrabble con mi esposa. Y leer mi Biblia, guardar versículos, memorizar sobre la marcha. A pesar de todos los abusos y toda la devastación que trae la distracción, las horas desperdiciadas, la autopromoción narcisista, y la degradación pornográfica, veo a las computadoras y a los teléfonos inteligentes como regalos de Dios – como el papiro y el códex y el papel y la imprenta y las impresoras de distribución masiva.

Si vives el tiempo suficiente, oras prudentemente y mantienes tu concentración en la imperecedera Palabra de Dios, te ahorrarás ser esclavo de lo novedoso. Con el tiempo, podrás observar como sucede algo maravilloso. Puedes ver como la fascinación presuntuosa da lugar al uso modesto. Puedes ver como un juguete se convierte en una herramienta; una manía convertirse en un compañero de trabajo; un soberano en un sirviente. Citando las palabras de Tony – y su propósito – puedes ver el triunfo de una eficiencia útil por encima de un hábito sin sentido.

Ojalá pudiera darle a cada adulto joven una probadita de la eternidad que crece en intensidad a medida que entro a mi octava década. Una conciencia feliz acerca de la realidad de la muerte y la vida después de la muerte es un libertador maravilloso de los caprichos y de lo vacío que es teclear en una pantalla. Digo “una conciencia feliz” porque, si todo lo que tienes es miedo, tu teléfono inteligente seguramente es una de las formas con las que te escapas de pensar en la muerte.

Pero si te regocijas en la esperanza de la gloria de Dios porque tus pecados han sido perdonados a través de Jesús, entonces tu teléfono inteligente se convierte en una especie de mula de carga amigable en tu camino al cielo. A las mulas no se les usa por su estética. Simplemente hacen el trabajo.

El trabajo no es para impresionar a nadie. El trabajo es para resaltar a Cristo y para amar a las personas. Es por ello que fuimos creados. Así que no desperdicies tu vida adornando a tu mula. Cárgala con el peso de mil obras de amor. Haz que pise las alturas de las montañas de la adoración.

Si eso suena extraño para ti, pero quizá atractivo, Tony te será muy útil y te hará bien en las siguientes páginas. ¿Dónde más encontrarás a un iPhone ligado a la Nueva Jerusalén? ¿Dónde más alguien será lo suficientemente sabio para decir que “nuestra necesidad más grande en la era digital es contemplar la gloria del Cristo invisible en el brillo tenue de nuestras Biblias pixeladas”? ¿Dónde más encontraremos la alabanza adecuada en nuestras aplicaciones de la Biblia junto con la confesión honesta de que “ninguna aplicación puede darle vida a mi comunión con Dios”? ¿Quién más está escribiendo acerca de los teléfonos inteligentes con la convicción de que “la imaginación cristiana se está muriendo de hambre por alimento teológico sólido”? ¿Y quién más va a enfrentar el supuesto anonimato de nuestros pecados ocultos con la verdad de que: “No existe tal cosa como el anonimato. Es tan solo una cuestión de tiempo”?

Sí. Y el tiempo es corto. No lo desperdicies haciendo desfilar a tu mula. Ponla a trabajar. Su Hacedor estará satisfecho.

Hechizo digital

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