Читать книгу E-Pack Bianca y Deseo julio 2021 - Varias Autoras - Страница 9
Capítulo 4
ОглавлениеBeatrice esperó a que Dante terminara de vestirse antes de formular la pregunta que se le había metido en la cabeza y se negaba a salir de allí.
–Me preguntaba… ¿lo de anoche afectará al divorcio?
¿Cuál era la repercusión legal de acostarte con tu «casi» exmarido?
Dante sonrió.
–¿Vas a contárselo a alguien o qué?
Ella se sonrojó.
–Por supuesto que no, aunque Maya….
–Estará esperando nuestro paseo de la vergüenza.
–Maya no juzga ni es cotilla. Bueno, dime, ¿tiene consecuencias esto?
–No veo razón para que así sea.
–Bien, entonces podemos olvidarnos de lo ocurrido y seguir adelante con nuestras vidas.
–Parece que tú ya lo has hecho…
Beatrice captó algo en su voz, como una sugerencia muda de que no debería ser así. Sintió cómo se le encendía la rabia.
–Bueno, sopesé la idea de quedarme sentada en una habitación y evaporarme, pero luego pensé que podría haber vida después de Dante, y mira por donde… –abrió los ojos de par en par en gesto burlón–. La hay.
Dante apretó las mandíbulas y se metió la camisa por la cinturilla del pantalón.
–Y dime, ¿quién es él?
Beatrice dejó escapar un suspiro cuando entendió a qué se refería. Durante una décima de segundo se sintió tentada a inventarse una vida amorosa… después de todo, dudaba mucho que un hombre con el apetito sexual de Dante se hubiera mantenido célibe. ¿Se sentiría celoso?
–¿Por qué tiene que haber siempre un hombre? –replicó mirándolo con desdén–. No necesito un hombre para completarme. ¡A ninguno! Yo no soy mi ma…
Se detuvo antes de decir la comparación que tenía en mente.
Los músculos de Dante necesitaron unos segundos para relajarse y borrar de su mente la imagen de un hombre sin rostro explorando las delicias del cuerpo de Beatrice. Se acostumbraría a la idea, pero todavía era demasiado pronto.
–Tendríamos que haber tenido un romance salvaje y apasionado –los romances salvajes y apasionados eran muy simples. Se quemaban rápidamente, alcanzaban la cumbre y luego se desvanecían. Una locura controlada temporal que no dejaban remordimientos ni sensación de asunto sin terminar.
Sus palabras hicieron que Beatrice se estremeciera.
–Pero me quedé embarazada… la ironía está en que si hubiéramos esperado un poco no habría habido bebé por el que casarse.
La expresión de Dante se ensombreció.
–No me refería a eso y lo sabes. Sé que me culpas por el aborto, pero…
–¿Te culpo?
Los labios de Dante se curvaron en una sonrisa cínica.
–No me irás a decir que nunca has pensado que si no te hubieras visto obligada a mudarte a otro país, a un ambiente extraño, aislada de todo lo que conocías, tal vez no habrías perdido al bebé.
–No he pensado ninguna de esas cosas.
Pero a juzgar por su expresión, estaba claro que él sí. ¿Por qué no había sospechado nunca que Dante podría sentirse culpable por la pérdida del bebé?
–Los médicos nos dijeron que un alto porcentaje de embarazos terminan antes de tiempo… muchas mujeres ni siquiera llegan a saber que estaban embarazadas.
–El estrés influye en estas cosas. Y una aventura se habría terminado quemando y nos habríamos separado como amigos.
–Creo que ha quedado claro que eso no va a pasar. Tienes que marcharte –Beatrice se mordió el labio inferior y apartó la mirada de él.
–Sí.
–Entonces, estamos de acuerdo. A partir de ahora nos comunicaremos a través de nuestros equipos legales –afirmó ella tratando de ser fría.
–Tú no tienes un equipo. Tienes un abogado que pasa más tiempo regando las rosas que ocupándose de los intereses de sus clientes.
Si lo hubiera dejado en manos de ese hombre, Beatrice habría salido de su matrimonio tan pobre como cuando entró. Dante había dado unas instrucciones a su propio equipo legal para que eso no ocurriera.
–Bea, ¿te subo el café?
Dante pasó por delante de ella y abrió la puerta.
–¡Enseguida bajamos, Maya! –cerró la puerta con fuerza.
Beatrice se puso en jarras y le dirigió una mirada de desprecio.
–Vaya, muchas gracias por esto.
–Considéralo un regalo de despedida.
–Lo considero más bien un golpe bajo.
Dante exhaló un suspiro de irritación.
–¿Sería preferible que apareciera sin más? Al menos así está advertida.
–Terminemos con esto de una vez.
Tenía una expresión tan neutra como su voz. En el pasado, Dante era capaz de saber todo lo que sentía porque tenía las emociones a flor de piel. ¿Esto era lo que le había hecho la vida de palacio? ¿Lo que él le había hecho?
La había liberado, y eso debería hacer que se sintiera mejor. No era el caso. De todas maneras, siempre había pensado que hacer lo correcto estaba sobrevalorado.
La hermana de Beatrice, vestida con pantalones de esquí negros y un jersey de ochos, no se dio la vuelta mientras seguía preparando los huevos revueltos.
Había una tensión inconfundible en el aire.
–Buenos días, Dante.
–Dante ya se iba, solo…
–Vamos a dejarlo estar, ¿de acuerdo? –Maya se dio la vuelta con la cuchara en la mano y le dirigió a su hermana una mirada glacial.
Beatrice se mordió la lengua, aunque no sabía bien qué palabras estaba conteniendo. Maya siguió cocinando los huevos.
–¿Quieres desayunar, Dante? –le preguntó sin mirarlo.
–No, no quiere –dijo Beatrice antes de que él pudiera responder–. Ya se iba –para enfatizar la frase, se dirigió a la puerta y la abrió. La bocanada de aire frío y nevado la dejó sin aliento, pero se mantuvo en su sitio y le dirigió a Dante una mirada decidida.
–Me alegro de verte, Maya.
La joven siguió revolviendo los huevos y dándole la espalda, pero Dante podía sentir su desaprobación irradiando en oleadas.
La puerta se cerró y la tensión abandonó el cuerpo de Beatrice. Agarró el respaldo de una de las sillas y se sentó.
–¿Qué tal la cabeza? ¿Ya no tienes jaqueca?
–No. Solo necesitaba acostarme pronto, pero parece que las cosas se pusieron interesantes cuando me marché –Maya retiró la sartén del fuego y sirvió el café en una cafetera. La dejó en la mesa frente a Beatrice mirando a su hermana con el ceño fruncido.
Beatrice se aclaró la garganta.
–Debes estar preguntándote…
Maya sacudió la cabeza.
–Solo dime que no habéis vuelto y que no regresas a San Macizo…
–No volveré a verlo jamás –afirmó Beatrice con los ojos llenos de lágrimas.
–¡Gracias a Dios! –Maya dejó escapar un profundo suspiro de alivio–. De verdad, intento ser objetiva, pero la última vez que volviste parecías…
Conmocionada al ver la expresión del rostro de su hermana, Beatrice le cubrió la mano con la suya.
–No voy a volver –afirmó apretándosela–. Dante ha venido porque Reynard ha tenido un ataque. Pero no ha sido mortal –Beatrice se levantó, agarró una tostada y empezó a untarla de mantequilla. No porque tuviera hambre, sino por hacer algo–. Así que las muestras han sido un éxito.
–¿Por qué cambias de tema, Bea?
–Sé que Dante no te cae bien.
–Creo que Dante es encantador –afirmó Maya sonriendo antes de añadir–. Pero no me puede caer bien alguien que te hace infeliz.
–No soy infeliz. Y Dante se ha ido y no va a volver.
Las lágrimas que estaba conteniendo Beatrice cayeron entonces durante largo rato.