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Horizontes comunes de la Ciudad Constituyente

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El momento destituyente movilizó la defensa contra la privación y la desigualdad de la vida urbana, abriendo una oportunidad única para resignificar lo urbano en el marco de un horizonte común. En Ciudad Constituyente buscamos aportar a este desafío poniendo la producción de lo común en el horizonte político y en las prácticas que nos articulan. Nuestras propuestas emergen de la colaboración y la deliberación entre organizaciones que miramos lo urbano desde distintas perspectivas. Organizaciones que hemos trabajado, disentido y finalmente acordado una serie de «Propuestas para un habitar digno en la Nueva Constitución» en la asamblea que periódicamente nos reúne y desde la que buscamos incidir en el proceso constituyente. Entendemos, sin embargo, que nuestra articulación no se agota en la Convención Constitucional y que debe abarcar por sobre todo la movilización social que acompaña este periodo. ¿Cómo proyectamos en el tiempo un futuro común? A continuación presentamos algunas ideas que nos parecen fundamentales al momento de delinear un horizonte colectivo que se consolide como una alternativa radical al actual modelo y permita así la transformación del modo en que nos relacionamos.

Un proyecto común antineoliberal y ecologista implica sustituir la actual mercantilización del espacio construido, del entorno natural y de nuestras vidas por la defensa de la dignidad en nuestros espacios domésticos, barriales y de nuestro ecosistema. Al endeudamiento, como mecanismo de opresión y control, se suman las precarias condiciones materiales visibles en la proliferación de campamentos y altos niveles de allegamiento y hacinamiento. Mientras una vivienda adecuada en Chile es un lujo para una minoría, la mayoría de la población vive endeudada, hacinada, allegada, habita en un campamento o paga arriendos abusivos en condiciones precarias. Es fundamental luchar por un cambio de modelo que ponga el valor social, la naturaleza y la reproducción de la vida en el centro, por sobre intereses económicos. Dicho de otro modo, instaurar el interés colectivo como la base de nuestras relaciones, nos permite trascender nociones individualistas y superar el paradigma de tenencia en propiedad como único modo seguro de habitar que, en definitiva, ha promovido el beneficio de unos pocos en desmedro de la mayoría.

Este proyecto ha de ser también radicalmente democrático. El futuro común debe ser representativo del escenario político local, responder a la diversidad de circunstancias y temáticas territoriales y reflejar, en sus decisiones, la inteligencia colectiva de las comunidades. A su vez, debe pensarse en relación con los movimientos globales de transformación democrática, feminista y antineoliberal. Esto implica generar articulaciones que permitan una coordinación simultánea entre asambleas barriales y redes trasnacionales que se oponen a la mercantilización de nuestras vidas, en diversas veredas y lugares del mundo. Navegar por los ejes local-global y dentro-fuera de las instituciones en estructuras horizontales de colaboración potencia la tensión creativa que posibilita la sostenibilidad de la vida a la luz de los principios de solidaridad, del bien común y de la igualdad de oportunidades para las mayorías.

Finalmente, concebimos este proyecto común desde el entendimiento de los cuidados como una responsabilidad colectiva de la que debemos hacernos cargo como sociedad toda, liberando a los cuerpos y espacios que históricamente se han vinculado a estas tareas. Un horizonte común precisa construir un habitar libre de violencia física y simbólica, que reconozca las pluralidades y diversidades de experiencias de vida que confluyen en el territorio desde una perspectiva interseccional. El futuro debe asegurar una vida digna para todos, haciéndose cargo de las desigualdades de raza, género, clase, estatus migratorio, entre otros.

Habitar digno y Nueva Constitución

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