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Capítulo 1
Rascando la piel de un elefante. La medición macro del envejecimiento en América Latina y el Caribe

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Vicente Rodríguez Rodríguez

Instituto de Economía, Geografía y Demografía, CSIC Verónica Montes de Oca Zavala Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM Julio Pérez Díaz Instituto de Economía, Geografía y Demografía, CSIC María Julieta Oddone Universidad de Buenos Aires

Un marco para la medición del envejecimiento

Desarrollo humano, progreso social, desigualdad, exclusión social, bienestar, calidad de vida, etc., son hechos sociales de enorme importancia y repercusión para las sociedades y sus agentes. Son conceptos amplios, multidimensionales, que requieren notables esfuerzos para su operacionalización a través de indicadores de medida. Múltiples ejemplos atestiguan el interés de organismos nacionales e internacionales, de laboratorios de ideas (think-tanks), de organizaciones civiles, de universidades y grupos de investigación, etc., por generar medidas sobre estos hechos, como lo demuestran algunos catálogos (Bandura et. al, 2006; Yang, 2014). Son repertorios muy heterogéneos de medidas, muy diferentes en su conceptualización, metodología, estructura y componente geográfica. Algunas medidas han marcado tendencia, como las de la ONU (Human Development Index), la OCDE (Index of Social Development), o la Commission on the Measurement of Economic Performance and Social Progress (Stiglitz et al., 2009). Incluso se han creado metodologías de propósito general para la construcción de medidas sociales (Cecchini, 2005; OCDE, 2008).

El envejecimiento de la población adquiere su expresión más ajustada cuando se refiere al hecho demográfico de envejecer dentro de una estructura de población determinada. Sin embargo, es también un concepto amplio y multidimensional, objeto de interés de muchas disciplinas y bajo esquemas epistemológicos diversos, sometido a juicios de valor diferentes en entornos socioculturales y ámbitos territoriales determinados (Dulcey, 2015) y utilizado en esquemas de medición generales, junto con muchos otros indicadores no esencialmente demográficos. Una aproximación no tiene más valor intrínseco que cualquiera otra al estudiar el envejecimiento de la población, pero las tendencias analíticas generales marcan pautas a seguir por distintos agentes institucionales y actores sociales. No es lo mismo una perspectiva macro sistémica, utilizada por grandes instituciones internacionales o nacionales en sus análisis globales, que una visión individual y social, más propia de la investigación y la intervención. En el segundo caso, existe una amplia literatura en el mundo latinoamericano que atestigua múltiples aproximaciones a escala micro, en distintos países, sobre aspectos antropológicos, culturales, sociales, etc., aunque todavía el envejecimiento de la población no sea una realidad social ampliamente extendida. Su análisis escapa al objetivo de este trabajo.

Son también muy numerosas las aportaciones sobre el envejecimiento en América Latina a macro escala, esencialmente en el marco de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) y el Centro Latinoamericano de De- mografía (CELADE). A modo de ejemplo, se suele utilizar una perspectiva demográfica para fundamentar análisis de aspectos socioeconómicos esenciales para la región (del Popolo, 2001; Guzmán, 2002), de las pensiones (Prado et al., 2010), de las transferencias intergeneracionales (Uthoff, 2010; Lee et al., 2010), de la salud (Huenchuan, 2011) o de los cuidados a mayores y la familia (Huenchuan, 2009). Tampoco la comunidad científica está ausente en el análisis de la realidad social del envejecimiento (Peláez, 2008).

Hacer una reflexión sobre la unión de ambos aspectos, el estudio de conceptos multidimensionales, como el envejecimiento, y el uso de indicadores macro, es el objeto de este trabajo, para responder a algunas preguntas de interés: ¿Son los indicadores generales instrumentos fundamentales para el análisis social? ¿Dependen de datos disponibles o se construyen de forma específica para un objetivo concreto? ¿Sirven los criterios de medición para reflejar el proceso de envejecimiento de los países? ¿Está América Latina posicionada internacionalmente cuando se estudia el envejecimiento en estos contextos globales? Se intentará responder a estas preguntas haciendo una revisión de documentos publicados por instituciones y organismos sobre la medición del envejecimiento a escala macro y con una perspectiva internacional y comparativa en, o sobre América Latina y el Caribe.

Índices y repositorios internacionales

La situación de la población adulta mayor ha sido tratada de forma muy desigual, o incluso confusa, en los índices sintéticos globales (Yang, 2014). Aunque CELADE (2006) elaboró un manual sobre indicadores de la calidad de vida en la vejez, éstos no están pensados para índices compuestos específicos.

El Center for Strategic and International Studies (http://csis.org), un laboratorio de ideas interesado en retos transnacionales de escala global, como el cambio demográfico, diseñó el Global Aging Preparedness Index (GAP), que pretende evaluar la preparación de los países para afrontar el envejecimiento global, construyéndolo para 20 países desarrollados y emergentes, entre los cuales están incluidos Brasil, Chile y México.

Para ello utilizan dos indicadores compuestos, el de sostenibilidad fiscal (gasto público, acomodación fiscal, dependencia de las pensiones) y de adecuación de rentas (total, vulnerabilidad, apoyo familiar), formados en total por 14 variables, obtenidas de fuentes oficiales (Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Organización para la Cooperación y el desarrollo Económico, Comisión Europea), a escala de país en torno a 2010, aunque proyectados hasta 2040.

Utiliza el umbral de 60 años para especificar a la población adulta mayor. Los resultados están obviamente condicionados por la filosofía y estructura del índice, la de identificar las mejores condiciones para la sostenibilidad fiscal de los países con relación a la estructura demográfica envejecida (Liedtke, et al., 2012). Ello permite establecer una diferencia entre el mundo desarrollado y el emergente en el que se sitúan los tres países latinoamericanos. Se indica que éstos van a envejecer antes que los sistemas de protección social se hayan universalizado, lo que puede dejar vulnerables a las personas mayores de hoy y mañana.

Indica también como problemas destacados el incremento del coste de los beneficios públicos para los estados (Brasil) y la limitada cobertura previsional en México, lo que estresa a las estructuras familiares que atienden a las personas mayores, a la vez que se reduce el tamaño familiar. Algunos países refuerzan sus sistemas de previsión formal y la cobertura contra la pobreza.

Natixis Global Asset Management es una organización para la gestión de activos económicos, que proporciona información sobre la asignación de activos y gestión de riesgos en el mercado financiero global. Partiendo de esta filosofía, Natixis ha construido desde 2013 el Global Retirement Index, GRI (http://ngam.natixis.com/docs/605/544/CC46115%20Global%20Retirement%20In-dex%202015Full%20report_Final.pdf), para mostrar los niveles de bienestar de los retirados a escala mundial en 150 países. Parte de la idea de que el bienestar individual está condicionado por los rasgos socioeconómicos, ambientales y políticos del país, que tienden a ser estables en el tiempo en el corto plazo. Por ello, los 20 indicadores simples que conforman el índice no se refieren específicamente a la población adulta mayor, salvo el índice de dependencia de los mayores con respecto a la población que trabaja. Los indicadores se agregan en cuatro subíndices1 (salud, bienestar material, calidad de vida y medio ambiente, y estructura financiera), utilizando datos secundarios normalizados en función de los valores mínimos (mejora) y máximos (objetivo), que se agregan por medio de la media geométrica para componer el índice general. Proceden de bases mundiales (Banco Mundial, Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económica, Fondo Monetarío Internacional, etc.) y de indicadores ya calculados (Happiness, Environmental Performance, etc.).

Los resultados del Índice para 2015, asegura Natixis, están condicionados por factores macroeconómicos como la deuda, la inflación o las políticas fiscales, pero también por la presión del incremento de la población mayor, especialmente en los países en desarrollo, lo que lleva asociada un aumento en los costes de la salud. En estas condiciones y en los países desarrollados, los individuos, señala Natixis, deben tomar conciencia de su papel para soportar su futuro económico (patrimonio, ahorro), especialmente si se amplía la vida laboral en detrimento del tiempo disponible para la jubilación. La posición de los países latinoamericanos en este índice (Cuadro 1) permite afirmar que, en su mayoría, se encuentran en una posición intermedia, entre Europa y otros países desarrollados, y los países africanos, ocupando Haití una posición muy retrasada.

En general, dos de cada tres países han mejorado su índice en el último año, y es sintomático que Ecuador, Venezuela y Nicaragua se encuentren entre los pocos que han empeorado, esencialmente como consecuencia de la mala posición de estos países en el subíndice de estructura financiera. Los países que están por encima de Colombia, como valor medio, tienden a posicionarse en cada indicador por encima de su valor medio, especialmente en el de salud. Los indicadores de calidad de vida alcanzan valores más altos en comparación con los otros subíndices en los países latinoamericanos, y éstos junto con los de bienestar material, que tiene que ver con la renta y su distribución, permiten a los países sostener su puntuación en el GRI.

Sin duda, existen situaciones a escala de país que no tienen una explicación sencilla y en ello tiene una enorme influencia el tipo de datos provistos de carácter general, muy por encima de los intereses de los individuos que envejecen.

El Global Age Watch Index, GAWI (http://www.helpage.org/global-agewatch/) ha dado un paso adelante en la medición del concepto de calidad de vida y bienestar de los mayores a escala mundial, en comparación con los índices anteriormente descritos. Ha sido elaborado por Help Age International, organización no gubernamental interesada en conseguir una vida más digna, activa, saludable y segura entre las personas mayores para mejorar su contribución a la sociedad, y hacer valer sus derechos y capacidades (Sen, 1999), a escala mundial. Adoptando la metodología del Human Development Index de las Naciones Unidas y siguiendo las recomendaciones de la Segunda Conferencia de Envejecimiento de 2002 de Madrid (MIPAA), se utiliza una perspectiva multidimensional y de utilidad para el diseño de políticas públicas, siguiendo también los principios del Active Ageing Index, de la Comisión Europea y la Oficina Económica de las Naciones Unidas para Europa (UNECE).

Cuadro 1. Global Retirement Index en los países latinoamericanos.


Nota: Por encima del valor medio para la región, en cada unos de los dominios.

Fuente: Elaboración de los autores con Fte. Natixis. Global Retirement Index, 2015.

De acuerdo con todo ello, GAWI se estructura en cuatro dominios que fundamentan la calidad de vida de las personas: seguridad económica, salud, capacitación, y entorno ambiental, a través de 13 indicadores referidos a la población adulta mayor2 de 96 países, 16 son latinoamericanos. GAWI permite la comparabilidad internacional, denuncia la falta de datos desagregados por edad y sexo, comparables, y sirve de base para los decisores políticos. Los datos proceden de fuentes oficiales (Banco Mundial, Organización de Naciones Unidas, Organización Mundial de la Salud, Organización Internacional del Trabajo, Gallup, etc.), son recogidos en sentido positivo, normalizados de acuerdo con sus valores máximo y mínimo, y se agregan mediante la media geométrica ponderada para los cuatro dominios y para el índice general (Cuadro 2). Sin duda es un índice que permite apreciar la importancia de la atención al bienestar de las personas mayores siguiendo modelos sociales y culturales diferenciados (Sánchez et al., 2014).

En general, se requiere la conjunción de varios o todos los dominios para condicionar el valor del GAWI. Los ocho países latinoamericanos por encima del valor medio de la región, 52.1, se encuentran en esta situación, dado que todos ellos tienden a calificar por encima del valor de cada dominio, de forma individual, especialmente Chile, Panamá y Ecuador. Al contrario, los diez países por debajo de la media regional tienden a estar también situados por debajo del valor medio de cada dominio, particularmente Honduras.

Sin embargo, se aprecian algunos hechos significativos en los valores de GAWI en la región:

a) La seguridad económica ha aumentado en toda la región, especialmente en México y Panamá, al aumentar la cobertura de las pensiones para las personas mayores, para aproximarse a los países con cobertura más alta. La reducción de la pobreza y el aumento del Producto Interior Bruto per cápita (PIB) avanzan en la misma dirección, especialmente en Brasil, Uruguay y Argentina,

Cuadro 2. Global Age Watch Index en países latinoamericanos en 2014.


Por encima del valor medio para la región en cada uno de los dominios

Fuente: Elaboración de los autores con Fte. Help Age. Global Age Watch Index 2014.

b) mientras, las caídas de algunos países (Venezuela, Brasil, Perú, Bolivia) en el dominio del entorno han propiciado la pérdida de posiciones de éstos en el GAWI con respecto a 2013,

c) el incremento del gasto en salud, en proporción al PIB per cápita, ha condicionado la posición de países que han apostado por esta política como Chile, Costa Rica o Colombia, como posiblemente sucederá con México en el próximo futuro a medida que se vayan asentando las reformas acometidas.

En el ámbito de los repositorios de datos de carácter regional, el Banco Interamericano de Desarrollo ha creado el Socio-metro-BID (http://www.iadb.org-/es/ investigacion-y-datos//sociometro-bid,6981.html), construido con indicadores de carácter social de 21 países de América Latina y el Caribe, extraídos de las encuestas nacionales de hogares. Aunque se reconoce el esfuerzo hecho para asegurar la calidad y comparabilidad de los datos entre países, no siempre se pueden conseguir datos equiparables. Está estructurado en cinco áreas, demografía, educación, mercado laboral, vivienda e ingresos, con los datos desagregados por género, área de residencia geográfica, educación y quintil de ingresos. La población adulta mayor no está representada en el Socio-metro suficientemente como para analizar su situación al proceder los datos de encuestas de hogares: de los 113 indicadores, sólo ocho se refieren a personas mayores, de ellos el porcentaje de población mayor de 64 años o los ingresos, más altos y más bajos, de hombres y mujeres. Algunos ejemplos permiten apreciar la utilidad de este repositorio, en su función de comparación entre países (Figura 1).

Por su parte, IPUMS-International (https://international.ipums.org/international/) es un repositorio creado por la Universidad de Minnesota, con micro-datos de personas y hogares de muchos países del mundo, dieciocho son latinoamericanos. Los datos proceden de fuentes oficiales (censos), actualizadas en la medida de lo posible, y permiten obtener análisis demográficos comparables entre países. Las bases se actualizan anualmente, por ejemplo, habiéndose añadido muestras en 2014 (República Dominicana y Uruguay) y se prevén otras para 2015 (Paraguay).

La información demográfica recoge aspectos como la educación, la actividad económica, la migración, la etnicidad o la composición del hogar. Sólo se han extractado las variables de IPUMS que más relación puedan tener con el proceso de envejecimiento de la población latinoamericana, reconociendo una realidad evidente, el que no todas las dimensiones ofrecen datos consistentes para establecer relaciones analíticas entre dimensiones (Ruggles, 2013). Sin embargo, algunas de ellas ofrecen una carga de datos suficiente para extraer imágenes ajustadas sobre el envejecimiento presente y futuro. Al ser datos censales, variables, como la edad y el sexo, el hogar, el curso de vida (hijos), el estado civil o de facto, el nivel educativo o la relación con la vida laboral de los individuos, o los datos sobre el estatus de nacimiento tienden a estar bien representadas.

En contraste, otros datos no facilitan la comparación como la fecha de nacimiento, la pertenencia a grupos culturales, religiosos o raciales, o la discapacidad como variable asimilada al estado de salud (Cuadro 3).

Figura 1. Indicadores relacionados con la población adulta mayor en el Socio-metro, del Banco Interamericano de Desarrollo.

Población con empleo

(% de mayores de 64 años en el quintil mas alto, media 2000-2103)


Población desempleada

(% de mayores de 64 años en el quintil mas bajo, media 2000-2103)


Fuente: Elaboración de los autores con Banco Interamericano de Desarrollo. Sociómetro.

Cuadro 3. Indicadores sociodemográficos en los países latinoamericanos.



Fuente: Elaboración de los autores con IPUMS International

Las potencialidades de uso de IPUMS ha sido suficientemente declaradas en artículos diversos (McCaa et al., 2005), siendo mayores los beneficios conseguidos de la armonización, homogenización y cobertura de los datos censales (McCaa, 2013) que los inconvenientes derivados de las limitaciones conceptuales y operativas (López Ruiz, 2010). Los países latinoamericanos se encuentran entre los principales demandantes deI IPUMS.

Finalmente, el Sistema Regional de Indicadores sobre Envejecimiento (SISE), de CELADE (http://celade.cepal.org/redatam/pryesp/madrid/). Se fundamenta en la estrategia regional de implementación, para América Latina y el Caribe, del Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento, para conocer y analizar el envejecimiento de la población latinoamericana, en dimensiones como la salud, el bienestar y el entorno, a través de “indicadores específicos que sirvan de referencia en el seguimiento y evaluación de la situación de las personas mayores a nivel nacional y regional”.

SISE ofrece información desagregada por sexo, grupos de edad (60+, 60-74, 75+) y zona de residencia (urbana, rural), referida a 18 países. A partir de la información censal (1990, 2000) se han definido 30 indicadores demográficos, sociales, económicos, del hogar y de la vivienda y servicios básicos. La importancia creciente del envejecimiento en América Latina y la implicación de los estados en la provisión de datos de acuerdo con la Estrategia Regional y el Manual de CELADE hacen de SISE un instrumento esencial para dotar a la región de un sistema de monitoreo adecuado para detectar oportunidades y retos (Brenes, 2009). A ello contribuye el desglose de datos desde un punto de vista demográfico (edad y sexo) y geográfico (rural-urbano) para facilitar la comparabilidad. No obstante, se reconocen las limitaciones de las fuentes de datos y de los conceptos utilizados, y las dificultades para cubrir determinadas dimensiones (salud, bienestar, entornos, participación) (Paredes, et al., 2010; Ribotta, et al., 2014). Asimismo, se constata que bastantes países han desarrollado operaciones censales posteriores a 2000, lo que no permite obtener perspectivas actualizadas.

Conclusión: ¿Indicadores para intervenir en políticas públicas?

En esencia, estudiar el envejecimiento de la población a través de estos indicadores generales es como rascar la piel de un elefante, que puede llevar a no entender qué es envejecer, especialmente si se espera una mirada esencialmente demográfica. Algunos hechos se manifiestan claros en el análisis anterior.

En primer lugar, los organismos e instituciones que crean índices compuestos utilizan una base ideológico-estratégica que fundamenta los datos y herramientas utilizadas para conseguir unos resultados determinados. En unos casos, éstos están orientados con fines (pseudo) comerciales (CSIS, Natixis), en otros dan sentido a la función de la organización (políticas públicas, desarrollo), y en otros a estrategias científico-políticas (IPUMS, SISE). Su utilidad no parece inmediata, pero su uso sí lo es desde el momento en que se emplean recursos para la provisión de datos y resultados a distintos actores.

En este sentido y, en segundo lugar, la proliferación de instrumentos de medida y de análisis está positivamente condicionada por la disponibilidad de datos y de medios para su uso. Los Estados ven reconocida su función como productores de información necesaria para la implementación de políticas públicas, mientras se benefician de los análisis de datos de los investigadores, de las reflexiones de los agentes sociales para mejorar los datos necesarios para el monitoreo de políticas y de los técnicos y políticos que ponen en marcha iniciativas para mejorar los sistemas de información estadística. Las grandes bases de datos internacionales y de los estados productores son a su vez el resultado y la herramienta para el estudio del envejecimiento.

Pero también, en tercer lugar, es necesario destacar el papel de la metodología de generación de medidas. Al amparo de técnicas estadísticas razonablemente complejas y de instrumentos de cálculo, muy extendidos y versátiles, se producen indicadores compuestos, de síntesis de grandes masas de datos, que deben ser leídos e interpretados adecuadamente para que no se produzca el efecto contrario al que se desea, buscar la más clara y adecuada interpretación de los datos. No es una tarea fácil porque las técnicas estadísticas tienden a medir no tanto valores numéricos, sino valores relativos (normalizados, estandarizados, posicionados con respectos a valores medios, máximos y mínimos) que pueden llegar a oscurecer el verdadero significado del índice calculado.

Otro aspecto, a no perder de vista, es la necesidad acuciante de dimensionar el envejecimiento con los componentes que le dan sentido como hecho demográfico, social y económico, inserto en un entorno definido por parámetros culturales y políticos específicos. Y esta tarea no es fácil porque los organismos estadísticos nacionales no son proclives para tener en cuenta el carácter holístico del hecho de envejecer, y se dejan llevar por sus propios intereses como productores de datos. Aunque la tendencia en la región se orienta a seguir las directrices internacionales que fomentan la homogenización de conceptos y medidas en relación con el envejecimiento, todavía es una aspiración a la que le falta recorrido en el tiempo.

Sin embargo, hay que reconocer, como conclusión, que estos índices tienen una función clara, la de posicionar a los países en relación entre sí, utilizando instrumentos de medida que ayudan a la discusión y al diseño de políticas públicas (Taipale, 2013).

Agradecimientos

Los autores agradecen al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT), de la Universidad Nacional Autónoma de México a través de la Dirección General de Asuntos al Personal Académico, por el financiamiento recibido al Proyecto IG300414.

Referencias

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1 Salud (esperanza de vida al nacer, gasto en salud per cápita, médicos /1000 personas, gasto en salud no asegurado y camas de hospital/1000 personas), Bienestar material (renta per cápita, distribución de renta, desempleo), Finanzas (fuerza institucional, inversión –dependencia de los adultos mayores, inflación, presión impositiva, tasa de interés, sistema bancario, deuda gubernamental–), y Calidad de vida (índices de felicidad y de medio ambiente natural –calidad del aire, agua y saneamiento, biodiversidad, cambio climático y energía–).

2 Seguridad económica (pensiones, pobreza, bienestar, PIB per cápita), Salud (esperanza de vida a los 60 años, esperanza de vida en salud, bienestar psicológico), Capacitación (empleo, educación) y Entorno (redes sociales, seguridad física, libertad, transporte).

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