Читать книгу Atrápame si puedes - Vanessa Lorrenz - Страница 7
CAPÍTULO 4
ОглавлениеDios, la semana se le había pasado volando. Mientras se acercaba el día, más nerviosa se estaba poniendo, incluso cuando fue a ver a su padre había estado ausente, como sumida en sus pensamientos, si no fuera porque Tom se había inventado que estaba preocupada porque harían recortes de personal en su trabajo. Estaba segura de que su padre los habría descubierto. Por ilógico que pareciera no pudo quitarse de su mente la imagen de Maximiliano, era todo lo que una mujer necesitaba en su vida. Su conciencia la miraba con recelo mientras le decía que ella no estaba para esas tonterías de enamoramiento, y mucho menos con un hombre como ese. Pero ella la mandaba callar y dejaba volar la imaginación.
Era el gran día, por fin conocería en persona al hombre que había invadido sus pensamientos. Los nervios la estaban matando y sus manos comenzaban a sudarle. Caminó alrededor de las máquinas tragamonedas, esperando que llegara Maximiliano Evans. Estaba ansiosa, por más que se obligaba a calmarse sentía que algo le impedía respirar bien. Su amigo estaba a la espera de que ella le avisara que podían actuar, por medio del micrófono que llevaba oculto en su ajustado vestido de lentejuelas color dorado. Su larga cabellera negra estaba recogida en un moño francés a la altura de la nuca, había hecho un gran trabajo con su peinado, tanto, que no se notaba que llevaba peluca.
La fina copa de cristal temblaba en su mano, parecía una adolescente frente a su primera cita con el chico que le gustaba. Pero la realidad no tenía nada que ver con una cita o algo parecido, recorrió los pasillos donde se jugaban cartas, a los dados y la ruleta, pero no lograba encontrar al único hombre que le interesaba. Notó las miradas de apreciación de otros, pero ella no les echó cuenta de lo nerviosa que se encontraba. Estaba a punto de ir al tocador de damas, cuando lo vio aparecer con un grupo de hombres que rondaban entre los cuarenta o cincuenta años, todos con sus trajes de marca reconocida hechos a la medida. Bebían de sus copas y charlaban animadamente; ahora solo tenía que hacer que las cosas sucedieran como si fuera un encuentro fortuito.
Estuvo un rato entre mesa y mesa, pero siempre muy cerca de su objetivo, varios se acercaron a ella con intención de invitarla una copa y algo más, pero ella declinaba cada uno de sus ofrecimientos muy amablemente. La espera la estaba matando; sus anteriores víctimas habían notado su interés en pocos segundos, pero este hombre estaba claro que no se dejaba impresionar por la belleza femenina, de hecho, si lo pensaba con detenimiento, era una locura que ella lo quisiera seducir cuando él estaba unido a una mujer mil veces más hermosa que ella. Lo vio caminar con rumbo a los aseos de caballeros, y esperó un minuto para darle tiempo y después comenzó a caminar mirando al suelo, como si no se diera cuenta de por dónde iba. Estaba tan concentrada viendo las relucientes baldosas que de un momento a otro chocó con alguien tan fuerte que perdió el equilibrio. Casi en todas estas situaciones, el hombre por instinto toma a la mujer entre sus brazos y la estrecha fuertemente para que no caiga. ¡Pero no! Este hombre la dejó caer al suelo, quedando tirada totalmente de espaldas al suelo. Nunca había pasado tanta vergüenza.
El golpe en la cabeza la dejó momentáneamente aturdida. «¡Auch!». Seguramente le saldría un chichón en la parte de atrás de la cabeza, levantó la mano comenzando a sobarse, pues le dolía demasiado. Su conciencia se reía de ella diciéndole que lo tenía bien merecido. Bueno, tal vez ahora Maximiliano la ayudaría a levantarse y comenzarían una charla amigable y voila comenzaría con su trabajo, o eso pensaba hasta que lo escuchó hablar:
—¿Está usted ciega o algo parecido?, ¿nunca le enseñaron a caminar alzando la vista para no chocar con nadie?
Vaya, ese hombre era idiota, ni una disculpa, ni un «¿le ayudo, señorita?, ¿está usted bien?», no, el muy idiota solo la reprendía y encima le gritaba. Diablos, nada estaba saliendo como lo había planeado y para colmo seguía tirada en el suelo. Estaba claro que lo que tenía de guapo ese hombre lo tenía de idiota.
—Y usted, ¿está ciego o qué? ¿Es que acaso no me vi?o, aunque si me dice que no, la verdad, permítame dudarlo. Me ha estado siguiendo con la mirada toda la noche. —Su conciencia se reía de ella de manera descarada por la mentira tan grande que acababa de decir.
—Pues con ese vestido que casi mata la retina de los ojos con lo brillante que es, obvio que la vi. Pero era usted la que venía distraída. ¡Levántese de ahí antes de que la gente piense otra cosa! —Bueno, ese energúmeno únicamente sabía gritar, eso era perfecto, ahora tenía su vestido arruinado.
—¡¡No me grite, solo los locos gritan!! Lo escucho perfectamente sin necesidad de que me rompa los tímpanos con sus gritos.
—Pues como no se levanta, pensé que solo entendía a gritos, pero ¿qué hace ahí todavía tirada en el suelo?, ¿es que le gusta dar el espectáculo?
—¿Acaso usted es idiota? —Giró la vista para ver cómo las personas que pasaban a su alrededor los miraban con interés, pero eso sí, ninguno la ayudaba a levantarse, incluido aquel idiota. Reuniendo la poca dignidad que le quedaba, se levantó, para después tratar de componer su vestido que se había arrugado en el trayecto. De reojo, vio que Maximiliano comenzaba a molestarse, pero ella no le prestó la menor importancia, por lo menos ahora ya se había fijado en ella.
—¿Quién se cree usted? ¿Sabe con quién está hablando? —Él parecía que estaba a punto de estallar en cólera, con cada paso que daba se acercaba cada vez más a ella, y lo malo era que también se encontraba más furioso.
Pero ella no se iba a dejar intimidar por un prepotente sin escrúpulos, ni sentimientos, ¡mira que dejarla tirada en el suelo!, no, si eso no era de caballeros. Como estaba harta de ese hombre comenzó a caminar en dirección a los aseos de damas ignorándolo totalmente. Necesitaba refrescar un poco la mente, ese odioso hombre le había arruinado la noche, se estaba retocando el maquillaje maldiciendo a toda la familia y antepasados de ese hombre, cuando recordó cuál era su objetivo. Su conciencia le decía que se había dejado llevar por los sentimientos encontrados que tenía al verlo, pero le advirtió que debía serenarse o terminaría echando a perder todo por lo que había luchado.
—Esta me la pagas, Maximiliano Evans, con unos cuantos miles de dólares me es suficiente —dijo entre dientes con una mirada triunfal. Ese Maximiliano era hombre muerto, bueno, tal vez exagerara porque la verdad es que no pensaba matarlo, eso sería un crimen para la humanidad, pero de que era hombre estafado, eso era seguro. Con las ideas bien claras y el vestido arreglado, salió del baño dispuesta a terminar su última misión, después de eso sería una mujer libre para seguir trabajando en ese patético supermercado.
Regresó de nuevo buscando a su presa, y lo encontró en un rincón con una chica muy bella colgada de su brazo. ¡Ja! Eso sí que no, ella lo había visto primero, y ni loca le dejaría el camino libre a esa mujerzuela. Caminó en dirección del insufrible hombre, y observó que un camarero atravesaba la sala de juegos con una charola en la mano. Ella le tomó una copa y segura de sí misma caminó decidida a no perder a su presa. Esa mujer ya podía salir pitando a buscar a otro hombre, porque ese era suyo, vale, temporalmente suyo, hasta que lo estafara.
Cuando estuvo a un lado de él, vio que la mujer aún estaba pegada de su brazo, así que sonriendo de manera encantadora se dirigió a la mujerzuela que trataba de quitarle a su hombre.
—Hola, si me disculpas, querida, este hombre lo vi yo primero.
De malos modos trató de separar la mano de la lagartona aquella, bajo la asombrada mirada de Maximiliano que no sabía qué decir. La mujer se resistía, pero al final después de unos cuantos pellizcos por su parte logró apartarla de él y colgarse ella de su brazo. Con una mirada triunfante sonrió encantadoramente, y se dirigió a Maximiliano para dejarlo aún más asombrado.
—Hola, cielo, ¿me has extrañado? —dijo batiendo las pestañas de manera teatral.
Si las miradas mataran ella estaría ahora fulminada en el suelo con varios disparos en la frente; vale, no entendía por qué ese hombre no la quería a su lado, ¿qué tenía de malo? Ella era encantadora, divertida, hermosa, su conciencia le dijo que ya estaba bien de estarse echando flores ella sola, que ahora tenía que ir directo tras su presa.