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ОглавлениеCapítulo 1. “El Pan de cada Día”
Lo que más necesitamos en la vida, no lo alcanzamos solo con nuestra vida, no lo manejamos ni lo podemos poseer. No se puede comprar la vida, ni el amor, ni la salud, etc. Aunque nuestro esfuerzo sea valioso, tarde o temprano, descubrimos que nuestra actividad suprema es aprender a ser como niños.
“Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Un sarmiento no puede producir fruto por sí mismo si no permanece unido a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí” (JN. 15).
Más que tener un conocimiento acerca de algo, Jesús nos invita permanecer en un estado vital, como la flor del árbol de la vid que segundo a segundo vive de la vid, es nutrida por ella y si no se seca. Permanecer en este estado vital significa vivir en la experiencia de quien es Jesús, significa vivir en la percepción de una realidad que está presente, pero a menudo es desconocida: la realidad de Dios. En nuestra relación con Dios muchas veces hemos pensado en él, nos hemos emocionado a través de una lectura gratificante. Hemos tratado de cumplir mandamientos. Hemos participado en celebraciones. Pero al mismo tiempo hemos huido de sus brazos. Hemos evitado la experiencia de ser un sarmiento pequeño que depende existencialmente de estar unida al árbol. Experimentar la realidad de la ternura de Dios nos da miedo por que nos invita a ser algo que rechazamos con todas nuestras fuerzas. Nos invita a ser nosotros mismos. Nos invita a permanecer.
Es permanecer en la verdad, ya que muchas veces vivimos escapando de nuestra verdad, nos da miedo ser un sarmiento, preferimos ser el árbol completo y no una flor que depende en todo de estar unida al árbol. Nos dan miedo nuestras debilidades, nuestras carencias, nuestros límites, nuestros secretos. Pero ellos son los que nos recuerdan que no podemos vivir sin Dios.
En la humildad de aceptar nuestra condición, hay una fuerza superior a todas las estrategias para alcanzar la felicidad. Pero no es fácil vivir día a día, una condición humana en la que la mayor fortaleza no viene de apoyarse en sí mismo, sino de aprender a ser niños que confían que todo les será dado.
Todos los días necesito probar y comprobar en mi vida que un amor más fuerte que todo lo que conozco se está ocupando de mí en todo, no solo en las cosas “importantes” o que me afligen, sino en todo, hasta en tener contados mis cabellos (cf. Mt. 10,30).
Todos los días necesitamos descubrir más que una idea un hecho concreto y real. Diría, el hecho primordial de nuestra vida, Dios obrando con el mismo poder que creo el universo.
Queremos construir nuestra vida, construir nuestra familia, nuestras relaciones, nuestras metas, construir quienes somos. Pero lo primero no es construir, sino descubrir que Dios obra con poder, que el amor de Dios es real. El Amor nos creó, para que seamos algo que no podemos lograr por nosotros mismos. Ser un sarmiento del árbol nos revela esta identidad que recibimos de Dios. Experimentarlo, permanecer en él, significa descubrir que lo que más anhelamos nos resulta imposible. Necesitamos confiar y aprender a recibir el pan de cada día.