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Prefacio

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Roberto Ham Chande

Por los años treinta del siglo xx, en México, la mortalidad inicia descensos notorios, particularmente debido a acciones en el sistema educativo y en salud pública. Por su parte, la fecundidad se mantenía alta, dando lugar a un crecimiento demográfico que llevó a la preocupación que mediáticamente anunciaba la “explosión demográfica”, cuando se esperaban 150 millones de habitantes en el año 2000. Esto fue motivo principal para promover investigaciones sobre la población. El inicio de la demografía como ciencia institucionalizada en México fue en los años sesenta, bajo el marco conceptual predominante de la transición demográfica.

Con las tendencias observadas, las proyecciones demográficas de montos y estructuras por edad y sexo eran preocupantes. Los niños parecían sobrar, sería imposible satisfacer las demandas futuras de educación; la economía sería incapaz de crear suficiente empleo; no habría recursos para atender las necesidades de la salud y sería insostenible la creciente urbanización. El escenario se exacerbaba con cuadros de pobreza, carencias económicas, rezagos sociales e incluso desorden político. Así la investigación demográfica, y su relación con otras ciencias, logra repercusiones en la historia social, económica y política al incorporar, explícitamente, las variables demográficas en los planes de desarrollo. Como resultado se acepta y promueve la planificación familiar, se inician los programas de salud materna e infantil, se incorporan las mujeres al desarrollo procurando que tengan acceso a mayor escolaridad y equidad social y laboral. En este juego de variables resultan determinantes las nuevas concepciones sobre la migración internacional, dominada por el flujo hacia Estados Unidos de América. Ya no se trata de una invasión por indocumentados o de una válvula de escape ante precariedades en México, sino de relaciones socioeconómicas binacionales de beneficios mutuos.

Esos cambios demográficos y su interrelación social y económica, no fueron propósito y logro totalmente endógenos de México. Las iniciativas y los intentos propios también fueron matizados por la mundialización en varios aspectos. Otros determinantes han sido la importación de tecnologías médicas, las recomendaciones de organismos internacionales sobre programas de salud pública y la adopción de actitudes culturales originadas en otros países, difundidas por los medios de comunicación masiva. También debe agregarse que se suscitaron presiones internacionales para contener el incremento poblacional, donde los contraceptivos modernos fueron esenciales. Finalmente, a destacar, fue la influencia y ayuda que se recibió de las instituciones académicas de investigación y docencia, particularmente del Centro Latinoamericano de Demografía, junto con eminentes académicos de universidades de Francia y de Estados Unidos. Se lograron así, en apenas unas décadas, avances de la transición demográfica cuyo equivalente en Europa requirió más de dos siglos.

Hacia el cambio de siglo la población era de 104 millones. En la historia de México de la segunda mitad del siglo xx ya figura que los estudios demográficos permitieron el diseño de políticas de población a partir de las cuales el país evitó una crisis de sobre población y tomó derroteros más estables y sostenibles. Pero asimismo se reconoce que estos éxitos no son el final y que estamos en un proceso demográfico, social, económico y político cambiante en circunstancias diferentes. Las consecuentes variaciones en las estructuras demográficas y su dinámica, de la ya avanzada transición demográfica, plantean otros envites para el estudio, la docencia y las políticas de población. Las nuevas proyecciones de población presentan un ineludible envejecimiento demográfico, donde el semblante es que ahora faltarán jóvenes y se sumarán viejos. Los escenarios se vislumbran decididamente hacia el envejecimiento, acarreando otras preocupaciones que merecen nuevos tipos de investigaciones, diferentes programas de estudio y políticas de población distintas.

Los primeros pasos por medio de la transición demográfica se dieron de modo muy consciente, basados en investigación, siguiendo una teoría que generó una política de población con metas bien definidas y a largo plazo. Desde esos inicios, y a la fecha, ya han transcurrido varias décadas y se puede constatar que en términos generales esas políticas de población y sus correspondientes programas no sólo se llevaron a cabo, sino que se realizó con éxito en una tarea sostenida a lo largo de varios sexenios, acercándose a las metas previstas. Esto se logró gracias a la aceptación general de las instituciones y de la población por el bien común que se lograría.

La variable más indicativa es la tasa de crecimiento demográfico y el consecuente tamaño de la población. Sin embargo, esta variable implica la evidente transformación de las estructuras por edad. Con la mortalidad en descenso y la fecundidad disminuyendo, en el mediano y largo plazo se tendría una población envejecida, como ya se observaba en Europa, pero con diferencias sustanciales. Una, es que el proceso de envejecimiento en México sería más rápido y otra, es que esos cambios se harían en un contexto de menor desarrollo social y económico.

Estamos ahora en un envejecimiento acelerado de la población, donde cualquier proyección demográfica indica la predominancia a futuro de población en edades avanzadas. De esta manera las políticas de población toman metas y procedimientos radicalmente distintos. Como una de las metas principales se trata ahora de atender a la población envejecida, particularmente en sus aspectos de dependencia, en armonía con los otros grupos de edad, de manera que sea económica y socialmente sostenible a largo plazo.

Estos nuevos y cambiantes enfoques sobre la investigación del envejecimiento y su aplicación a las políticas de población, la salud pública, las estrategias familiares, las relaciones sociales, el desempeño de la economía, necesariamente requieren enfoques interdisciplinarios donde son cruciales no sólo la participación individual sino también entre naciones.

El libro Población y envejecimiento: Pasado, presente y futuro en la investigación sociodemográfica coordinado por Verónica Montes de Oca e Isalia Nava es el resultado de estos esfuerzos, destacando que es producto de la acumulación y confluencia de varias experiencias que en su conjunto presentan una reflexión teórica y técnica metodológica sobre el pasado, presente y futuro de la investigación demográfica del envejecimiento con énfasis en el caso de México. Los argumentos centrales se desarrollan en cuatro grandes secciones: i) La investigación sobre envejecimiento, ayer y hoy; ii) El cuidado frente a los desafíos de la salud; iii) Características socioecónomicas de los hogares con personas mayores; y iv) Temas emergentes en envejecimiento. Las tareas por venir ampliarán el conocimiento del envejecimiento y las dimensiones a seguir en el futuro demográfico, social y económico.

Población y envejecimiento

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