Читать книгу Hechizo digital - Tony Reinke - Страница 9
Prefacio
Оглавление¡Este maldito teléfono inteligente! Destructor de la productividad. Diez veces plaga de pitidos y zumbidos. Dispositivo sin alma con un hambre insaciable de poder. Hechicero de trucos digitales. Brazalete de vigilancia. Despilfarro de dinero. Atadura inescapable de trabajo. ¡Dictador, distractor, enemigo!
Sin embargo, también es mi incansable asistente personal, mi irremplazable compañero de viajes y mi conexión, veloz como un rayo, con amigos y familiares. Pantalla virtual. Dispositivo de juegos. Lastre de la vida diaria. Mi amigo inteligente, mi camarada al alcance, y mi colaborador siempre dispuesto. ¡Este bendito teléfono inteligente!
Mi teléfono es una ventana a lo inútil y a lo provechoso, lo artificial y lo auténtico. Algunos días siento que mi teléfono es un vampiro digital, succionando mi vida y mi tiempo. Otros días siento que es un centauro cibernético – parte humano, parte digital – mientras mi teléfono y yo nos fusionamos a la perfección en una colección compleja de ritmos y rutinas.
IPHONE 1.0
El mago de la tecnología Steve Jobs presentó el iPhone en la Expo Macworld el 9 de enero del 2007 como una pantalla “gigante” de 3.5 pulgadas de alta resolución sin necesidad de un teclado o de una pluma digital. A diferencia de los teléfonos inteligentes torpes de la época, Steve Jobs anunció: “Vamos a usar el mejor artefacto del mundo. Vamos a usar un artefacto con el que todos hemos nacido – diez de ellos. Vamos a usar nuestros dedos”. Desde ese momento la magia de la tecnología multitáctil presentó movimientos precisos con las yemas de los dedos sobre un dispositivo de bolsillo, acercando a los humanos más que nunca a una interacción más íntima con las tecnologías informáticas. Cuando Jobs anunció después, como un comentario aparte, “Ahora puedes tocar tu música”, la magnitud de la declaración fue demasiado mística para ser comprendida en el momento.1
Apple lanzó oficialmente el primer iPhone el 29 de junio del 2007, y yo compré uno ese otoño. Me maravilló la tecnología comprimida dentro de este brillante teléfono: un sistema operativo computacional legítimo, un nuevo iPod completamente rediseñado para mi música, un nuevo mecanismo para escribirle a mis amigos rápidamente, una calidad de video súper aguda combinado con un nuevo buscador móvil para conservar la vista completa de internet, un acelerómetro para detectar como toco y giro y volteo mi teléfono – todo en una pantalla con controles táctiles intuitivos guiados por los toques, movimientos y apretones de mis dedos.
En un viaje en carretera, unos días después del sagrado ritual de abrir la caja, me paré afuera de un lugar de descanso nevado en Iowa, desbloqué mi nuevo iPhone y respondí a mi primer correo electrónico rural. Sin cables. Sin esfuerzo. Fui enganchado, y también lo estaban millones de personas. En diez años, cerca de un billón de teléfonos iPhone han sido vendidos.
El teléfono móvil de Apple fue seguido por el de Android, y los teléfonos inteligentes se extendieron alrededor del mundo y en cada rincón de nuestras vidas. Ahora revisamos nuestro teléfono inteligente cada 4.3 minutos mientras caminamos.2Desde que obtuve mi primer iPhone, un teléfono inteligente ha estado a mi alcance 24/7: para despertarme en las mañanas, para mezclar mi biblioteca musical, para entretenerme con videos, películas y televisión en vivo, para capturar mi vida a través de fotos y videos digitales, para permitirme jugar el video juego más reciente, para guiarme a través de calles desconocidas, para ampliar mis redes sociales y para asegurarme cada noche que me despertará al día siguiente (siempre y cuando lo alimente con electricidad). Uso mi teléfono para mantener mi cambiante agenda familiar con sincronizaciones en tiempo real. He usado mi teléfono para investigar, editar e incluso escribir secciones de este libro. Uso mi teléfono prácticamente para todo (excepto para hacer llamadas, al parecer). Y mi teléfono va conmigo a dondequiera que yo vaya: a mi habitación, a la oficina, a mis vacaciones, y sí, al baño.
El teléfono inteligente agrupó bastantes tecnologías recientes3 para crear la herramienta de conexión social de mano más poderosa jamás inventada. Con nuestros teléfonos, nuestra vida entera es inmediatamente capturada y compartida. Así que no me sorprendió que los editores de la revista Time nombraran al iPhone el aparato más influyente de todos los tiempos, indicando que “fundamentalmente cambió nuestra relación con la computación y la informática – un cambio que probablemente tendrá repercusiones en las próximas décadas”4.
Oh, sí, las repercusiones. ¿Cuál es el precio de toda esta magia digital? Desde entonces he descubierto que mi omnipresente iPhone está corroyendo mi vida con distracciones – algo que los ejecutivos de Apple admitieron involuntariamente en la víspera del lanzamiento del Reloj Apple, promocionado como un ajuste tecnológico más novedoso y menos invasivo comparado con todo el ruido tecnológico provocado en nuestras vidas por el iPhone5.
Al momento que desempacaba mi primer iPhone ignoraba que Jobs estaba activamente protegiendo a sus hijos de sus máquinas digitales6.
¿Debería estarme protegiendo también?
LA GRAN PREGUNTA
Los creadores y comerciantes de los teléfonos inteligentes ejercen un gran poder sobre nosotros, y yo quiero saber que efecto tiene esta tecnología en mi vida espiritual. Como en toda área de la vida cristiana quiero aprender de la historia de la iglesia y de los ancianos en la iglesia. Mi primera entrevista de muchas en el camino de producir este libro fue una llamada al teólogo de setenta y cinco años David Wells (1939-). Su libro más reciente sobre la santidad de Dios estaba sorprendentemente lleno de mensajes acerca de la tecnología (un subtema relevante en cada conversación de hoy en día)7.
“Es solo desde mediados de la década de 1990 que la red ha sido ampliamente usada en nuestra sociedad, así que estamos hablando aquí de dos décadas”, me dijo Wells. “Y entonces nosotros – todos nosotros – estamos tratando de resolver qué es útil para nosotros y qué es perjudicial para nosotros. No podemos escapar de ello, y probablemente ninguno de nosotros quiere escapar de ello. No podemos convertirnos en monjes digitales”. Para mi sorpresa, Wells parecía personalmente familiar con las tentaciones: “No hay duda de que ahora la vida es mucho más distraída, porque recibimos sonidos y pitidos y mensajes de texto. Estamos, de hecho, viviendo con un universo virtual, paralelo, un universo que puede absorber todo el tiempo que tenemos. ¿Qué pasa con nosotros cuando estamos en constante movimiento – cuando somos casi adictos a un constante estimulo visual? ¿Qué es lo que esto está haciendo con nosotros? Esa es la gran pregunta”8.
Wells está en lo correcto – nuestros teléfonos son inestables, siempre están cambiando y siempre están moldeando nuevos comportamientos en nosotros. Hace muchos años, Jacques Ellul (1912–1994) proféticamente nos advirtió acerca de este peligro en la era digital escribiendo que “la impredecibilidad es una de las características generales del progreso tecnológico”9. La impredecibilidad de la era tecnológica lleva consigo un cierto nivel de inseguridad constante que nos empuja aún más lejos de la respuesta a la pregunta de Wells. No sabemos qué es lo que nuestros teléfonos inteligentes nos están haciendo, pero estamos siendo transformados, eso es evidente.
Posteriormente le envié un correo electrónico al consumado especialista en ética, escocés, cristiano, de setenta y un años Oliver O’Donovan (1945 -), para preguntarle si los cristianos deberíamos sentirnos incómodos acerca del aumento en las tecnologías de comunicación digital. “Las comunicaciones electrónicas son una pregunta para las nuevas generaciones más que para la mía”, admitió. “Son ellos los que realmente deben aprender a comprender los poderes y amenazas que representan, por una parte, a través de prueba y error, pero también, y principalmente, a través de recordar qué es aquello que tenía gran importancia antes de que la revolución en la comunicación comenzara”.
“Nadie ha tenido que aprender esto antes”, dijo acerca de las preguntas a las que ahora nos enfrentamos. ”Nadie puede enseñarle a la siguiente generación como aprender esto. Es un reto masivo a la inteligencia y a la conciencia, exclusivo para ellos. El peligro que enfrentan, por supuesto, es que las herramientas determinan la agenda. Una herramienta de comunicación es una herramienta para comunicar algo”. Luego hizo eco a la pregunta de Wells: “Los medios de comunicación no están tendidos por ahí pasivamente, esperando a que nosotros lleguemos y los encontremos útiles para algún proyecto que tenemos en mente. Ellos nos dicen qué debemos hacer y, más significativamente, qué queremos hacer. Existe una corriente en el canal, y si no sabemos nadar, seremos llevados por ella. Veo a alguien haciendo algo y yo también quiero hacerlo. Entonces me olvido de aquello que pensé que quería hacer”.
O’Donovan concluyó la entrevista con una advertencia notable: “Esta generación tiene asignada la singular tarea de discernir para qué son realmente buenos los nuevos medios de comunicación, y eso implica también, para qué no son buenos. Si lo hacen de forma superficial, las generaciones después de ellos pagarán el precio”10.
MIS PREOCUPACIONES
Quería escribir este libro en conversación con los ancianos de la iglesia, pero mis preguntas a Wells y O’Donovan me regresaron la pregunta como un boomerang: ¿Cómo es que nosotros, los que estamos más familiarizados con nuestros teléfonos inteligentes, podemos hacer lo mejor posible para esclarecer las consecuencias?
También me encuentro a mí mismo en una posición difícil – haciendo preguntas críticas acerca de cómo mi teléfono me está cambiando mientras trabajo de tiempo completo en línea y trato de elevar mis habilidades y mis experiencias para captar la atención de una audiencia virtual. A medida que el mundo en línea crece globalmente y de forma móvil, también se están abriendo nuevas oportunidades para el evangelio.
Hablando de forma general, el poder de la era digital para almacenar inteligencia humana e información objetiva no tiene precedentes (Wikipedia es tan solo un ejemplo de lo que está por venir). Cada cristiano tiene ahora oportunidades inigualables para ministrar en línea. El día de hoy, nuestros predicadores más prominentes pueden alcanzar a cientos de miles de personas a través de las redes sociales. Incluso el cristiano promedio puede hablar inmediatamente con una audiencia de doscientos a trescientos amigos en Facebook, un alcance que no tiene paralelo en la historia de la humanidad.
Así que siento el apretón de este Catch-22. Quiero volverme hábil en ganar la atención en línea (para Cristo), pero también quiero hacer preguntas críticas acerca de mi propio teléfono y de mis impulsos, mis hábitos y de mis presuposiciones.
MI INTENCIÓN
Este libro acerca de los teléfonos puede hacerse más grueso que una guía telefónica, así que para mantenerlo simple, debo de tratar solo lo esencial y navegar con precaución y brevedad. Mientras que algunos escritores dicen que nuestros teléfonos nos están haciendo cognitivamente más inteligentes y relacionalmente más conscientes11, otros advierten que nuestros teléfonos nos están haciendo superficiales, tontos y menos competentes en el mundo real12. En ocasiones, ambos argumentos suenan verdaderos, pero “en gran medida las redes sociales son lo que hacemos con ellas – rutas de escape o herramientas de transformación dependiendo de lo que esperamos de ellas y cómo las usamos”13. La pregunta de este libro es sencilla: ¿En la juventud de mi vida, cuál es el mejor uso para mi teléfono inteligente?
Para alcanzar este objetivo mi propósito es evitar ambos extremos: el optimismo utópico del amor a la tecnología y la distopia pesimista del miedo a la tecnología. O’Donovan está en lo correcto cuando dice que nuestra tentación es ver a alguien hacer algo y después simplemente copiar el comportamiento y perder de vista nuestro llamado personal y nuestras metas personales. En otras palabras, debemos preguntarnos: ¿Cuáles tecnologías ayudan a mis propósitos? ¿Y cuáles son mis propósitos en primer lugar? Sin una respuesta clara no podemos realizar ningún progreso de pensar en los pros y los contras del teléfono inteligente como cristianos.
Sin embargo, si tú tienes un teléfono inteligente, probablemente has abusado de él. Tal abuso es el producto de un sinnúmero de promocionales en revistas, libros de lamentos y poderosos videos que revelan cuán negativamente influye en nuestras vidas el uso excesivo de los teléfonos inteligentes. Un momento de culpa puede ser un fuerte motivador, pero no durará. Mientras el tiempo pasa y la culpa retrocede, regresamos a nuestros viejos hábitos. Esto sucede porque nuestras convicciones fundamentales son demasiado endebles para sustentar nuevos patrones de comportamiento, entonces lo que en ese momento parece “correcto” (apagar nuestros teléfonos) no es más que el producto de un momento de vergüenza. Lo que necesitamos es una nueva disciplina arraigada en un nuevo conjunto de prioridades para la vida, y empoderada por nuestra nueva vida de libertad en Jesucristo. Así que no puedo decirte que guardes tu teléfono, que lo regales, o que lo vuelvas a tomar después de una temporada de agotamiento. Mi propósito es explorar por qué te gustaría considerar estas acciones en primer lugar.
LAS LETRAS PEQUEÑAS
Aquí hay un montón de notas para mantener en mente mientras empezamos.
Primero, este libro fue escrito para mí tanto como fue escrito por mí. No solo necesito este mensaje, cargo con su gran peso. Si el título parece suponer que te estoy predicando, no lo estoy haciendo. Me estoy predicando a mí mismo. No muchos de ustedes deberían de convertirse en autores, porque nosotros los que escribimos libros de ética nos regimos por nuestras palabras más estrictamente que el resto.
Segundo, para mantener el título de este libro corto, he supuesto que todo en este libro es relevante para cada lector individual. En verdad, nunca había sido más consciente de la variedad de comportamientos con los teléfonos inteligentes. Tomamos nuestros teléfonos como creadores de contenido o como consumidores de contenido y nos enfocamos en contenido ilimitado o en contenido limitado. De igual forma, las relaciones con nuestros teléfonos inteligentes siguen tendencias hacia ciertas direcciones: como parte de comunidades virtuales o como complementos a nuestras relaciones cara a cara. Y constantemente esas conversaciones van desde edificación hasta pláticas triviales (ver figura 1). Todos nosotros nos estamos deslizando constantemente alrededor de estas redes, y cada tendencia tiene sus fortalezas y trampas para ser tratadas en las siguientes páginas. Pero ninguno de nosotros podemos situarnos exactamente en el mismo punto. Menciono esto al principio del libro como una forma de pedir paciencia cuando discutamos comportamientos que pueden no aplicar para ti inmediatamente.
Figura 1: Comportamientos y relaciones de los teléfonos inteligentes.
Tercero, este libro no es anti teléfonos inteligentes, fue escrito para gente que, como yo, se benefician de los teléfonos inteligentes y los usan diario. Probablemente escucharán de este libro en las redes sociales de sus teléfonos y algunos de ustedes lo leerán en sus teléfonos, quizá incluso lleguen a citarlo en Facebook – eso no es contradictorio, irónico o paradójico; es el cumplimiento de por qué lo escribí y cómo espero enviar este mensaje.
Cuarto, este libro tampoco es pro teléfonos inteligentes. Quiero que este libro esté balanceado, pero el balance no es la preocupación que me motiva. Ya sea que en todo el libro logre el balance pro teléfono/anti teléfono o no (o incluso sección por sección) me tiene poco preocupado porque se que al final los lectores estarán divididos. Concedo este punto por adelantado para poder hablar más directamente con mis lectores que tienen la intención de replantearse sus patrones de vida (y para evitar inflar este libro con un millón de condiciones, advertencias y requisitos). Procedo bajo la suposición de que todos necesitamos detenernos y reflexionar sobre nuestros hábitos impulsivos con los teléfonos inteligentes porque, en una era donde nuestros ojos y nuestros corazones son capturados por el último dispositivo elegante, necesitamos ser más autocríticos, no menos.
Quinto, ya que estás leyendo un libro titulado Hechizo digital, asumo que probablemente eres el tipo de lector que valientemente recibe tal autocrítica. Te felicito por ello. El antiguo filósofo Seneca estaba en lo correcto cuando dijo: “Se duro contigo mismo de vez en cuando”14. De vez en cuando. No siempre. En ciertos momentos clave de la vida, acércate al espejo del baño, entrecierra los ojos y proyecta una visión pesimista de la persona que ves. Todos necesitamos críticas constructivas. Pero si sólo eres duro contigo mismo, déjame hablarte una palabra de cuidado. Este libro falla, si después de leerlo, terminas odiándote más; tiene éxito si terminas disfrutando más a Cristo. Así que, si fácilmente te agobia la convicción y la duda de ti mismo, oro para que este libro te eduque y te equipe para disfrutar la libertad de esta vida para saborear profundamente el gozo infinito que tenemos en Cristo, dejando las complacencias mediocres atrás para dar lugar a placeres más profundos y satisfactorios.
Sexto, estaré citando a teólogos, a filósofos, profesores, pastores, papas, no creyentes perceptivos, y ateos abiertos
– lo que implica que su inclusión en este libro no es la aprobación total de la teología de alguien o la completa aprobación de las uniones, aplicaciones, libros o películas de mafiosos que se mencionan más adelante.
Finalmente, como el título sugiere, este libro se enfoca en un diagnóstico y una cosmovisión más que en una aplicación. No ignoramos prácticas importantes, pero la aplicación estará implícita genéricamente a través del libro y será abordada específicamente hacia el final.
UN LLAMADO A LA HUMILDAD
Las dudas de uno mismo son una característica de las personas sabias15. Y las conversaciones autocríticas acerca de nuestro comportamiento personal requieren una gran dosis de humildad. Conversaciones acerca de nuestros teléfonos inteligentes casi no plantean nuevas preguntas; nos regresan a preguntas perenes que cada generación ha sido forzada a contestar.
Consideremos Snapchat, el último fenómeno de “expresión instantánea”. En una de mis entrevistas, un teólogo me sugirió que es difícil que tu “sí” sea sí cuando tus palabras desaparecen en un par de segundos16. Pero los defensivos amantes de la tecnología inmediatamente niegan esta declaración con un hecho simple: mientras que las palabras efímeras compartidas en Snapchat desaparecen en segundos, nuestras palabras habladas desaparecen en el aire en un céntimo de segundo. La tecnología no hace que nuestras palabras sean más temporales – en todo caso, las hace más duraderas. Si debemos dar cuenta de toda palabra ociosa, probablemente somos la primera generación que puede apreciar verdaderamente el volumen de nuestras palabras ociosas, ya que hemos publicado más de ellas que ningún otro grupo en la historia de la humanidad.
Así que, aunque podemos examinar nuestra autenticidad cuando hablamos a través de mensajes intencionalmente autodestructivos (tal es el caso de Snapchat), nuestros teléfonos no hacen a nuestras palabras más transitorias o vacías; simplemente plantean preguntas hechas por cada generación. Sólo cuando reconozcamos estas preguntas, entonces podremos regresar a examinar a Snapchat.
Así es como a menudo funcionan las conversaciones en los medios digitales. Por lo que empiezo el libro pidiendo tregua. ¿Podemos estar de acuerdo en que algunas de las preguntas más importantes acerca de los teléfonos inteligentes también aplican a las conversaciones no digitales? Solo porque una lucha que enfrentamos en nuestras vidas digitales también se relaciona a contextos no digitales, no quiere decir que la conversación con comunicaciones digitales deba ser evitada
– significa que la Escritura demuestra su continua relevancia en la era digital.
¿QUIÉN SOY?
Como puedes apreciar, este viaje para desenredar mi relación con mi teléfono es muy personal (i. e., autocrítica a mí), así que necesitas saber quién soy desde el comienzo.
Soy un “seguidor temprano” – una forma agradable de decir “un autoproclamado adicto al iPhone y la tecnología”. También soy un cristiano de cerca de dos décadas que considera a la Biblia como la última y definitiva autoridad sobre mi vida. Educado en negocios, periodismo y humanidades, ahora trabajo como un reportero de investigación de la compleja dinámica de la vida cristiana en tensión con las actuales presiones culturales del conformismo. Investigo y escribo en acorde con muchas otras voces de la iglesia, tanto vivas como muertas.
Casado desde hace casi dos décadas, mi esposa y yo tenemos tres hijos, y los estamos educando para que sean tecnológicamente competentes y digitalmente con dominio propio17. Actualmente en nuestro hogar tenemos una computadora de escritorio, tres laptops, tres tabletas, tres teléfonos inteligentes y un iPod.
En el tiempo que este libro fue publicado acumulé 32,6 años de experiencia en cuatro plataformas: blogs, Twitter, Facebook e Instagram18. He trabajado en línea para ministerios sin fines de lucro por una década, y nunca sin un iPhone. Y estas labores no me han aislado de las apremiantes preguntas de la era digital – en cambio, las han agrandado. Al mismo tiempo, mi trabajo me ha puesto en contacto con muchos de los filósofos cristianos más pensativos, teólogos, pastores y artistas que están reflexionando cuidadosamente sobre cómo ayudar a la iglesia a responder sabiamente a la era digital, y aquí compartiré algunas de las mejores ideas de las muchas conversaciones que tuve con ellos.
Simultáneamente, escribí este libro en diálogo con muchos cristianos: estudiantes, solteros, parejas casadas, padres, amas de casa, profesionales de los negocios y líderes del ministerio. Cada uno enfrentamos preguntas similares acerca de cómo vivir una vida balanceada y saludable en la era digital.
DESEOS RETRAÍDOS
El ecologista mediático Marshall McLuhan (1911-1980) le recordó a su generación que la tecnología siempre es una extensión de uno mismo. Un tenedor es simplemente una extensión de mi mano. Un auto es una extensión de mis brazos y mis pies y no es menos que el troncomóvil de Pedro Picapiedra.
Así mismo mi teléfono inteligente es una extensión de mis funciones cognitivas19. Las neuronas activas de mi cerebro son una maraña de relámpagos dentro de mi cráneo, y mi vida pensante se asemeja a una tormenta eléctrica sobre el estado de Kansas20. Esta pequeña tormenta eléctrica contenida en el espacio microscópico de mi sistema nervioso se extiende de forma bastante natural hacia mis pulgares para crear pequeños destellos digitales de electricidad dentro de mi teléfono que se proyectan al mundo a través de ondas de radio.
Todo esto quiere decir que mi teléfono tiene un lugar en el tiempo y en el espacio – fuera de mí – donde puedo proyectar mis relaciones, mis anhelos y la visión completa de mi existencia consciente. Proyecta la palabra “deseo” en un espejo y leerás “ oesed”, el nombre del espejo mágico de los libros de Harry Potter. En el antiguo Espejo de Oesed verás los anhelos más profundos de tu corazón revelados en vivo y a todo color21. Las pantallas luminosas de nuestros teléfonos inteligentes hacen lo mismo.
Muy a menudo lo que mi teléfono expone en mí no son los deseos santos de lo que sé que debería desear, ni siquiera lo que pienso que quiero y especialmente lo que no quiero que pienses que quiero. La pantalla de mi teléfono divulga en pixeles muy nítidos lo que mi corazón realmente quiere22. La pantalla brillante de mi teléfono proyecta desde mis ojos los deseos y afectos que habitan en los rincones más abstractos de mi corazón y de mi alma, encontrando una expresión visible en los pixeles de imágenes, vídeos y textos para que yo los vea y los consuma y los escriba y los comparta. Esto implica que cualquier cosa que sucede en mi teléfono inteligente, especialmente bajo el disfraz del anonimato, es la verdadera expresión de mi corazón, reflejada en pixeles a todo color de vuelta a mis ojos.
Honestamente, esto puede explicar los códigos de acceso. Echar un vistazo a un teléfono es mirar el interior del alma de alguien más y podríamos estar muy avergonzados de que otros vean a qué le dimos clic y qué abrimos y qué perseguimos en línea.
¿Qué podría ser más perturbador?
Si somos lo suficientemente honestos para encarar los hábitos de nuestros teléfonos inteligentes, y de usar las páginas que siguen como una invitación a tener comunión con Dios, podemos esperar encontrar gracia por nuestros fracasos digitales y por nuestros futuros digitales. Dios nos ama profundamente, y Él está dispuesto a darnos todo lo que necesitamos en la era digital. La sangre derramada de Su Hijo lo comprueba23. Necesitamos de Su gracia mientras evaluamos el lugar de los teléfonos inteligentes – los pros y los contras – en la trayectoria de nuestras vidas eternas. Si lo hacemos de forma superficial no solo sufriremos ahora, sino que las generaciones después de nosotros pagarán el precio.