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Prólogo

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CARLOS PELLAS

Cuando Vivian puso en mis manos el texto final de su biografía, convirtiéndome así en el primer lector de esta obra, no imaginé que habría logrado plasmar su historia de manera tan sublime. Al terminar la lectura de lo que ahora es este libro, con lágrimas en los ojos, comprendí por qué le había tomado doce años escribirlo.

El revivir todo lo que atravesó en su vida, desde el exilio de Cuba hasta la traumática experiencia del accidente aéreo y, lo que significó la compleja y dolorosísima rehabilitación a la que debió someterse, sin duda debió ser más que un arduo ejercicio y todo un reto de temple espiritual.

Ahora lo comprendo plenamente… En todos aquellos pasajes del libro que conmovieron mi pecho, no pude contener las lágrimas, ya que no solo volvían a mi mente los tortuosos momentos por los que yo mismo pasé, sino que también me hacían recordar lo indispensables que hemos sido el uno para el otro; cómo, en los momentos más difíciles de nuestro caminar, siempre hemos estado juntos para apoyarnos, confortarnos, darnos ánimo y así vencer los retos con los que la vida nos sorprende.

Vivian menciona que yo siempre fui su inspiración, pero la verdad es ella quien lo ha sido para mí. Desde que la conocí admiro la fortaleza y positivismo de su personalidad, esos valores que le permitieron sobreponerse al desconsuelo de su exilio y a tantas pruebas que debió enfrentar desde niña. Me sorprendió más aún, la fuerza con la que abrazó a su nueva patria: Nicaragua.

Al verla soportar sus dolorosísimas sesiones de rehabilitación, me animaba a no darme por vencido, a enfrentar el dolor con el mismo coraje y determinación como ella lo hacía.

La vida de Vivian, la cual plasma con sencillez y humildad en su biografía, es de las historias más conmovedoras que he leído, pero también de las más inspiradoras que se habrán escrito. Muchas personas que enfrentan una tragedia, donde pierden inesperadamente a un ser querido o sufren un accidente que las deja con gravísimas heridas y permanentes secuelas, pasan la mayor parte del resto de la vida lamentándose con amargura y se vuelven incapaces de encontrarle una razón de ser a su existencia.

Como podrá apreciar el lector al leer esta obra, la vida de Vivian no ha sido nada fácil, pero su optimismo y permanente determinación le ayudaron a enfrentar los retos que le presentaba el camino, logrando de esa manera forjar su extraordinario carácter, convirtiéndola no solo en una mujer con gran confianza en sí misma, sino también en una mujer con un enorme corazón.

Cuando conocí a Vivian, al instante me enamoré de ella y supe, en ese momento, que sería la mujer con la que pasaría el resto de mi vida. Sin embargo, debo confesar que jamás imaginé que llegaría a convertirse en la Vivian Pellas de hoy.

Es admirable cómo, aún con parte de su cuerpo en carne viva y con múltiples fracturas, balbuceó: “voy a construir una unidad para los niños quemados de Nicaragua”. Justo en ese preciso instante donde cualquiera solo estaría pensando en sanar su enorme dolor, ella ya estaba explorando su nueva razón de ser, pensaba en cómo aliviar el sufrimiento de otros. No se quejaba de Dios por lo que le sucedía, todo lo contrario, trataba de encontrar cuál era el plan divino que Él le tenía trazado.

En varias ocasiones Vivian estuvo entre la vida y la muerte. Estoy seguro que el amor por nuestros hijos y el temor de dejarlos solos, el apoyo de sus padres, familiares y amigos, el magnífico trabajo de los médicos y la enfermera que la cuidó, fueron factores que le ayudaron para sobrevivir a su precaria condición, pero, sin duda, el mayor factor de todos fue ¡su inquebrantable fe en Dios!

Vivian estaba convencida de que, detrás de toda esta tragedia que vivía, Dios tenía una misión para ella. Esta fe la llenó de fortaleza, le ayudó a soportar el enorme dolor de los tratamientos y, primordialmente, a volcar su vida a favor de una causa: crear un mundo más justo, compasivo e incluyente para los miles de niños de escasos recursos que se queman anualmente en nuestro país.

Después de ver lo que ha logrado a través de APROQUEN, la misión que Dios tenía para ella no puede ser más evidente: convertirla en el Ángel de la Guarda de los niños quemados en Nicaragua.

Sin duda, la historia de Vivian servirá de inspiración para muchos, para que trabajen en crear un mundo más tolerante, equitativo y solidario.

Vivian Pellas Convirtiendo lágrimas en sonrisas

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