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Introducción
ОглавлениеAl iniciar el siglo XX, el 10 de agosto de 1900, un periódico anunciaba que el cinematógrafo exhibiría, entre otras vistas, Las carreras de caballos en Viña del Mar, Un viaje en ferrocarril y «otras no menos interesantes» (El Ferrocarril, Santiago, 10 de agosto de 1900, p. 3). De esas «otras» poco se sabía, y aparecía como recurrente el desafío de establecer el corpus de lo efectivamente filmado en Chile durante el periodo silente, considerándose también que escasos materiales han sobrevivido21. Así, esta investigación buscó reconstruir –mayoritariamente a través de avisos de periódicos–, una filmografía de carácter documental ya esbozada, que se configura como complemento a la de ficción22, y que arroja a su término más de 450 filmes23. De ellos, se pueden visionar 62 títulos, tanto en Chile como en el exterior24.
Si, por un lado, la filmografía se amplía, por otro lado la lectura de los archivos permite detectar cómo este formato cinematográfico es variado, de producción intermitente, y logra aglutinar vistas (registros iniciales de un solo plano, sin narrativa), actualidades (filmes con componente informativo), documentales por encargo de entidades privadas o gubernamentales, documentales temáticos y actualidades extraordinarias (números especiales de noticieros cinematográficos referidos a un tema específico).
Por otra parte, y ya a nivel conclusivo, la lectura de los materiales arroja dos ideas nucleares: por un lado, durante su desarrollo desde fines del siglo XIX hasta inicios de la década del treinta, las prácticas documentales adquirieron distintas funciones. En este caso, se presentan con fuerza conceptos como construcción de imagen país, ideología y propaganda, y responden a preguntas utilitarias: ¿para qué se usaron las imágenes documentales? y ¿quién las utilizó? Si bien se trata de un núcleo amplio, que traspasa décadas y reúne materiales de índole muy distinta, a nivel de síntesis puede señalarse que las filmaciones de carácter documental se utilizaron para educar, propagar ideas, informar y, en menor medida, para contra-informar.
Este eje de análisis, que requiere de una revisión exhaustiva por medio de ejemplos que serán desarrollados en otra ocasión, se verá complementado con un segundo núcleo conclusivo: la filmografía documental temprana, en el marco de la historia del cine chileno, puede reconocerse como un espacio en que se experimentó con la tecnología y como un lugar en el que directores emblemáticos asociados a la ficción aprendieron y perfeccionaron un oficio, al mismo tiempo que enriquecieron su trayectoria con importantes filmes de no ficción. En el rubro documental también puede detectarse el origen temprano de manifestaciones audiovisuales tan comunes hoy en día como la publicidad o el documental institucional.
En esta misma línea, este trabajo permite sumar nuevos nombres al cine chileno, tanto nacionales como extranjeros, considerando que en la época más temprana los cineastas transitaban por distintos países de Sudamérica. De hecho, gracias al catastro, se ha podido seguir la ruta de pioneros por ciudades de Chile, registrando y exhibiendo sus trabajos, como es el caso del argentino Eugenio Py. Se suman, también, nombres de casas productoras de llamativa productividad en años tan tempranos como 1902 (la Empresa Pont y Trías estrenó 20 vistas solo en ese año), o 1903 (la Empresa Centenera y Ca. exhibió 25 vistas). Ya para la segunda década del siglo XX aparecen con fuerza las producciones de la Compañía Cinematográfica Ítalo Chilena y la Compañía Cinematográfica del Pacífico, que totalizan 19 y 42 estrenos identificados, respectivamente, entre 1909 y 1913. Además, aparecen largometrajes que pueden considerarse como hitos dentro del desarrollo del cine en Chile, como la temprana realización La industria del salitre (1915), de Francisco Caamaño, y la publicitada Músculo y cerebro (1924), de Carlos Borcosque.
Finalmente, la fundamental presencia del cine fuera de la capital chilena (tanto como espacio de exhibición como de producción), contribuye a descentralizar la historia de la cinematografía nacional, ampliándola más allá de lo que ya se podía detectar a través del cine de ficción. En lo que sigue, se abordarán subtemas vinculados al segundo nivel conclusivo. En primer lugar, se desarrolla la idea del documental como un espacio de experimentación tecnológica que se vincula a los orígenes del cine sonoro chileno, para luego revisar casos de directores que pasaron por el documental. En segundo lugar, se da cuenta de algunas cifras y casos que permiten poner en relieve a las regiones en la historia del cine chileno temprano. El texto finaliza con una pregunta por las posibilidades de comprender una cinematografía de carácter nacional desde su vínculo con otros países.