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CAPÍTULO X

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Atentado que cometió un Santon de los moros

Vivia por este tiempo en una aldea cerca de Guadix un moro anciano, llamado Abrahan Alguerbí, natural de Guerba, en el reino de Tunez, el cual por muchos años habia hecho vida de ermitaño. La soledad en que vivia, sus ayunos y penitencias, junto con las revelaciones que decia tener por un ángel enviado por Mahoma, le granjearon en breve entre los habitantes del contorno la opinion de santo; y los moros, naturalmente crédulos, y afectos á este género de entusiastas, respetaban como inspiraciones proféticas los desvarios de su imaginacion.

Presentóse un dia este visionario en las calles de Guadix, pálido el semblante, extenuado el cuerpo, y los ojos encendidos. Convocando el pueblo, declaró que Alá le habia revelado allá en su retiro, un medio de libertar á Málaga, y de confundir á los enemigos que la cercaban. Los moros le escucharon con atencion; y mas de cuatrocientos de ellos, fiando ligeramente de sus palabras, ofrecieron aventurarse con él á cualquier peligro, y obedecerle ciegamente. De este número muchos eran Gomeles, que ardian en deseos de socorrer á sus paisanos, de quienes se componia principalmente la guarnicion de Málaga.

Pusiéronse en camino para esta ciudad, marchando de noche por sendas secretas al través de las montañas, y ocultándose de dia por no ser observados. Al fin llegaron á unas alturas cerca de Málaga, y dieron vista al real cristiano. El campamento del marqués de Cádiz, por la parte que se extendia desde la falda del cerro frente de Gibralfaro hasta la orilla del mar, pareció el punto mas combatible, y consiguiente á esto tomó el ermitaño sus medidas. Aquella noche se acercaron los moros al campamento, y permanecieron ocultos; pero la mañana siguiente, casi al alba, y cuando apenas se divisaban los objetos, dieron furiosamente y de improviso en las estancias del Marqués, con intento de abrirse paso hasta la ciudad. Los cristianos, aunque sobresaltados, pelearon con esfuerzo: los moros, saltando unos los fosos y parapetos, y otros metiéndose en el agua por pasar las trincheras, lograron entrar en la plaza en número de doscientos: los demas casi todos fueron muertos ó prisioneros.

Crónica de la conquista de Granada (2 de 2)

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