Читать книгу Sombras - Victoria Vilac - Страница 5

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Prefacio

A inicios del siglo XX, el mundo experimentó uno de los más crueles capítulos de su historia; guerras absurdas que marcaron el devenir de la humanidad, cimentadas en teorías de supremacía racial, en diferencias étnicas, en la locura que el poder ejerce sobre los hombres. El deseo de muerte y destrucción se sentía en el aire. Alemania, con Adolfo Hitler a la cabeza, comandaba legiones de soldados cautivos de sus discursos, orgullosos de pertenecer a un nuevo orden que proclamaba una Alemania victoriosa, una Alemania unida, una Alemania superior, una Alemania blanca.

Atrás quedaban las imágenes de un país derrotado, quebrado, fracasado luego de la Primera Guerra Mundial, sin un norte hacia el cual mirar y poder dirigirse. Habían encontrado a su líder: “un orador vehemente, un brillante estadista que haría de su patria la más grande, para la mejor raza: la aria”. Pero Europa no era una sola, era un crisol de diferentes nacionalidades, pueblos, culturas, todas distintas y todas valiosas. Pero no para él.

Los fantasmas de Hitler no solo atormentaban a los judíos, a quienes veía como los causantes de la crisis alemana. Homosexuales, discapacitados mentales, comunistas y gitanos fueron considerados inferiores e indignos de vivir junto al pueblo alemán. Quizá porque no eran una mayoría o carecían de territorio, el exterminio de los romaníes o gitanos a manos de los nazis no tuvo la importancia que la historia le otorga al holocausto judío, aunque cerca de medio millón de romaníes murieron durante el triste intento de Hitler para concebir una raza pura, una raza aria.

Ciertamente, no fue el primero, ni el más cruel. En la memoria del pueblo romaní persisten otros tiranos y demonios con forma humana que los utilizaron y esclavizaron a su antojo, aunque no pudieron doblegar su esencia y por eso su legado permanece hasta el día de hoy, pues no hay lugar en la tierra en donde no se encuentre un gitano, así lo describen ellos “mientras haya una estrella en el cielo, habrá gitanos en el mundo”.

Estimado lector, es nuestro deber advertirle que los hechos que se narran en estas páginas han permanecido ocultos para evitar afectar la honra de quienes aquí se exponen, sin embargo, la verdad debe salir a luz aunque hiera susceptibilidades. Sumérjase en la lectura de estas líneas con los ojos del alma, pues la razón nubla los sentidos cuando lo oculto está por develarse.

¡Sea bienvenido!

Lea esta historia por su propia voluntad y no olvide las palabras de Bram Stoker: “Los muertos van de prisa”.

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