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CIUDAD

Internet ha cambiado nuestras vidas, pero no ha cambiado nuestras ciudades. En el siglo XXI, las redes nos permiten acceder a casi cualquier información producida por otros seres humanos y que, bien gestionada, puede producir conocimiento.

¿Cómo serán la ciudad y los hábitats capaces de extraer conocimiento de la red y producir recursos de manera local en la nueva sociedad que emerge con la era de la información? Las ciudades y el hábitat humano son el reflejo de la cultura de cada época. Se sirven del conocimiento y de los desarrollos tecnológicos para crear las condiciones de vida más eficaces desde un punto de vista económico, social y ambiental, utilizando los recursos a su alcance de forma racional.

En el siglo XX se fomentó la especialización en el trabajo para ganar en eficacia y producir más con menos recursos, pero por el camino se olvidaron muchas de las cosas que nos hacen ser seres humanos. Es una historia conocida. Gran parte de la población se convirtió en trabajadora de un sistema de producción en serie cada vez más globalizado y centralizado y, al mismo tiempo, consumidora de los recursos que el propio sistema producía. Y las ciudades se transformaron para adaptarse a esa realidad.

Internet fomenta un sistema distribuido de gestión de la realidad donde cada nodo de la red es capaz de producir e intercambiar recursos. De este modo, participando activamente en redes económicas, sociales y de conocimiento globales, un ciudadano o una o rganización puede producir recursos locales a partir del conocimiento que genera en red.

Tras el trabajador-consumidor del siglo XX, emerge el emprendedor-productor del siglo XXI que lidera su propia actividad profesional dentro de organizaciones flexibles. Por ello hay que transformar las «ciudades del conocimiento» en algo más que un eslogan. El conocimiento sirve para hacer cosas.

El reto de las ciudades en el siglo XXI es que vuelvan a ser productivas. Para ello han de modificar su estructura física y funcional para producir de forma local la mayor parte de recursos que se necesitan, al tiempo que están hiperconectadas con el mundo.

Las ciudades son los lugares reales donde viven las personas y donde se produce la economía real. La forma de la ciudad sigue la forma de la economía que la sustenta, según las reglas de gobernanza de cada territorio. Por ello, para que se transforme la economía habrá que transformar las ciudades.

El calentamiento global, el peak en el consumo de petróleo, la electrificación del mundo, las redes sociales, el conocimiento de los sistemas complejos y la crisis económica global forman parte de un proceso de transición que debe impulsar la construcción de un nuevo paradigma económico y urbano para el mundo. Las ciudades no pueden ser núcleos habitables que consumen recursos que provienen de la naturaleza y que se pueden transformar sin fin. La época de los recursos infinitos ha terminado. Las ciudades son ecosistemas habitables que forman parte de un sistema global, y hay que analizarlas como tal. Las ciudades y los territorios líderes en un próximo futuro serán aquellos que generen más valor para su territorio con el menor consumo de recursos.

Así, hay que definir un nuevo modelo para la organización de las ciudades en la sociedad de la información a partir de estructuras autosuficientes a diversas escalas. Las ciudades y su entorno próximo deberían producir la energía, los bienes y los alimentos necesarios para el desarrollo de la vida humana.


LA ENERGÍA COMO SISTEMA CONTRALIZADO «VERSUS» SISTEMA DISTIBUIDO

Para que un sistema de habitabilidad multiescalar sea autosuficiente, cada una de sus escalas tiene que tender hacia la autosuficiencia: edificios autosuficientes, en barrios autosuficientes, dentro de distritos autosuficientes para hacer una ciudad autosuficiente dentro de un marco regional autosuficiente conectado con redes de información con todo el mundo. Cada una de las escalas y de los ámbitos territoriales deberá desarrollar al máximo sus potenciales y compensar sus necesidades con los recursos de la escala o el ámbito más próximo.

Cada cambio de ciclo energético en la historia de la humanidad ha producido diferentes tipos de hábitats humanos.

Los hombres, que primero fueron agricultores-recolectores y más tarde se organizaron en comunidades agrícolas que desarrollaron las primeras civilizaciones, se organizaron en ciudades amuralladas en la Edad Media. A partir de la Revolución industrial se produjo el verdadero desarrollo urbano de forma sistemática. La economía industrial se ha desarrollado bien allí donde existen las materias primas o las fuentes de energía, o bien allí donde ha existido la mano de obra necesaria y el capital humano que ha hecho posible la producción de bienes. Ahora, en la sociedad de la información, la ciudad multiescalar que abarca desde una vivienda hasta todo el planeta debería basar su economía en el comercio de conocimiento y de servicios a escala global y en la producción local de bienes materiales utilizando el máximo de recursos locales.

Barcelona ha vivido todas las fases de construcción de una ciudad europea compacta que ha crecido en anillos concéntricos a lo largo de la historia. Fue fundada como colonia romana con el nombre de Barcino alrededor del año 15 a.C. sobre una pequeña colina cerca del mar. Vivía de la agricultura, tenía una superficie de 12 hectáreas y estaba rodeada por una muralla de 1,5 kilómetros. Es la Barcelona 1.0.

Esta ciudad y su muralla sufrieron diversas modificaciones y ensanches hasta la Edad Media, cuando la consolidación de la Corona de Aragón por parte de Jaume I impulsó la construcción de una ciudad como capital de un imperio que se extendería sobre el Mediterráneo. Una ciudad producto de una sociedad feudal, donde emergían los artesanos y los gremios y donde florecía el comercio marino y terrestre. En 1250 se construyó una nueva muralla, ampliada en el siglo XIV, con seis kilómetros de longitud y que encerraba una superficie de 218 hectáreas. Es la Barcelona 2.0.

La revolución industrial acaecida a partir del desarrollo de la ciencia y la tecnología y del uso de nuevas formas de energía y del invento de la tracción mecánica impulsó el inicio de la ciudad industrial y, con ella, el desarrollo territorial. A su vez, la declaración universal de los derechos del hombre impulsó una nueva conciencia sobre las condiciones de habitabilidad de las personas. Barcelona inició el derribo de sus murallas en el año 1854 con un plan que mutiplicaba por diez la superficie de la ciudad. Es la Barcelona 3.0.

Un socialista utópico, Ildefons Cerdà, inventó el concepto de urbanismo con el plan de ensanche de la ciudad de Barcelona. Cerdà planeó una ciudad con tanta superficie para la movilidad como zonas verdes o superficie para la edificación. El urbanismo de Cerdà surgió de una visión utópica de la construcción de un territorio que planteaba el aprovechamiento y la socialización del potencial tecnológico de su época y que quería dar respuesta a las nuevas condiciones de habitabilidad exigidas por la sociedad industrial emergente. Era un proyecto que pretendía ofrecer mayor calidad de vida a los ciudadanos con la creación de una ciudad más higiénica y saludable; una ciudad cuyos edificios tuvieran acceso a una zona verde y en cuyas ventanas entrara la luz del sol. La construcción del Eixample de la ciudad se ha desarrollado a lo largo de 150 años.

Durante este tiempo, una nueva tecnología, el automóvil, que empezó a tener un desarrollo industrial consistente en los años veinte del siglo XX, ha permitido el desarrollo de nuevas formas dispersas de ciudad, inicialmente en Estados Unidos, y ha transformado el funcionamiento y el ritmo vital de las ciudades históricas. En el caso de Barcelona, esta nueva tecnología impulsó la construcción de un anillo periférico (a partir del ejemplo del París de los años sesenta) en el año 1992 con una longitud de 37,5 kilómetros y que encierra una superficie de 10.000 hectáreas, y de otro que ordena su área metropolitana, de 60 kilómetros de longitud y con una superficie interior de 25.000 hectáreas. Es el final de la época de un modelo urbanizador basado en la ocupación de un territorio agrícola o de un tejido industrial obsoleto y el inicio de la regeneración de la ciudad de la información impulsada a partir de las tecnologías digitales. Es la Barcelona 4.0.

Los próximos años deberían ser los del desarrollo de este último modelo y de su implementación, primero con proyectos piloto y después de forma masiva e integral. Entre los años 2050 y 2060, la ciudad debería ser autosuficiente desde el punto de vista energético, y debería haberse desarrollado la economía de la producción local y el intercambio global de diseños, soluciones y servicios globales. Será la Barcelona 5.0.

La actual crisis impulsa un cambio en la manera como vivimos y trabajamos. En su día, el urbanismo fue una ciencia creada para añadir valor al territorio convirtiendo un territorio agrícola, donde se producían alimentos, en un territorio urbano, donde se podía vivir y trabajar en un entorno mucho más denso y productivo económicamente. Hoy, sin embargo, el urbanismo es más un proceso técnico que estratégico. Gran cantidad de ciudades se gestionan sin una visión de desarrollo a medio y largo plazo y solo dan respuesta a coyunturas políticas o económicas. Hoy el urbanismo casi no añade valor al territorio. Se ha convertido en un mecanismo donde se regula la relación entre público y privado, y con el que se obtienen beneficios económicos añadiendo el mínimo valor objetivo al territorio, gestionando lo obvio. Si la economía de la sociedad de la información está basada en la innovación, el urbanismo no forma parte de esta economía.

Por ahora.


ÉPOCAS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE BARCELONA

¿Cómo se puede añadir valor a las ciudades?

Si el urbanismo iniciado en el siglo XIX añadía valor a un territorio agrícola para transformarlo en urbano, la regeneración de la ciudad iniciada en el siglo XXI añade valor a un suelo urbano para transformarlo en autosuficiente.

Hay que añadir una nueva capa metabólica sobre la capa física y funcional de las ciudades que internalice la gestión de los recursos que le permiten funcionar. Las ciudades no pueden ser lugares que transforman productos en basura, entornos que consumen únicamente recursos que le vienen del exterior. Hay que producir energía de forma local mediante el reciclaje de edificios y barrios. Hay que producir bienes en entornos urbanos mediante nuevas industrias limpias y generar alimentos en las ciudades o en su proximidad de forma ecológica. Hay que introducir una capa informacional en las ciudades que permita la gestión distribuida de todas las redes urbanas.


ANATOMÍA DE UNA CIUDAD

Deberíamos impulsar un nuevo modelo de ciudades en red formadas por barrios productivos autosuficientes a velocidad humana, dentro de una ciudad hiperconectada y con emisiones cero. Un modelo que incorpore lo mejor de la calidad de vida de las pequeñas ciudades y lo mejor de la densidad urbana y el dinamismo de las grandes urbes de la sociedad de la información.

Muchas slow cities dentro de una smart city.

Más que añadir una capa informacional sobre una ciudad obsoleta se debería impulsar nuevas formas de organización del espacio urbano, de hibridación funcional y de movilidad que hicieran las ciudades más eficientes desde un punto de vista estructural. Internet no debe alargar la vida de las ciudades tal como las conocemos hoy, sino permitir su reingeniería.

Para ello, primero habría que definir la anatomía de las ciudades como una base compartida común sobre la que operar. Parece insólito que llevemos más de cinco mil años construyendo ciudades sin que exista ninguna convención internacional que defina la estructura de una ciudad.

Si se pregunta a un médico de Lima, de París o de Bombay cuáles son los sistemas que forman el cuerpo humano, todos describirán el sistema sanguíneo, el nervioso y el respiratorio y todos los sistemas que de forma convencional constituyen la anatomía humana y se estudian en las facultades de Medicina de todo el mundo. Sin embargo, arquitectos de estas mismas ciudades describirán de forma diferente qué partes o sistemas conforman la anatomía de una ciudad.

Definir con claridad las partes de un sistema es el primer paso para poder reformarlo.

El urbanismo, en Europa, no será nunca más un mecanismo para construir en el territorio sobre una naturaleza abstracta. Hoy toda acción de construcción es una reacción a una realidad existente, ya sea urbana o natural. Fuera de las ciudades, más que construir sobre la naturaleza, lo que haremos será construir con la naturaleza. O aún mejor, construir naturaleza.

El gran reto de nuestra civilización está en reformar las ciudades ya construidas, donde vive más del 50 % de la población mundial, con el fin de aumentar su eficiencia y hacerlas más productivas, e impulsar que las nuevas ciudades que se construirán en los próximos años, especialmente en Asia, se hagan basadas en nuevos principios propios de la sociedad de la información. Si las nuevas ciudades se construyen siguiendo los patrones actuales, el planeta de 10.000 millones de habitantes previsto para el año 2050 no podrá funcionar porque no dispondrá de la energía material necesaria para operar.

Afrontamos por ello el reto de un nuevo renacimiento para las ciudades, construidas a partir de una nueva cultura más transparente, abierta y participativa, sobre su historia física y social, donde los ciudadanos sean los actores principales de la historia, en el marco de sociedades que trabajan, producen y debaten sobre su progreso. Ciudades que se construyan como manifiestos de la excelencia de la creación humana.

Una ciudad autosuficiente en red.

La ciudad autosuficiente

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