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PRÓLOGO

La astronomía es uno de los campos científicos en los que la divulgación puede realizarse con más éxito, porque sin duda constituye una de las ramas del conocimiento que despiertan más interés entre el gran público y, también, porque este hecho lo percibe el propio divulgador, y ello hace que disfrute con su labor al ser consciente de que será bien recibida. El disfrute que sentía Vicent Martínez mientras escribía el libro tan sólo con pensar en el placer que proporcionaría a sus lectores, no sólo se manifiesta a cada instante, sino que, además, es reconocido por el propio autor en la última frase de la obra. Hace tiempo que conozco a Vicent y sé que no lo dice en vano, ni para quedar bien con el lector, ni como justificación ante posibles colegas reticentes a «perder el tiempo» con tareas poco valoradas dentro de un ámbito tan competitivo como el de la investigación. Lo dice porque lo siente y le parece bien reconocerlo: el esfuerzo de escribir el libro valía la pena, aunque sólo fuera por el placer de hacerlo.

Como también explica Vicent al principio del libro, la divulgación es casi un deber que deberían sentir todos los científicos, cuando menos para devolver a la sociedad una porción de lo que le deben por permitirles trabajar en aquello que más les gusta y que no siempre brinda un rendimiento práctico evidente para ésta. Y añadiría que todos los científicos tendrían que practicar un poco de divulgación no tan sólo por este motivo, sino porque así disfrutarían aún más de su trabajo, tal y como reconoce Vicent. ¿Qué sentido tendría para un pintor o un escritor no hacer pública su obra, guardarla en un armario de casa o mostrarla en exclusiva a sus colegas y a unos cuantos críticos? El arte adquiere toda su plenitud cuando trasciende a su autor, cuando llega a todo el mundo, cuando la sociedad entera toma conciencia de la obra realizada, aunque haya mucha gente que no la entienda o, incluso, a la que le pueda desagradar. Lo importante es que se conozca. El arte es el resultado de la cultura milenaria de toda la sociedad, forma parte de ella y no es propiedad de unos cuantos entendidos. Representa la obra de la humanidad entera manifestada a través de sus creadores, de modo que no se puede esconder en un cajón. Por este motivo, el artista sólo se realiza con plenitud cuando muestra su obra, cuando permite que todo el mundo la disfrute y la aprecie. Pues bien, la ciencia, el conjunto de ideas que forman el bagaje científico de la humanidad, también es cultura y, como la pintura o la literatura, debe llegar a todo el mundo para que así adquiera su sentido pleno. No basta

con que los descubrimientos realizados lleguen a otros científicos para que avancen en la comprensión del mundo que nos rodea. Toda la sociedad debe ser consciente de ellos y los debe disfrutar. Es necesario que todas las personas posean una idea mínima de las últimas conquistas alcanzadas, y de cómo se llegó a ellas. De ese modo, el pensamiento científico adquiere su significado como avance de la humanidad. Y, sin duda, aquí estriba el motivo de que el científico disfrute al explicar estos conocimientos.

Marineros que surcan los cielos cumple esta tarea por completo. Vicent lo hace todo fácil, lo explica de una manera muy sencilla, clara y amena, pero a la vez rigurosa y exacta, tal y como debe ser. Es perfectamente comprensible que este libro haya ganado un premio de divulgación científica, porque constituye un ejemplo de lo que conviene que sean los libros divulgativos: un pequeño compendio de todo lo que se sabe en un determinado campo científico, en este caso el de la astrofísica y la cosmología, sin perderse en detalles innecesarios y tratando de ofrecer una visión amplia y precisa de lo que se sabe, y de cómo se descubrió. Es, por cierto, este último aspecto el que confiere a esta obra su máximo interés, incluso para los propios científicos, que con demasiada frecuencia se concentran en la investigación cotidiana sin esforzarse por averiguar la historia que subyace a los conceptos que manejan. La grandeza de esta tarea ingente y acumulativa que es la ciencia se torna manifiesta de la manera más clara a través de la vida de los investigadores que, en diferentes épocas, hicieron posibles las ideas científicas actuales. Al seguir todo ese proceso, trufado de vidas modélicas y de flaquezas humanas, la obra científica se nos muestra en todo su esplendor.

EDUARD SALVADOR

Catedrático de Astronomía y Astrofísica

Universitat de Barcelona

Marineros que surcan los cielos

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