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ОглавлениеI. Insurrección y guerra popular en Vietnam
La lucha revolucionaria que nuestro pueblo lleva a cabo —bajo la dirección del Partido de los Trabajadores de Vietnam— por la liberación nacional, la independencia, la libertad y por el encauzamiento de la sociedad vietnamita hacia el Socialismo, es la continuación de la gloriosa lucha que éste sostuvo durante milenios por la salvaguardia y la construcción del país. En esta lucha revolucionaria, la línea militar de nuestro partido no podría sino continuar la tradición militar de la nación.
A raíz de su posición geográfica en el sudeste asiático, nuestro país debió luchar constantemente casi desde su fundación contra las invasiones extranjeras. Ese combate ininterrumpido por la supervivencia de la nación, hizo de nuestra historia una larga epopeya ilustrada por valerosos y sublimes hechos de armas. Desde el comienzo de la Era Cristiana hasta el siglo XVII, contando solamente los conflictos a escala nacional, nuestro pueblo libró más de veinte guerras por la liberación del país y por la defensa de la soberanía nacional.
Bajo la dominación de los señores feudales extranjeros, la cual duró diez siglos, nuestro pueblo se sublevó continuamente para reconquistar su independencia. La primera insurrección fue la de las hermanas Trung, que logró triunfar en todo el país y que fue seguida por otras insurrecciones o guerras de liberación dirigidas por Dame Trieu, Ly Bon, Mai Thuc Loan, etc. La clamorosa victoria obtenida por Ngo Quyen en 938, puso fin a un milenio de dominación extranjera e inauguró la era de independencia y de soberanía nacional.
Para salvaguardar esa independencia y soberanía, nuestro pueblo debió emprender hasta el siglo XIX una serie de guerras contra las agresiones extranjeras.
Tal fue el caso de la guerra de resistencia llevada a cabo bajo la dinastía de los Ly —Siglo XI— contra la invasión de los Song; con el ataque preventivo, tan resuelto como audaz, conducido por Ly Thuong Kiet y la contraofensiva que le siguió para aplastar a las tropas de agresión.
Ese también fue el caso de la guerra de resistencia llevada a cabo bajo la dinastía de los Tran —Siglo XIII— contra la agresión de los mongoles; una de las guerras de resistencia más típicas de nuestra historia, que bajo las órdenes de Tran Hung Dao y durante más de treinta años, en tres oportunidades detuvo ante las puertas de la capital Thang Long a un ejército célebre por su crueldad y sus cualidades guerreras, que desde Asia hasta Europa sólo obtuvo victorias y que había conquistado una gran parte del viejo Continente.
Otro ejemplo es la insurrección de Lam Son bajo las órdenes de Le Loi y de Nguyen Trai —Siglo XV— que se convirtió en una obstinada guerra de liberación de diez años y que permitió, con el aplastamiento de todas sus tropas de ocupación, la independencia de la nación luego de veinte años de dominación de los Ming.
El último ejemplo que cito corresponde a la guerra de resistencia de Nguyen Hue —Siglo XVIII— la cual apoyándose en la fuerza nueva de un vasto movimiento revolucionario campesino victoriosamente rebelado contra el feudalismo interior, aplastó en pocos días y en el curso de una prodigiosa campaña relámpago, a doscientos mil hombres del ejército Tsing, haciendo fracasar la última agresión feudal extranjera contra nuestro país.
Esas insurrecciones, esas guerras por la liberación nacional o por la defensa de la patria llevadas a cabo por nuestro pueblo, estaban dirigidas generalmente por la clase feudal, pero presentaban un carácter popular indiscutible: el pueblo unido como un solo hombre se había alzado de manera consciente contra los agresores extranjeros para salvaguardar a la patria. Se puede afirmar que esas fueron insurrecciones y guerras de carácter popular. Esas luchas continuas, forjaron la tradición militar gestada por la inteligencia y el heroísmo de nuestra nación, desarrollando el caudal de conocimientos militares, particularmente rico, de nuestros antepasados.
Desde mediados del siglo XIX, cuando comienza la agresión colonialista francesa y mientras la Corte de los Nguyen capitulaba vergonzosamente, nuestro pueblo se sublevó heroicamente en todo el país bajo la dirección de grandes patriotas tales como Truong Cong Dinh y Nguyen Trung Truc en el sur; Phan Dinh Phung, Nguyen Thien Thuat y Hoang Hoa Tham en el norte. Los colonialistas sólo pudieron terminar de conquistar el país luego de treinta años de lucha, pero su dominación peligró en todo momento. Si antes nuestro pueblo había tenido que luchar constantemente contra la agresión de un país extranjero más grande, pero que también tenía un régimen feudal sin demasiadas diferencias de tipo económico, técnico y cultural, esta vez se batía contra la agresión de una potencia capitalista que tenía una población más numerosa y dotada; con una economía, una técnica y armamentos netamente superiores.
Nuestro partido fue fundado para llevar a cabo la misión histórica de dirigir la revolución vietnamita en una nueva época de la historia de la humanidad: la época de la transición del Capitalismo al Socialismo a escala mundial; la cual comenzó con la gran Revolución de Octubre. En esta coyuntura histórica, el partido dirigido por el presidente Ho Chi Minh —el primer comunista vietnamita— aplicó de manera creadora el marxismo-leninismo a las condiciones concretas de nuestro país y trazó una línea revolucionaria correcta: la línea de la revolución nacional, democrática y popular que debe conducir directamente, a la revolución socialista sin pasar por la etapa del capitalismo.
Nuestro partido llevó la lucha de liberación nacional por un camino totalmente nuevo. Siguiendo una línea política correcta —definida desde un comienzo en sus Tesis Políticas de 1930— supo movilizar, asumiendo su papel de dirigente, las inmensas fuerzas revolucionarias de la clase obrera y del campesinado trabajador: las fuerzas fundamentales de la revolución nacional-democrática; y realizó una sólida alianza obrero-campesina bajo la dirección de la clase obrera, lo que constituyó el fundamento de un amplio frente nacional unido. La línea militar del partido se definió en base a esta línea política justa y gradualmente perfeccionada en la práctica de la larga lucha revolucionaria de nuestro pueblo.
Desde la fundación del partido —en 1930-1931— el país fue agitado por una tempestad revolucionaria de masas, cuya culminación fue el movimiento de los soviets del Nghe Tinh —provincias de Nghe An y Ha Tihn—. Por primera vez en nuestra historia, el movimiento obrero y el movimiento campesino actuaron en estrecha coordinación, produciéndose una sólida alianza entre obreros y campesinos; como así también afirmándose en los hechos la hegemonía de la clase obrera. Bajo la dirección de las organizaciones regionales del partido, las masas obreras y campesinas del Nghe An y del Ha Tinh se sublevaron para derrocar, por medio de la violencia revolucionaria, la administración local de los colonialistas, la de los mandarines y de los notables, instaurando el poder obrero-campesino en un cierto número de regiones rurales.
En el curso del movimiento democrático de los años 1936-1939 y coordinando acertadamente las acciones legales y semilegales con la acción clandestina, nuestro partido desencadenó un poderoso movimiento de lucha política, tanto en la ciudad como en el campo, contra la reacción colonial, la Corte y sus mandarines, para reclamar la libertad, la democracia, el progreso social y contra el fascismo agresor para defender la paz mundial. Esta gran ola democrática y la realización de las formas políticas durante ese período, constituyeron las premisas de una nueva fase revolucionaria que no tardó en iniciarse.
La Segunda Guerra Mundial creó una situación nueva. El partido colocó ante todo, como objetivo primordial, la liberación nacional, y como tarea central, la preparación de la insurrección. Fundó un frente nacional unido para nuclear, de la manera más amplia posible, las fuerzas antiimperialistas. Bajo su dirección, el movimiento revolucionario pasó de la lucha política a la lucha armada, de las organizaciones políticas de masas a las organizaciones armadas revolucionarias; combinando hábilmente la lucha política y la lucha armada, desencadenó la guerrilla a escala local e insurrecciones parciales. Estas acciones condujeron al país a una expansión revolucionaria, premisa de la insurrección general para la conquista del poder.
La Revolución de Agosto de 1945 fue una insurrección general llevada a cabo por todo el pueblo. En un corto lapso y bajo la dirección del partido, las masas urbanas y rurales desde el norte hasta el sur, se sublevaron configurando una inmensa oleada revolucionaria y rompieron el yugo de los fascistas japoneses y de la administración fantoche. Tomaron el poder en todo el país y fundaron la República Democrática del Vietnam: el primer Estado democrático-popular del sudeste asiático.
La Revolución de Agosto constituye la primera victoria del marxismo-leninismo en un país colonial y semifeudal; nuestro pueblo supo elegir un momento histórico, extremadamente propicio, para emprender una insurrección armada y asegurarse así la victoria en todo el país.
La línea militar de nuestro partido se fue elaborando poco a poco en lo esencial, durante quince años de lucha heroica: desde el impulso revolucionario de 1930-1931 hasta la Revolución de Agosto en 1945.
Luego de la victoriosa Revolución de Agosto, nuestro pueblo debió resistir a los colonialistas franceses, quienes respaldados por los intervencionistas norteamericanos, trataban de sojuzgarnos nuevamente. Esta primera guerra de resistencia, que debió durar cerca de nueve años, fue coronada por los grandes éxitos militares durante el invierno-primavera de 1953-1954. Luego de nuestra histórica victoria de Dien Bien Phu, los colonialistas franceses fueron obligados a firmar los acuerdos de Ginebra. La paz fue restablecida en Indochina sobre la base del reconocimiento internacional de la independencia, de la soberanía, de la unidad y de la integridad territorial de Vietnam, Camboya y Laos; el norte de nuestro país fue totalmente liberado. Esa resistencia victoriosa, continuación de la Revolución de Agosto, fue una guerra de liberación y de salvación nacional. Se trata de la guerra llevada a cabo por una pequeña nación, que posee una economía agrícola atrasada, que acaba de conquistar el poder gracias a una insurrección general sin tener tiempo de consolidarlo, que dispone de fuerzas armadas aún débiles y, en un comienzo, totalmente cercadas por el imperialismo; pero decididas a combatir y a vencer al ejército profesional de agresión de casi medio millón de hombres de una potencia imperialista considerablemente superior en armas y en técnica, fortalecido por una ayuda financiera considerable de los Estados Unidos ( El 80% de los gastos de guerra durante 1953-1954). Por su parte nuestro pueblo encontró un apoyo internacional muy importante en el sistema socialista mundial que acababa de constituirse. Nuestra victoria sobre los colonialistas franceses es la primera gran victoria de las guerras de liberación nacional en las colonias.
Durante esta guerra de resistencia, la línea militar de nuestro partido se fue desarrollando y precisando en todos sus aspectos.
Cuando terminó la primera resistencia, nuestro pueblo debió retomar el combate contra los imperialistas norteamericanos que sustituyeron a los colonialistas franceses en su deseo de apoderarse del sur de nuestro país, convertirlo en una neocolonia y una base militar, para poder preparar su agresión contra el norte y contra el campo socialista, conteniendo al movimiento revolucionario en el sudeste asiático. Esta vez el agresor es el imperialismo norteamericano: el jefe de fila y el país más poderoso del campo imperialista; que dispone de una colosal maquinaria de guerra muy moderna, de un gran potencial económico-militar y además es el gendarme internacional, el enemigo número uno de la humanidad.
Bajo la bandera del Frente Nacional de Liberación, nuestros compatriotas del sur, siempre inquebrantables en su decisión de defender la patria, dan prueba de un elevado espíritu revolucionario y de un heroísmo inusitado; agregando diariamente páginas gloriosas a la historia de la nación.
Continuando los años de luchas políticas particularmente tenaces y encarnizadas, estallaron en las vastas regiones rurales del sur las insurrecciones en cadena de 1959-1960. Son insurrecciones de características heroicas e inusitadas, que llevaron a millones de nuestros compatriotas a derrocar al gobierno fantoche en aldeas y pueblos. Esencialmente realizaron esta tarea con fuerzas políticas de masas y, en una medida muy limitada, con fuerzas armadas aún poco importantes. El pueblo se adueñó de la mayor parte del país, frente a un enemigo que movilizó un ejército de más de doscientos mil hombres y un gran aparato de represión. Esas insurrecciones victoriosas, que provocaron el aplastamiento del régimen fascista de Ngo Dinh Diem, se prolongaron luego en una guerra revolucionaria, una guerra de liberación contra la “guerra especial” norteamericana. Con medio millón de soldados fantoches y más de treinta mil “consejeros” norteamericanos y aprovechando las experiencias más recientes del imperialismo internacional en la represión de los movimientos de liberación nacional, Washington alimentaba la esperanza de pasar a la contraofensiva para aplastar la revolución sudvietnamita. Nuestro pueblo emprendió así su segunda guerra de resistencia, esta vez contra el imperialismo yanqui. En cuatro años, las fuerzas armadas y el pueblo sureños aniquilaron o dejaron fuera de combate a un importante sector del ejército y de la administración fantoche, hicieron fracasar la “política de las aldeas estratégicas” y ganaron, en lo esencial, “la guerra especial” de los agresores norteamericanos. Luego estos últimos introdujeron masivamente tropas norteamericanas y de sus satélites en Vietnam del Sur para una invasión abierta y comenzaron la guerra de destrucción contra el Norte.
Respondiendo al sagrado llamado del presidente Ho Chi Minh, nuestras fuerzas armadas y todo nuestro pueblo se movilizaron simultáneamente, resueltos a llevar a cabo una lucha sin cuartel contra el agresor norteamericano para liberar el Sur, defender el Norte y lograr la reunificación de la patria. Se trata de una guerra revolucionaria, una guerra de liberación contra la “guerra localizada” más grande y feroz llevada a cabo por el imperialismo norteamericano en toda su historia. Washington “escaló” con esta guerra hasta niveles muy altos, extendiendo sus raids aéreos hasta Hanói, Haiphong, con una barbarie nunca igualada, movilizando a más de un millón de soldados norteamericanos, fantoches y satélites, equipados con el armamento más moderno, excepto las armas nucleares, y gastando más de un centenar de millones de dólares. Demostrando un heroísmo extraordinario, nuestro pueblo aprovechó resueltamente las ventajas de su posición ofensiva y logró victorias cada vez más numerosas. Tres años después, las fuerzas armadas y la población sudvietnamita desencadenaron los ataques y los levantamientos generalizados en la primavera de 1968; imprimiendo un viraje histórico a la guerra, forzando al enemigo a elaborar una estrategia defensiva en todos los teatros de operación, a reconocer implícitamente la derrota de la estrategia de “guerra localizada” y a lanzarse por un camino sin salida; es decir, la “desnorteamericanización” y la “vietnamización” de la guerra. La guerra revolucionaria entró en una nueva etapa. Obtuvo éxitos considerables, sin precedentes en todos los planos, y se encamina ahora hacia la victoria total.
La revolución y la guerra revolucionaria de Vietnam del Sur constituyen la aplicación, en un nuevo grado de desarrollo, del conjunto de las experiencias de la revolución vietnamita.
Las fuerzas armadas y la población del Norte vencieron en la guerra de destrucción llevada a cabo por los norteamericanos con su aviación ultramoderna, en una guerra “suelo-aire” popular, sin precedentes en nuestro país. Por primera vez, tuvimos que llevar a cabo una guerra de defensa en la mitad-norte del país, dotada de las estructuras completas de un Estado. Detuvimos la agresión, defendimos eficazmente la patria socialista y cumplimos con las obligaciones que incumben a la gran base de retaguardia del país. Realizamos una guerra de todo el pueblo, emprendimos el combate organizando activamente la defensa antiaérea civil, coordinamos la guerra de resistencia con la edificación socialista, el combate con la producción, aseguramos las comunicaciones y los transportes, mantuvimos el orden y la seguridad. Y al cabo de cuatro años de lucha heroica, desbaratando todas las maniobras de escalada de los Estados Unidos, vencimos completamente en su guerra de destrucción.
La lucha de nuestro pueblo contra la agresión norteamericana es la más grande, la más gloriosa lucha de liberación contra la agresión extranjera de nuestra historia nacional. Constituye la punta de lanza, la culminación de la lucha común que sostienen actualmente los pueblos del mundo contra el imperialismo yanqui. Durante esta guerra de resistencia, la línea militar de nuestro partido se enriqueció con experiencias valiosas, en múltiples aspectos, y conoció un nuevo desarrollo.
Así, fiel a sus tradiciones de lucha tenaz contra los invasores extranjeros, nuestro pueblo bajo la dirección del partido combatió sin tregua durante decenas de años; venció uno a uno a los ejércitos de agresión de tres potencias imperialistas; contribuyó activamente al derrocamiento del viejo colonialismo y, en este momento, está tratando de acelerar el fracaso y la derrota del neocolonialismo en el mundo.