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La guerra de las avispas No' ch'uchu a'om howal

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A la cueva de los jaguares llegó cierta tarde un grillo vagabundo, queriendo pasar allí la noche. Sin el consentimiento ni el permiso de los dueños de la mansión, se introdujo en un pequeño agujero de la cueva y allí como costumbre o como vicio innato a su ser, comenzó a chillar escandalosamente durante la noche. Con sus chillidos, el grillo perturbó la calma que reinaba, inquietando a la gran familia de los carnívoros.

Los chillidos del grillo que enloquecían a los habitantes de la cueva se escuchaban largamente, rajando el silencio e interfiriendo en las profundas meditaciones de los reverendos búhos que se hallaban en su retiro sobre musgosas ramas de viejos chapernos.

Pasadas unas horas y no resistiendo más los escandalosos chillidos, los jaguares se levantaron bravísimos y con claras intenciones de exterminar al causante de aquella música nada agradable.

Dieron zarpazos por todos lados buscando al que les perturbaba la calma, pero no podían localizarlo porque la noche estaba oscura y porque el chillón que abusaba de la buena voluntad de los posaderos se hallaba metido en el agujero más alto y oculto de la pensión.

Al amanecer, los jaguares se levantaron malhumorados y velaron la salida de aquel desconocido que los había desvelado toda la noche.

El grillo dio un salto y se puso a descubierto.

Los jaguares se extrañaron al ver la pequeñez del músico que los había puesto rojos de ira.

—¡Bájate de ahí!, le gritaron.

El grillo se quedó estático sin moverse de su escondite.

Si bajaba, seguramente no volvería a dar más serenatas por las noches tranquilas; por eso, midiendo el peligro no se movió de su lugar. Los jaguares volvieron a insistir:

—¡Bájate para darte tu merecido!

Entonces el grillo buscó pronto una forma segura para escaparse del peligro; y así, seriamente dijo:

—¡Qué vergüenza! Ustedes que son llamados «reyes de los animales», así quieren terminar con este sencillo e indefenso trovador nocturno, que sólo pretende expresar amor en sus cantos. ¡Vaya título de nobleza!

Los jaguares se sintieron más ofendidos y volvieron a replicar:

—Llama entonces a quienes te puedan ayudar porque nosotros no nos humillaremos ante nada ni ante nadie.

El grillo volvió a responder:

—Si yo llamara a otros insectos en mi defensa, estoy seguro que nosotros venceríamos: pero mi deseo es que haya paz y tranquilidad entre nosotros.

—¿Cómo pueden unos simples insectos vencernos, nosotros los más fuertes de los animales?, rugieron los jaguares. ¡Eha! Que vengan todos los que quieran en tu ayuda, que aquí los esperaremos también los de mi especie; con garras y colmillos.

Un conejo que escuchaba la discusión, dispuso colaborar con el amigo grillo; y así presuroso se fue por el bosque con grandes tecomates y pumpos en busca de toda variedad de avispas.

Las avispas todas aceptaron ayudar al grillo y así, con toda la ponzoña acumulada en sus aguijones, se metieron dentro de los pumpos y tecomates para ser transportados al lugar donde se desarrollarían los acontecimientos.

Los jaguares también hicieron lo mismo, llamando en su ayuda a todos los animales más grandes y feroces como los leones, pumas, tigrillos, jabalíes, etc. Se encontraron en el llano establecido y el grillo se acercó saltando para dar el aviso que ya estaban listos.

Los jaguares, al escuchar que el bando contrario estaba preparado, se abalanzaron furiosos sobre los tábanos y avispas, rugiendo y causando gran pánico entre los habitantes del bosque.

El conejo esperó el momento oportuno, y cuando lo creyó conveniente, destapó los enormes pumpos y tecomates, saliendo entonces en torrente las furiosas avispas, buscando los cuerpos de sus enemigos para hundirles sus venenosos aguijones.

El cuerpo de todas las bestias feroces fue cubierto por las envalentonadas avispas, y por más que rugían, corrían y se sacudían, no podían deshacerse de sus atacantes; que cada vez más furiosas inyectaban sus venenos en los ojos, la nariz, debajo de la cola y en todas partes, atormentando horriblemente a los felinos.

Cansados de lidiar en vano, las bestias se revolcaron por el suelo tratando de librarse de sus incansables perseguidoras.

Es duro creerlo, pero de esta forma el grillo, con ayuda del conejo y de las avispas logró vencer fácilmente a los temibles jaguares que se desbandaron buscando refugio y salvación en sus cuevas y entre los matorrales.

El pájaro que limpia el mundo

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