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De ratón a murciélago No' tx'ow xhpak'i sotz'al

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Cuando el Creador y Formador creó a todos los animales, cada especie corrió a reconocer el lugar que habitaría según se les había indicado. Los felices fueron los pájaros que volaron cantando a los guatales a hacer sus nidos. Solamente Tx’ow, el ratón, se había quedado estático contemplando el maravilloso vuelo de las aves.

— ¡Vete! —le decía Watanh. — Vete a comer granos de maíz, semillas y toda clase de comida olvidada. Pero Tx'ow no hacía caso y permanecía en el mismo lugar, resentido y con un leve temblor de cuerpo.

Enojado, Watanh lo tomó de la cola y lo aventó entre los matorrales. Tx'ow continuó con su hermético silencio, solamente le atraía observar con ojos saltones, el vuelo de los pájaros cantores.

Luego, se observaba a sí mismo y se entristecía. Podía dar pequeños saltos pero volar, ¡le faltaba esa gracia!

Después de meditar largo rato, el pequeño Tx'ow dijo:

—Ahora es cuando. Y antes de que pase más tiempo, iré a convocar a los pocos de mi especie (que al principio eran muy pocos), pues han de estar también inconformes como yo.

De esta forma Tx'ow convenció fácilmente a sus hermanos y una tarde la delegación ratonil se presentó ante Watanh chillando:

—¡Witz'itz'i'! ¡Witz'itz'i'!

—¿Qué quieren? ¡Hablen!, les ordenó Watanh.

La delegación hacía esfuerzos por hablar pero no pudo. Los miembros lo intentaban y únicamente «¡witz'itz'i'!» decían.

El sabio Watanh comprendió que llegaban a protestar por su condición y les dijo:

—¿Quisieran ustedes volar como pájaros?

Los delegados prorrumpieron en un bullicioso ¡witz'itz'i', witz'itz'i'! mientras movían la cabeza en señal afirmativa. — Bien, dijo Watanh. —Mañana deben llegar al lugar de Txejwob'al y allí les daré la oportunidad.

La delegación se alejó satisfecha, pensando en la proximidad de una resolución favorable a sus demandas. Y para celebrar el gran acontecimiento, hubo regocijo en las madrigueras toda la noche.

Al amanecer, Watanh ya estaba en el punto señalado cuando se fueron asomando los inconformes roedores.

—¡Listos, a la prueba!, ordenó Watanh.

—Los que logren saltar esta zanja, obtendrán alas de inmediato y se irán volando. Los que fallen y no pasen la prueba, permanecerán en su misma condición.

Los protestantes se enfilaron uno detrás del otro y se lanzaron a la gran aventura.

Los que lograban con penalidades alcanzar el otro borde, recibían sus alas y se iban volando a las cavernas, sin cambiar de aspecto. Los que no lo lograron y aterrizaron entre el lodo, se conformaron con su suerte.

Al terminar la gran prueba, Watanh les advirtió:

—Ya no quiero que me vuelvan a molestar. Ustedes los Tx'ow, seguirán alimentándose de granos y semillas y podrán, si quieren, treparse a los árboles a hacer sus nidos. En cambio los ganadores de la prueba se llamarán desde hoy Sotz', y el día será para ellos noche. Se alimentarán de sangre y de mosquitos y dormirán de cabeza, prendidos en las paredes de las cuevas, desde hoy y para siempre.

Así fue como Tx'ow aprendió a aceptarse a sí mismo y entendió que sus parientes los Sotz', tampoco habían encontrado la felicidad en su nueva condición de quirópteros; aunque en el salto perdieron la cola y les crecieron las uñas por alcanzar el borde de la zanja.

El pájaro que limpia el mundo

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