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Querido Sergio:

Llegó el momento esperado. Verá la luz ese libro que hubiésemos querido leer más jóvenes, del que siempre nos quejamos por su ausencia en los anaqueles de bibliotecas y librerías. Ese libro del que tanto hablamos en reuniones académicas como en tertulias pasadas por una casi infinita banda sonora. Tertulias y discusiones que se interrumpían por las voces de contertulios que coreábamos igual a Kraken como a Megadeath de manera apasionada, para posteriormente retomar algún pasaje de Byung-Chul Han o Pierre Bourdieu. Ese rock que nos vio crecer como personas, que nos vio ir a la universidad, nos acompañó en momentos felices y aciagos. Ese rock del que hablamos, que tocamos con muchas bandas, que pogueamos y que ahora ve la luz en forma de ese libro que planeamos.

Hoy no nos acompañas de manera presencial, pero tu legado musical y académico queda consignado en este libro que tuvimos el privilegio de editar contigo, pero que ahora se convierte en un homenaje a ti y a tu trayectoria. Esos epígrafes rockeros con los que diste inicio a tantos textos que impactaron el campo de la comunicación en América Latina crecieron y ahora se convierten en una reflexión importante, un punto de partida, una hoja de ruta, que esperamos continuar mientras podamos todos quienes hicimos parte de esta última aventura.

Esta es una nota que, quizá, está ubicada al principio del texto, pero que llega al final de tu vida. Pero no es que llegara tarde, sino que se hizo esperar de manera elegante. Llegó Después del final, como lo auguró el título que elegiste para esta compilación. Creo no equivocarme al decir que en este momento quisiéramos escuchar tu voz citando, no a Wittgenstein, ni a Hegel, ni a McLuhan, sino al mismísimo Titán, Elkin Ramírez, diciendo “Mentiras, mi voz aún no ha muerto”.

Después de  final

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