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INTRODUCCIÓN EL FONDO DE UN ARCHIVO
ОглавлениеEl proyecto de historia de la Guerra Civil española de Vicente Rojo era ya conocido por algunos editores y, desde luego, por la familia del general. Y una parte del mismo vio la luz editado por uno de sus sobrinos, el pintor y editor Vicente Rojo, para ERA, la ejemplar empresa mexicana emprendida por exiliados españoles, de cuyo grupo fundador formaba parte, bajo el título de «Así fue la defensa de Madrid». En 1987, la Comunidad de Madrid reeditó ese trabajo, al que el autor había dado fin y su placet, y en 2006 se produjo la última impresión, una edición facsímil patrocinada por la Asociación de Libreros de Lance.
Así fue la defensa de Madrid es un libro que he tenido que consultar mucho para algunos de mis trabajos sobre la Guerra Civil española. Sobre todo, para La batalla de Madrid, pero también para el último de ellos, El arte de matar. Se trata de un trabajo excelente en su documentación que tiene, además, una virtud, que es la de poseer el aliento de quien ha participado en los acontecimientos de forma muy destacada. Cuando estaba preparando este último trabajo, utilicé otros muchos textos de Rojo, todos ellos custodiados en el Archivo Histórico Nacional. Allí hay miles de folios escritos por el general para los grandes proyectos que albergó en su mente antes de que el cansancio le obligara a dejar la escritura y la reflexión sobre la guerra española.
Muchos de esos escritos están dispersos en decenas de carpetas que los hacen de difícil manejo para los investigadores, pese a que estaban clasificados por el autor, que era un hombre de carácter metódico y ordenado.
Uno de mis ayudantes de documentación, Mario Martínez Zauner, que estaba buscando entre el bosque de papeles documentos muy específicos para El arte de matar, se topó un día con un largo texto de carácter general, que llevaba el título de Historia de la guerra de España, y me llamó con la excitación lógica ante un hallazgo semejante. Yo atendí la llamada con un cierto escepticismo, porque ya sabía que existían textos de Rojo que habían sido poco trabajados por otros historiadores, y estuve a punto de desechar la idea de trabajar sobre un volumen documental tan excesivo, que se vendría a sumar a los otros miles de folios que iba teniendo que valorar para terminar mi tarea. Pero Mario Martínez insistió y accedí a que fotocopiara primero unas cuantas y después las más de seiscientas hojas que componían el legajo.
La sorpresa al examinarlos fue descomunal, porque el enorme documento cumplía dos requisitos que lo hacían valioso desde mi punto de vista: era inédito en gran parte, y su grado de elaboración estaba bastante avanzado. Comenzaba con los antecedentes de la guerra, con sus primeros compases, y seguía con la defensa de Madrid. Luego, continuaba con el período previo a la batalla de Brunete. Y era una narración continuada, sin trocear, bien hilada aun en sus comienzos.
Mi buen amigo José Andrés Rojo, nieto del general, es autor de una excelente biografía sobre el personaje, y había buceado en esos archivos durante mucho tiempo para poder llevarla a cabo. Cuando le llamé para consultarle sobre los manuscritos, me confirmó que él no había llegado a trabajar sobre ellos; que excepto el manuscrito referido a la defensa de Madrid, el resto le era desconocido.
Le solicité a José Andrés el permiso de su familia para hacer una edición del material, lo que obtuvo con rapidez. Joaquín Palau, mi editor, no tuvo dudas cuando le hice la propuesta de trabajar sobre los documentos para reconstruir la mejor versión posible del trabajo del general.
La segunda decisión fue la referida a los contenidos de la edición. En principio, mi intención era publicar sólo los materiales inéditos pero, de hacer eso, la narración se rompería y tendría un valor mucho menor para los lectores, no sólo nuevos sino también para los conocedores de la obra del general. Santos Juliá y Mercedes Cabrera me ayudaron a que las dudas que había tenido se disiparan. La aportación de los nuevos materiales alcanza su sentido pleno en el contexto en que el autor los situó, por mucho que la pieza de la defensa de Madrid fuera separable.
Porque de las tres partes de que consta esta historia, tan sólo una está completamente terminada y certificada por la mano del autor, que es la referida a la ya mencionada Así fue la defensa de Madrid. Sin embargo, creo que el trabajo realizado responde bien a las intenciones de su autor. Los textos inéditos, los que él no llegó a terminar, son en ocasiones muy farragosos, porque están llenos de acotaciones marginales escritas con una letra menuda, minuciosa y, en ocasiones, ilegible. Pilar Balseyro hizo un muy buen trabajo de interpretación de muchos de estos párrafos; cuando era posible hacerlo. Pero, en todo caso, hay suficientes pistas para completar los desarrollos oscuros sin que se pierda la intención del general.
La simple publicación de estos materiales inéditos es importante desde mi percepción, porque nos da una visión más completa de los puntos de vista de un personaje que tuvo gran importancia para la historia de nuestro país, de la Guerra Civil en concreto. Pero hay mucho más, porque las disgresiones que hace sobre distintos aspectos del conflicto, de sus antecedentes y de su desarrollo arrojan luz algunas veces muy novedosa para su mejor interpretación. En otros casos, la información aportada puede servir para cambiar notablemente el conocimiento sobre lo sucedido en momentos cruciales de la guerra. Desde luego que se trata de la versión de uno de sus protagonistas, pero las piezas encajan casi siempre con exactitud para que podamos considerar la versión de Rojo como más verosímil que otras. En cualquier caso, con la ventaja de poseer mucha más información de la que gozó el autor de estos manuscritos, es también obligatorio hacer un acercamiento crítico a lo narrado, por mucho que el general sea un personaje de culto para muchos lectores de los asuntos de la guerra.
A la hora de leer estas páginas es preciso tener en cuenta una circunstancia muy específica: Rojo acomete la redacción de su obra inacabada con los materiales que tiene. Son sus apuntes, que reclama a su familia en Bolivia, y poco más. La redacción fue realizada entre los años 1958 y 1962. En esa época, las fuentes documentales a las que podía acudir estaban muy restringidas. Rojo no pudo entrar en los archivos militares de la Guerra Civil. Y, sobre todo, no pudo consultar ninguno de los trabajos realizados por historiadores que ahora nos son tan familiares. Porque, por aquel entonces, casi ninguno de los autores decisivos había publicado sus obras nacidas de la investigación independiente.
Eso, en algún momento, tiene sus ventajas. Fuera de la narración, no he podido sustraerme a caer en la tentación de incluir en dicha publicación un documento de singular interés, sobre la cooperación soviética con la República. Hace muy pocos años que hemos podido tener ocasión de conocer en profundidad el carácter y la envergadura de esta colaboración. Hasta donde se ha podido. Los trabajos de algunos historiadores, sobre todo los de Ángel Viñas, que ha entrado en los archivos de la antigua Unión Soviética, han permitido saber bastantes cosas al respecto. Pero la desaparición de documentos hace que sigamos sin conocer del todo lo que realmente sucedió y cómo se llevaba a cabo esa cooperación. Rojo nos informa de una manera que resulta muy ilustrativa, porque detalla su experiencia, la de quien protagonizó, en momentos decisivos, las complejas relaciones entre los militares republicanos y los asesores soviéticos, cuyas funciones nunca fueron definidas de una manera precisa. Eso, por supuesto, además de aportar una ayuda inestimable a un ejército carente de mandos suficientes, provocó conflictos relevantes y problemas operacionales graves. La versión de Rojo sobre cómo se desarrollaron esas relaciones es crucial para entenderlas, porque él padeció, y se benefició, de esa colaboración. Fue protagonista de momentos de colaboración muy positiva pero también de enfrentamientos de envergadura.
El libro se completa con una reflexión sobre los militares leales, los que se mantuvieron a favor de la legalidad republicana, de cuyas actitudes Rojo es un buen crisol. Lo que yo denomino un síntoma. Y con un análisis crítico sobre la forma de conducir la guerra del que fue jefe supremo del Ejército Popular desde la primavera de 1937 hasta la derrota del mismo en Cataluña.
José Andrés Rojo, nieto del protagonista, añade una importante información sobre cómo se gestó el proyecto de Vicente Rojo y las dificultades que se encontró para su realización.
Por todo lo referido, este libro.