Читать книгу Historias reales - Urla A. Poppe - Страница 12

Оглавление

—¡Pero si es uno de los nuestros, de los solitarios! —exclamaron dos hombres envueltos en gabardinas negras y con espadas atadas a la cintura. Eran grandes y muy imponentes…

—Déjenme en paz. Hoy no quiero salir de compras con nadie. Y menos con ustedes.

—No te pongas tan a la defensiva. Sabemos lo que quieres. Pero ella es nuestra. La vimos primero y eso nos da el derecho de hacer lo que queremos con ella. ¿Verdad, Sergio?

—Sí, ya debes conocer las reglas. Y no creo que hayas iniciado a alguien en tu vida. Pareces virgen. —Los dos se rieron.

—No creo que ustedes sean tampoco iniciadores. Yo diría que son los Cazadores los que están detrás de todo esto.

Sus palabras molestaron a los dos vampiros, que se quedaron en silencio. En ese momento un miedo los invadió. Algo había en el aire. Una extraña energía merodeaba fuera, entre las sombras. Los dos vampiros se miraron y salieron del lugar sin decir nada. En cambio Jack no hizo caso de la alarma. Era la llegada de los Cazadores, que se encontraban en esa zona. Jack jamás había tenido problemas con ellos. Todo iba a cambiar cuando conociera a Anne. Ella era lo que él quería, pero no era el único.

La noche estaba más clara que nunca. Las estrellas se reflejaban en el lago, cerca de la gran casa. La luna no brillaba; un leve reflejo suyo acompañaba a las solitarias estrellas y también a Ardos, que llevaba media hora apoyado en el marco de la ventana de su cuarto. Estaba muy inquieto por un sueño que había tenido. Sus ojos verdes se iluminaban como los de un tigre en medio de un bosque negro. Su porte imponía a todo el que se le acercase, por algo era considerado un ser importante y lleno de un poder extraordinario, pero no el suficiente como para gobernar, como para ser el rey…

A Ardos se le revelaba quién era el rey y aquella noche debía ir en su busca. Todos sabían que Ardos era muy poderoso y sus influencias con los mortales también eran enormes.

Los Cazadores se sentían muy nerviosos con la presencia de Ardos y fue él quien les ordenó que buscasen a Anne, pues su destino estaba marcado desde más tiempo del que Jack se imaginaba.

Jack ignoraba todo aquello, más cuando vio a los Cazadores y supo enseguida que iban tras Anne. Tenía que actuar rápido, antes de que fuese demasiado tarde. Así que se acercó a Anne y le habló.

—Oye, puede que no me creas, pero estás en peligro. Quiero que confíes en mí y vengas conmigo.

—¡Debes de estar loco! Yo no me voy con un desconocido solo porque me diga tales mentiras. Será mejor que te marches, debes de estar muy borracho.

—No tienes ni idea de lo que dices. ¿Viste a esos dos tipos que estaban en aquella mesa? Venían a por ti, son vampiros…

Anne sintió que le decía la verdad. Sus padres le habían advertido de los vampiros y de lo terribles que eran con la gente. No creyó que Jack fuera uno de ellos y sin motivo aparente confió en él. Era como si lo conociese desde hacía mucho tiempo, como de otra vida. Lo miró. Acto seguido vio que unos extraños entraban al bar. Eran muy grandes, más imponentes que los dos anteriores. Estos daban miedo y muy poca confianza. La gente se asustó y salió del lugar.

Jack la agarró del brazo y se la llevó por la puerta de atrás. Ella no entendía qué pasaba, vio que alguien los seguía. Corrieron en medio de la noche y se dirigieron al bosque. Allí se adentraron sin un rumbo fijo. Al darse cuenta de que no los seguían, se detuvieron a descansar.

—Dime quién eres y si sabes por qué nos siguen —le pidió ella.

—Mi nombre es Jack, y la verdad, no entiendo por qué «ellos» nos siguen. Sé que es una tontería, pero me parece que te conozco de algo, aunque no sé de qué. Tienes una magia a tu alrededor que nunca antes había visto. Debes de ser alguien muy especial, porque te persiguen a ti, no a mí. Yo nunca he causado problemas, no tienen por qué buscarme.

—No entiendo lo que dices. ¿Quiénes son «ellos»? —preguntó Anne, confundida.

—Siento mucho que tengas que pasar por esto. Yo no soy lo que piensas —se disculpó Jack.

—¿De qué hablas?

—Soy un vampiro.

Los dos se quedaron en silencio. Ella lo miró con asombro y se quedó muy pensativa. Pasó un rato. El peligro parecía haber desaparecido, así que Jack la acompañó a su casa. Amanecería enseguida.

Aquel día Anne no podía dejar de pensar en lo que Jack le había dicho. A pesar de todo no le tenía miedo, y tampoco creyó que fuese malo. Sus padres y los del pueblo siempre contaban historias terribles, mas él la había salvado de algo que sí tenía más sentido que aquellas historias.

Anne nunca se había sentido como una chica cualquiera. Desde que era una niña se sentía llena de poderes, de magia prohibida para otros… Podía leer la mente de los demás, mover objetos. Era muy rápida y astuta, atributos no muy habituales para una niña de pueblo. Sus padres lo sabían y temían el día en que ella se rebelase y se marchase lejos para buscar algo mejor. Para ella los vampiros siempre fueron seres misteriosos y llenos de la magia que ella poseía; para ella no eran una amenaza, sino una curiosidad. Tenía unas vivas ganas de aprender de ellos, de averiguar si eran ciertas aquellas leyendas.

Anne quería encontrarse de nuevo con Jack. Desde el momento en que lo vio y desde que le dijo que era un vampiro, supo que su destino estaba a su lado. Regresó al trabajo con la sensación de que él estaría allí. Pasó una hora, y en ese momento Jack apareció. Se acercó y le tendió la mano, ella sabía qué significaba eso. Los dos se fueron del lugar sin dar explicaciones a nadie y Anne nunca más regresó a su Rusia natal.

Aquella noche Jack le habló sobre su raza, sobre ese gran enigma. Ahora las cosas habían cambiado. Su pensamiento, sus ideas y todo lo que alguna vez creyó eran la verdadera leyenda. Su vida estaba destinada a ser uno de ellos, su vida siempre estuvo destinada a ser alguien especial, alguien poderoso, una persona que reinaría sobre su raza, pero tras librar una gran guerra. Jack la convirtió aquella noche; la tomó y su sangre fue como una bendición, una sensación intensa y sagrada que nunca antes había experimentado. Anne ya no era más aquella muchacha de campo, ahora, tras una larga lucha entre la vida y la muerte, era un ser de la noche, un cazador nato, y sobre todo una mujer que traería más leyendas a su raza olvidada.

Anne no sentía que estuviese viva, tampoco muerta… Lo extraño fue que no se acordase de su otra vida ni pensara en su familia. Algo muy poderoso había nacido en su interior y era para siempre. Los años pasaron y Anne y Jack aprendieron muchas cosas juntos, viajaron por distintos lugares y conocieron a otros como ellos.

Anne estaba fascinada por aquel nuevo descubrimiento, pero no se había percatado de su alimentación. Ella no quería matar gente, así que se alimentaba de animales y cadáveres. Veía cómo Jack mataba sin compasión a gente inocente y sentía asco. Con el tiempo, cada vez que veía a Jack matar, sentía un placer que crecía dentro de ella, hasta que en una ocasión mató a su primera víctima.

Historias reales

Подняться наверх