Читать книгу Historias reales - Urla A. Poppe - Страница 10
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Era sábado por la noche. El silencio rondaba como la muerte en los campos de batalla. Ningún hombre se atrevía a salir a esa hora, era demasiado peligroso. Las calles oscuras y desiertas del pequeño pueblo a las afueras de Madrid, olvidado por muchos, presentaban un aspecto aterrador. El suelo mojado, la lluvia primaveral se había marchado hacía unas horas. Un gato solitario rompió aquella tensión con sus chillidos, una extraña pareja lo asustó.
Seres de otro mundo, reales, extraordinarios y misteriosos. Así eran los llamados a seguir la senda de los no-muertos. La vida era para ellos un universo paralelo, un limbo en la tierra que los hacía vagar por el mundo sin saber cuándo sería su fin…
Jack volvió la mirada, alguien los seguía. La chaqueta de cuero verde le rozaba los pantalones empapados por la lluvia; el sonido le perturbaba, sobre todo porque sabía que «ellos» también los percibían… Sus ojos inyectados de sangre fresca del inoportuno humano brillaban en la oscuridad y le resaltaban la melena corta y rubia. Anne le seguía muy cerca el paso. También los sentía, no era preciso ser un vampiro para verlos. Los llamados Cazadores producían un terror inexplicable y cada vez que se acercaban a un pueblo remoto, sus habitantes temblaban de miedo; sus pasos retumbaban como tambores en el infierno y las melenas largas y tupidas no ocultaban sus ojos negros y alargados. Las manos eran tijeras cortantes, eran invencibles, y eso lo sabían los Guardianes Supremos, quienes les confiaron la tarea de apresar, capturar y asesinar a todos los seres indeseables, vampiros que nunca debieron ser transformados, los malditos…
Eso eran para ellos Jack y Anne, unos indeseables que por razones que les resultaban ajenas tenían que ser apresados y llevados al Consejo para su posterior ejecución. Los Cazadores nunca sabían el por qué de las capturas: tan solo obedecían la orden. Nadie confiaba los Cazadores. No eran inteligentes, ni mucho menos, pero sí muy fuertes y difíciles de controlar. Muy pocos tenían el control sobre ellos, y ahora su misión era capturar a Jack y Anne.
La pareja cruzó la plaza principal. Les llevaban ventaja, y se escondieron debajo de unas obras. Anne se recogió el pelo. Sus ojos de color violeta reflejaban sus dudas, temía por Jack, y sobre todo temía que esta vez no saliesen vivos. Sus pensamientos se mezclaban en su cabeza. Recordó el primer día que lo vio. Hacía ya tanto tiempo de eso…
Jack era el iniciador de Anne, fue él quien la convirtió en vampiro. Ella era una campesina que vivía con sus padres en un pequeño pueblo muy pobre de la remota y ahora dividida Rusia. No tenían mucho dinero y Anne trabajaba para poder ayudar en su casa con algunos gastos. Era el año 1672, y en esa época los vampiros eran muy conocidos y temidos por sus crueles matanzas y reuniones escandalosas.
A los padres de Anne les habían advertido de que su hija podía ser la próxima víctima de aquellos seres. Ella poseía algo especial, algo que todos advertían, y desde luego era presa fácil de los vampiros. Su belleza física, llena de enigma y misterio, la convertía en candidata de cualquier indecente. La peste de vampiros que acechaba a la Europa del este hacía que el pánico entre padres de chicas hermosas fuese casi insoportable. Se sabía que los vampiros, cazadores nocturnos, preferían a las jóvenes vírgenes y pobres, pues no llamaban tanto la atención de la policía… Los padres de Anne intentaron cuidarla y alejarla de todos los males durante muchos años, pero con el tiempo se tranquilizaron. Por eso le permitieron ir a trabajar al bar del pueblo, inconscientes de los peligros que le acechaban.
Jack pasó una noche por el pueblo y decidió descansar en una posada. Pero antes de eso, fue al bar. Llevaba muchos años vagando solo por el mundo y nunca se había planteado tener un compañero. Su creador lo abandonó, lo dejó con miles de preguntas, miles de interrogantes sobre su nueva raza. Hacía tanto tiempo que no pensaba en su creador. Para Jack no era más que una sombra del pasado, un nombre para la muerte, pues para él su nueva vida era una parte de lo que la muerte debía ser…
Jack nunca antes había tenido un elegido. Siempre fue muy cerrado y prefería vivir solo, lejos de la gente. Pero cuando vio a Anne sintió algo muy extraño dentro de él. Fue un instante, un minuto intenso, en el que contempló aquellos ojos, aquella sonrisa, sus labios cerrándose misteriosamente para luego volver a abrirse y que sonara esa voz melodiosa y angelical; un alivio a tantos años de tormentos solitarios. Su cuerpo se estremeció, sus ojos se entrecerraron y dejaron escapar dos lágrimas de sangre en honor a aquel momento tan humano… Jack sabía que muchos otros como él habían visto lo mismo, pero algo le decía que esa mujer estaba en su destino, que algo muy importante estaba por ocurrir y ella era parte de ese acontecimiento.