Читать книгу Historias reales - Urla A. Poppe - Страница 16

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Mientras esperaba la noche, empezó a observar la celda y todo lo que allí había. Vio muchas cadenas amontonadas en las esquinas y cerca de ellas montañas de cenizas, al parecer de otros vampiros. Era un lugar de sacrificio.

Con el crepúsculo, Jack empezó a volver en sí. Estaba un poco mareado, le dolía mucho la cabeza e ignoraba dónde estaba. Trató de levantarse, pero Anne se lo impidió.

—Tranquilo, aquí estoy, a tu lado. Soy yo, tu Anne.

En ese momento se escuchó un ruido en el exterior de la celda. Alguien intentaba abrir la puerta. Los dos se quedaron en silencio, estaban muy débiles para poder defenderse. Así que se quedaron quietos, a la espera de los acontecimientos.

En eso, dos hombres muy parecidos a los que los atacaron abrieron la puerta. Alguien venía tras ellos. Era un miembro del Consejo.

—Por lo que veo pasasteis una bonita mañana. Sé que hizo mucho calor, y eso no es bueno para nosotros.

—¿Qué es lo que quiere de nosotros, y por qué nos tiene en este horrible lugar? —le dijo Anne, llena de rabia.

—Mira, muchacha, que hayas pasado la prueba de la luz no te hace superior a mí. Yo soy miembro del gran Consejo, tú y tu amiguito no sois más que un par de delincuentes…

Pero en ese momento alguien más entró y lo hizo callar.

—Será mejor que midas tus palabras con ella, Eraldus.

—Pero Ardos, no puedes suponer que esta mujerzuela pueda ser… Este maldito fue el que la inició, no puede tener suficiente poder.

—Cállate. Ahora quiero que la liberes y la lleves a mi habitación. De Jack nos encargaremos más adelante.

Y así estos dos grandes seres la cogieron y se la llevaron. Anne opuso resistencia, pero estaba muy débil y no pudo hacer nada. Jack se quedó en silencio, con la cabeza gacha. No quiso mirar.

La condujeron por unos largos pasadizos que parecían túneles escondidos, muy sucios y oscuros. Luego subieron unas escaleras, y al final había una puerta. Pasaron a un salón muy grande y suntuoso, lleno de espejos y cuadros muy antiguos y costosos. Parecía ser un lugar importante. Allí era donde se realizaban muchas fiestas y reuniones importantes.

Anne estaba asombrada por tanto lujo. A los lados del salón había un par de escaleras que llevaban a la segunda estancia de la gran mansión. Los dos hombres la llevaron por una de las escaleras y cuando estaban arriba, ella vio muchas puertas a lo largo de un gran pasadizo. Se dirigieron a la última. La hicieron entrar y cerraron con llave. Anne intentó escapar, pero era inútil. El lugar no tenía ventanas y era muy oscuro, aunque estaba alumbrado por velas.

Había una cama muy grande y unos cuantos muebles, todos muy finos y de buen gusto. En la pared frente a la cama había un retrato. Era una pintura muy grande, pero aunque se distinguía que era una mujer, no tenía un rostro definido.

Ardos entró en la habitación, mientras Anne observaba la pintura. La mujer portaba una espada en la mano, su mirada era triste, y detrás de ella una casa ardía en llamas.

—Lo hice yo hace unos cuantos años. Fue un sueño que tuve, y me impactó tanto que lo pinté. ¿Te gusta? —se presentó Ardos.

—¿Por qué estoy aquí?

—Primero quiero que descanses y que te arregles un poco. En ese armario hay un vestido que encargué que te trajeran. Iremos a cenar, y cuando terminemos te enterarás de por qué estás aquí.

—¿Usted realmente piensa que yo me voy a poner un estúpido vestido y voy a cenar como si no pasase nada? Quiero saber por qué Jack no está aquí conmigo.

—Si no colaboras, puede que tu amigo no sea muy bien tratado y permanezca un día más en esa celda, en la que no creo que dure mucho. Así que no pongas esa cara tan seria y por favor, toma un baño, relájate y ponte ese vestido. Si te portas bien, se cambiará de celda a tu amigo.

Anne no dijo nada y Ardos salió de la habitación. Pensó qué haría para ayudar a Jack y salir de aquel lugar. Pero no sabía cómo hacerlo. Así que se dio un baño y luego se puso el vestido que estaba en el armario. Era un vestido negro con algunas joyas preciosas en el corpiño. Era muy elegante y cada vez estaba más confundida de lo que querían de ella.

Cuando estaba casi lista, Ardos entró a buscarla. Se quedó asombrado de la belleza de aquella chica. Su pelo negro ondulado caía sobre sus hombros y su mirada era muy penetrante. Pero a la vez estaba muy seria y no le gustaba todo ese juego.

Salieron del cuarto y caminaron lentamente por el pasadizo. Pero esta vez no estaba vacío, había mucha gente que la miraba al pasar. Mujeres vestidas elegantemente, otros que no dejaban de mirar su mágica belleza. Ella, en cambio, los miraba con repulsión y asco, ya que no parecían ser simples vampiros, sino algo más.

Caminaron hasta llegar a la mitad de la sala y ahí se abrieron paso unos pequeños seres azules, o eso le pareció a ella. Su aspecto se debía a la falta de sangre. Eran los esclavos de los miembros del Congreso; antaño habían sido unos vampiros indeseables, convertidos por los Cazadores en prisioneros para siempre.

Sentado en un sillón estaba Amateus, el gran sabio y miembro principal. Todos le temían más que respetarlo, era muy cruel y no perdonaba a nadie una traición. Contaba la leyenda que su hija se enamoró de un indeseable y que los mató a ambos, primero a su hija, en los cuartos oscuros donde ahora se encontraba Jack.

Anne desconocía quién era, pero supo que todos le tenían mucho respeto y nadie se atrevía mirarle a la cara, a menos que él lo pidiese. En cambio, ella lo miró desafiantemente y no le bajó la mirada en ningún momento.

—¿Quién se atreve a mirarme de ese modo? —preguntó Amateus a Ardos, furioso.

—Esta es la mujer de la que te hablé, la que vi en mis sueños, y la que ese cretino convirtió.

Amateus la miró y le sonrió. No creía que esa mujer que estaba frente a él pudiera ser la que tanto tiempo atrás habían buscado.

—Así que tú eres la misteriosa dama que tiene loco a mi guardia y que le ha quitado el sueño, si es que así lo llaman los mortales… Veo que te comió la lengua el gato. Es una lástima que te hayas equivocado, Ardos. Esta no es la que buscamos. Y ahora, llévensela, que no la quiero ver más en mi presencia.

—Pero… —dudó Ardos.

—Ya hablaremos, Ardos, antes del amanecer te quiero ver en el jardín. Quiero contemplar la luna antes de que la oculten los Grandes.

Anne fue devuelta al cuarto de Ardos y este salió luego de dejarla ahí. No le dijo nada, pero la miró y dudó si realmente se había equivocado. Ardos regresó ante Amateus.

—¡Señor, estoy seguro de que es ella! ¡Sobrevivió a la luz y protegió a su compañero!

—Puede que tengas razón en ese sentido, pero algo me dice que no es ella. Hay algo en esa muchacha que no me gusta para ser la reina. Es desafiante y rebelde con sus superiores y eso no lo debemos permitir.

—Lo sé, mi señor. Pero en mis sueños la vi entre fuegos y sangre que se derramaba del suelo. Estaba en la casa, en esta casa, y a su paso solo había destrucción… Yo sé lo que usted vio en ella, porque son esas mis profecías. Si no la entrenamos y comprobamos que realmente es la que buscamos, puede que nos destruya por no aceptar los mensajes de los grandes, puede que la especie se acabe de una vez.

Amateus se quedó muy pensativo; aceptó volver a verla e intentar averiguar la verdad. Mientras, Ardos regresó al cuarto y encontró despierta a Anne, que lo esperaba.

—Me imagino que querrás saber la verdad de todo esto y por qué eres tú quien está aquí y no tu amiguito.

—¿Dónde está Jack?

—Está bien, dejé órdenes de que no le hiciesen daño.

—¿Por qué no nos dejas ir o por qué no nos matan de una vez?

—No es tan fácil, aunque muchos lo habrán pensado. Pero eres demasiado valiosa para mí y yo daría mi vida para que no te pasara nada… Mira, creo que te voy a contar una historia. Nadie nos molestará, ya casi amanece, y al igual que tú, tenemos todo el día para hablar.

—Quiero respuestas, quiero saber quién soy y por qué tengo este futuro.

—La verdad es muy antigua y puede que por culpa de ese engendro no la sepas nunca muy bien o no la sientas como deberías… Hace muchos años los sabios descubrieron que mediante determinadas hierbas, un misterio para la actualidad, se podía crear un ser capaz de vivir sin temor a la luz, sin debilidades, sin errores. Todos los descendientes de Filinnion, la creadora de este ser, han sido perseguidos y juzgados como tú. Yo soy uno de esos descendientes, pero no el que ellos buscan. Muchos otros también estuvieron alguna vez aquí, como Lord Byron, por ejemplo, un aristócrata inglés que luchó por sus antepasados en una guerra que lo mató, pero nunca encontraron su corazón y sus pulmones. Era un hombre muy sabio, un ser extraordinario, un gran vampiro, pero no era el rey. Una frase muy famosa me viene ahora a la mente, cuando decía: «Es mi destino arruinar todo a lo que me acerco».

»También está la historia del conde Drácula, un ser un poco más antiguo que Byron, aunque no menos importante. Su nombre real era Vlad Tepes el Empalador… Fue un príncipe de Valaquia del siglo xv. Claro que Drácula era perfecto, al ser un vampiro descendiente directo del sabio. Hasta ahora algunos creen que él era el verdadero rey, por eso lo han seguido hasta el final. Pero su muerte no convenció a todos.

»Ambos son los que tuvieron mayores posibilidades, y se creyó realmente que podían ser los verdaderos, los soberanos. Si quieres leer algo de ellos, abajo hay una biblioteca y durante el día nadie te molestará. Como ahora, por ejemplo, que ya amaneció. ¿No te parece extraño que estemos aquí y otros no? Debemos dar gracias por este privilegio, aunque no sabría decir a quién. No somos humanos, no tenemos ningún dios en que creer.

—¿Por qué no puedes ser tú? —preguntó Anne.

—Yo soy muy débil para ser un rey. Mi misión es otra y en ella estás tú.

—¿De qué hablas?

—Yo soy el elegido para encontrar al futuro monarca. Yo nací con el don de la premonición, del que busca lo que otros quieren encontrar. Soy el que ve más allá, el que puede oler más que otros y el que podrá algún día encontrarlo, a nuestra esperanza de no morir olvidados por una raza inferior.

—¿Acaso crees que ese del que tanto hablan las profecías y tus premoniciones soy yo?

—Sí, creo que eres tú. Hay algo en ti que no convence a los sabios, pero yo sé que eres tú, tu poder ha madurado con el tiempo. Es una lástima que sea así, eso debes agradecérselo a tu amiguito Jack, que hizo un trabajo que no le competía.

—No te entiendo. ¿Qué tiene que ver él en toda esta historia?

—Más de lo que crees… Cuando tú naciste se supo que tenías algo especial; es algo que atrae a los vampiros, una especie de perfume que tenemos todos los descendientes. Así que muchos te querían convertir o matar. Pero fue Jack, el simple Jack, el que te vio primero e hizo que todo cambiase radicalmente. Las profecías hablan de que solo los descendientes pueden convertir a los de su propia sangre, así no se deteriora y continúa la rama sin alteraciones posibles. Esta no es la primera vez que un vampiro ha hecho el trabajo de otros, y en tales casos se paga muy caro…

—¿Acaso van a hacer algún daño a Jack?

—Eso no está en mis manos. Primero te observarán, aunque ya saben que eres una descendiente. Pero si eres algo más que eso, no lo dejarán vivir. Siento tener que decirte esto. A veces me caía bien ese chico, es una lástima que tenga que morir así… Pero te tengo que decir que sabía a lo que se exponía, es una ley universal que todo vampiro que sienta ese olor no se atreva a convertir. Él se arriesgó por ti, debes de importarle mucho, aunque es normal que tengamos cierto encanto. Será mejor que me vaya, si quieres hablaremos más tarde o mañana. Ahora tengo algo que hacer y si quieres puedes ir a la biblioteca. No te preocupes, puedes leer lo que quieras, incluso las profecías.

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