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Capítulo 2: El misterio del Cerebro y la Mente

“Mientras el cerebro sea un misterio, el universo continuará siendo un misterio”

Santiago Ramón y Cajal

Cuando nos damos cuenta que nada es lo que parece, lo primero que nos planteamos es nuestra verdad interior y qué es verdad para nosotros. Para ello lo primero que solemos usar es la información que nos llega del mundo exterior a través de nuestros sentidos físicos, los cuales nos dan una pista de lo que sucede.

¿Qué son nuestros sentidos físicos?

Actualmente contamos con 5 sentidos físicos: vista, oído, tacto, olfato y gusto, y de ellos, el más importante es la vista en primer lugar8, seguido del tacto. Una de las principales razones es que se ha encontrado que casi el 50% del cerebro humano está dedicado a este sentido para garantizar la supervivencia de los humanos como especie.

¿Te suena aquello de “ver para creer”? Y es que parece que nuestra verdad se compone en gran parte de lo que vemos a través de la vista. Entonces la siguiente pregunta que se nos plantea es… ¿Y qué somos capaces de ver?

En realidad, nuestros sentidos son complejas herramientas cuya finalidad es captar las señales vibracionales del entorno y traducirlas en información que nuestro cerebro sea capaz de entender. La vista capta luz visible que excita los pigmentos visuales, que es la parte del espectro electromagnético que el ojo humano es capaz de percibir. El oído capta las ondas que se generan cuando un cuerpo crea un movimiento, y que forman parte del espectro electromagnético que somos capaces de escuchar. El olfato es un sentido químico que detecta compuestos transportados por el aire, es decir, moléculas liberadas al entorno cuyas vibraciones energizan los pelos de las mucosas de la nariz y nos permiten oler. El gusto también es un sentido químico, que percibe las sustancias disueltas en la boca a través de la lengua. El tacto nos permite detectar la presión, temperatura, textura y dureza de los objetos que tocamos a través de la piel y las terminaciones nerviosas internas del organismo, dado que tocar el cuerpo produce electricidad (lo que se conoce como efecto piezoeléctrico).

Curiosidades cuánticas


¿Te habías dado cuenta de que la música también es vibración en movimiento?

La música es el perfecto ejemplo de que todo es energía, y que hay muchas de sus manifestaciones que no podemos ver pero si percibir por otros sentidos físicos. Se trata del arte de combinar distintos sonidos y silencios en una secuencia, siguiendo las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo. Nos produce un efecto que nos encanta escuchar, y nos despierta multitud de sensaciones y emociones (algunas de las cuales pueden ejercer un gran potencial sanador, base de la disciplina de la musicoterapia). ¿Y qué es el sonido? El sonido en términos físicos se produce cuando un cuerpo genera un movimiento en forma de ondas, que se propagan (sean o no audibles para nosotros) a través de un medio elástico o fluido, es decir, un medio en el cual sus moléculas se puedan mover alrededor de su punto de equilibrio, y trasladar la vibración recibida a las moléculas vecinas.

En nuestro oído las ondas sonoras (que son el tipo de ondas que sí que podemos oír) provocan la vibración de los pelitos que existen en la cóclea (estructura en forma de tubo enrollado en espiral situada en el oído interno), traduciéndose en ondas mecánicas que el cerebro puede captar, escuchando así en efecto el sonido. Así pues, el sonido es vibración pura y dura captada por nuestros sentidos. Entre los cuerpos que pueden crear sonido y música se encuentran los instrumentos musicales y las propias cuerdas vocales, que son unos pliegues que vibran de distinto modo cuando entran en contacto con el aire.

Como hemos visto en páginas anteriores, la cantidad de veces que se repite una vibración se conoce como frecuencia, y se mide en Hercios (Hz) o número de ondas y vibraciones electromagnéticas en el formato de ciclos por segundo. Como los sonidos son vibraciones, se miden en frecuencias y en Hz.

Si te ha gustado este apartado, más adelante seguiremos hablando sobre música y su relación con la espiritualidad y la conciencia. ¡No te lo pierdas!

Nuestra percepción del espectro electromagnético

El espectro electromagnético comprende el campo de distribución de la radiación electromagnética, que es una combinación de campos eléctricos (campo de fuerza creado por la atracción y repulsión de cargas eléctricas) y magnéticos (campo de fuerza creado como consecuencia del movimiento de cargas eléctricas). Cuando una carga eléctrica se mueve crea un campo eléctrico (según la ley de Ampère) y uno magnético a su alrededor, y el campo magnético da lugar a electricidad (según la ley de Faraday) y realiza una fuerza sobre las cargas eléctricas que encuentra en su camino, conociéndose esta fuerza como electromagnética.

El espectro electromagnético abarca el rango de vibraciones electromagnéticas que podemos medir, que van desde los 0 Hercios (Hz) hasta el infinito, y en la práctica ha sido posible estudiar el rango de frecuencias que van desde 1 Hz a 1026 Hz9. Todas las partículas y átomos absorben y emiten ondas, con lo cual ¡nosotros mismos también absorbemos y emitimos ondas electromagnéticas sin darnos cuenta! De hecho, la ley de Ampère explica cómo las corrientes eléctricas del corazón y otros órganos dan lugar a campos biomagnéticos. Y la ley de Faraday, como nuestro campo biomagnético puede inducir electricidad en las personas que tocas o bien que están a tu alrededor.

La luz es una radiación electromagnética formada por fotones, que son partículas elementales (es decir, partículas que no pueden dividirse más entre ellas, no están formadas por otras partículas) que no tienen masa ni carga eléctrica, viajan a velocidad constante y son responsables de la generación de todos los campos eléctricos y magnéticos. Los fotones son cuantos (como veíamos al principio del libro: el mínimo valor que puede tomar un paquete de información o energía) y presentan dualidad onda-corpúsculo10 (como también hemos visto dentro de los principios fundamentales de la Física Cuántica), convirtiéndose en mediadores de cualquier interacción electromagnética y explicando así las características del comportamiento físico de la luz. De hecho, los fotones son vitales para su aplicación en la tecnología láser y otras herramientas ópticas.

Curiosidades cuánticas


¿Sabías que te alimentas de fotones?

Siguiendo con la vibración y la frecuencia y por poner un ejemplo que nos ayude a integrar todo lo aprendido en estos primeros capítulos, vamos a hablar de comida de la buena. Los alimentos no son nada más que unidades de energía que transformamos en nuestro cuerpo (dado que la energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma) para suplir sus necesidades fisiológicas y estructurales. Estamos formados por millones de células en continua actividad, que requieren de energía para llevar a cabo sus funciones y renovarse. El valor nutricional de los alimentos se mide en base a la energía que aportan y la calidad de los micronutrientes que recibimos con ellos (vitaminas, minerales y otros oligoelementos). La energía de los alimentos se mide en kilocalorías, y una caloría es la cantidad de calor (energía térmica) necesaria para producir un incremento de temperatura de 1ºC en una muestra de agua con una masa de 1 g.

Nuestro ciclo de alimentación en la superficie terrestre empieza con las plantas. Las plantas son capaces de transformar materia inorgánica en orgánica gracias a la energía de la luz del sol o energía solar, en el proceso conocido como fotosíntesis (que también pueden llevar a cabo en medio acuático algas y determinados tipos de bacterias). Las plantas son consumidas por otros seres, iniciándose así la cadena alimentaria que ha permitido el desarrollo de la vida en el planeta tierra tal y como lo conocemos ahora.

Se conoce también que continuamente recibimos, almacenamos y/o emitimos fotones, y hasta se ha descubierto que nuestras células y las del resto de seres vivos son capaces de producir por sí mismos lo que se conoce como biofotones, que son un tipo de fotones de origen biológico que transmiten la información biológica necesaria para el desarrollo de las funciones vitales celulares, tal y como descubrió el biofísico y pionero en este campo Fritz Albert Popp. Altos niveles de energía emitidos por las células se correlacionan con mayor vitalidad y, por ende, capacidad de transmitir energía al resto del cuerpo. Literalmente, somos seres de luz.

Los biofotones son radiaciones electromagnéticas, con lo cual como forma de energía que son, tienen frecuencia (medida en Hz), y los consumimos también a través de los alimentos. Con ello, tanto el tipo de alimento que comemos (si contiene más o menos biofotones, energía, frecuencia o “vibración”) como su procesado influye en la energía que absorberemos de esa fuente, y, por ende, al estado global de nuestro organismo. En base a estos parámetros, nos daremos cuenta de que existen alimentos con alta, media y baja energía.

Por ejemplo, la dieta crudivegana se basa en el consumo de alimentos vegetales sin cocinar (crudos) para evitar tanto la pérdida de los biofotones almacenados en los alimentos como la calidad de sus micronutrientes.

Aquí surge un nuevo campo de investigación, la alimentación vibracional o nutrición bioenergética, que dará mucho que hablar en los próximos años, dado que estamos empezando a comprobar como la famosa frase de Hipócrates “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento” está más vigente que nunca.

El ojo humano es capaz de percibir únicamente entre el 3-5% del espectro electromagnético conocido. Eso debería de hacernos reflexionar, en primer lugar, sobre el hecho que hay una gran parte del espectro que no vemos con nuestro sentido digamos “más principal” y que otras especies sí son capaces de ver, como por ejemplo las abejas, que son capaces de detectar el espectro ultravioleta11. Eso sí: parece que, aunque nosotros no podamos ver el espectro de luz ultravioleta, lo compensamos con una visión de más alta resolución12. Y... ¿qué nos estamos perdiendo en el 95-97% restante? También en este punto hay que tener en cuenta que nuestra vista (al igual que el resto de nuestros sentidos físicos) puede presentar defectos de todo tipo, haciendo que no se perciba la luz visible de forma exactamente igual entre distintos individuos.

Una vez llegan los fotones a nuestros ojos, son captados por la retina, que es la parte del ojo que los traduce a señales eléctricas que llegan al cerebro para ser interpretadas. Hasta hace muy poco se pensaba que el ojo humano era como una cámara que captaba toda la realidad, la cual pasaba por el nervio óptico y llegaba hasta el cerebro automáticamente, de modo que lo que captaba el ojo y el cerebro era lo mismo. Pero se ha comprobado que este hecho no es exactamente así, y que cuando la imagen va pasando del ojo al cerebro, aparece un filtro de interpretación de lo que estamos viendo, tanto de forma consciente como inconsciente13 y que gran parte de lo que vemos lo inventa el cerebro14, dado que construye una imagen a partir de experiencias visuales previas. Con este proceso el cerebro es capaz de seleccionar, de toda la información que recibe, únicamente la que considera importante15. ¿Y cómo considera cuál es importante y la que no? Lo hace a través del filtro de nuestro sistema de creencias conscientes e inconscientes, escaneando e interpretando lo que ve a través de lo que somos capaces o no de creer y quedándose solo con lo que es capaz de creer. Con lo cual, la verdad particular de cada uno depende en gran parte de sus creencias personales.

¿Ver para creer, o creer para ver?

Vamos a reflexionar sobre esta interesantísima pregunta a continuación ahondando un poco más en profundidad dentro de nuestra mente y cerebro...

Curiosidades cuánticas


Lo que ves son fotones rebotados

De hecho, cuando vemos un objeto, no lo estamos viendo tal cual es. Realmente lo que estamos viendo son los fotones de luz que rebotan en su campo energético y llegan hacia nosotros (16): no vemos la energía del objeto sino el reflejo de su luz que capta nuestra vista (17). A continuación, nuestro cerebro traduce las diferentes energías y direcciones de los fotones en formas y colores que nos permiten ver el mundo tal cual lo vemos.

Una mente maravillosa… ¡y misteriosa!

La Mente tradicionalmente se define como el conjunto de capacidades cognitivas (es decir, que nos facultan para procesar la información a través de nuestra experiencia y percepciones) que permiten que percibamos el entorno, que pensemos, tengamos conciencia y memoria, entre otras funciones.

Y aquí llega la gran pregunta: ¿surge la mente a partir del funcionamiento de un órgano (en este caso el cerebro) o no? Si vamos atrás en la historia, Hipócrates (médico griego y considerado el padre de la medicina) planteó que la mente era un producto del cerebro, mientras que Aristóteles (384-322 aC, filósofo y científico griego) la definió como un proceso. René Descartes (1596-1650, filósofo, matemático y físico francés) plantea que el cuerpo es una máquina y la mente una entidad distinta perteneciente al campo del Alma, que se relaciona con él a través de la glándula pineal. Esta concepción permitió una cierta tregua entre el establecimiento de la ciencia moderna y la religión de la época, donde cada una se dedicaba a planos distintos que no se mezclaban. A día de hoy los neurocientíficos, especialistas en estudiar el sistema nervioso, su estructura y funciones, son los más interesados en dilucidar el origen, estructura y funcionamiento de la mente. Y es que, en pleno siglo XXI, aún desconocemos mucho de este órgano tan vital para nuestra supervivencia y que nos define, en gran parte, como los seres humanos que somos.

El cerebro es un órgano fascinante que ha pasado de considerarse como una parte más del mecanismo que hace funcionar el cuerpo humano (de nuevo aparece el viejo paradigma mecanicista), a la concepción de un organismo en sí mismo que se autorregula y que no sólo es capaz de regular el resto de los órganos del cuerpo, sino que además capta, discrimina y procesa los millones de estímulos internos y externos con los cuales entramos en contacto cada día. Y es que el trabajo del cerebro no es baladí: a través de su funcionamiento da las órdenes necesarias para que los estímulos percibidos se traduzcan en mensajeros (señales químicas y/o a través de impulsos dentro del sistema nervioso central, que comprende el cerebro y la médula espinal). Por ello es el órgano que más glucosa consume en nuestro cuerpo (el 20%)18 ¡teniendo en cuenta que representa menos del 2% de su peso! Y es que el cerebro es un órgano en continuo movimiento a través de sus células constituyentes estrella: las neuronas. Las neuronas son células muy activas y sociables, que reciben, procesan y transmiten información a partir de sustancias bioquímicas y señales eléctricas. Se estima que una neurona puede tener de media un contacto físico directo con al menos 10.000 neuronas más, hecho que es responsable del 60-80% del gasto energético del cerebro. Este gran trajín de las neuronas conlleva una gran actividad eléctrica e implica que el cerebro por sí solo produce suficiente electricidad para encender una bombilla19. ¡Ah! Y antes de que se me olvide: no es cierto el mito que muchos hemos escuchado de que solo usamos el 10% de nuestro cerebro. Las últimas investigaciones científicas demuestran20 que el cerebro está activo en su totalidad y que sólo presentan inactividad aquellas áreas cerebrales que han sufrido una lesión con daños graves.

Así pues, vemos que mente y cerebro, que a veces se confunden y usan en el mismo contexto, en realidad son dos cosas distintas. Mientras que el cerebro es un órgano responsable de regular la función del sistema nervioso y que recibe, analiza y procesa los estímulos tanto internos como externos que están presentes en nuestra vida diaria, la mente se define como el conjunto de capacidades superiores del cerebro que nos permiten desarrollar nuestra personalidad.

Viajando por las estaciones de la mente

El trabajo incesante de las neuronas cerebrales resulta en la producción de electricidad (o energía eléctrica) que se traduce en la creación de distintos tipos de ondas. Estas ondas se detectan gracias a un aparato que se llama electroencefalógrafo, y existen distintos tipos según su frecuencia (medida en Hercios o Hz, y aquí ordenadas de menor frecuencia y actividad cerebral a mayor):

1) Ondas delta (1 a 3 Hz), asociadas al sueño profundo sin sueños.

2) Ondas theta (3,1 a 7,9 Hz), asociadas a las primeras etapas del sueño, y promueven la relajación (también en estado de vigilia). Se dan también cuando llevamos a cabo actividades que implican nuestra imaginación.

3) Ondas alfa (8 a 13 Hz), asociadas a un estado de relajación o reposo profundo en vigilia, sobre todo si tenemos los ojos cerrados. Son las ondas de la calma sin sueño, y que nos permiten por ejemplo entrar en momentos de meditación.

4) Ondas beta (14 a 29 Hz), asociadas al cerebro despierto en un estado de actividad consciente dónde llevamos a cabo actividades que requieren nuestra atención, y son las más frecuentes de todas.

5) Ondas gamma (30 a 100 Hz), asociadas a una altísima actividad cerebral y procesos cognitivos superiores, como por ejemplo momentos de concentración o razonamiento intensos y respuestas a situaciones estresantes inesperadas.

También cabe destacar que las ondas cerebrales no reflejan la activación de un área cerebral en concreto, sino que nos muestran la actividad cerebral en su conjunto de un modo más o menos sincronizado. Y que se dan los cinco tipos de onda durante todo nuestro día, dependiendo de la actividad que estemos llevando a cabo en ese preciso momento. Durante nuestro desarrollo de niños a adultos, las frecuencias que más predominan en el cerebro pasan de ser ondas más lentas a ondas más rápidas.

Si te fijas bien, el paso de ondas más lentas a ondas más rápidas implica un cambio en nuestro estado cognitivo y mental. Y es que se considera que la mente tiene distintos niveles o estratos de organización de la información que recibimos, y el reflejo de las ondas cerebrales en un determinado patrón de ondas refleja el acceso a cada estrato en concreto. Básicamente se considera que existen dos niveles mentales:

1) Mente consciente: es la mente que percibimos más activa y que observa nuestro entorno con todo detalle, con la cual adquirimos conocimientos, analizamos, racionalizamos, tomamos decisiones, y desarrollamos nuestra inteligencia. Con la mente consciente pensamos en lo próximo que haremos y cómo lo haremos, y nos permite acceder a nuestros pensamientos y recuerdos, pudiendo imaginar y visualizar nuestros deseos y aspiraciones. A medida que vamos aprendiendo, la mente consciente mejora sus habilidades para convertir determinados comportamientos y rutinas en patrones inconscientes que disminuyan el gasto energético cerebral. Este nivel de la mente toma el 5% de nuestras decisiones y, por ende, acciones y resultados derivados; asociándose típicamente al estado de ondas cerebrales beta. Asimismo, la mente consciente deriva de la actividad del córtex cerebral, el área más superficial del cerebro y de más reciente evolución (y la que mayor energía consume).

2) Mente inconsciente: es el lugar de la mente dónde se almacenan todas las experiencias que hemos tenido desde que nacimos y que no podemos recordar de forma consciente, incluyendo nuestros recuerdos. Guarda todo lo que escapa a nuestro control: pensamientos y recuerdos reprimidos, impresiones o traumas, por ejemplo. Gracias a la mente inconsciente automatizamos nuestros hábitos y nos evita tener que aprenderlos continuamente. Guía nuestra vida en un 95% y procesa 200.000 veces más datos que la mente consciente. Por ello también se la conoce como mente emocional, dado que debido a todo lo que alberga en su interior nos sentimos impulsados a llevar a cabo acciones aparentemente irracionales. Al tener guardados en sus archivos todas nuestras experiencias de vida, si accedemos a ella podemos encontrar cosas que pensábamos que habíamos olvidado. La mente inconsciente se asocia a las ondas cerebrales theta, y actúa como un auténtico filtro que selecciona segundo a segundo la información relevante de la que no lo es a través del tálamo cerebral, para que la mente consciente pueda actuar sobre lo que recibe sin saturarse.

También parece que la mente inconsciente alberga no solo nuestras vivencias, sino... ¡todas las experiencias vividas por nuestra especie desde sus inicios! Aquí me gustaría hacer un pequeño apunte a la labor de Carl Gustav Jung (1875-1961), médico psiquiatra, psicólogo, ensayista suizo y fundador de la escuela de psicología analítica, cuyo trabajo me enamoró desde que lo conocí en buena parte de la mano de Julia Almagro y su estupenda aplicación en la metodología de la Astrología para el Empoderamiento. En la psicología analítica se estudia nuestra faceta inconsciente, y según Jung, tenemos dos tipos de inconsciente: el personal o sombra (derivado de experiencias que queremos olvidar o bien que se hicieron conscientes y perdieron intensidad, y diferente del concepto que acuñó Sigmund Freud, 1856-1939), y el colectivo (que es un registro o memoria compartida por toda la humanidad de la cual deriva el concepto de los arquetipos o imágenes mentales ancestrales heredadas de nuestros antepasados). Dentro de esta concepción, los niños recién nacidos no son como una página en blanco, y llevarían con ellos esta información ya aprendida de base del inconsciente colectivo. La existencia de este inconsciente colectivo nos puede hacer reflexionar que, en realidad, no es ni más ni menos que una matriz que compartimos y a la cual estamos todos conectados, y de la cual podemos recibir información.

En este punto también se podría añadir un estado intermedio entre mente consciente e inconsciente, que se trataría de la mente subconsciente (aunque en muchos casos se asimila a mente inconsciente). La mente subconsciente diferenciada de la inconsciente es el puente entre la mente consciente e inconsciente, y nos permite recordar aquellas cosas que creíamos olvidadas. Se relaciona con las ondas alfa, y gracias a ella podemos traer al nivel consciente información muy valiosa que nos puede permitir sanar y resolver bloqueos emocionales que desconocíamos que teníamos.

Esculpiendo tu cerebro

Lo que pensamos, el aprendizaje y las experiencias que vivimos determinan la dinámica neuronal y que se establezcan determinadas conexiones entre neuronas. De hecho, cada experiencia se refleja en la formación de familias de neuronas específicas para esta situación, que se activan cuando la experiencia se vuelve a repetir y dan lugar a nuestras creencias. Parece ser que lo que pensamos tiene un efecto de crecimiento y organización en determinados grupos neuronales en ese mismo momento, mecanismo que se refuerza con la palabra hablada y, a continuación, con la palabra escrita. Y es que tal y como muy acertadamente compartió el Premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal, “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. No olvidemos que el cerebro es un mecanismo de percepción extraordinario, capaz de recibir e interpretar las señales tanto del exterior como del interior, y dar las órdenes para que su acción llegue a todas las partes del cuerpo. Y como mecanismo de percepción, no capta el mundo “real” tal y como es, sino el mapa del mundo que él tiene, interpretado a través de sus receptores de información dentro de nuestros sentidos limitados.

Los paradigmas mecanicistas-materialistas efectivamente identifican la mente como producto de la actividad cerebral, con lo cual separan el cuerpo de la mente. Pero las nuevas corrientes de pensamiento la definen como un proceso encarnado y relacional que regula el flujo de energía e información. Es la encargada de interpretar las señales del medio (interior y exterior) y generar en respuesta un campo electromagnético a través del trabajo de las incansables neuronas. Este campo es el responsable de que el cerebro pueda dar las instrucciones adecuadas (en forma de moléculas y/ o estímulos eléctricos) para que el cuerpo reaccione a determinados estímulos, que es lo mismo que decir que se crean vibraciones (campo electromagnético) que configuran la materia (secreción de sustancias y/o corrientes eléctricas). En otras palabras: tu energía forma la materia. Como decía el gran físico Albert Einstein, “El campo (energía) es el único principio rector de la partícula (materia)”.

Así pues, después de lo visto y reflexionado, somos capaces de definir un pelín más acertadamente lo que es la mente. Se acercaría a ser la función emergente del sistema nervioso consciente de sí misma y de sus propios procesos, autoprogramable y con capacidad de decisión y propósito, que posee la habilidad para crear modelos de estados posibles de realidad y prever, anticipar y predecir el futuro. Pero aún y así, nos queda por dilucidar si la mente humana existe previamente al desarrollo del cerebro y se expresa a través de él, o bien si emerge a partir de su funcionamiento. Sin duda nos esperan años maravillosos que nos aportarán luz sobre este y muchos otros temas.

Tips cuánticos


Nutre tu cerebro

¿Sabías que puedes nutrir tu cerebro tanto por dentro como por fuera? Toma nota de las siguientes propuestas para mimarlo como se merece:

1-A nivel orgánico: podemos mejorar la estructura de nuestro cerebro y cómo se comunican las neuronas entre sí (fenómeno conocido como neuro plasticidad) a través del ejercicio físico, la restricción calórica en la dieta y la adición de cúrcuma (21). En este punto también es muy importante cuidar la toma de sustancias que pueden producirnos estrés (puede que acabe de aparecerte el café en mente, y cierto es que existen estudios contradictorios sobre si es un agente estresor... ¡o todo lo contrario!). (22)

También debemos equilibrar y descansar el cerebro tanto a nivel del sueño (23) como llevando a cabo pausas durante la jornada, y disfrutando de ocio proactivo, que son esas actividades que llevamos a cabo porque nos encantan, y con las cuales estamos plenamente concentrados y atentos a lo que estamos haciendo.

2-Gestionando su energía a través del control de nuestras emociones y reprogramando nuestra mente: practicando de la respiración consciente, técnicas de mindfulness o atención plena (24) y/o la meditación, técnicas de coherencia cardíaca (25), conectando con nuestra felicidad haciendo actividades que nos gusten y compartiendo con personas que nos empoderen.

3-Estimulándolo continuamente: fomentando la curiosidad por todo y por todos, leyendo frecuentemente o aceptando nuevos retos que nos saquen de nuestra zona de confort, entre otras actividades.

8 https://elpais.com/elpais/2015/01/24/ciencia/1422086221_322820.html

9 https://culturacientifica.com/2016/08/16/el-espectro-electromagnetico/

10 https://www.youtube.com/watch?v=U4-DmT12D9E

11 https://www.bbc.com/mundo/noticias/2010/12/101213_vision_abejas_lp

12 https://www.muyinteresante.com.mx/medio-ambiente/vision-gatos-y-perros-ultravioleta/

13 https://www.xatakaciencia.com/psicologia/como-nuestro-cerebro-interpreta-lo-que-ve

14 https://www.investigacionyciencia.es/noticias/un-modelo-matemtico-revela-los-secretos-de-la-visin-17812

15 https://neuromarketing.la/2018/07/las-imagenes-y-la-memoria-como-el-cerebro-procesa-lo-que-vemos/#:~:text=Nuestro%20cerebro%20no%20interpreta%20el,importante%20y%20descartar%20la%20irrelevante.

16 https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/08/150810_vert_fut_vision_limites_lp

17 https://www.muyinteresante.es/ciencia/fotos/curiosidades-sobre-el-cerebro-humano/cerebro-imagenes#:~:text=Su%20estudio%20se%20remonta%20a,hasta%20el%20actual%20Homo%20Sapiens.

18 https://elpais.com/elpais/2018/05/28/buenavida/1527522543_389263.html#:~:text=En%20concreto%2C%20%22el%20cerebro%20consume,Espa%C3%B1ola%20de%20Nutrici%C3%B3n%20y%20Diet%C3%A9tica.

19 https://www.muyinteresante.es/ciencia/fotos/curiosidades-sobre-el-cerebro-humano/20

20 https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/no-es-cierto-que-solo-utilizamos-el-10-del-cerebro-791453737643

21 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7586385/

22 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4791892/

23 https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/20955760/

24 https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25783612/

25 http://crecimientoconconciencia.com/el-tesoro-del-corazon/

Crecimiento con conciencia

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