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UNA IGLESIA MADRE DE MISERICORDIA
Y SAMARITANA
ОглавлениеMARGARITA BOFARULL I BUÑUEL
Barcelona
1. La misericordia esencia del pontificado de Francisco
En la bula de convocatoria del Jubileo extraordinario de la misericordia, Misericordiae vultus, hallamos la afirmación que centra y resume la esencia del pontificado de Francisco, un pontificado marcado por la misericordia, apasionado por la misericordia, deseoso de misericordia, impulsor de misericordia:
La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia. Todo en su acción pastoral debería estar revestido por la ternura con la que se dirige a los creyentes; nada en su anuncio y en su testimonio hacia el mundo puede carecer de misericordia. La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo 1.
Es claro el deseo, la petición y la convicción de Francisco para la Iglesia, y así lo expresa en otras innumerables ocasiones al terminar el Jubileo extraordinario en la carta apostólica Misericordia et misera:
La misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio. Todo se revela en la misericordia; todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre 2.
2. Lema papal. La misericordia y la biografía de Francisco
Jorge Mario Bergoglio, el primer papa americano, jesuita argentino, nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936, hijo de emigrantes piamonteses, invita a la Iglesia a lo que podríamos llamar «la gran revolución de la misericordia».
En la breve biografía del papa que hay en la web del Vaticano se puede leer, en referencia a la época en la que era arzobispo de Buenos Aires: «A sus sacerdotes siempre les ha recomendado misericordia, valentía apostólica y puertas abiertas a todos». Lo peor que puede suceder en la Iglesia, explicó en algunas circunstancias, «es aquello que De Lubac llama mundanidad espiritual, que significa ponerse a sí mismo en el centro» 3.
Misericordia y descentramiento del propio yo van íntimamente ligados, tanto conceptualmente como en la aportación teológica y pastoral del papa Francisco.
a) Lema papal «Miserando atque elegendo». Experiencia amorosa de Dios en la vida del joven de 17 años Jorge Mario Bergoglio
El escudo papal conserva a grandes rasgos el que era su escudo episcopal. El lema del papa Francisco, Miserando atque eligendo, proviene de las homilías de san Beda el Venerable, sacerdote que, comentando el episodio evangélico de la vocación de san Mateo, escribió: Vidit ergo Iesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi: «Sequere me». En la web oficial vaticana se explica:
Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina y se reproduce en la Liturgia de las Horas de la fiesta de San Mateo. Reviste un significado particular en la vida y en el itinerario espiritual del papa. En efecto, en la fiesta de San Mateo del año 1953, el joven Jorge Bergoglio experimentó, a la edad de 17 años, de un modo del todo particular, la presencia amorosa de Dios en su vida. Después de una confesión, sintió su corazón tocado y advirtió la llegada de la misericordia de Dios, que, con mirada de tierno amor, le llamaba a la vida religiosa a ejemplo de san Ignacio de Loyola. Una vez elegido obispo, monseñor Bergoglio, en recuerdo de tal acontecimiento, que marcó los inicios de su total consagración a Dios en su Iglesia, decidió elegir, como lema y programa de vida, la expresión de san Beda Miserando atque eligendo, que también ha querido reproducir en su escudo pontificio 4.
Jorge Mario Bergoglio experimentó el amor misericordioso de Dios de tal modo que transformó toda su vida. Podríamos ver una similitud entre esta experiencia del joven Bergoglio con la de san Ignacio cerca del río Cardener. Son experiencias fundacionales que iluminan y sostienen el resto de la vida. La misericordia no es fruto de un acto voluntarista, sino de un encuentro, un encuentro que trastorna la vida, el encuentro con el amor de Dios, el encuentro con Jesucristo. La Iglesia solo puede ser misericordiosa si entra continuamente en el dinamismo del amor trinitario. Podemos amar porque Dios nos amó primero 5. «En toda la vida de la Iglesia debe manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, que “nos amó primero” (1 Jn 4,19)» 6.
b) Bergoglio jesuita. La espiritualidad ignaciana y la misericordia
En 1958, Bergoglio entró en el noviciado de la Compañía de Jesús. La espiritualidad ignaciana que conforma su vocación incide en su experiencia de misericordia y la despliega. Al final del libro de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola, en la «Contemplación para alcanzar amor», leemos: «Primero conviene advertir en dos cosas: la primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras» 7. El amor no puede quedarse solo en palabras o deseos: debe traducirse en obras. No en vano hablamos de «obras de misericordia». Y esta experiencia de los Ejercicios va impregnando la vida de Bergoglio. El «buscar y encontrar a Dios en todas las cosas» ignaciano pasa por la experiencia de que podemos amar porque Dios nos amó primero, y este amor debe traducirse en obras. La «Contemplación para alcanzar amor» es un puente que posibilita ser contemplativo en la acción, deseoso de buscar y encontrar a Dios en el corazón de la vida: en todo amar y servir 8.
Una Iglesia madre de misericordia y samaritana es una Iglesia que ama, donde las obras verifican las palabras y proclaman «la Palabra». La Iglesia es samaritana porque la fe en Jesucristo, muerto y resucitado, comporta la invitación a dar la vida por amor, como lo hizo el mismo Jesucristo. No podemos decir que creemos en aquel a quien no confiesan nuestras obras.
Francisco, como buen jesuita –recordemos que la Compañía propagó por el mundo la devoción al Sagrado Corazón– se acerca a la misericordia desde el Corazón de Jesús, desde ese Corazón que es vida para la humanidad y que quiere la vida de todos.
El corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios. [...] En los evangelios encontramos diversas referencias al corazón de Jesús, por ejemplo, en el pasaje donde Cristo mismo dice: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,28-29). [...] Del corazón de Jesús, Cordero inmolado en la cruz, brota el perdón y la vida para todos los hombres. Pero la misericordia de Jesús no es solo un sentimiento, ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre! 9
La misericordia es fuerza de vida, le devuelve a la persona su rostro más primigenio, la vuelve a poner en pie cuando ha caído, nos recuerda que Dios no se cansa jamás de perdonar; Dios confía siempre en nosotros, nos acepta más allá de lo que nos podemos aceptar nosotros mismos. La mirada de Dios ilumina nuestro rostro, nuestra vida, nos da vida. Siempre es perdón, amor, llamamiento. Cuando no creemos ser merecedores de nada, Dios nos hace merecedores de todo por su amor entrañable.
Bergoglio bebe de los sentimientos del Corazón de Jesús; es el Corazón del que extrae la fuerza para amar, el Corazón misericordioso por excelencia. En la formación teológica del jesuita Bergoglio tiene una influencia clara el pensamiento del teólogo jesuita francés, de la escuela de los jesuitas de Lyon-Frouvier, Gaston Fessard, sobre todo a través de su libro La dialéctica de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola 10. Fessard y el también jesuita De Lubac son protagonistas de la escuela de Lyon y tienen gran influencia sobre Bergoglio. También Michel de Certeau, jesuita, teólogo, historiador y filósofo, tuvo impacto en Bergoglio, sobre todo a partir del prefacio que escribió para el «Memorial» de Pierre Favre 11.
c) Vida en las periferias
Nuestra biografía se escribe sobre una biología. Hay una parte importante de nuestra vida que nos viene dada: genética, lugar de nacimiento, familia, etc., pero sobre esta vamos labrando nuestra identidad y nuestra vida misma sobre la base de las decisiones que tomamos, la formación que nos procuramos, las ubicaciones que elegimos, la estimación que ofrecemos y a la que nos abrimos, etc. Tenemos una responsabilidad moral en la educación de nuestra sensibilidad. Hay sensibilidades que nos vienen dadas por el lugar donde nacimos, por la familia y las circunstancias personales, etc., pero hay otra sensibilidad que debemos procurarnos si queremos de verdad amar a todos como Dios ama.
Bergoglio se ha acercado siempre a las personas que viven en las periferias, en la miseria y la pobreza, no solo materiales. Se procuró una sensibilidad esmerada, como la que muestra Jesús en el relato evangélico de la viuda pobre 12. Es bien conocido que Bergoglio intentaba utilizar siempre el transporte público para hacer sus visitas pastorales, incluso siendo arzobispo de Buenos Aires 13. Esta manera de desplazarse proporciona una mirada y una cercanía con las personas que no da el transporte privado.
El contacto y la comunicación habituales con la humanidad sufriente han ido configurando la sensibilidad de Francisco, han tocado su corazón y han despertado su «compasión». Francisco ha escuchado el grito del Señor, ha ido adquiriendo una sensibilidad que le ha hecho estar atento al sufrimiento de la humanidad, de los más pobres y apartados de nuestro mundo, de los que a menudo son «invisibles» para quienes tienen poder de cualquier tipo. Bergoglio es pastor que hace camino con las «ovejas» que le han encomendado, intentando que ninguna quede excluida o ignorada.
3. ¿Qué es la misericordia?
En el Sermón 358 A, san Agustín explica qué es la misericordia:
Se trata de lo siguiente: ¿qué es la misericordia? No otra cosa sino una cierta miseria contraída en el corazón. La misericordia trae su nombre del dolor por un miserable: la palabra incluye otras dos: miseria y cor, «miseria» y «corazón». Se habla de misericordia cuando la miseria ajena toca y sacude tu corazón 14.
Santo Tomás lo corrobora:
Según san Agustín, en IX De civ. Dei, la misericordia es la compasión que experimenta nuestro corazón ante la miseria de otro, sentimiento que nos compele, en realidad, a socorrer, si podemos. La palabra «misericordia» significa, en efecto, tener el corazón compasivo por la miseria de otro 15.
4. Iglesia madre de misericordia y samaritana.
Aportaciones del papa Francisco
El papa Francisco aporta a la Iglesia su vida, su espiritualidad y carisma.
a) Teología desde las periferias
Es harto conocido que el lugar desde el que hacemos teología marca nuestra mirada y nuestra reflexión. El papa Francisco ha vivido y acompañado a las personas que viven en las periferias geográficas y existenciales, sobre todo en Argentina. Los pobres han «tocado» y «trastocado» su vida, y eso ahora lo aporta a la Iglesia universal, pasado por la oración y el discernimiento.
La teología del papa Francisco es una teología desde los pobres. Cuando uno ha conocido las villas miseria, no puede seguir viviendo del mismo modo, y Francisco ha ido a muchas villas miseria del mundo, no solo en Argentina, y ha dejado que las vidas de sus pobladores le afectaran. Francisco quiere un contacto permanente con las personas, escucha y acompaña, evita repliegues y privilegios.
El nombre que elige para su pontificado, siguiendo la petición que le hizo el cardenal Hummes –«No te olvides de los pobres»–, es Francisco. Bergoglio elige el nombre del Poverello de Asís. Los pobres están muy presentes en su vida y en la vida de la Iglesia.
Su teología 16 recoge este clamor de la humanidad, sobre todo de quienes son víctimas de la que él llama «cultura del descarte». Así, frente a lo que denomina «globalización de la indiferencia», Francisco propone la misericordia. La Iglesia que quiere Francisco es una Iglesia pobre, de los pobres y para los pobres. «Hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha» 17. En el contexto del Jubileo extraordinario de la misericordia, en la homilía del Jubileo de las personas socialmente excluidas, el papa expone:
Precisamente hoy, cuando hablamos de exclusión, vienen rápido a la mente personas concretas; no cosas inútiles, sino personas valiosas. La persona, colocada por Dios en la cumbre de la creación, es a menudo descartada, porque se prefieren las cosas que pasan. Y esto es inaceptable, porque el hombre es el bien más valioso a los ojos de Dios. Y es grave que nos acostumbremos a este tipo de descarte; es para preocuparse cuando se adormece la conciencia y no se presta atención al hermano que sufre junto a nosotros o a los graves problemas del mundo, que se convierten solamente en una cantinela ya oída en los titulares de los telediarios.
Hoy, queridos hermanos y hermanas, es vuestro Jubileo, y con vuestra presencia nos ayudáis a sintonizar con Dios, para ver lo que él ve: él no se queda en las apariencias (cf. 1 Sam 16,7), sino que pone sus ojos «en el humilde y abatido» (Is 66,2), en tantos pobres Lázaros de hoy. Cuánto mal nos hace fingir que no nos damos cuenta de Lázaro, que es excluido y rechazado (cf. Lc 16,19-21). Es darle la espalda a Dios. ¡Es darle la espalda a Dios! Cuando el interés se centra en las cosas que hay que producir en lugar de las personas que hay que amar, estamos ante un síntoma de esclerosis espiritual. Así nace la trágica contradicción de nuestra época: cuanto más aumenta el progreso y las posibilidades, lo cual es bueno, tanto más aumentan las personas que no pueden acceder a ello. [...]. Porque no se puede estar tranquilo en casa mientras Lázaro yace postrado a la puerta; no hay paz en la casa del que está bien cuando falta justicia en la casa de todos 18.
La teología a la que podríamos denominar «desde los márgenes» implica una pastoral de misericordia como nota característica.
b) Iglesia «experta» en misericordia
El papa Francisco pide que la Iglesia, madre de misericordia, sea una Iglesia atrevida y valiente, en salida, abierta, que arriesgue para evangelizar y amar, que sepa «renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino» 19. Una Iglesia que se deje afectar por las heridas del mundo, por las «periferias geográficas y existenciales» 20, a las que es enviada para hacer llegar el amor de Jesucristo, una Iglesia que no sea autorreferencial.
La teología del papa Francisco está impregnada de misericordia. Es significativo que fuera este el tema de su primer rezo del Ángelus como obispo de Roma, y que hablara del libro del cardenal Kasper:
En estos días he podido leer un libro de un cardenal –el cardenal Kasper, un gran teólogo, un buen teólogo– sobre la misericordia. Y ese libro me ha hecho mucho bien. Pero no creáis que hago publicidad a los libros de mis cardenales. No es eso. Pero me ha hecho mucho bien, mucho bien. El cardenal Kasper decía que, al escuchar «misericordia», esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia... Recordemos al profeta Isaías cuando afirma que, aunque nuestros pecados fueran rojo escarlata, el amor de Dios los volverá blancos como la nieve. Es hermoso esto de la misericordia 21.
Francisco pide constantemente que la Iglesia sea experta en misericordia, que deje las autorreferencias personales y grupales y que mire, acoja y proclame la Buena Nueva del amor misericordioso de Dios manifestado en Jesucristo. «Que recuerde que es el Espíritu Santo quien lo hace todo» 22. Que en la Iglesia no hay rincones impermeables a la misericordia de Dios. Solo las entrañas misericordiosas de Dios nos libran de este «yo» autorreferenciado y nos llevan a ser portadores de amor en nuestro mundo, un mundo en el que tanto faltan la compasión y el amor verdadero.
Francisco pide que entremos en el dinamismo del amor de Dios Trinidad y nos libremos del «yo», que nos pongamos en disposición de dejarnos amar y de amar. Quien tiene un corazón tocado por el amor tiene un corazón misericordioso. Un corazón que sale para socorrer las miserias y las heridas del otro (samaritano), un corazón que se «mueve», mejor dicho, que se «conmueve», un corazón compasivo, un corazón que sufre con el dolor ajeno, un corazón que no es indiferente ante la miseria y el dolor de la humanidad. Así debe ser «el corazón de la Iglesia».
– Paciencia de Dios y perdón. En su primer Ángelus como pontífice, haciendo referencia al evangelio de la mujer sorprendida en adulterio, el papa habla con fuerza de la misericordia, de la paciencia de Dios, del perdón:
Conmueve la actitud de Jesús: no oímos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino solamente palabras de amor, de misericordia, que invitan a la conversión: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (v. 11). Y, hermanos y hermanas, el rostro de Dios es el de un Padre misericordioso que siempre tiene paciencia. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros? Esa es su misericordia. Siempre tiene paciencia, paciencia con nosotros; nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a él con el corazón contrito. «Grande es la misericordia del Señor», dice el salmo. [...] No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar. Nunca. [...] Él jamás se cansa de perdonar, pero nosotros, a veces, nos cansamos de pedir perdón. No nos cansemos nunca [...]. Él es Padre amoroso que siempre perdona, que tiene ese corazón misericordioso con todos nosotros. Y aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos. Invoquemos la intercesión de la Virgen, que tuvo en sus brazos la Misericordia de Dios hecha hombre 23.
Francisco no se cansa de recordar que, «ante la gravedad del pecado, Dios responde con la plenitud del perdón. La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado, y nadie podrá poner un límite al amor de Dios, que perdona» 24.
Y la carta apostólica de cierre del Año jubilar extraordinario de la misericordia, Misericordia et misera, recuerda que
la celebración de la misericordia tiene lugar de modo especial en el sacramento de la reconciliación. [...] En el sacramento del perdón, Dios muestra la vía de la conversión hacia él, y nos invita a experimentar de nuevo su cercanía. Es un perdón que se obtiene, ante todo, empezando por vivir la caridad 25.
– Iglesia casa paterna, no aduana. El papa Francisco nos advierte y afirma: «A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» 26.
– Misericordia, fe, oración y Decálogo («Lumen fidei»). En su primera encíclica, Lumen fidei, el papa Francisco cita la misericordia en el marco de la fe, la oración y el Decálogo:
El Decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del «yo» autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios 27.
– Jubileo extraordinario de la misericordia. El 13 de marzo de 2015, en el contexto de una jornada penitencial, el papa anunció la convocatoria de un Jubileo extraordinario de la misericordia:
Queridos hermanos y hermanas, he pensado con frecuencia de qué forma la Iglesia puede hacer más evidente su misión de ser testigo de la misericordia. Es un camino que se inicia con una conversión espiritual; y tenemos que recorrer este camino. Por eso he decidido convocar un Jubileo extraordinario que tenga en el centro la misericordia de Dios. Será un Año santo de la misericordia. Lo queremos vivir a la luz de la Palabra del Señor: «Sed misericordiosos como el Padre» (cf. Lc 6,36). Esto especialmente para los confesores: ¡mucha misericordia! 28
Este año jubilar es una buena muestra de cómo la misericordia es eje central del pontificado de Francisco. Con la bula Misericordiae vultus convoca el Jubileo extraordinario:
En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entre podrá experimentar el amor de Dios, que consuela, que perdona y ofrece esperanza. [...] Abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. [...] Vuelven a la mente las palabras cargadas de significado que san Juan XXIII pronunció en la apertura del Concilio para indicar el camino a seguir: «En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad» [...] «Misericordiosos como el Padre» es el lema del Año santo. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. [...] En este Año santo podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. [...] Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. [...] En este Año jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios, que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor. Nunca se canse de ofrecer misericordia y sea siempre paciente en el confortar y perdonar 29.
Durante el Año de la misericordia, el papa nombró a misioneros de la misericordia para hacer fructificar la gracia del perdón y ser testigos del Dios cercano y de su modo de amar.
Pido que sean confesores según el corazón de Cristo, que cubran al pecador con el manto de la misericordia para que puedan recuperar la alegría de su dignidad filial. Un misionero de la misericordia lleva siempre a hombros al pecador. Les recuerdo que están llamados a expresar en este ministerio la maternidad de la Iglesia y a ofrecerse humildemente como «canales» de la misericordia de Dios 30.
Con la carta apostólica Misericordia et misera cierra el Jubileo extraordinario de la misericordia:
Han pasado más de dos mil años y, sin embargo, las obras de misericordia siguen haciendo visible la bondad de Dios. [...] La cultura de la misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la cercanía concreta a los pobres. [...] Este es el tiempo de la misericordia 31.
– Iglesia «en salida» («Evangelii gaudium»). Dejemos que hable Francisco:
En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar en los creyentes. (...) Todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio 32.
La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. [...] Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva 33.
La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas 34.
Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. [...] Más que el temor a equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)» 35.
c) Pastoral de misericordia
Francisco pide una pastoral eclesial que lleve a la conversión. Nos invita a huir de condenas que pidan la muerte del pecador. Un padre quiere la vida de todos sus hijos, y Dios es Padre, algo que debe traducirse en la práctica pastoral de la Iglesia, en todos sus ámbitos. Es una pastoral de la misericordia.
Sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas, que se van construyendo día a día. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor, que nos estimula a hacer el bien posible 36.
– «Amoris laetitia». En la Exhortación apostólica Amoris laetitia, Francisco habla de la lógica de la misericordia pastoral, repitiendo en buena parte lo que ya había expresado en Evangelii gaudium y en Misericordiae vultus. Encontramos una teología del matrimonio desde una perspectiva misericordiosa 37, con unas implicaciones pastorales concretas.
Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad. [...] Los pastores, que proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles también a asumir la lógica de la compasión con los frágiles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes. El mismo Evangelio nos reclama que no juzguemos ni condenemos (cf. Mt 7,1; Lc 6,37) 38.
A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio 39.
Invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia 40.
– Justicia y misericordia. En una de las meditaciones diarias de la misa matutina en Santa Marta, también sobre el pasaje evangélico de la adúltera perdonada, el papa explica que la misericordia va más allá de la Ley. La misericordia no humilla ni maltrata, sino que «Dios perdona con una caricia», «lo hace “acariciando nuestras heridas de pecado, porque él está implicado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación”» 41.
Esto nos recuerda también la tradición profética. El Señor dice: «No me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva» (Ez 33,11). No hay conflicto entre justicia y misericordia. La misericordia siempre es justa, porque devuelve a la persona al plan original de Dios.
La misericordia no excluye la justicia y la verdad, pero ante todo tenemos que decir que la misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios 42.
– Iglesia «hospital de campaña», en salida. La Iglesia de Jesucristo, la Iglesia pastoreada por Francisco, es una Iglesia de puertas abiertas, una Iglesia «en salida» 43, una Iglesia «hospital de campaña».
Algunas veces hablé de la Iglesia como de un hospital de campaña: ¡es verdad! ¡Cuántos heridos hay, cuántos heridos! ¡Cuánta gente necesita que sus heridas sean curadas! [...] Esta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es Padre, que Dios es afectuoso, que Dios nos espera siempre 44.
d) Misericordia y creación («Laudato si’»)
El papa Francisco añade a las obras de misericordia, corporales y espirituales, el cuidado de la casa común. Misericordia y creación están unidas para alabar al Creador.
Nada une más con Dios que un acto de misericordia, bien sea que se trate de la misericordia con que el Señor nos perdona nuestros pecados, o bien de la gracia que nos da para practicar las obras de misericordia en su nombre. [...] Parafraseando a Santiago, «la misericordia sin las obras está muerta en sí misma». [...] A causa de los cambios de nuestro mundo globalizado, algunas pobrezas materiales y espirituales se han multiplicado: por lo tanto, dejemos espacio a la fantasía de la caridad para encontrar nuevas modalidades de acción. De este modo, la vía de la misericordia se hará cada vez más concreta. [...] La vida cristiana incluye la práctica de las tradicionales obras de misericordia corporales y espirituales. [...] Solemos pensar en las obras de misericordia de una en una, y en cuanto ligadas a una obra. [...] Pero, si las miramos en conjunto, el mensaje es que el objeto de la misericordia es la vida humana misma y en su totalidad. [...] Obviamente, la misma vida humana en su totalidad incluye el cuidado de la casa común. Por lo tanto, me permito proponer un complemento a las dos listas tradicionales de siete obras de misericordia, añadiendo a cada una el cuidado de la casa común. [...] Como obra de misericordia espiritual, el cuidado de la casa común precisa de «la contemplación agradecida del mundo» (LS 214), que «nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir» (LS 85). Como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común necesita simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo [...] y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor 45.
Francisco dedica la encíclica Laudato si’ al cuidado de la casa común, nueva obra de misericordia.
e) Misericordia y discernimiento
La espiritualidad ignaciana lleva a Francisco a discernir de manera particular los signos de los tiempos para conocer los modos y acentos de la misericordia vivida en y desde el corazón de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II, especialmente la Constitución Gaudium et spes, va tomando forma y se va abriendo paso a través del discernimiento propuesto por el papa. Uno de los profesores más influyentes de Bergoglio, el jesuita argentino y teólogo Juan Carlos Scannone, indica:
Lo que le caracteriza es la práctica del discernimiento del espíritu, en particular de la presencia y la acción del Espíritu Santo, que nos hace reconocer en Cristo la voluntad del Padre. Estoy convencido de que este discernimiento ayudará a Francisco a guiar y gobernar la Iglesia del siglo XXI 46.
El hilo de oro de la misericordia hilvana la ética social del papa Francisco, su poner a los pobres en el centro del camino tanto de la Iglesia como de la humanidad global, y su modo de proceder para discernir la acción salvadora de Cristo y del Espíritu –las dos manos del Padre– en la historia y la acción histórica 47.
Francisco pide la práctica del discernimiento a toda la Iglesia. En la Exhortación apostólica Amoris laetitia dedica el capítulo VIII a «acompañar, discernir e integrar la fragilidad», donde trata el tema del discernimiento de las situaciones llamadas «irregulares» (AL 296-300), las circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral (AL 300-303) y normas para el discernimiento (AL 304-306).
El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites 48.
Es verdad, por ejemplo, que la misericordia no excluye la justicia y la verdad, pero ante todo tenemos que decir que la misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios. Por ello, siempre conviene considerar «inadecuada cualquier concepción teológica que en último término ponga en duda la omnipotencia de Dios y, en especial, su misericordia» 49.
Esto nos otorga un marco y un clima que nos impide desarrollar una fría moral de escritorio al hablar sobre los temas más delicados, y nos sitúa más bien en el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar y, sobre todo, a integrar. Esa es la lógica que debe predominar en la Iglesia, para «realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales» 50.
f) La alegría de la misericordia
La alegría acompaña la vida, el pensamiento, la pastoral y muchas expresiones de Francisco: «La alegría del Evangelio», «Alegraos y regocijaos», «La alegría del amor», etc. Y es que «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. [...] La alegría evangelizadora siempre brilla sobre el trasfondo de la memoria agradecida» 51.
La misericordia es fuente de alegría y, al mismo tiempo, nace de un corazón alegre. «Dios ama al que da con alegría» (2 Cor 9,7). La alegría es lo que podríamos llamar la «prueba de verificación» de un corazón misericordioso. Es un fruto del Espíritu.
Jesús mismo dice en el evangelio de Juan: «Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 5,11-13).
Francisco se hace eco de la maestría de Jesús indicando el camino que lleva a la felicidad y a la alegría, que tanto anhela la humanidad, y que no es otro que el camino de la misericordia, del amor, de la entrega de la vida. «Sed misericordiosos como el Padre vuestro es misericordioso» (Lc 6,36). Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz 52.