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I. EXPLICACIÓN DEL TÍTULO VELLEI PATERCULI AD M. VINICIUM LIBRI DUO

1. Aproximación biográfica a su autor

Presentamos una obra en cuyo texto encontramos referencias a Veleyo Patérculo y la dedicatoria a Marco Vinicio, cónsul del año 30 d. C. En cuanto al nombre del autor, la edición de 1520 llevaba en el frontispicio P. Vellei pero en el texto aparece la inicial C., que es preferida por los editores modernos F. W. Shipley, K. Halm y C. Stegmann von Pritzwald. La inicial P. puede haberse tomado de Tácito, An. III 39, 1; por su parte, algunos prefieren seguir a Prisciano (GLK II 248, 4) y creer que se llamaba Marco Veleyo.

La dedicatoria puede explicarse mejor si conocemos los antecedentes familiares del autor, de una distinguida familia de Campania. Los méritos de sus antecesores por línea paterna y materna justifican su aspiración de continuar asumiendo elevadas responsabilidades al servicio de Roma. En la familia de su padre, su abuelo, C. Velleius, del orden ecuestre, fue uno de los 360 jueces nombrados por Pompeyo para combatir la corrupción en 52 a. C. Sirvió en el ejército con el empleo de praefectus fabrum o capataz militar, bajo la dirección de Pompeyo y después, con Marco Bruto probablemente en Macedonia. Conoció al padre del emperador Tiberio. El historiador recuerda que el año 40 a. C., tras la derrota del ejército de Antonio, Gayo Veleyo protegía la huida de Tiberio Claudio Nerón, su esposa Livia y un pequeño de dos años que sería el futuro emperador. Capitón, tío del escritor, defendió la causa de Octavio y llegó a ser senador. Esta filiación política se infiere también de que participara como suscriptor junto a M. Agripa en el proceso contra uno de los asesinos de César, Gayo Casio, conforme a la lex Pedia en el año 43 a. C.

En la familia de su madre tenía también ilustres ascendientes. Según cuenta Tito Livio, Decius Magius fue hecho prisionero por Aníbal tras la batalla de Cannas, y habiendo escapado en Cirene, a donde había sido arrastrado el navío que lo transportaba, se acogió a la protección de Ptolomeo IV Filopátor, que le concedió la libertad (Livio, XXIII 7, 10). Minatius Magius de Eclano, nieto de éste, en tiempos de la guerra social, reclutó una legión para Roma, con la que tomó Herculano y en auxilio de Sila puso sitio a Pompeya. Fue premiado con la ciudadanía romana y la pretura de sus dos hijos, uno de los cuales fue el abuelo materno de Veleyo. El nombre que llevaba el hermano de nuestro autor era Magius Celer Velleianus, y había sido adoptado, según unos, por M. Magius Maximus, prefecto de Egipto con Augusto, o, según otros, por Numerius Magius de Cremona, también capataz militar a las órdenes de Pompeyo como su abuelo paterno, en el 49 a. C. Veleyo Patérculo nos informa de la participación de su hermano en la guerra de Tiberio contra los dálmatas en 9 d. C. y de la obtención de la pretura en 15 d. C.

De la vida de Veleyo Patérculo tan sólo conocemos su experiencia en el ejército, durante doce años, y la obtención de la pretura, en compañía de su hermano, en el año 15. Comenzó con el puesto de tribuno militar a las órdenes del padre de Marco Vinicio. Estuvo en Tracia, Macedonia, Acaya y Asia. Siguió a Tiberio con ocasión de la campaña del Rin como prefecto de caballería, y le acompañó en su triunfo el 23 de octubre del año 12 d. C. Lipsio, y en nuestra época, R. Syme y J. Hellegouarc’h, sospechan que pudo ser víctima de la caída de Sejano, amigo de Vinicio, en el año 31 d. C., por lo que la dedicatoria de esta obra un año antes podría haber sido fatalmente inoportuna.

2. Marco Vinicio

En cuanto al destinatario de la obra, Marco Vinicio, sabemos que era nieto del procónsul del año 14/13 a. C. en Panonia; según el propio Veleyo y Floro, tuvo que reprimir una revuelta mientras esperaba refuerzos que le traía Agripa. Lo encontramos después, en el año 11 a. C., ya como legado de Augusto pro praetore en el Ilírico; en el 10/9 hizo frente a un ataque de los dacios. Su carrera militar continuó con el mando sobre las tropas de Germania entre los años 1-4 d. C. en sustitución de Lucio Domicio Ahenobarbo, que estuvo con el padre de Veleyo acompañando a Gayo César en su viaje a Oriente. Cuando fue reemplazado por Gayo Sencio Saturnino —que había sido cónsul en 19 a. C.— recibió el reconocimiento del triunfo. Su hijo Publio Vinicio, nacido en 33 a. C., fue procónsul en Macedonia —probablemente en 1 a. C.— y colega de Publio Alfeno Varo en el consulado el año 2 d. C. Destacó también por su conocimiento de las letras, por su afición a la poesía ovidiana y su dominio de la retórica. La dedicatoria de la obra de Veleyo al cónsul del año 30 de la era cristiana está en consonancia con los gustos literarios del destinatario, un hombre cultivado y elocuente de treinta y cinco años a quien Tiberio escogió para el matrimonio de Julia Livila, hija de Germánico (cf. Tácito, An. VI 15, 1). Con Calígula recibió el patriciado. Desde Tiberio hasta Claudio fue siempre familiar en la corte 1 . Acompañó a este emperador a Bretaña en el año 43 y fue por segunda vez cónsul en el 45, junto con Tito Estatilio Tauro Corvino. Murió el año siguiente, víctima de un envenenamiento en el que se adivinan las artes de Mesalina (cf. Dión Casio, LX 27, 4). Le hicieron funerales oficiales por orden de Claudio.

II. LA OBRA QUE NOS HA LLEGADO

1. Características del texto conservado

Se han consagrado muchos esfuerzos a la conservación y restauración del texto de este relato histórico, que no nos ha llegado completo. El monje benedictino Bilde Beat von Rheinau, alsaciano de Schlettstadt, conocido como Beatus Rhenanus, discípulo y amigo de Erasmo, encontró un manuscrito en el monasterio de Murbach en 1515 (M). Se cree que se hizo entonces una copia del texto (R). Entre mediados de enero y mediados de marzo de 1521 (a pesar de que figura en la portada el mes de noviembre de 1520) el humanista Renano consiguió publicar la editio princeps (P) de la obra con las notas críticas de su secretario Albert Bürer (B); el libro iba encabezado por una carta al elector de Sajonia, una vita de Veleyo y un prólogo. El texto llevaba el título de Historia romana, a pesar de que el libro primero se remonta a la colonización helénica, un recuerdo teñido por el paso del tiempo en fábulas mitológicas. En 1835, J. C. Orelli descubrió en la biblioteca de la Universidad de Basilea un apographon (A) del códice murbacense perdido para nosotros, que había copiado Bonifacio Amerbach en agosto de 1516; esta copia no parece haber sido corregida debidamente, por lo que presenta defectos y errores, y su identificación con R es problemática. Se trata de la única copia existente en la actualidad. En ella sólo se expresa a modo de título Vellei Paterculi ad M. Vinicium libri. Pero se ha perdido el comienzo de la obra, que debía comprender un proemio y un relato sobre el retorno a la patria de los héroes más importantes de la guerra de Troya; se echa de menos también una parte de la narración entre 1, 8 y 1, 9, que podría abarcar unos 580 años de historia, entre la fundación de Roma y la tercera guerra macedónica. Para fijar de una forma satisfactoria el texto de esta obra, los editores se sirven del manuscrito y la edición citados, de notas del humanista Renano en su edición de Germania y de una serie de aportaciones críticas que diferentes editores e investigadores han venido haciendo desde el Renacimiento.

2. Fuentes de los episodios históricos

El autor menciona ocasionalmente la fuente de que se ha servido para componer un episodio. Así, por ejemplo, en I 6, 6 los Anales de Emilio Sura o en II 16, 3, los Anales de Quinto Hortensio Hórtalo; en estos dos casos se trata de obras perdidas para nosotros. De los Origines de Catón, contra quien Veleyo sostiene una fecha distinta para la fundación de Capua en I 7, 3, y de Fabio Pictor puede haber tomado algunos testimonios sobre los primeros tiempos de Roma. Pero quizá lo consultó a través de la obra general de Cornelio Nepote Chronicorum libri III, que le habría servido 2 para la primera parte de la obra, esto es, el primer libro y el segundo hasta el capítulo 41. De esta manera, la parte restante se concentraría en la creación del principado y en sus representantes más destacados, César, Augusto y Tiberio. Nepote habría utilizado para su propia obra las fuentes griegas y en particular Apolodoro de Atenas, que recogía los datos sobre la fundación de las colonias helénicas. Otra fuente probable para la parte primera, es la obra de Atico Líber Annalis, publicado aproximadamente entre los años 50 y 46 a. C. Burmeister 3 advirtió la coincidencia de Valerio Máximo (II 7, 10), Frontino (IV 1, 23), L. Ampelio (XVIII 14) y el autor De viris illustribus 4 con Veleyo en el episodio de Metelo en la batalla de Contrebia (II 5, 2 y 3). Las observaciones que se encuentran en la obra acerca de determinados monumentos han sugerido a los críticos la relación con los conocimientos del anticuario Varrón y en concreto con sus Disciplinarum libri. La narración de la fuga de Mario (II 19, 2-4) parece tomada de Cornelio Sisenna, que también puede haberle servido de modelo en otros aspectos de la reconstrucción de los orígenes de las guerras civiles. Las coincidencias entre la historia de Veleyo Patérculo y el epítome que hizo Justino de la obra de Pompeyo Trogo, pueden tener origen en una fuente común. Para las noticias sobre hombres ilustres, parece verosímil también la inspiración en documentos biográfico-panegíricos conservados en los archivos de las grandes familias y que en ocasiones se daban a conocer para impulsar con vientos de propaganda las ambiciones de sus miembros. Tales podían ser las Vitae de Escipión Emiliano, de Mummio y de Druso. Hellegouarc’h considera probable también la lectura de las memorias de Sila, para la redacción de los episodios de esa época.

En la segunda parte observamos algunas semejanzas con relatos de la obra de Livio contenidos en las periochae. Las coincidencias con Apiano en la narración de las guerras civiles parecen provenir de una fuente común, que sería Asinio Polión. En el período histórico más cercano a la vida del autor pudo contar con testimonios orales; podemos suponer la consulta de documentos oficiales como los acta senatus y los acta publica. Suetonio (Aug. 85, 1) recuerda la existencia de unos Commentarii autobiográficos de Augusto, que junto con las Res Gestae 5 pudieron servir de base para los relatos del comienzo del principado. Acerca de la preparación del material histórico sobre la campaña contra Marbodo, C. Jodry 6 sugiere la consulta de los documentos militares de los archivos imperiales, aunque conociera algunos datos por testimonios de los combatientes. Se ha observado también la posibilidad de que leyera un discurso de Tiberio ante el senado que menciona Tácito (An. II 63) y que podría haber tenido en cuenta también Estrabón.

En cuanto a las ideas, es difícil distinguir las influencias, pues si bien se ha citado a Salustio 7 como inspirador del comienzo del libro segundo, el propósito moralizante se mantiene a lo largo de toda la obra 8 ; con ese criterio se eligen los ejemplos y las anécdotas, se censuran los comportamientos licenciosos. La dignificación de la sencillez y de la austeridad en la vida privada se observa también en Livio y en la literatura ejemplarista de esta época, mientras se elogia la magnificencia pública. A este respecto cabe comparar la obra de Veleyo con la de Valerio Máximo 9 .

3. Consideraciones sobre el valor histórico y literario de la obra de Veleyo Patérculo

La interpretación del pasado en un escritor de comienzos del imperio debía inevitablemente tener consecuencias para el presente. La ideología del principado tendía a ofrecer una interpretación de la historia republicana como el desarrollo de un pueblo en busca de una identidad, que no le pudieron dar muchos hombres que actuaron como particulares, ni tampoco un amplio dominio territorial. No se trata de una obra sencillamente histórica, sino que toma datos históricos como materia para la elaboración. Si el texto que nos ha llegado fuera un compendio de una historia universal más amplia, que se habría compuesto aprovechando algunas partes redactadas para la obra extensa, es posible que los datos no estuvieran bien ajustados 10 . Semejante catástrofe cronológica era previsible para aquellos que interpretando la festinado en la que se ampara el autor para desentenderse del desarrollo de un tema por extenso, la refieren a la necesidad de presentar en poco tiempo esta ofrenda literaria a Marco Vinicio. Se puede elegir entonces entre entender que esta obra es un resumen precipitado, y entrar en el juego de su autor, admitiendo el mosaico compuesto de pequeñas teselas coloreadas. La festinatio sería una escapatoria audaz de aquella manera de escribir historia, en la que el autor la recreaba en directo, los protagonistas hablaban y convencían con sus discursos, y el lector ponía su pie en el campo de batalla.

La atención que reciben en la Historia romana los hombres del orden 11 ecuestre puede ser explicada no sólo porque el autor fuera uno de ellos 12 , sino por la necesidad que tenía el nuevo régimen del apoyo de este sector social 13 para mantenerse, pues los patricios habían sido diezmados por la serie de guerras civiles y proscripciones 14 . Esta labor de sustentación de la república, trasunto político de la norma de conducta del buen soldado, está representada en la obra por el personaje de Tiberio 15 . La historiografía conservada de esta época probablemente no tenía otra posibilidad que la de elogiar el régimen político existente 16 . La caracterización de este emperador con las virtudes más destacables 17 (junto con los valores políticos de conscientia y prudentia), ha sido también motivo de crítica y reprobación de estos libros de historia 18 , pues se ha dado mayor crédito a la descripción moral que nos dan Tácito y Suetonio. Según ha señalado J. Hellegouarc’h 19 , Veleyo y Tácito sólo coinciden en atribuir a Tiberio la virtud de la moderado. I. Lana 20 dedicó un estudio al tratamiento propagandístico del material histórico en esta obra. M. L. Paladini 21 corrigió los excesos de esta perspectiva, y señaló con acierto que la coincidencia entre Veleyo, Salustio y Valerio Máximo en la pretensión de que cada hombre sea juzgado por su valía personal, no por la condición heredada en su nacimiento, se debe a un concepto transmitido por la retórica y que no se puede atribuir a la propaganda. A este respecto se ha señalado la influencia de la tradición del género biográfico 22 , como se observa en el recurso a la genealogía, propio de la biografía griega, todavía importante en la obra de Dión Casio.

Las aspiraciones de Veleyo Patérculo de conseguir un ascenso social 23 haciendo valer sus habilidades literarias para alcanzar el favor de los poderosos resultan evidentes. R. Syme 24 puso de relieve algunos silencios de Veleyo. Por ejemplo, su respeto por Sejano determinó probablemente que omitiera la circunstancia de que quien acabó con la guerra de África de los años 17 al 24 d. C. fue P. Cornelio Dolabela, que no recibió recompensa, y no el tío del ministro de Tiberio, Junio Bleso, al que otorgaron ornamenta triumphalia. También expresa sus dudas sobre la pretendida clemencia de César con sus enemigos vencidos en las batallas de Accio y Alejandría; Veleyo escamotea los detalles del castigo, nada clemente, de los amantes de Julia. F. A. Marx 25 compara la exposición que hace Dión Casio de las guerras contra los germanos con la de Veleyo y valora el conocimiento autóptico que este último tenía de los hechos. Así lo estima también E. Koestermann 26 . Su relato es fuente primordial del episodio de Arminio. W. S. Watt acepta la omisión del párrafo en el que se introduce la doctrina de las cuatro monarquías, por considerarlo una interpolación. Este tema ha sido investigado por J. W. Swain 27 .

En cuanto al estilo, la influencia de los historiadores analistas es sólo aparente 28 . Durante el clasicismo romano se produjo una reelaboración de los términos en que se planteaba la discusión sobre el estilo. Una de las controversias que se reprodujeron entonces enfrentó a los partidarios del asianismo con los defensores del estilo aticista. El padre del asianismo fue Hegesias de Magnesia, que se esforzó por concentrar los períodos, mostró preferencia por las metáforas y los contrastes antitéticos. Cicerón distinguía dos escuelas asianistas: la del genus sententiosum et argutum, cuyo representante es el historiador Timeo, que él aprueba, y la caracterizada por un exornato et faceto genere uerborum, que encabezaban Esquilo de Cnido y Esquines de Mileto (Cicerón, Brut. 95, 325). En la época de Tiberio destacaba la escuela asianista de Teodoro de Gádara, maestro de Hermágoras, que se oponía a la aticista de Apolodoro de Pérgamo. Estos últimos consideraban la retórica como una epistēmē, aquéllos como un ars técnica que se puede aprender. Veleyo Patérculo gusta del nuevo estilo, no emprende la imitación 29 de los clásicos, aunque deja constancia de su admiración por Cicerón con un encendido elogio. E. Fantham opina que la interpretación de Veleyo de la historia a la manera retórica está claramente en la tradición del De oratore de Cicerón 30 . Tácito presenta a Aufidio Baso y a Servilio Noniano como seguidores de esta técnica literaria asianista. Los excursus literarios parecen un tributo a las exigencias escolares, pues se pueden encontrar otros juicios semejantes a los vertidos por Veleyo en su obra 31 . H. Georges 32 abre su estudio sobre la elocución en la obra de Veleyo Patérculo con la serie de sus detractores. Pero con anterioridad, el erudito G. J. Vossius puede ofrecernos una opinión autorizada para conceder cierto mérito a este autor casi olvidado. Los tratados de retórica de este humanista del XVII muestran un conocimiento profundo de la tradición de la teoría literaria de la Antigüedad tanto en lengua griega como latina; los intentos de comprensión del texto debe dejarse guiar por los principios teóricos con los que se concibió. Más que una valoración estética en positivo o una sentencia condenatoria, reclamo al lector esa comprensión, a pesar de que resulte de ello un gozo intelectual y no un agradable placer artístico. El propio Georges lamenta que H. Sauppe y F. Kritz no lo entendieran así. Georges, siguiendo a Sauppe en el análisis minucioso, destaca los pasajes impregnados de color poético, las figuras (interrogaciones, exclamaciones, apóstrofes, lítotes, endíadis, quiasmos, zeugma, redundancia) y algunos usos sintácticos. La observación de nuevos sentidos que se advierten en la lectura de la obra da ocasión 33 para una enumeración detallada de los sustantivos, abstractos en su mayoría, que Veleyo emplea para evitar una trivialización de su discurso. De acuerdo con la estructura compositiva a la que hemos hecho referencia, el relato consta de pequeñas unidades temáticas que se suceden. La transición entre ellas no importa tanto como su eficacia en la transmisión del mensaje que se pretende. Dentro de cada unidad, el empleo de los participios y de la construcción participial de ablativo absoluto tiene su modelo en los historiadores griegos. La ampliación de la noticia que constituye el núcleo sintáctico se realiza mediante estos elementos y por la frase de cum histórico, a fin de ofrecer los antecedentes, pero también se suman otras frases de diferente contenido. El procedimiento más común en los exempla es la mera acumulación, pero difícilmente se puede encontrar un ejemplo carente de referencia a otro anterior o a otro u otros posteriores. Se producen múltiples referencias que al principio parecen dispersas, pero que nunca están aisladas ni aparecen por casualidad o descuido del autor. Todo está calculado. Los episodios que cuentan con protagonistas de mayor importancia admiten la narración analística a la vez que una cierta variedad sintáctica. Lejos de entender el texto como una sucesión de enunciados entre los que predomina la parataxis, reconocemos una búsqueda de la variedad en los enlaces coordinantes.

III. LA INFLUENCIA DE LA HISTORIA ROMANA DE VELEYO PATÉRCULO EN LA POSTERIDAD

Pocos usos lingüísticos de esta obra se observan en otras posteriores; no se considera probable, en todo caso, que se divulgaran por medio de la obra de Veleyo. Las circunstancias políticas en las que se había compuesto, condicionaron también la vitalidad e influencia de su creación literaria, dificultando que tuviera seguidores directos. El siglo cuarto retomó, por gusto o por necesidad, la práctica del compendio y curiosamente algún resto de este retoricismo. Así Servio Sulpicio Severo 34 , autor cristiano que vivió entre 365 y 425, muestra en su obra parecidos formales, pero no podemos asegurar siquiera que hubiera leído directamente el texto de Veleyo. Algunas expresiones son empleadas por Solino y Hegesipo, pero parecen derivar de fuentes comunes a Veleyo más que de la obra histórica de éste 35 . Más interesante es la comparación con las Historias y Vida de Agrícola de Tácito 36 . Veleyo es mencionado por Prisciano y por un escoliasta de Lucano (VIII 663; IX 178). En el siglo XIII Roger Bacon tenía noticia de que esta historia recogía juicios literarios 37 . En España, la obra fue consultada por Antonio Agustín, y debió ser conocida en los círculos intelectuales de la época de los Austrias 38 . Fue texto escolar en la Inglaterra isabelina y en Francia desde la segunda mitad del XVII 39 . Menéndez Pelayo cita el juicio de una obra de B. Barrientos, donde se expresa una valoración del estilo de Veleyo 40 .

IV. LAS EDICIONES Y TRADUCCIONES

1. Ediciones

Desde el descubrimiento de Beatus Rhenanus, el texto mereció la atención de otros editores como Gelenius (Basilea, 1546), Aldo Manucio (Venecia, 1571), Acidalius (Padua, 1590) y Justo Lipsio (Leiden, 1591) en el mismo siglo XVI . Este último humanista volvió a editarlo nada más comenzar el siglo siguiente en Amberes (1600), y en el mismo año en que lo hacía también Jano Gruter en Francfort (1607). Las ediciones importantes se suceden con un intervalo de algo más de treinta años durante este siglo (la de Vossius es de 1639 y de 1678 la de Heinsius). Las ediciones anteriores al descubrimiento del texto A tienen para nosotros un valor documental. Recordemos las más importantes: la de la imprenta de Froben 1542; la de la imprenta lugduniense de Sebastián Gryphius 1552 con Floro, Sexto Rufo, Mesala Corvino y Eutropio; la de Federico Sylburg, en Francfort 1588, en folio; la primera edición de Schegkio en la imprenta de Wechel, 1589, con las notas aldinas; la influyente de Padua con lecturas de Valentín Acidalio, 1590, en octava; la editada por Raphelengio en 1591, con notas de Aldo, Schegkio y Lipsio, después corregida por éste, en la de 1592 en octava; las de Fulvio Ursino en Amberes, 1595, en octava, y Jerónimo Commelin, en 1596; la segunda de Jacobo Schegkio en Francfort, imprenta de Palthen, 1602; la cuidada edición con notas de Justo Lipsio e introducción a Tácito, Amberes, Moreto, 1607, en folio; aquélla de Jano Gruter (que distinguía capítulos) con notas de Renano, Bürer, Manucio, Schegkio, Acidalio y Gruter, publicada en Francfort, en 1607; la de C. Aubert en París, imprenta de Chevalier, con notas de Renano, Bürer, Manucio, Schegkio, Lipsio, Ursino y Claudio Puteano, 1608, en folio; la edición anotada del jesuíta Egidio Lacarry 41 , en París, 1644, que Burmann critica; la de Gerardo Vossio, en Leiden, 1639; aquélla de Juan Enrique Boecler 42 de Estrasburgo, 1642, en octava; la que tuvo gran difusión por el norte de Europa, realizada por Antonio Thysio 43 , Leiden, en imprenta Hacke, 1653, en octavo; la segunda de Boecler, en Estrasburgo, 1663, en octavo; la segunda de Vossio, en Amsterdam, imprenta de Elzevir, 1664, reimpresión de la de Leiden, 1639; las ediciones de finalidad pedagógica del jesuíta Roberto Riguez, con traducción francesa 44 , París, 1675-Londres, 1730, en octavo; la de Nicolás Heinsio 45 , Amsterdam, 1678, que merece el elogio de Burmann; la de Juan Hudson, en Oxford 46 , 1693, calificada de accuratissima, que se reimprimió en 1711 en octavo; la primera de Pedro Burmann, en Leiden, 1719, en octavo, seguida por una segunda 47 , en la misma ciudad 48 , imprenta de S. Luchtman, en 1744, que tuvo una tirada especial en Inglaterra 49 , en Glasgow, imprenta de Foulis, 1752, en octavo, edición de lujo; y finalmente la de David Rhunken, Leiden, 1779, en octavo, dos tomos 50 .

Tenemos que esperar al comienzo del siglo XIX para encontrar una edición con introducción y comentario sostenidos por todo ese largo esfuerzo de estudio (Leipzig, 1800) la de D. Jani-J. Ch. Krause. A finales de este siglo F. E. Rockwood editó el texto desde el capítulo XLI hasta el final del libro II con una introducción y notas (Boston-Nueva York-Chicago, 1893). La edición de J. C. Orelli de 1835 en Leipzig, a pesar de la novedad de su descubrimiento de A, fue criticada por F. Kritz en los prolegomena de la que publicó en la misma ciudad cinco años después. Sin embargo, R. Ellis que firma la edición oxoniense de 1898 y la de 1928 vuelve a estimar con preferencia la copia A. Más moderados habían sido F. Haase (Leipzig, 1851-1858) y K. Halm (autor de la edición teubneriana en 1863-1875) que justificó en una publicación periódica sus criterios 51 . Esta edición fue renovada por C. Stegmann von Pritzwald en 1933, que se reimprimió todavía en 1968, con una bibliografía renovada y completada por H. D. Blume. Igualmente la edición de la biblioteca Loeb, que data de 1924, a cargo de F. W. Shipley, ha tenido diversas reimpresiones. No podemos olvidar por su importancia la labor de A. Bolaffi, que publicó su edición crítica en Turín en 1930 (colección Corpus Scriptorum Latinorum Paravianum). El erudito A. J. Woodman 52 ha abierto el camino de las ediciones más recientes en la colección Cambridge Classical Texts and Commentaries con el estudio de la parte dedicada a Tiberio 53 . A la edición, traducción y notas de J. Hellegouarc’h—publicada en la colección «Les Belles Lettres» en 1982— se añaden algunos trabajos sobre la obra de Veleyo entre los que destaca el capítulo de la enciclopedia Aufstieg und Niedergang der römischen Welt. El comentario anticuario, literario y lingüístico se fue perfeccionando con la aportación de numerosos trabajos críticos. En particular, la crítica que escribió Hellegouarc’h a la edición de W. S. Watt de 1988 ha sido un estímulo para la renovación del texto. De otra forma no se comprende la discusión que María Elefante (Hildesheim, 1997) hace en su comentario sobre los diversos problemas textuales. Esta autora defiende la conservación de las lecturas inteligibles del manuscrito A, aunque difficiliores, respecto de las conjeturas de los estudiosos. El comentario es bastante completo, no sólo desde el punto de vista literario y anticuario, sino que destaca sobre todo por sus referencias a los usos lingüísticos característicos de Veleyo Patérculo.

El texto elegido para la presente traducción ha sido la nueva edición de W. S. Watt de 1998 (corregida de aquella de 1988) para la Bibliotheca Teubneriana. En su praefatio reconoce la utilidad de las aportaciones de algunos editores antiguos: P. Burman (1719) y F. Kritz (1840).

2. Traducciones

En el fondo antiguo de varias bibliotecas españolas se encuentra la traducción anotada del jesuita Roberto Riguez (criticada por Burmann como plebeia interpretatione ) publicada en París por Frederic Leonard en 1675 y reimpresa en la misma ciudad por los hermanos Barbou 54 en 1726. La primera traducción al francés fue la de Jean Baudoin en 1616, poco cuidada. La de M. Doujat de 1672 mereció mejores críticas. El bilingüe Abregé de l’histoire Greque et Romaine traduit du latin par M. l’Abbé Paul. Paris, Barbosi, 1770, presenta una versión renovada por la traduction nouvelle de M. Herbert y se funda en el texto de Riguez y algunas notas de Philippe. Encontramos también una edición de Oeuvres complètes junto con Salustio, Julio César y Floro publicada en París bajo la dirección de M. Nisard, por Didot en 1861, que toma los textos de la colección Lemaire; no presenta notas y lleva el texto latino a pie de página. Entre las ediciones del siglo xx ha tenido muy amplia difusión la traducción francesa de la editorial Garnier 55 publicada en París en 1932, que tomaba el texto latino de la edición de Ellis.

En 1852 apareció en Londres una traducción «literal» inglesa de J. S. Watson que acompañaba en una misma edición a las de las obras históricas de Salustio y Floro (Sallust, Florus and Velleius Paterculus Literally Translated). F. Portalupi realizó una traducción italiana con introducción y notas a pie de página que a veces alcanzaban cierta amplitud; se publicó en Turin en 1967 y estaba basada en la edición latina de F. W. Shipley (Velleius Paterculus. Compendium of Roman History-Res Gestae Divi Augusti with an English translation, Cambridge, Mass-Londres, 1924, con sucesivas reimpresiones en la colección Loeb). Leopoldo Agnes hizo una traducción al italiano (en un volumen conjunto con la traducción de Floro de J. G. Deangeli) publicada en Turín (1991), tomando también la edición de Loeb. En, alemán, la más accesible es la de M. Giebel, C. Velleius Püterculus. Historia Romana (coll. Reclam), Stuttgart, 1989.

En castellano se publicó en 1630 Obras de Caio Velleio Paterculo en Amberes, en casa de Juan Cuobbaert con la traducción de Don Manuel Sueyro, señor de Voorde, caballero del hábito de Cristo y dedicada a Don Lorenzo Ramírez de Prado, del Consejo de su Majestad y de Indias; fue reimpresa en 1787 en Madrid 56 por la imprenta de Don Antonio de Espinosa de la calle del Espejo. Esta traducción, con notas ilustrativas del texto pero no críticas, se funda en el texto de Justo Lipsio, por lo que difiere necesariamente de cualquier traducción moderna. Se trata de una versión cuidada, en la que todavía hoy pueden encontrar satisfacción los lectores que gusten del castellano del Siglo de Oro.

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