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CAPÍTULO 2

PSICOTERAPIA CORPORAL Y SUS LÍMITES

Porque trabajamos con el cuerpo y el contacto íntimo con éste forma parte del proceso terapéutico, tendríamos, no sólo que respetar los límites del paciente, sino que también debemos hacerles preguntas frecuentes relacionadas con nuestros movimientos y con la distancia a la que prefieren que estemos en cada momento. El terapeuta experimentado sabe cómo respetar los límites de su paciente sin ser, o sin aparentar ser, inseguro. Por otro lado, sabe por experiencia que las emociones, las transferencias y las experiencias en el aquí y ahora del setting terapéutico pueden cambiar de un momento al otro y que son éstas las que determinarán cuán cerca pueden estar del paciente y la calidad del toque que pueden dar. Una educación experimental que sea buena y continua es, sin duda, esencial.

Un buen terapeuta no está hecho sólo de talento. Un buen terapeuta debería, además, ser un buen paciente, alguien que haya adquirido, a través de su proceso terapéutico personal, un buen y extenso sentido de sí mismo; tiene que ser una persona que, reconociendo su propia estructura caracterológica, haya contactado y lidiado con sus propios bloqueos en un proceso en el que el conocimiento pasa y se registra en el cuerpo. No estamos hablando aquí del terapeuta ‘perfecto’ - el equivalente, digamos, de un psicoanalista que se haya analizado completamente a sí mismo. De la misma forma que no existe el padre o la madre perfectos, no existe tampoco el terapeuta perfecto. Gracias a nuestra formación y a nuestra educación continua a lo largo de nuestras vidas, procuramos ser tan buenos y efectivos como podemos ser en nuestro trabajo como terapeutas. Además, ¿quién busca continuamente enriquecer su conocimiento? Solamente aquellos que creen que, por mucho que ya sepan, siempre hay más por aprender. Y lo que aprendemos cada día de nuestros pacientes es simplemente increíble.

Cuando la energía fluye libremente en el terapeuta, puede entonces dicha energía contactar con la del paciente y, el terapeuta, en su constante deseo de responder ante las necesidades de su paciente, le ayudará a experimentar el hecho de que el contacto corporal puede llevarle a establecer una conexión y, entonces, sucesivamente, le llevará a establecer una relación, que es el objetivo deseado. Cuando trabajamos con el cuerpo estamos siempre en el presente. Por lo tanto, nos encontramos con el cuerpo en la dimensión en la que está viviendo. Y el cuerpo vive siempre en el presente. La mente, por otro lado, puede viajar a la dimensión que desee. El cuerpo, como el espíritu, sólo conoce el presente; la terapia ocurre en el presente y es en este presente donde, en ausencia del conocimiento, aquello a lo que llamamos ‘milagros’ sucede.

Aquellas personas que no han podido desarrollar límites flexibles y estables son capaces de conectar y contactar con los demás, pero son incapaces de desarrollar relaciones. Las relaciones presuponen la existencia de límites. Tomemos el ejemplo de una persona cuyos límites hayan sido violados y de la persona que los ha violado. Sin una terapia corporal efectiva, la víctima y el agresor pueden permanecer conectados para siempre. Esta conexión, aun así, no puede nunca ser considerada una relación.

Lo mismo les ocurre a aquellas personas que, durante la infancia, tuvieron padres que no respetaron su individualidad. No me refiero aquí a aquellos padres que notoriamente violan los límites de sus hijos acosándolos sexualmente o teniendo relaciones sexuales con ellos. Me refiero a aquellos padres que, bajo una gran variedad de pretextos, se vuelven abusivos expresando su propia represión sexual y su naturaleza problemática, sin asumir ninguna responsabilidad por sus deseos, los cuales a menudo permanecen fuera de la conciencia. El daño, aun así, está hecho. Cuando un padre, sin respetar la privacidad del momento, entra al baño justo cuando uno de sus hijos, el cual es suficientemente mayor como para no necesitar la ayuda de sus padres, está haciendo sus necesidades, esto constituye una violación de los límites personales del niño. Otra violación de este tipo, y una que además quedará grabada en el sistema del niño, es cuando un padre o madre le pide a su hijo o a su hija adolescente que le ayuden a lavarse la espalda mientras están bañándose, o que una madre le pregunte a su hijo o a su hija que le acerque una compresa porque ella está en el baño y no puede alcanzarlas. Las víctimas de dichas violaciones tendrán un sentido deficiente de su self. Sus relaciones, basadas en una voluntad débil y en un self insuficientemente integrado, serán sacudidas incontrolablemente por vientos y olas, lo cual les llevará o muy cerca o muy lejos de la otra persona en cada relación. También sufrirán en lo relacionado con sus deseos y necesidades. Será difícil para ellos distinguir sus propias necesidades y situarlas por encima de las de los demás. Con respecto a los deseos, será difícil para ellos, no solamente ponerlos por encima de los deseos de los demás, sino que también será difícil reconocerlos como propios, distinguiéndolos de las necesidades de los demás. A esta categoría pertenecen todos aquellos a los que se les pueda describir con una personalidad del tipo ‘como si’ o ‘falso self’.

Nuestras sociedades modernas no aman a los niños

Nuestras sociedades modernas se denominan tan solo eufemísticamente ‘centradas en los niños’, por más que nos guste caracterizarlas como tales. Aquellas sociedades en las que la prioridad primordial es la producción de bienes materiales están condenadas a ser menos alegres y a convertir la vida en una lucha por la existencia. En dichas sociedades – y por más duro que suene, esto necesita ser dicho – la gente no tiene tiempo de criar niños sanos. La prisa en sí misma y la falta de respeto por el ritmo de desarrollo propio del niño constituye una violación y como tal queda grabada en el sistema del niño. ¿Cuántas madres, bajo la inexorable presión del trabajo, dejan de dar el pecho a sus bebés de forma prematura? ¿Y qué hay de aquellas madres quienes, ya sea por desconocimiento o por la creencia de que perderán la forma de sus senos, ni tan siquiera dan el pecho a sus bebés? Esta deficiencia quedará grabada como un trauma, con sus correspondientes consecuencias. Lo mismo ocurre con cualquier adulto que sostenga a un bebé sin mostrar ningún respeto por la sensibilidad específica del cuerpo del niño. El joven ser humano que justo acaba de ver la luz del día y que experimenta su primer contacto con el mundo exterior – sin el protector amortiguador del útero que lo nutría y le ayudó a crecer desde aquel organismo unicelular, desde aquella ameba, a un ser humano completo – es mucho más sensible de lo que algunos puedan creer. Lo que sea que ese niño haya almacenado en su memoria como un engrama, la experiencia original, si es traumática, nunca será eliminada. Aquello que pueda resultar trivial y sin importancia para un adulto puede ser a menudo de gran importancia para el niño. Por ejemplo, muchos de los traumas tempranos con los que nos encontramos en la terapia se originan en malas, repentinas y precipitadas maniobras realizadas por el personal médico o paramédico durante el parto. En ningún caso debe convertirse la sala de partos en una línea de producción de fábrica como resultado de presiones económicas o de cualquier otro tipo. Los seres humanos producen máquinas; no somos máquinas. Puedo claramente recordar los llantos y muecas de un niño indefenso manifestadas por muchos de mis pacientes cuando, a pesar de la cálida temperatura de mi cirugía, ellos temblaban de frío al revivir la experiencia de su nacimiento. Solamente un cálido abrazo, una gentil caricia y una sonrisa amorosa de bienvenida pudieron ofrecerles calor.

“¡Oh Dios mío!, ¿dónde están poniéndome? ¿Por qué no me dejan dentro de mi mami? Me están sujetando boca abajo y me están colocando en algo metálico. Está aún más frío que la habitación. No me gusta… Quiero a mi mami”.

Las madres, no obstante, están, como la mayoría de la gente hoy en día, sujetas a los dictados de un modelo biomédico que se preocupa más a menudo del confort del personal médico o paramédico, de los horarios de cirugía y del ordenado funcionamiento del sistema de salud que no de los pacientes. Y hay aquí falta de información, mientras la cantidad de desinformación es asombrosa – y esto no es sólo debido a la ignorancia sino también a intereses establecidos.

La falta de sensibilidad por parte de la madre durante el embarazo es un factor decisivo en el desarrollo del embrión. ¿Cuál es su estado psicosomático? ¿Cómo se alimenta a sí misma? ¿Cómo cuida su cuerpo? ¿Cómo se comunica con el bebé que está en su útero? ¿Se encuentra en un estado mental de calma o tensa y con ansiedad? ¿Se siente deprimida? ¿Está de duelo por alguien o por algo? ¿Cómo procesa el duelo? ¿Qué tipo de relación mantiene con su pareja? Todas estas cosas juegan un papel en el embarazo. No estoy diciendo aquí que exista una madre ideal o un momento perfecto para traer al mundo a un bebé (en la mayoría de los casos no existe ese momento). Las dificultades y problemas son parte de nuestra vida diaria. Es imposible desterrar el dolor, la inseguridad, la tristeza y el peligro de nuestras vidas. Aun así, una cosa es estar triste por algo y otra muy distinta sentirse derrotado por ello. No es lo mismo sentir una inseguridad racional, una que presupone nuestra aceptación del hecho de que no podemos controlarlo todo, que sentir que nos encontramos en un callejón sin salida. Nuestro cuerpo reacciona de acuerdo a la forma en que nos tomamos e interpretamos los eventos, no de acuerdo a los eventos en sí mismos. Quiero aquí empatizar el hecho de que nuestra asimilación de los sucesos o eventos- los cuales, como ya he dicho y seguiré mostrando a través de un gran número de diferentes casos clínicos, determina la forma en la que nos sentimos afectados por ellos – no siempre sucede a un nivel consciente.

Cuando consideramos al bebé indefenso dentro del útero de su madre y el hecho de que se alimenta de las emociones de su madre – emociones que se convierten en cambios bioquímicos, además de en otras cosas – es cuando podemos comprender cuán importantes son las respuestas de la madre a la realidad que la rodea.

Quizá deberíamos parar por un momento y considerar un hecho obvio: no traemos niños al mundo para llenar vacíos propios o en nuestra vida social. Los niños no son accesorios de moda. Y tampoco pueden cerrar las grietas de un matrimonio a punto de romperse. Cuando los niños se usan como herramientas para satisfacer cualquier propósito que no sea su propia existencia, este hecho queda grabado en su sistema como una violación, con serias consecuencias en el desarrollo del niño. La frase 'los iguales se atraen' puede no ser cierta en este caso. Cada experiencia tiene su propia energía. Un trauma, en términos energéticos, atraerá otro trauma, y una violación siempre traerá otra a su paso. En cuanto a energía, las víctimas de una violación atraen a sus agresores, que contienen la energía del violador. De la misma manera, individuos fóbicos atraerán la energía de los psicópatas.

PACIENTE: Ahora entiendo porque en cada curso de primaria y de secundaria había al menos un profesor que flirteaba conmigo… Llevaba la palabra 'víctima' escrita en la cara y yo era la única incapaz de verlo.

V.Ch.: Déjame ponerlo de otra manera… no eras la única que no podía verlo. Las únicas personas que lo veían eran violadores potenciales. Son ellos los que tienen el potencial de elegir a sus víctimas.

La primera parte de este diálogo es de una mujer que sufrió su primera violación en su propia casa, a manos de la persona que tenía que haberle ofrecido seguridad: su propio padre. Desde ese momento y hasta el momento en que por fin se sanó, no hubo ni una escuela o ningún lugar de trabajo dónde no intentarán acosarla al menos una vez. Es bien sabido que, en la mayoría de los casos, las víctimas de una violación suelen llevar una historia de violaciones.

El acoso sexual, y debemos enfatizar esto, no es la única forma en que los límites personales de una persona pueden ser violados. Nuestros límites personales no están fijos desde el momento en que nacemos. Los construimos a través de relaciones que respetan nuestra individualidad como niños y, mediante el respeto que recibimos hacia nuestro ritmo personal de desarrollo, en cada estadio individual de éste, por los adultos que nos cuidan.

Nuestros límites forman la base de nuestras relaciones

Examinar los principales déficits en el desarrollo de un paciente, mayormente respecto a sus límites, es una prioridad para el terapeuta pues es en la base de este examen dónde podrán crear el marco de apoyo esencial que permitirá que el paciente pueda revivir experiencias traumáticas en un ambiente terapéutico seguro.

El hombre es siempre una entidad única e indivisible.

Sin límites no podemos existir como entes individuales. Con límites inflexibles, con fronteras fijas e impenetrables, no podemos existir como una sociedad de entidades humanas. Y ningún ser humano que viva sin la sociedad de los otros es realmente un humano. Esto nos lleva a los que los antiguos Griegos y los Padres de la Iglesia creían: ningún ser humano puede vivir solo; un ser humano que esté solo no es realmente un ser humano. Nuestros propios campos energéticos no pueden existir sin la sociedad de otros seres humanos.

UN EJEMPLO DE NUESTROS LÍMITES PERSONALES puede mostrarse en las membranas celulares. La membrana celular es el límite que separa la parte interna de la célula, que forma parte de nuestro ser, de lo que se encuentra en el exterior y es ajeno a ella. La membrana es flexible y permite un flujo bidireccional de materia a través suyo. Permite que fluyan a su interior elementos buenos, útiles y nutritivos, mientras mantiene de forma segura elementos dañinos en el exterior. También permite extraer el material de desecho producido por el consumo de nutrientes, manteniéndolo fuera de la célula. Por consiguiente, los límites de la célula no tienen nunca una forma fija o unos límites constantes o impenetrables que nos protejan manteniéndonos bien sellados del ‘peligroso’ mundo exterior.

Consideremos el ejemplo de un individuo que está sufriendo una depresión fuerte, una persona que está encerrada en sí misma. Por su mirada es obvio que no hay energía fluyendo a través de ellos. Son como un circuito cerrado. Si no se conectan con otras personas, permanecerán muertos como personas. Más que cualquier otra persona, necesitan estar conectados a los demás, haciéndoles salir de su aislamiento y aportándoles la energía que necesitan para vivir – y aun así, esto es difícil para ellos. Es como si la persona deprimida no tuviera corazón. Por supuesto, tienen un corazón físico pero éste no tiene energía, ninguna energía que fluya desde el corazón a través del cuello para que sus ojos brillen con vitalidad. Unos ojos sin corazón son ojos vacíos; no animan a los demás a establecer un contacto. Si le das la mano a alguien sin que esa persona establezca un contacto con su mirada, entonces se convierte en un encuentro frío. No hay energía fluyendo. En tales casos, no esperes ver el tipo de calor y rubor saludable que se suele generar cuando dos personas se conocen y pueden apreciar alegría en la mirada del otro. Cuando conocemos a una persona deprimida, es como entrar en contacto con un fuego frío, aquél que no genera calor alguno porque no dispone de energía. El puente que une el corazón y la cabeza está 'bloqueado'. Esto le sucede a mucha gente, no solamente a aquellos que padecen una depresión. Y todos los que trabajamos en una profesión relacionada con la curación sabemos que la depresión no es una forma severa de tristeza. La depresión es una deficiencia de energía.

Cuando una persona funciona a nivel mental, están continuamente pensando y a menudo se pierden en el laberinto de sus propios pensamientos, aunque éstos no tienen ninguna conexión con su corazón. Ocurre lo mismo con su discurso: cuando hablan y su declaración no es un sonido 'silencioso' en el cerebro, el discurso no está conectado con el corazón. En esta caso, los hombros juegan un rol de Procusto obstruyendo el libre flujo de energía desde el corazón hacia la cabeza y la mente. Liberando el flujo de energía que va desde el corazón hacia la cabeza podemos conectar el discurso, los ojos, la comprensión y los pensamientos de una persona con el corazón. La existencia de la conexión entre la cabeza y el corazón es de una extrema importancia para cualquier individuo ya que determinará en gran medida la calidad de las relaciones que dicho individuo tendrá con otras personas, así como con líderes y movimientos. Determinará el rol que su corazón desempeña a la hora de otorgar profundidad y color a su vida.

Las relaciones de una persona madura no están determinadas solamente por el corazón. Están influenciadas por el corazón y las emociones pero también por el frío razonamiento de la mente. No seguimos a líderes o movimientos tan sólo con nuestros corazones, ni funcionamos meramente a nivel de corazón y emociones sin el pensamiento racional. Tampoco nos enamoramos sólo con nuestros corazones, independientemente del resto de nuestro cuerpo sin usar la cabeza, embarcándonos en un amorío que, en vez de elevarnos nos traiga dolor y sufrimiento y provoque que perdamos nuestro propio sentido del self.

También deberíamos unir nuestras piernas con nuestros corazones ya que ellas nos conducirán a la persona que amamos. Asimismo deberíamos unir nuestros brazos y manos con el corazón de tal manera que podamos usarlos para abrazar a otros, para dar y recibir, para sostener y ser sostenidos, para atraer lo que queremos y al mismo tiempo establecer límites.

Procusto, quien obstruye el flujo de energía desde el corazón hacia el resto del cuerpo, reside principalmente en el diafragma y, en menor grado, en la pelvis – no porque la pelvis sea menos importante proporcionando la conexión entre el corazón y los órganos reproductores sino porque el flujo de energía se corta más arriba, en el diafragma y, por tanto, no queda ninguna energía en la pelvis que pueda ser bloqueada. La pelvis tiene en efecto un rol importante ya que abraza y encierra, como un escudo protector, los órganos reproductores, aunque, como en cualquier abrazo, pueda convertirse en algún momento en una prisión.

Confianza y respiración

¿Cómo puedes desarrollarte, cómo puedes abrazar y disfrutar de la vida cuando parece tan inhóspita, tan traumática en los rostros de tus padres? Cuando trabajamos con la respiración de un paciente, realizando ejercicios que construyan su confianza y mejoren su calidad de vida, ayudamos al paciente a sintonizar de nuevo con el ritmo de la vida. Piensa en la forma en la que miramos a un bebé a los ojos y le damos la bienvenida con una mirada, un movimiento o un gesto juguetón. Esto aporta al bebé espacio, la habilidad de respirar profundamente y confianza en el adulto y, a través de este canal – los adultos mismos -, confianza en la vida. Cada aliento de vida emana de un sentimiento de confianza, inicialmente confianza en los padres y luego, si las deficiencias de los padres son tomadas por el terapeuta y el proceso terapéutico, confianza – a través del terapeuta – en la vida. Mientras más profundo respiremos, más cerca nos encontramos de alcanzar la alegría. La respiración es quizás la forma más directa de conectar con el universo y su energía. Una respiración limitada y superficial indica un uso limitado de la energía del universo. Los efectos de esto en nuestra energía sexual, nuestra habilidad orgásmica y nuestra habilidad para disfrutar de la vida, así como en nuestra salud y nuestra habilidad de conectar con los demás, son directos y obvios. No podemos imponer mecánicamente un cambio en la postura corporal o en la respiración. Aquellos cambios que han sido impuestos de esta manera, si no se anulan en el transcurso de la terapia – y no en cualquier tipo de proceso de consulta – dejará sin duda una marca en otro lugar. En nuestro trabajo nos preocupamos por la persona en su totalidad, la persona que sufre, y cuando la persona sufre, todo su ser está sufriendo.

No nos preocupamos con síntomas 'individuales', con órganos individuales del cuerpo. El equilibrio del cuerpo no consiste meramente en el equilibrio existente entre los diferentes órganos del cuerpo. El cuerpo es decididamente más que la suma de todas sus células. Y la forma en que todas esas células se comunican es maravillosa. En nuestro trabajo simpatizamos y comprendemos a una persona que, en el transcurso de la terapia, muestra su necesidad de superar los síntomas que le hacen sufrir. Damos apoyo a esa persona pero no nos limitamos ni permitimos que nuestra atención se centre tan solo en los síntomas. El tipo de tratamiento que seguimos no es uno sintomático. Los síntomas, a menudo para sorpresa del paciente, retroceden casi sin que hagamos ninguna mención especial sobre ellos.

UN SIMPLE EJERCICIO PERO UNA GRAN AYUDAUna respiración profunda desde el vientre y el sonido que realizamos en la expiración ayudan a que la energía fluya en ambas direcciones, hacia arriba y hacia abajo, aunque mayormente hacia abajo ya que la respiración abdominal funciona como una forma constante de masaje interno que relaja el área del diafragma. Dar saltos suavemente, con las articulaciones relajadas y torsiones de la pelvis en ambas direcciones, sin ejercer presión en el abdomen y mediante una respiración abdominal profunda, ayuda a liberar la energía y a hacerla circular hacia abajo. Estirarse boca arriba en un colchón empujando la parte posterior del cuello y los pies para poder levantar la pelvis y luego bajarla golpeándola suavemente contra el colchón, puede asimismo activar el flujo de energía. Para la parte superior del cuerpo, ejercicios simples que incluyen la torsión de los hombros, el cuello y las articulaciones de la garganta y un suave masaje con sonido en la mandíbula, tanto la superior como la inferior, puede ayudar a que la energía fluya.

Un equilibrio completo

Aquellos individuos con la energía bloqueada necesitan apoyo normalmente para poder relajarse. Es por ello que recomendaría al terapeuta que use inicialmente su espalda para ofrecer ese apoyo. Una vez sienta ese soporte, el paciente puede comenzar a rotar sus omóplatos, usando pequeños movimientos y presionando su espalda suavemente contra el apoyo de la espalda del terapeuta. Otro tipo de soporte que fortalece al paciente se puede dar mientras éste está estirado: tras elevar al paciente, el terapeuta puede ponerse bajo su espalda y prestarle apoyo, permitiendo así el flujo de energía. A un nivel emocional, no es inusual que el paciente rompa a llorar.

Como hemos visto, nuestra principal preocupación es conseguir un equilibrio. De la misma forma en que buscamos conseguir un equilibrio energético entre las partes superiores e inferiores del cuerpo, también deberíamos buscar el mismo equilibrio entre la parte delantera y la trasera del cuerpo ya que, si existe un superávit de energía en algún punto, habrá deficiencia en otro.

La parte delantera del cuerpo, que se usa en el contacto y las relaciones que tenemos con los demás, es una parte muy sensible. Para protegerse, tira de la parte trasera del cuerpo, donde residen la fortaleza y la fuerza de voluntad. Así, a menudo hay una gran concentración de energía en la parte delantera del cuerpo debido a un gran dolor y fragilidad. Lo opuesto ocurre cuando el corazón pierde su energía como resultado de los esfuerzos de una persona por protegerse. En estos casos, en los que una persona canaliza toda su energía para protegerse a sí misma, el corazón pierde energía vital y muere – o, en el mejor de los casos, la persona padece un ataque al corazón de 'advertencia'.

Necesitamos nuestros corazones; más bien, como seres humanos, para lograr un equilibrio en nuestras vidas, necesitamos un corazón que sea suficientemente sensible como para permitirnos comunicarnos y conectar con otras personas y, al mismo tiempo, que sea suficientemente fuerte como para posibilitarnos poder perseguir nuestros objetivos. Por lo tanto, necesitamos un corazón que sea sensible y receptivo – y por tanto vulnerable, ya que ése es el único tipo de corazón que nos permitirá acercarnos a otras personas – y al mismo tiempo fuerte y determinado, un corazón que pueda mantenernos constantemente en el camino de la búsqueda de nuestros objetivos, de aquellas cosas que son importantes para nosotros. He conocido gente que, por no haber sido capaces de encontrar una solución a sus problemas emocionales, a pesar de su riqueza, de sus aptitudes profesionales y de sus logros sociales y profesionales, 'resolvieron' sus problemas cuando sus corazones colapsaron. Para algunas personas, aunque nos resulte extraño, la muerte es la única salida a lo que ellos han llegado a ver como un punto muerto en sus vidas. Es otra forma, que yo llamaría 'silenciosa', de suicidio.

Relacionado con el corazón, las manos se encuentran en una posición privilegiada y tienen una relación especial con él. Por más lleno que esté el corazón, si las manos no están libres para expresar su alegría, en términos energéticos, no serán capaces de tocar y sentir los objetos de su amor, el corazón no podrá hacer nada. ¿Cómo puede el corazón abrazar a otra persona sin brazos ni manos?

Nuestras manos son puentes que nos conectan con el mundo exterior y que nos ayudan a la hora de atraer las cosas que amamos. Nuestras manos nos permiten dar a los demás lo que reside en nuestro corazón. En términos energéticos, nuestras manos no están meramente conectadas con la apertura de la garganta como centro energético, no están solamente conectadas con nuestra respiración; nuestras manos sirven de alas a nuestro corazón, permitiéndonos volar, siempre a través de nuestras conexiones con los demás, en mundos en los que, por nosotros mismos, no hubiésemos podido alcanzar. Sentimos una unidad, nos convertimos en uno con la persona a la que abrazamos – dos individuos con 'un' gran corazón – cuando estamos realmente unidos por el amor.

Conectando corazón con corazón…

A menudo, cuando trabajo con individuos que se sienten solos y desconectados, aquéllos que nunca han realmente experimentado amor incondicional, sin importar cuál es su comprensión del amor – no podéis llegar a imaginaros cuán ingeniosos son muchos pacientes en su intento de justificar los déficits de amor que sufren -, sostengo su mano izquierda en mi mano izquierda y, mientras pongo mi mano derecha en su corazón, les pido, primeramente, que contacten con su propio corazón. A través de este contacto con nuestras manos y nuestros corazones, formamos de hecho una figura en forma de 8, que también se conoce como el símbolo del infinito. En el proceso de establecer esta conexión, este símbolo del infinito se transforma en el circuito que une a ambos corazones. No os sorprendáis si, a menudo, el paciente dice ver el flujo de energía. De hecho son capaces de verlo. Pueden verlo circular desde el corazón del terapeuta, a través de su mano izquierda, pasando por la mano izquierda del propio paciente y subiendo por su propio hombro y luego hacia abajo a su corazón y desde ahí a la mano derecha del terapeuta y vuelta a su corazón, dónde comenzó. Es un circuito energético de color amarillo, un circuito de amor que une los corazones. No todos los pacientes, especialmente al principio, pueden sentir o contactar con sus corazones. En este caso les pido que sientan mi mano y me digan qué sienten en el esternón. ¿Lo sienten pesado? ¿Sienten como si estuviera presionando hacia abajo? ¿Se sienten sofocados por el contacto? ¿Se sienten irritados, aunque no sepan por qué? ¿Lo sienten cálido o frío? ¿Son incapaces de sentir algo? Si, en algún caso, sienten que mi mano les provoca irritación o un peso – intento en este caso obtener una respuesta lo más clara posible – la quito y coloco la propia mano del cliente en su corazón. Si pueden soportarlo, coloco entonces mi mano sobre la suya y les pido que sientan sus corazones. Si el paciente se siente cómodo con mi mano sobre la suya, al rato, les pido que coloquen su otra mano encima de la mía y me digan cómo se sienten.

No es extraño y no os consternéis si alguien os dice que no puede sentir su corazón. Suavemente y de forma amorosa preguntadles qué es lo que sienten, sea lo que sea. El solo hecho de que os preocupéis por ellos puede ser suficiente por el momento. Como humanos somos capaces de sentir casi siempre – aunque no nos lo admitamos a nosotros mismos por razones de autoprotección – cuando alguien está realmente ahí. Es ahí que sentimos algo y, ese algo, es amor. Es cierto, mostramos amor cuando estamos ahí, de forma absoluta, dando toda nuestra atención a otra persona. En ese momento, en la sesión terapéutica, el hecho de ofrecernos completamente paciente significa que damos solamente amor a la otra persona. Toda nuestra atención para con la otra persona es amor, y ese amor es Dios. No quiere esto decir que siempre esté de acuerdo con la otra persona y que vaya a hacer todo lo que quieran. Una cosa es amar a otra persona y otra muy distinta convertirse en su marioneta. Como dicen los Padres de la Iglesia: 'el amor es la mayor de las virtudes, mientras que el discernimiento es aún más elevado'.

En este momento, mantén el contacto que habéis establecido y pídele al paciente que deje los ojos cerrados y mantenga el contacto con su corazón. Sin importar el contacto al que haya llegado, pídele que sientan tu corazón. ¿Puede sentirlo? ¿Puede verlo? ¿De qué forma pueden verlo? No os sorprendáis si en momentos así el paciente comienza a hablar de sus experiencias espirituales, es algo muy usual. Más bien es de esperar… Cuando escapamos de la tiranía de la mente y entramos en el reino del corazón, del espíritu y del cuerpo, entramos entonces en el eterno Ahora, el Presente que es de hecho nuestro verdadero hogar. Es desde ese lugar que podemos contactar verdaderamente con los demás como entidades somato-psico-espirituales.

Todos los pacientes por regla general, en su propio tiempo, contactan y ven el corazón que les invita a entrar en un encuentro personal. Si no sientes que estás completamente en el Presente y totalmente centrado en la persona que confía en ti en la apertura de su corazón, entonces no sigas. Este proceso es más que un mero ejercicio. Debes dedicarle el tiempo que realmente necesitas. Para poder abrirse, el corazón necesita respeto y verdad. El corazón no es como la mente, que utiliza juegos de palabras para esconderse de la verdad. Este encuentro de corazón con corazón puede darse en otro momento, cuando quizá te sientas más preparado, de tal manera que el paciente, con el corazón abierto, pueda sentir la presencia de un corazón que estará siempre con él – un corazón que conecte con él con EL CORAZÓN DEL UNO y les traiga el contacto de aquellas olvidadas memorias de la unidad de todas las cosas. El paciente obtiene aquello que todas las personas necesitan, aquello de lo que se le privó cuando era niño o aquello de lo que no tuvo tanto como necesitó, y así, deja de sentir déficit en su corazón.

Relaciones verdaderas frente a relaciones dependientes

Aquella persona que no ha sido instruida sobre los secretos del corazón puede llegar a creer que una conexión de este tipo puede originar una relación de dependencia. En efecto, dicha relación se desarrolla, y esto sucede cuando el paciente, como adulto y a ese nivel, desarrolla una conexión tan fuerte con otra persona en una experiencia completamente nueva que, deseando mantener aquello que ha encontrado y que ha reconocido como algo que necesita, se engancha a la otra persona de una manera a menudo intolerable. En el proceso terapéutico corporal, cuando el paciente experimenta una conexión profunda, dicha conexión le conducirá al déficit primario que se creó en el 'entonces' de su infancia, el cual se experimenta en el 'ahora' de la sesión terapéutica. La terapia se da siempre en el presente y cuando las necesidades del paciente son cubiertas por el terapeuta en dicho 'ahora', no tiene entonces ninguna necesidad de una relación dependiente para poder funcionar. Esta 'nueva' sensación que he mencionado anteriormente, se da siempre que el paciente se encuentra con un objeto de dependencia. Nos enfrentamos aquí al repetitivo círculo vicioso de 'dependencia – entusiasmo – rechazo – depresión – odio – nueva dependencia' o a aquél similar que consiste en 'dependencia – mitificación – entusiasmo – desmitificación – demonización' y el interminable proceso de hacer conexiones sin que el paciente sea capaz de establecer una relación verdadera. Dichas relaciones requieren siempre de libertad y compromiso, lo cual representa un otro estadio de desarrollo.

No es extraño que mis pacientes, en el dolor que experimentan al descubrir una nueva forma de conexión conmigo que les conduce a un nuevo tipo de relación, reaccionen negativamente al principio diciendo algo como: 'Sí, me siento bien cuando me sostienes… está bien que te abracen y tener a alguien a quien pedir apoyo cuando lo necesitas. Pero no lo quiero, no quiero acostumbrarme a algo que sé que no podré tener cuando salga de aquí. No podré encontrarlo…' lo único que les pido es que confíen en el proceso terapéutico y trato de explicarles que lo que experimentan ahora, como adultos, y que les causa dolor es debido a que reconocen el déficit que tienen, lo experimentan de tal manera durante la sesión terapéutica que queda registrado en su sistema de igual forma que si lo hubiesen vivido en la etapa de desarrollo que estamos examinando. La experiencia quedará grabada de tal forma que eliminará el déficit. Algo similar ocurre en el tratamiento de casos de accidentes. Cuando el tratamiento ha finalizado, el paciente sabe que hubo un accidente pero, a pesar de ese conocimiento, siente que nunca ocurrió. Lo mismo ocurre a menudo en casos de fobia. Por ejemplo, hace poco una mujer de cincuenta años que había tenido miedo a los perros toda su vida desde que, a los ocho años, le persiguiera uno, me contó lo siguiente: 'Recuerdo el incidente, recuerdo tener miedo incluso de aquellos cachorros pequeños e inofensivos, pero ahora, no es más que un recuerdo borroso que no me asusta para nada. Recuerdo que solía tener miedo; eso ya no me ocurre… Ahora juego con perros y les acaricio como si lo hubiese hecho siempre'.

Volvamos al proceso de contactar con el corazón. Cuando alguien contacta con tu corazón, pueden a menudo – de hecho no sería una exageración decir que casi siempre – verlo. Puede que lo vean rojo. O puede que lo vean rojo pero con un halo amarillo alrededor. Puede parecerles de un amarillo puro o de un color oro. Mantén el contacto que esa persona tiene con tu corazón durante un rato y luego pregúntale cómo se sienten y cómo ve su propio corazón. Para algunas personas será difícil ver sus corazones al principio. Para otras será algo fácil. Algunas personas verán sus corazones negros, oscuros o ligeramente rojos… Lo más importante es que sean capaces de establecer un contacto. Y desde ahí podemos ir a buscar la conexión.

“Cada vez que respires, presiona mi mano un poco más fuerte y hazlo como si bombeases. Intenta extraer energía desde mi corazón al tuyo. Observa ahora tu corazón: no está solo. Observa cómo es ahora que no está solo. Observa cómo te sientes… mantén ese sentimiento, es tuyo… Tu corazón no está solo. Ahora sabe lo que es no estar solo, ahora puede confiar… Mantén ese sentimiento, es tu corazón. Observa qué color tiene ahora tu corazón. ¿Tiene ahora tu corazón el mismo color que el mío? Ahora tu corazón sabe, donde sea que esté, que siempre habrá un corazón con el que puede conectar...”.

A menudo, aquellas personas que son espirituales o que creen en Dios os hablarán de la admiración que sienten cuando consiguen conectar y, muchas veces, os dirán que han sentido la presencia de Cristo, de la Virgen María o de un santo particularmente venerado. Aquéllos que no creen en Dios se sorprenden al tener experiencias espirituales. Al principio intentan negar dichas experiencias. Más tarde, sin embargo, ven que no pueden negar aquello que es obvio. La verdad, su propia verdad, es tan poderosa que se impone eventualmente.

Los dos aspectos del tiempo

Al crear un marco terapéutico adecuado para cada paciente, podemos proceder con el tratamiento en profundidad, en el cual, en el aquí y ahora de la sesión terapéutica, los dos aspectos del hombre como criatura gobernada por el tiempo se unifican y son experimentadas como si fuesen una y la misma cosa. Volveremos más detalladamente a esto más adelante.

Basta decir que la experiencia que se revive en el aquí y ahora de la sesión se vuelve a vivir como si estuviera pasando en el presente. Por consiguiente, cada intervención que realizamos en el aquí y ahora de la sesión terapéutica se experimenta en el mismo tiempo en el que ocurrió el trauma y lo cancela, como si nunca hubiese ocurrido. Nos encontramos con el trauma en el tiempo en que sucedió y es en ese contexto donde se da la terapia, 'cambiando' el curso de los acontecimientos en su inicio. El evento histórico permanece ahí, así como sus recuerdos pero, lo que marca la diferencia, es la energía: la energía que fluye libremente y marca la liberación del paciente del trauma.

Debemos apreciar que nuestro sistema ontológico nos conduce a la terapia siguiendo, no un orden cronológico de los eventos tal y como han sido registrados en el calendario temporal del paciente, sino como una progresión desde la experiencia menos dolorosa a la más dolorosa. De esta sabia manera nos permite avanzar para poder lidiar con experiencias dolorosas tras haber obtenido fuerza en el camino. De hecho, en algún momento nuestro sistema necesitará nutrirnos conduciéndonos a experiencias positivas con tal de que obtengamos la fuerza necesaria que necesitamos para dar el siguiente paso, que seguramente será muy doloroso.

A menudo el trabajo progresivo que realizamos con tal de nutrir al paciente y de ayudarles a avanzar, se alterna con trabajo regresivo que ayudará al paciente a obtener aquello que no recibió en el pasado, le ayudará a sentirse seguro y continuar su desarrollo con confianza.

Me gustaría describir ahora parte de una sesión terapéutica que tuve con C.D. y que tuvo lugar unos tres meses después del inicio de nuestro trabajo juntos. Como siempre, llegó cinco minutos antes. Dijo que se sentía muy cansado, a pesar de no haber hecho nada que justificara tanto cansancio. 'No sé qué me está pasando… Me siento tan rígido y lento y, aun así, no he hecho nada especialmente inusual para sentirme de este modo', me dijo con una expresión de auto-desprecio.

V.Ch.: Quizá no hayas hecho nada inusual pero aun así te causa cansancio.

C.D.: No he hecho nada que no suela hacer… no debería sentirme así.

V.Ch.: ¿No eres quizá un poco duro contigo mismo?

C.D.: Aprendí a ser así… siempre siento que tengo la culpa de algo. Siento como si no fuera suficiente para alguien… como si de alguna manera me quedara corto… no sé, siempre siento que alguien espera algo de mí…

V.Ch.: Ahora, en este momento, ¿qué sientes? ¿Sientes que espero algo de ti?

C.D.: ¿Que espera que yo coopere? No sé…

V.Ch.: ¿Y cómo te sientes cuando alguien espera algo de ti pero no sabes qué es ni cómo responder?

C.D.: No lo sé…

V.Ch.: En este momento, ¿cómo te sientes físicamente?

C.D.: Cansado. Sí, siento como si alguien me hubiese forzado a cavar un campo entero por mí mismo y no hubiese recibido ni una palabra de agradecimiento…

V.Ch.: Si te dieran las gracias, ¿te sentirías menos cansado?

C.D.: Por supuesto.

V.Ch.: Muy bien, concéntrate en tu estado físico. Te sientes cansado, de acuerdo, sabemos eso… Ahora, intenta hablarme un poco más de ese cansancio que sientes.

C.D.: Siento tensión en la cabeza… no me duele pero tampoco me siento bien. Siento como si no pudiese ver por claridad… Siento como si tuviese un trozo de madera dónde está mi nuca, siento dificultad al mover la cabeza de un lado a otro. Como si se me fuera a caer… Noto mis hombros como dos bloques de piedra. Los siento pesados y me duelen… Me cuesta respirar profundamente… Me duele el pecho…

V.Ch.: Tu barriga, tus caderas, tus piernas… ¿cómo las sientes?

C.D.: Bueno, siento la barriga un poco revuelta… En cuanto a mis caderas y piernas, las veo pero ¡no las siento!

V.Ch.: Concéntrate por un momento en aquello que sí puedes sentir en tu cuerpo… Si puedes, cierra los ojos y dime qué ocurre… o dime si ves algo.

C.D.: Sí, veo a mi novia. Veo lo que sucedió ayer… estoy cerca de la cama… me siento en la cama y mi novia se me acerca. Está de pie, en frente mío, y tengo miedo de que quiera sexo y yo no sé si quiero. La amo, la encuentro atractiva, pero ahora mismo no sé si quiero acostarme con ella y no sé qué hacer.

V.Ch.: ¿Qué pasaría si le dijeras que ahora mismo no te apetece acostarte con ella? Si simplemente le dijeras: 'Cariño, no me apetece', ¿no sería eso suficiente? No importa que no sepas si ella realmente quiere o no.

C.D.: No es solamente que no sepa si ella quiere o no, sino que, aunque ella quisiera, es tan buena que no se quejaría ni pondría mala cara.

V.Ch.: ¿Hubo alguien anteriormente que se quejara o te pusiera malas caras?

C.D.: ¡Mis padres! Nunca estaban contentos conmigo… Nunca… Recuerdo un día después de la escuela cuando era joven… no me fue muy bien en un examen y me sentía desgastado, quería irme a la cama y olvidarme de todo. No mostraron comprensión alguna, me humillaron y me sentí agotado. Y luego, cuando tenía unos quince o dieciséis años, tenía miedo de tener una relación. Tenía miedo de que mis padres me criticaran o criticaran a la chica con la que estuviese… Me uní al ejército y mantuve la esperanza de salir con una chica pero prefería masturbarme… Es por eso que, incluso ahora, siento cierta adicción al respecto. Todavía me cuesta arriesgarme… Voy a lo seguro… ¡Oh Dios mío!, me siento tan agotado… quiero estirarme…

Se estiró en el colchón y continuó hablando:

C.D.: No es por casualidad que mintiera a menudo a mis padres. Al mentirles conseguía un poco de amor y afecto… Siempre que les decía la verdad respondían insatisfechos y me rechazaban. En aquellos momentos en que una mentira parecía poder salir a la luz, me inventaba otra para tapar la primera y, al final, me sentía siempre atrapado. Todavía me atormenta, incluso ahora…

V.Ch.: Ahora, en este momento, ¿cómo te sientes? Concéntrate en tu cuerpo y tus sentimientos.

C.D.: ¡Siento como si me hubieran quitado un peso de encima! No siento rabia, no quiero golpear a nadie… aunque me siento dolido… Siento como si tuviera que rendir cuentas a alguien, como si me fueran a juzgar… Me siento prácticamente atrapado en un rincón. Me duele la garganta, como si tuviera una masa dentro. Siento la necesidad de acurrucarme…

Se hizo un ovillo en posición fetal y estuvo en silencio durante un rato. Me tomó de la mano izquierda mientras yo le daba apoyo en la espalda con la derecha. Al cabo del rato continuó:

C.D.: Tengo diez años… Estoy acurrucado en esta posición en mi cama… Es así cómo me protejo.

V.Ch.: ¿Te proteges de quién?

C.D.: De los que me juzgan, mis padres.

Estuvo en silencio durante un rato.

V.Ch.: Ahora, en este momento, ¿sientes que te estoy juzgando?

C.D.: No…

V.Ch.: Bien. ¿Qué te ayudaría en este momento a sentirte mejor?

C.D.: Despertar y descubrir que todo esto no es más que un mal sueño. No hay otra manera en la que pueda lidiar con ello. No soy una mala persona… No soporto la idea de que me juzguen y de que esto nunca acabe. Vale, está bien pero… Siempre habrá 'peros'… Ella está bien pero… Él es feliz pero… Siempre temía los 'peros'… Los 'peros' son tan impredecibles… Y tampoco puedes usarlos para ocultarte.

V.Ch.: En este momento, ¿qué te ayudaría a sentirte algo mejor?

C.D.: Hablar un poco… sí, eso… y un buen abrazo también me ayudaría.

Le cubrí con una manta y le sostuve tal y como estaba, en posición fetal, y le insté a que respirara más profundamente. Se dio cuenta, mientras hablaba, que la masa en la garganta había encogido. El contacto físico y la forma en que le sostenía, sin ningún tipo de condición, le ayudaban. Alguien estaba ahí por él, solamente por él, sin esperar nada y sin juzgarlo. Estuvo en esa posición durante un tiempo, como si se nutriese del ambiente uterino y fuera nutrido por éste. Su cuerpo se relajó, su respiración se tornó profunda y calmada. Lentamente comenzó a abrir su cuerpo y a estirar sus extremidades, tomándose su propio tiempo. Pudo entonces sentir su pelvis; sentía sus piernas y comenzó a jugar con ellas; las subió y las miró… Movió la parte posterior del cuello, haciéndola girar y, entonces, abriendo los ojos, me miró como si fuera un bebé. Era como un bebé que aún recibía la atención de su madre, y se sintió bien. Se mantuvo estirado y, mientras me miraba, le sonreí y, tirando suavemente de sus manos, le alcé levemente. Se le cayó la cabeza un poco hacia atrás; su cuello era flojo… Comenzó a responder a mi sonrisa y me dijo que se sentía 'diferente' al ser capaz de entenderla mejor. Le dije que no se esforzara, sino que simplemente se dejara ir y sintiera como era dejar que su cuerpo fuera levemente elevado, solamente con mi ayuda. Esto era algo nuevo para él… tener a alguien que se preocupase solamente por él de una manera alegre y sin prisas.

Una vez pudo experimentar este 'ahora' tan diferente y pudo registrarlo en su sistema, estaba preparado para seguir adelante y levantarse con su propio esfuerzo y mi apoyo. Le ofrecí mis manos, que utilizó para sostenerse, usando la fortaleza de sus brazos, y se levantó un poco. También esta era una nueva experiencia para él, y también fue buena. Era bueno para él sentir que tenía a alguien que le brindara apoyo, alguien que le mirara alegremente y de manera que, no solamente no se sentía juzgado, sino que se sentía alentado. Se tomó su tiempo, se dio la vuelta, descubrió lo que era gatear con un adulto cerca que le apoyara y, entonces, se sentó en el suelo. Tocaba entonces darle apoyo en la espalda y en la nuca para que, con las plantas de los pies y las palmas de las manos firmemente apoyadas en el suelo, mientras respiraba profundamente desde el abdomen, pudiera sentir lo que era levantar su cabeza. Era verdaderamente una nueva experiencia para él… se sentía tan fuerte que, haciendo fuerza hacia abajo, se puso de pie derecho. Se sintió más alto de lo que nunca jamás se había sentido…

“No tengo miedo ahora. Lo sé y puedo decirles a mis padres, 'Mirad, ahora soy fuerte y, que me critiquéis o no, es asunto vuestro; ya no me preocupa”.

Por supuesto, llegar al punto en que ya no le preocuparan las críticas de sus padres le tomaría algo más de tiempo y de terapia. Aun así, habíamos progresado mucho.

De Reich a Lowen y de Lowen a Biosíntesis

En la psicoterapia corporal no existen métodos de trabajo predefinidos relacionados con la postura corporal. Junto a Reich, reconocemos que la postura en la que la persona se encuentra estirada es de gran importancia, ya que ayuda al paciente a regredir fácilmente, lo cual es muy útil en algunos casos. Puede llevarnos rápidamente a la infancia del paciente, aunque, como demostró Alexander Lowen, no sea una postura de adulto. Así, cuando queremos fortalecer la parte adulta del paciente, les pediremos que se pongan de pie y se sostengan firmemente en sus pies, lo que solemos decir 'bien enraizado' – un término introducido por Lowen. En nuestro enfoque del grounding4 vertical nos concentramos en la parte adulta del paciente.

En Biosíntesis no nos movemos simplemente entre estas dos posiciones. Reconociendo la importancia de ambas, seguimos adelante para poder formar una nueva síntesis, acentuando la importancia de una unión efectiva entre la parte superior y la inferior del cuerpo y, después, la importancia del grounding de ambas, de las piernas, la pelvis y la cabeza. Es precisamente esto lo que puse en práctica en el tratamiento de C.D. Comenzamos las sesiones sentados; después él sintió la necesidad de estirarse y de hecho su propio sistema le condujo a esta postura, regresivamente, para que pudiera recordar experiencias de su infancia. Posteriormente se movió hacia el útero, donde permaneció para nutrirse tanto tiempo como le fue necesario y, después, juntos y paso a paso, descubrimos la columna vertebral y la postura de adulto, en la cual podía mirar a sus padres como iguales y a través de la experiencia con sus padres pudo entrar en una sociedad de iguales y con las mismas condiciones. (Esta sesión en particular tuvo una duración de una hora y media. Quisiera acentuar el hecho de que los ejercicios prácticos y las cuestiones individuales que tratamos en esta sesión fueron repitiéndose en posteriores sesiones hasta que el paciente pudo dominarlas e integrarlas completamente en su sistema).

De ahí que la columna vertebral unificadora tenga su lugar en Biosíntesis. Grounding está relacionado con el arraigo que tenemos al suelo, el agarre que tenemos para con la realidad física, en el proceso natural de la vida. Nuestro trabajo, las obligaciones de nuestra realidad individual, el dinero, la gestión de nuestro espacio y tiempo, todo ello está conectando con grounding. Si tengo un buen arraigo a la tierra, sé quién soy, sé dónde estoy y hacia dónde voy. Pero, ¿cómo puedo saber quién soy, dónde estoy y hacia dónde voy si no tengo una columna vertebral sana y una cabeza bien enraizada? A veces decimos que algunas personas no se 'sostienen', no 'apoyan a los demás' o son incapaces de ir con 'la cabeza alta'; con esto queremos decir que no pueden ofrecer ninguna resistencia y que es difícil para ellos tratar con otras personas en los mismos términos.

La cabeza se enraíza a través del cuello en la columna vertebral. La primera vez que se enraíza la cabeza es en el nacimiento. Esto queda más claro o resulta más comprensible cuando nos encontramos con personas que no pudieron nacer de cabeza o que, en caso de hacerlo, fue muy fácil. Por ejemplo, una de mis pacientes me explicó que, cuando su madre estaba de parto la comadrona la dejó sola sin indicaciones de cuando empujar y, no sólo salió el bebé sin ningún tipo de asistencia sino que – como nadie le dijo que tenía que sostenerlo – el bebé cayó al suelo. Hicieron falta muchos meses de trabajo para que esta paciente pudiera sostenerse por sí sola y en un corto periodo de tiempo, sin sostén externo y con los ojos cerrados, y sin que tuviera miedo de caerse. Un ejercicio de contacto que aún le trae alegría y realización es cuando nos ponemos de pie con las piernas separadas y apoyamos nuestras cabezas mientras ella trabaja suavemente su cuello. 'Es como si formáramos un círculo perfecto', me dice. 'Tu energía pasa de tu cabeza a la mía, viaja a través de mi cuerpo, atraviesa el suelo, viaja por éste y luego sube por tu cuerpo, elevándose hacia tu cabeza y nuevamente entra en la mía. ¿No es una sensación maravillosa?'.

Para aquellos de nosotros que trabajamos en Biosíntesis, por lo tanto, grounding no está meramente relacionado con el suelo, enraizar y los pies; está relacionado con una buena vinculación entre la cabeza, la pelvis y los pies. En realidad estamos hablando de una columna vertebral funcional. Lo que queremos conseguir es una columna flexible y fuerte. Debemos siempre observar la parte superior e inferior del cuerpo, así como la frontal y la posterior como unidades funcionales; a un nivel funcional, son unidades individuales y debemos tratarlas de ese modo, estando todas ellas interrelacionadas. Si, por ejemplo, hubiera un exceso de energía en la cabeza, eso implicaría una deficiencia en otro lugar del cuerpo.

La verdad: la mejor protección ante lo inevitable

Cada uno de nosotros nace con una cantidad determinada de energía y ésta no cambia. Nuestro cuerpo, así como nuestras defensas, se construyen con esta energía. A menudo, las experiencias humanas ocurren de tal manera que nuestras defensas, en vez de ser flexibles y capaces de adaptarse cada vez que las necesitamos, congelan nuestra energía, atrapándola en el cuerpo y construyendo las estructuras de carácter. Éstas consumen especialmente una gran cantidad de energía, limitando la cantidad que un individuo puede gastar en jugar o en actividades que le aporten alegría, en crear relaciones, o en expresar rabia o miedo, así como en desarrollar habilidades creativas y, por supuesto, en expresar todo el resto de emociones, actitudes y comportamientos. A veces podemos ver en el rostro de un paciente el congelamiento en forma de máscara del dolor o la tristeza, con lágrimas que nunca fueron lloradas, congeladas en sus ojos porque, cuando perdieron a uno de sus padres de forma repentina y prematura en su infancia, no se les permitió unirse al luto colectivo por aquellos adultos que solamente deseaban 'protegerle'.

En muchas familias existe una tendencia de los padres a 'buscar' protección para sus hijos de lo inevitable, no importa lo que sea. Creedme, no hay mejor forma de lidiar con la tragedia del tipo que sea que diciendo la verdad. En esos casos, no debería existir dilema alguno sobre si deberíamos o no decirle a alguien la verdad sobre algo de lo cual no podemos 'protegerles'. El caso más extremo que me he encontrado de 'protección' de un niño fue el de un joven que perdió a su madre a causa de un cáncer cuando él solo tenía cinco años, y al que su familia y, en especial su padre, ocultaron el fallecimiento para poder 'protegerle'. Aún en el caso en que le ocultasen la muerte de su madre a un niño, ¿cómo compensarían la pérdida de la madre como persona? En cualquier caso y a pesar de esto, gracias a la sabiduría de la energía, el niño ya sabe que su madre ha fallecido incluso antes de que alguien se lo diga. Hablar con el niño sobre lo sucedido y sobre todos los trámites asociados, asentará y humanizará la experiencia haciéndola más aceptable, lo cual proveerá al niño de un acceso al dolor y le permitirá gestionarlo. Cualquier otra cosa dejará al niño expuesto, excluido de la sociedad de sus iguales, y lo arrojará a un vacío existencial donde el dolor de cualquier pérdida futura no solamente no le causará ningún malestar, sino que le atrapará en un flirteo constante con la locura. No me refiero, en este caso, a sentimientos de culpa que pueda tener el niño en relación a su madre ‘desaparecida’; no porque no los haya, sino porque el niño tendrá que enfrentarse a cuestiones de naturaleza más primitiva relacionadas con su ser existencial y la cuestión de la culpa parece ser redundante al principio.

Uno puede llegar a imaginar la presión excesiva que tuvo que sentir este niño para que no fuera capaz de hacer a su padre una pregunta tan obvia como: ‘Papá, ¿dónde está mamá?’ Dos años más tarde, el padre anunciaría a su hijo que tendría una nueva mamá. Tal cual: ‘Vas a tener una nueva madre’. Ni una palabra de la ‘otra’ madre… Ni siquiera cuando ya hubo crecido le habló nunca nadie de su ‘vieja’ madre. ¿Cómo es posible, deberíamos preguntarnos, que alguien pueda ocultar la muerte de una madre a su hijo sin darse cuenta de que habrá que pagar un precio por ello? Lo que sí podemos imaginar son las inseguridades y defensas que debía tener el padre para que reaccionara de esa manera.

Dejando de lado este caso extremo, recuerdo también el de una mujer que perdió a su padre cuando era joven:

“Puedo recordar – tendría unos nueve o diez años – cuando, volviendo un día del colegio vi muchos coches fuera y gente dentro de casa. Me alegré mucho cuando me di cuenta que eran parientes. No había más miembros de la familia en la ciudad dónde vivíamos así que, cada vez que venían a visitarnos nuestros parientes desde otra ciudad, era porque había algo que celebrar. No me di cuenta al principio que todos vestían de negro. Me miraron todos sin expresión alguna. Mi alegría se evaporó, nadie me sonreía y miraban hacia mí haciendo ver que no estaba ahí, hasta que una de mis tías me tomó de la mano y me acompañó fuera. Fue en ese momento cuando pude escuchar a alguien decir sobre mí: ‘No lo sabe’. Me di cuenta entonces de qué es lo que no sabía: mi madre no estaba en casa. Mi tía me dijo que estaba en el hospital porque le había pasado algo a papá… No recuerdo exactamente lo que me dijo. Aun así, me di cuenta de que eran malas noticias y de que no volvería a ver a mi padre nunca más. Empecé a llorar, mi tía me tomó entre sus brazos y me abrazó tan apretadamente que aún lo recuerdo, y me dijo que no llorara porque así podría ayudar a mi madre. Ni siquiera me llevaron al funeral… Desde entonces, nunca lloro, nunca… Si algo me emociona, puedo soltar una o dos lágrimas, pero raramente ocurre”.

No es de extrañar que nunca llore, que no derrame ni una lágrima: la tristeza, la sorpresa, el dolor y las lágrimas están grabados en su cara, igual que en la cara de un payaso. La miras y sabes que si llorase su rostro desaparecería, que la máscara de payaso se desvanecería junto con su propia cara.

No todas las buenas intenciones son buenas y, definitivamente, no todas ellas hacen el bien; como dice el dicho: ‘El infierno está lleno de buenas intenciones’. También cuestiono las buenas intenciones de aquellos adultos – a menudo son parientes – que en estos casos le piden al niño que apoye al progenitor que queda, en vez de apoyarles ellos, como deberían, de la mejor de las maneras posibles. No es suficiente que el niño haya perdido a uno de sus padres, no es suficiente que no le dejemos llorar la muerte junto a nosotros – ya que dejarlos solos simplemente congelará el proceso en su cuerpo -; además le pedimos que apoye a la persona que debería precisamente estar apoyando al niño – el padre o madre que queda – llevándole así a un callejón sin salida. La situación es trágica para el niño. Se enfrenta al hecho de tener que reprimir sus propios miedos, inseguridades y dolor de su propia pérdida; y en el preciso momento en qué necesita ayuda, cualquiera que esta sea, le piden que brinde apoyo él mismo porque sobre él siente la amenaza de que, sin el progenitor que le queda, él también morirá…

Aquellas personas que tienen energía congelada en el cuerpo, al absorber energía de otros, no importa cuánta sea, son incapaces de aprovecharla. Para que puedan recuperar el flujo de energía, deben liberar la suya propia a través de ejercicios, psicoterapia y, especialmente, psicoterapia corporal, meditación y oración, lo cual les ayudará a coordinar los centros energéticos del cuerpo.

Cada uno de nosotros tiene una cantidad determinada de energía

Como hemos visto, cada individuo dispone de una cierta cantidad de energía y, si ésta se acumula en un extremo del cuerpo habrá entonces deficiencia en otro extremo. Es por ello que, como terapeutas nos centramos en la pelvis y en las piernas, el otro polo, en los cuales encontraremos escasez de energía cuando haya mucha acumulada en la cabeza. Hacemos lo mismo con la parte frontal y posterior del cuerpo. Y, siguiendo esta guía básica, siempre trabajamos buscando el equilibrio. En el caso de un paciente en particular, nos tomó muchísimas sesiones conseguir que la energía que tenía en la cabeza, el cuello y sus constantemente tensos hombros se moviera, primeramente a las manos, para seguir su recorrido hacia la pelvis y las piernas. Como muchos de mis pacientes, al jugar a fútbol se alegraba cuándo le daban una patada en la pierna, ya que dichos golpes ‘abrían’ las partes inferiores de su cuerpo que, no solamente le resultaban desconocidas, sino que, si se me permite usar la expresión, ni siquiera estaban habitadas por él… Pensamientos, obsesiones y 'bloqueos mentales', como él los llama, son sus características distintivas. Es capaz de hacer un problema de la nada, hasta de las cosas más insignificantes, a pesar de que se da cuenta de que no debería prestarles atención. En el trabajo, es uno de los funcionarios más concienzudos, aunque está lleno de inseguridades e incluso miedos sobre la posibilidad de ser despedido:

“Cuando empiezo a pensar de forma negativa, mi imaginación no tiene límite. Cuando me vienen esos pensamientos, siento que cualquier cosa es posible. No hay límite entre lo que es racional y lo que no lo es… Hoy en día, sin embargo, he aprendido a contenerme haciéndome esta pregunta: '¿Qué diría el señor Christodoulou de esto?' También me han ayudado los ejercicios que he aprendido de grounding y aquellos en los que tengo que caminar, sino me siento terriblemente desgastado, como si solamente tuviera medio cuerpo, sin pelvis o piernas”.

En el caso de este paciente, la energía, en términos embriológicos, está retenida en el exodermo. Su forma de pensar tampoco le ayuda en su vida diaria. La energía atrapada en su cabeza y en el diafragma obstruye el flujo de energía hacia las piernas y hacia la tierra. Por tanto, para poder cambiar esta situación trabajamos principalmente con el cuello y el diafragma.

Si nos posicionamos desde la perspectiva del plexo solar y por lo tanto de las emociones, vemos que el elemento dominante es el Sistema Nervioso Simpático. Debemos recordad que el Sistema Nervioso Autónomo tiene dos sub-sistemas: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. El sistema nervioso simpático dispone de una carga positiva y otra negativa. La carga positiva prepara al cuerpo para la acción y el movimiento. Es una carga que moviliza el cuerpo para encarar una acción externa. En un nivel emocional, teniendo en cuenta que emerge del mundo de los sentidos y del cerebro reptiliano hacia el sistema límbico y el cerebro emocional, la carga positiva está conectada con la ira y con todas aquellas capacidades que nos da para nuestra propia protección, para poder abrirnos al mundo exterior y definir nuestros límites. La carga negativa lleva toda la energía hacia dentro y el cuerpo se retrae, se cierra y se protege a través de convulsiones o de miedo. El sistema nervioso parasimpático tiene el efecto opuesto al del sistema nervioso simpático: nos relaja y nos calma. En algunos individuos, en vez de existir un equilibrio entre estos dos sistemas, uno de ellos es más dominante que el otro, llegando a ser una actitud de vida. Así, hay individuos que están dominados por el sistema nervioso simpático y que están casi siempre hipotónicos, carentes de energía y en estado fóbico, mientras que otros están constantemente en alerta, moviéndose hacia afuera y dominados por la ira. Tanto el miedo como la ira están entonces gobernados por el sistema nervioso simpático. Lo que los diferencia es el movimiento de energía. El movimiento de energía hacia afuera está conectado con la ira y el movimiento hacia dentro con el miedo. Para poder entender mejor los conceptos de energía y comportamiento, es importante acentuar que el miedo y la ira son opuestos. Así, en el caso de uno de mis pacientes, un poco de presión extra puede conducirle automáticamente del miedo a la ira y, pobre de la persona que se encuentre en su camino si eso sucede. La energía que tiene dentro, que le mantiene en un estado de miedo convulso, se mueve instantáneamente hacia afuera, convirtiéndose la rabia en la mayoría de los casos en una ira 'letal'.

De lo que estos individuos rara vez son conscientes, si no pasan por un tratamiento sistemático, es de la calma beneficiosa y del relajante descanso que pueden llegar a experimentar. Pocas veces son conscientes de lo beneficioso que es el ciclo de cansancio y descanso. De igual forma que existe una carga positiva y otra negativa en el sistema nervioso simpático, encontramos dichas cargas en el sistema nervioso parasimpático. La carga positiva está asociada principalmente con la relajación, el calor y el placer, y la carga negativa está asociada especialmente con la tristeza y una sensación de vacío y pérdida. Aunque nos hemos acostumbrado a considerar que la tristeza está conectada con el cuello y el corazón, es importante acentuar que el centro energético de todas nuestras emociones es el plexo solar. Con todo, la tristeza ocupa las zonas del corazón y la garganta porque está conectada con la pérdida y las relaciones.

En Biosíntesis, de la misma forma que en el cuerpo, el plexo solar es un centro energético y divide el cuerpo en dos. No obstante, para que un cuerpo esté sano y sea hermoso, y para que pueda expresar todo su potencial, no puede mantenerse divido en dos partes, una superior y otra inferior. Nuestro objetivo es por lo tanto encontrar un equilibrio entre ambas partes. A menudo, una de las partes está sobre-desarrollada comparada con la otra, que permanece subdesarrollada. Por consiguiente, trabajamos en dos niveles. Después de identificar aquello que el paciente no recibió y necesita para poder seguir adelante con su vida, sin ser demasiado dependiente a nada, deberíamos ofrecérselo. El plano temporal en el que deberíamos centrarnos para poder trabajar es el Presente del paciente. ¿Qué es lo que le nutre, qué le ayuda a crecer y a seguir adelante? Es esto lo que debería recibir en la terapia: apoyo para seguir adelante en su camino del Presente y la Alegría.

La energía de las cuatro emociones básicas – miedo, rabia, alegría y tristeza – reside en el centro solar, y es por eso que somos incapaces de experimentar totalmente nuestras emociones cuando hemos perdido el contacto con una de ellas. Normalmente, cuando perdemos el contacto con una de nuestras emociones, perdemos también el contacto con la vitalidad de todas ellas al perder al mismo tiempo el contacto con nuestra verdad como seres humanos. Esto es lo que sucede cuando alguna de nuestras emociones facilita nuestra estructura de carácter y aquello que nuestros traumas han creado como noción del self.

Consecuentemente, como terapeutas, a menudo planteamos la siguiente pregunta: ¿Para qué sirve esta emoción que se ha expresado durante la sesión de psicoterapia? Sin importar qué emoción es la que sirve a la estructura de carácter del paciente, sólo nos ayuda a identificar la estructura de carácter y nada más. Si un paciente llorar y mantiene un patrón repetitivo de duelo sin llegar al centro de la tristeza, no servirá de nada en el proceso de curación. Lo mismo ocurre en aquellos casos en los que el paciente grita y descarga su rabia. Por mucho que lo haga, la rabia seguirá estando desconectada y la terapia estará detenida. Es por eso por lo que nunca debemos permanecer en un nivel superficial ni debemos dejarnos llevar por emociones que se expresan normalmente de forma ruidosa. Puede ser útil en este caso recordad la noción básica de las capas de la psique: siempre debemos mirar qué hay debajo…

Trabajamos con el cuerpo y la tierra a través del discurso…

Volviendo a mi tratamiento con C.D., tras establecer el marco terapéutico necesario y una vez tomamos los primeros pasos para construir una relación de confianza, pudimos, guiados por el sistema ontológico, depositar aún más confianza en el proceso terapéutico y profundizar, sabiendo que los Lestrigones y los Cíclopes que nos encontrásemos en el camino no serían nada más que aquellos 'monstruos' que nosotros mismos creamos a lo largo del camino de nuestra existencia.

Trabajando con el cuerpo y enraizando cada logro a través del discurso, continuamos hasta que nos encontramos, luchamos y, por supuesto, vencimos al imaginario Procusto. Al finalizar nuestro trabajo, no hubo necesidad de acrobacias mentales o trucos para que las experiencias re contextualizadas fueran asimiladas por el paciente. La asimilación de la experiencia se conecta con las nociones de resistencia y preservación: los seres humanos creamos mitos personales para poder soportar la realidad y poder preservar nuestra cohesión personal. En cada curso de terapia, los terapeutas deberíamos respetar las defensas y estratagemas mentales que han permitido al paciente, a su manera, alcanzar el punto que hayan llegado.

En una de nuestras primeras sesiones, pedí a C.D. que se pusiera de pie. Su cuerpo casi siempre estaba híper-extendido y tenía una respiración superficial. Cuando le pregunté si tenía algún apego emocional me dijo que no. Estaba más centrado en su cabeza que en su cuerpo. Su cuello bloqueaba el flujo de energía entre el tronco y la cabeza. En vez de servir de puente energético, estaba obstaculizando el flujo.

Era un hombre de mucho pensamiento y poca acción. Aunque no sentía frío, le daban escalofríos en todo el cuerpo, especialmente en las piernas. Le sorprendía lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, con los ojos cerrados, permaneció centrado en el proceso, aceptando mis palabras de seguridad diciéndole que lo que estábamos haciendo era por su propio bien. Estaba claro: todo su esfuerzo estaba centrado en no colapsar. Le daba miedo que, si se dejaba ir, se caería. Le daba miedo que sus piernas le traicionasen, que todo su sistema le traicionase y que todo aquello que había estado tanto tiempo construyendo desapareciese como en un sueño. En términos psicológicos, los dos polos que estaban en ese momento intentando obtener el control y expresarse en la psicoterapia podían compararse con el ego y el self. El self es más juguetón, más infantil, mientras que el ego es más parecido a un adulto, más maduro y, en lo que se refiere al cuerpo físico, está más conectado con la columna vertebral.

LOS SIETE CENTROS ENERGÉTICOS PRINCIPALES Y SU ENRAIZAMIENTOLos seres humanos tienen siete centros energéticos principales, cada uno de los cuales debe estar bien enraizado.El primer centro energético, el centro base, está conectado con todo aquello que tenga que ver con la familia, nuestras raíces, nuestro trabajo, nuestro hogar y el espacio que ocupamos con tal de declarar nuestra existencia en el mundo. Un individuo bien enraizado no solamente tiene un buen contacto físico con sus pies y el suelo, también encarna el significado de la frase ‘se mantiene firme en su postura’. Aunque es importante que este primer centro esté enraizado, también es necesario que todos los centros energéticos del individuo lo estén si dicho individuo desea tener un cuerpo sano, personalidad y espíritu.El segundo centro energético, el centro del vientre, está conectado con nuestra sexualidad y nos acerca físicamente a los demás. Un hara bien enraizado (hara es el término en Hindi para el segundo centro) puede resultar en una buena conexión, no solamente con nuestro propio cuerpo, sino también con el de otra persona. En cierto sentido tiene que ver con nuestro comportamiento sexual.El tercer tipo de grounding está conectado con el plexo solar, que se encuentra debajo del pecho, en el diafragma, y está relacionado con el grounding social.El cuarto tipo de grounding está relacionado con la forma en que el corazón está enraizado, la forma en la que
la forma en que el corazón está enraizado, la forma en la que vivimos nuestras relaciones con aquellos que más cerca están de nosotros.El quinto centro es el centro energético del cuello y aquí el grounding tiene que ver con el discurso y la experiencia. ¿Decimos lo que hacemos y hacemos lo que decimos? ¿O nuestras palabras están simplemente vacías o son palabras ‘aladas’?El sexto centro energético es el que reside en la frente, entre y un poco por encima de las cejas.Es el centro de la intuición, de la imaginación arraigada, de los sueños y el simbolismo. Es aquí que vamos de un grounding externo a uno interno. Imágenes, sueños, la imaginación y el simbolismo están internamente enraizadas; tienen experiencia a sus espaldas que les nutre; tienen verdad; están, o bien integradas, o permanecen en un vacío existencial y en la nada.El séptimo y último de los principales centros energéticos se encuentra en la parte superior del cuerpo, en el centro de la cabeza. Es la base de nuestra identidad personal, nuestro ser en este mundo, e incluye nuestra identidad espiritual.

En psicoterapia corporal, cuando queremos trabajar con el ego, trabajamos con la columna vertebral: al trabajar en la columna vertebral, fortalecemos el ego. Cuando examinamos la parte trasera del cuerpo – la espalda y la columna – procuramos observar su rigidez y, al mismo tiempo, tomamos nota del estado de la parte frontal del cuerpo, que está directamente conectada con la vida emocional del individuo. La rigidez de la columna vertebral nos indicará la incapacidad del paciente de dejar que sus emociones se expresen. Por otro lado, una columna colapsada revela una tendencia a ceder el control, a caer fácilmente y a rendirse a sus propias emociones. Aquella persona que tenga la columna en este estado está gobernada por su parte infantil y tiene miedo de asumir las responsabilidades que se esperan de él o ella.

La tendencia de carácter manifestada por mi joven paciente C.D. era la tendencia hacia el control, a pesar de que existía una clara tendencia a desmoronarse – una tendencia al colapso, a buscar apoyo y rendirse a sus emociones, a sentir la alegría de un niño. Estas dos tendencias, como Boadella ha demostrado, existen en todo el mundo y son siempre polos opuestos. Esta polaridad se presenta como un tipo de estratificación… La parte exterior visible es un pobre escondite de la verdad, el otro polo, que se presenta disfrazado; puede desvelar, por lo tanto, lo que yace debajo. Nuestra estructura de carácter, la defensa que hemos construido en la forma particular que es nuestro cuerpo, revela nuestras necesidades reales. Mientras más rechacemos algo, más lo anhelamos. Lo rechazamos a cierto nivel y lo imploramos en otro. Así, C.D. daba la impresión de ser fuerte tanto físicamente como socialmente. En términos sociales, se mostraba siempre generoso. En vez de tomar de los demás, daba sin parar, escondiendo su verdadera necesidad, que era tomar, recibir aceptación y amor a cualquier precio y, en lo que se refiere al cuerpo, poder caer y ser apoyado por los demás.

Un poco más tarde, en la misma sesión terapéutica con C.D., cuando sintió que yo estaba realmente ahí para apoyarle, conectó con el recuerdo de una ex-novia:

“Puedo ver su rostro, sí, puedo verla en frente mío, más grande que mi vida. Me dice que está embarazada. Esa noticia hace que mi sangre se congele. Estoy en un aprieto… La quiero pero mis padres no la aceptan. Y quiero su aprobación. Me encanta estar con ella, pero ahora está embarazada y yo estoy en un aprieto...”

Su cuerpo, desde la cintura hacia arriba y, especialmente su espalda, estaba completamente rígido. Sus piernas, desde la pelvis hacia abajo, se agitaban de la misma forma en la que se moverían las piernas de un títere cuyas cuerdas se mueven rápidamente hacia adelante y hacia atrás. Le pedí que reflexionara sobre sus sentimientos y se dio cuenta de que estaba enfadado.

“Estoy enfadado, muy enfadado porque… ¿por qué me harían esto?”

Le pregunté si podía identificar con quién estaba enfadado y me contestó inmediatamente: “Con ella, estoy enfadado con ella; ¿cómo ha podido hacerme algo así…?

En ese momento era como un coche totalmente acelerado pero con el pie firme en el pedal de freno. Estaba al borde de saltarse la señal de 'Stop'. Sabía lo que quería hacer y, cuando le pregunté qué era, me respondió inequívocamente:

“Quiero golpearla… quiero golpearla...”

No atacó hasta que le di el permiso de hacerlo. La energía estaba ahí, lista para liberarse, pero no de forma controlada…

Le conduje hacia un colchón con un montón de cojines sobre él. Se arrodilló y comenzó a golpear un gran cojín y, para hacérselo más fácil, lo cogí y lo sostuve en frente de mi pecho. Golpeó el colchón una y otra vez y después, tras la primera liberación de rabia, se dio cuenta de cómo se sentía realmente: se dio cuenta de que tenía miedo. Tenía miedo de enfrentarse a la situación y, al mismo, tiempo, sentía algo nuevo. Quería quedarse con el bebé. Pero a sus padres no les gustaba la chica. Así que no podía ser. La cuestión del niño le puso cara a cara con su miedo a ser dependiente: perdería el control. Era parte de su estructura de carácter, parte de su neurosis.

Los individuos neuróticos tienen miedo de la dependencia, de la misma forma que temen la independencia, dependiendo del extremo en el que se encuentren: si están demasiado enraizados, temen la dependencia; tienen, lo que diríamos, una obsesión patológica con la independencia. Por otro lado, cuando un individuo está especialmente desarraigado, muestra un tremendo miedo a la independencia y una obsesión con la dependencia. La habilidad de moverse entre ambos extremos, dependiendo de las circunstancias, y de disponer una experiencia práctica de la interdependencia, es un signo de salud mental. (En relación con la interdependencia, las sociedades occidentales tienen un efecto negativo en la salud mental de la gente poniendo un enfermizo o patológico énfasis en la independencia y en la auto-suficiencia del individuo. De esta forma crean la ilusión de que el hombre es un ser autónomo y auto-suficiente que puede vivir independientemente del resto de 'individuos').

La dependencia funcional de la psicoterapia

En psicoterapia creamos un tipo de dependencia funcional que permite al paciente recibir, a través de la relación terapéutica que tenemos con él, aquello que no recibieron durante su desarrollo personal, con tal de que puedan adquirir una interdependencia funcional. El objetivo es poder empoderarle para que puedan saber cuándo tomar la iniciativa y abrir el camino y cuando seguir a otros sin sentirse inferior. En psicoterapia corporal, cuando hablamos de dependencia, independencia e interdependencia no hablamos de meros constructos mentales o conceptos que asimilamos mentalmente. Son procesos corporales, procesos que se registran en los seres humanos puramente a nivel celular y que resultan evidentes en el tono muscular del paciente.

Cuando vamos a psicoterapia, llegamos cargados de nuestros déficits. Si nuestros padres no nos han dado el tipo de apoyo que nos permite sentir que nuestros pies están firmemente arraigados en la tierra, tendremos la sensación de que el suelo se escurre bajo nuestros pies. La tierra y nuestros padres – más específicamente, sus cuerpos – juegan el mismo papel. Nos ofrecen el terreno que necesitamos para valernos por nosotros mismos, a nuestro propio ritmo, para que podamos caer de forma segura sin temer estrellarnos contra el suelo y poder levantarnos con confianza en nosotros mismos. Es éste el terreno que ofrecemos a nuestros pacientes en psicoterapia corporal, en lo relacionado con el espacio, el tiempo y el sostén corporal – sostén ofrecido por el cuerpo del terapeuta. La inseguridad se expresa también en el tono muscular de aquel paciente que no confía en nadie: para no caer, tratan de sostenerse solos. El resultado: excesivo control, rigidez, sobrecompensación, tensión muscular y, en este último caso, debajo, encontramos a menudo un tono muscular débil. Es trabajo del terapeuta ayudar al paciente a romper el ciclo bipolar de rigidez y colapso. Los terapeutas son muy conscientes de esto. El objetivo de la terapia es la creación de un individuo maduro y bien integrado que sabe cuándo apoyar a los demás y cuando dejarse apoyar.

En el anteriormente citado caso del joven C.D., existía una tendencia hacia el miedo y la rabia alternativamente. En su cuerpo, se movía de hecho entre los extremos de rigidez y colapso. Tono muscular tenso, una espalda tan dura como la piedra, respiración superficial y piernas temblorosas… Mi mano en su espalda le dio una sensación de apoyo, que le permitió explorar lo que estaba experimentando en profundidad.

Del miedo a la rabia progresó finalmente hacia la satisfacción y, también, hacia la tristeza. La tristeza fue totalmente una sana reacción que mostró que la terapia progresaba adecuadamente. Pudo salir del círculo vicioso y del impás de miedo / rabia. La tristeza fue de ayuda para poder crear un grounding mejor. Su novia estuvo de acuerdo con abortar. C.D. se dio cuenta de cuán triste se sentía pero fue incapaz de encontrar otra solución. Se sintió aliviado. Pudo entonces ir al médico que le aseguró que 'todo había ido bien'. Vio a su novia salir del quirófano. Estaba bien… Los temblores disminuyeron. Su cuerpo se estabilizaba a pesar de que la hiperextensión seguía ahí. Creí en ese momento, y mi creencia se confirmó más tarde, que su postura corporal disfrazada tenuamente su mayor miedo, que era encontrarse con su propio miedo.

Dicho miedo era el de un niño cuyos padres no iban a estar cuando más los necesitara. Eran el miedo y la vergüenza de un niño que temía que sus padres olvidaran recogerlo a la salida de la escuela, que temía que lo dejasen solo en su habitación durante horas, que temía llegar a casa con malas puntuaciones, que siempre era criticado por sus padres, a quien regañaban por enésima vez, que temía que no estuvieran cuando los necesitaba para que le apoyaran emocionalmente y le abrazasen. Era el miedo de un niño que quería que sus padres estuvieran a su lado, para que satisficieran sus necesidades individuales, pero que se encontró solo… el miedo de un niño que anhelaba una sensación de seguridad física, que ansiaba sentir a sus padres sosteniéndole y apoyándole y sentir que tenían tiempo, no sólo para su trabajo, sino también para él.

4 Grounding es uno de los métodos terapéuticos de Biosíntesis y se utiliza a menudo como sinónimo de enraizamiento (N. de la T).

Psicoterapia Corporal

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