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Comprendiendo la Importancia de la Iglesia Local
Оглавление“¡JESÚS SÍ! ¡IGLESIA NO!” Así decía un cartel que llevaba un estudiante. En esta edad espiritualmente hambrienta, el interés en la persona de Jesús es inconfundible... Al mismo tiempo la imagen popular de la iglesia es la de edificios vacíos y deteriorados, congregaciones femeninas y avejentadas, y un clero deprimido e irrelevante. Así el entusiasmo creciente por Jesús parece trágicamente contrarrestado por el desencanto casi total con la iglesia.1
Esas palabras escritas hace dos décadas por el pastor inglés David Watson captan con precisión el espíritu de nuestros tiempos en el mundo evangélico. El “Movimiento Jesús” de los años sesenta y setenta, ha generado cientos de organizaciones paraeclesiales dedicadas a proclamar el Evangelio y la enseñanza de la Biblia, y en la mayoría de los casos, esas organizaciones han desviado la atención de los creyentes lejos de la iglesia local. Toda una generación de líderes estaba ejercitando sus dones espirituales en otros contextos paralelos a las asambleas a las que asistían los domingos. Este “robo” paraeclesial y una sociedad que corre aceleradamente hacia el secularismo a una velocidad vertiginosa, se combinan para reducir la asistencia en las iglesias locales hasta un mínimo sin precedentes.
El final de los ochenta y los noventa, por el otro lado, han traído tanto buenas como malas noticias para la institución llamada la iglesia local. Las buenas noticias son que el interés en la iglesia es mayor de lo que ha sido durante muchos años (especialmente en América), y muchas iglesias pueden presentar un crecimiento tremendo en el número de personas que asisten a sus cultos. Las malas noticias son que este “movimiento para el crecimiento de la iglesia” se ha acomodado ampliamente al uso de técnicas de mercado y ha mantenido una tendencia desafortunada a diluir o camuflar los rasgos más polémicos del mensaje bíblico.2 Por lo tanto tampoco ha conseguido producir un compromiso con la iglesia en las vidas de muchos, como ha indicado recientemente William Hendricks en un libro enigmático, Exit Interviews, (Entrevistas de Salida).
Hendricks hace una crónica del fracaso del “movimiento para el crecimiento de la iglesia” en mantener a las personas en la iglesia, como explica la contraportada del libro:
Hay un lado oscuro en los informes recientes sobre el vertiginoso aumento de la asistencia a la iglesia en Norteamérica. Mientras que un número incontable de personas “de fuera de la iglesia” pueden estar acudiendo en masa a la puerta delantera de la iglesia, un flujo constante de los “de dentro de la iglesia” está abandonándola por la puerta trasera. ¡Se estima que 53.000 personas dejan las iglesias cada semana para no regresar jamás!3
El libro documenta estas afirmaciones por medio de estadísticas actuales y numerosas entrevistas con individuos que han dejado la iglesia. La tendencia que describe es verdaderamente triste, pero lo que es más alarmante aún acerca del libro son las propias opiniones del autor acerca de la importancia de la iglesia local, que están intercaladas a todo lo largo de sus interpretaciones de las entrevistas. Aunque hace varias afirmaciones en el sentido de que él no quiere minimizar la importancia de la iglesia, está claro que considera que ésta es sólo una de las muchas opciones para el crecimiento espiritual de los creyentes.
A pesar del entusiasmo en los informes sobre el aumento vertiginoso en la asistencia a la iglesia, más y más cristianos en Norteamérica se están sintiendo desilusionados con la iglesia y otras expresiones institucionales del cristianismo.
Esto no quiere decir que estos “creyentes de la puerta de atrás” han abandonado la fe. Por el contrario, pueden estar muy articulados con respecto a los asuntos espirituales. De hecho, algunos tienen vidas espirituales extraordinariamente vibrantes y amistades conmovedoramente íntimas con una o dos personas del mismo espíritu. Pero por regla general, tienden a nutrir sus relaciones con Dios aparte de los medios tradicionales de iglesia y para-iglesia.
“¡Imposible!” responderá alguno. “Uno simplemente no puede crecer como cristiano a menos que sea parte de una iglesia, un cuerpo local de creyentes.” Así lo expresaría la sabiduría convencional…4
¿Por qué sacar a relucir algo que pone una nota negativa al cristianismo [es decir, las entrevistas]? Como creyentes, ¿No deberíamos ahondar en lo positivo, en las cosas edificantes que Dios está haciendo entre Su pueblo y por medio de Su pueblo? Sí, pero las preguntas asumen que no está sucediendo nada edificante, cuando en muchos casos eso es exactamente lo que está sucediendo: Dios está haciendo Su maravillosa obra en la vida de alguien, incluso aparte de la iglesia, lo creamos o no.5
Refiriéndose a aquellos con quienes él ha hablado que han dejado la iglesia completamente, el autor dice:
Después de languidecer por un tiempo donde estaban, escogieron salir y encontrar un camino mejor…6
Con mucha frecuencia se describían a sí mismos como: ¡trasladándose más cerca de Dios pero más lejos de la iglesia! 7
Finalmente, dedica un capítulo a dirigirse a los “marginados” (los que han abandonado la iglesia), a los cuales ha entrevistado y a cualquiera de sus lectores que también han dejado la iglesia. He aquí su reflexivo mensaje para ellos:
Yo soy extremadamente reacio a sacudir el dedo delante de ti y decir: “¡Date la vuelta y vuelve a una iglesia!” Yo no conozco tus circunstancias. Podría ser que hubiera montones de alternativas alrededor de ti, en cuyo caso te animaría ciertamente a explorarlos diligentemente hasta que encontraras algo que funcione…8
La tradición sostiene que tú no puedes crecer aparte de una iglesia. Entonces, ¿cómo has de seguir adelante (asumiendo que quieras seguir adelante)? Unas pocas de las personas a las que he entrevistado han dado un paso adelante al poner la tradición patas arriba y recibir el sostenimiento espiritual de cualquier lugar donde han podido encontrarlo: en libros, en revistas, en los ministerios de la radio y la televisión, en uno o dos amigos comprensivos, tal vez en las artes y la música, tal vez en la obra voluntaria. Con el paso del tiempo, han llegado a ser muy ingeniosos para hallar maneras de encontrar a Dios aparte de una iglesia local…9
No os culpo por haberos echado fuera.10
El libro, Entrevistas de Salida, fue escrito por un autor cristiano respetado y bien conocido, y publicado por una editorial cristiana conservadora. También se ha mantenido durante algún tiempo en lo más alto de la lista de los diez libros cristianos más vendidos. A la luz de estos hechos se puede decir sin temor a equivocarse que el concepto general de la iglesia local entre los que profesan ser cristianos no ha mejorado mucho desde los sombríos años 60 y 70. Y esta indiferencia contemporánea hacia la iglesia representa un cambio descomunal desde los valores mantenidos desde antiguo sostenidos a lo largo de la historia por aquellos que se han considerado a sí mismos el pueblo de Dios.
Sí Entrevistas de Salida hubiera sido escrito en cualquier otro siglo distinto del nuestro, muy probablemente se hubiera encontrado con un coro de protestas justamente indignadas por parte de los líderes cristianos del momento. Nuestros antepasados, que llamaban apóstatas a las personas que dejaban la iglesia en lugar de llamarlos “creyentes de la puerta de atrás”, incluso lo habrían etiquetado como una “herejía”.
Considera, por ejemplo, algunas afirmaciones de tres de los nombres más reconocidos en la historia de nuestra fe. Agustín dijo: “nadie puede tener a Dios como su padre sino tiene a la iglesia como su madre”.11 Martín Lutero describió: “aparte de la iglesia, la salvación es imposible.” Y la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino, que es la obra más ampliamente leída y atesorada desde la era apostólica, contiene unas afirmaciones tan vehementes acerca de la iglesia local como las siguientes:
Mi intención es tratar aquí de la iglesia visible, y por eso aprendamos ya de sólo su título de madre qué provechoso y necesario nos es conocerla, ya que no hay otro camino para llegar a la vida sino que seamos concebidos en el seno de esta madre, que nos dé a luz, que nos alimente con sus pechos, y que nos ampare y defienda hasta que, despojados de esta carne mortal, seamos semejantes a los ángeles (Mat.22:30). Porque nuestra debilidad no sufre que seamos despedidos de la escuela hasta que hayamos pasado toda nuestra vida como discípulos. Anotemos también que fuera del gremio de la iglesia no hay remisión de pecados ni salvación... Con estas palabras se restringe el favor paternal de Dios y el testimonio de la vida espiritual a las ovejas del aprisco de Dios, para que advirtamos que el apartarse de la iglesia de Dios es pernicioso y mortal.12
Porque tanto aprecia el Señor la comunión de su Iglesia, que tiene como traidor y apóstata de su religión cristiana a todo el que de manera contumaz se aparta de cualquier compañía cristiana en que se hallare el ministerio verdadero de su Palabra y de sus sacramentos.13
Agustín, Lutero, y Calvino, simplemente representan a los miles de líderes cristianos que a lo largo de los siglos han creído que la iglesia era absolutamente indispensable para nuestro crecimiento como cristianos. Aparentemente nuestros días han traído un cambio tremendo en la manera en que la gente ve la iglesia local, especialmente cuando un libro de gran éxito de ventas da a entender repetidamente que podemos crecer de la misma manera sin ella. ¿Pero, qué dice la Palabra de Dios con respecto a la iglesia de Dios? Nuestra autoridad no es ni la corriente del pensamiento actual ni el dogma de teólogos falibles. Por el contrario, nosotros debemos averiguar lo que Dios piensa acerca de esta institución que Él ha diseñado, por el Libro que Él nos ha escrito.
¿Es posible tener una vida espiritual vibrante y nutrir satisfactoriamente nuestra relación con Dios aparte de una iglesia local? ¿Es simplemente la “sabiduría convencional” la que nos dice que debemos formar parte de una iglesia local? ¿Es posible acercarse a Dios y alejarse de la iglesia? ¿Existen “montones de alternativas” a la iglesia en lo que respeta a nuestro crecimiento espiritual? Y ¿aquellos que abandonan toda relación con la iglesia están verdaderamente libres de culpa por esa decisión?
La respuesta a todas esas preguntas, según la Escritura, es un sonoro ¡no! Lejos de ser sólo una de entre muchas opciones para el cristiano, la iglesia es el medio principal por el cual Dios lleva a cabo Su plan en el mundo. Es el instrumento ordenado por Él para llamar a los perdidos a Sí mismo en el contexto en el que Él santifica a aquellos que son nacidos en Su familia. Por lo tanto, Dios espera (e incluso demanda), un compromiso con la iglesia de todo aquel que afirma conocerle.
Incluso una lectura superficial del Nuevo Testamento deja clara la centralidad de la iglesia en el registro bíblico. Jesucristo proclamó que Él edificaría Su iglesia (Mateo 16:18), le otorgaría la autoridad para actuar con el imprimátur del cielo (Mateo 18:17-20), y en última instancia reveló que Su plan era llenar el mundo con cuerpos locales de creyentes (Mateo 28:18-20). La mayor parte de las epístolas están escritas a iglesias locales, y tres de las otras escritas a individuos (1 y 2 Timoteo y Tito), analizan cómo debe funcionar la iglesia local. Finalmente, las maravillas del Apocalipsis estaban dirigidas expresamente a siete iglesias locales en Asia menor, y fueron enviadas a ellas por el apóstol Juan siguiendo el mandato del Cristo resucitado (Apocalipsis 1:4,11).
Ningún otro versículo proclama la importancia de la iglesia local de una manera más poderosa que 1 Timoteo 3:15, y ese versículo nos servirá como marco de trabajo para una discusión de esta doctrina en la Escritura. Allí Pablo le dice a Timoteo: “Esto te escribo... para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” Pablo quería que su joven aprendiz entendiera la importancia y el significado de sus instrucciones, y por ello se refiere a la asamblea local de creyentes con cuatro términos descriptivos que tienen el propósito de enfatizar la importancia que Dios le da. Estos términos siguen siendo designaciones apropiadas para la iglesia, y entenderlos nos ayudará a compartir el amor y el respeto de Pablo por esta santa institución.
La Casa de Dios
La palabra “casa” viene del griego oikos, que puede significar un edificio para habitar o una familia integral. En la Escritura se aplican ambos significados a la iglesia, y ambos proveen un testimonio profundo de su origen divino y su significado.
La Iglesia Es la Morada de Dios
Si Pablo usó la palabra en el sentido de una vivienda, entonces esto da testimonio del hecho de que Dios mismo vive en Su iglesia y entre Su iglesia. La iglesia misma es la casa de Dios. Hay que entender que no estamos hablando del edificio de la iglesia. Las mismas palabras “casa de Dios” traen a la memoria imágenes de un viejo diácono mirándonos por encima del hombro cuando éramos niños y diciendo: “¡Jovencito, no se puede correr en el santuario, esta es la casa de Dios!” (Por supuesto, podíamos correr en el gimnasio o en las clases, que formaban parte del mismo edificio, pero había algo especialmente santo respecto de la habitación con el púlpito y los bancos.)
Aquel viejo diácono estaba usando incorrectamente el término “casa de Dios”, porque no se refiere en absoluto a un edificio, excepto en un sentido metafórico. El término es una alusión al tabernáculo y al templo del Antiguo Testamento, los cuales son llamados de esa manera con frecuencia en la Escritura (ej. Juan 2:16; Hechos 7:47). Por lo tanto se refiere al hecho de que, a todo lo largo de la historia, Dios ha decidido trabajar con grupos de personas y manifestar Su presencia de una manera especial cuando ellos se congregan.
En 1 Corintios 3:16-17, Pablo dice a toda aquella iglesia (no a individuos): “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” También le dice al mismo grupo: “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6:16). Y en Efesios 2:19-22 dice que nosotros somos “miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”
La aplicación de estos versículos a nuestra discusión debería ser obvia: Si queremos estar donde Dios está, necesitamos estar en Su iglesia, porque allí es donde Él mora. Y la manera en que nosotros nos relacionamos con Él depende en buena parte de la manera en que nos relacionamos con Su iglesia, pues es la casa que Él ha construido con Sus propias manos (1 Pedro 2:5).
La Iglesia Es la Familia de Dios
El significado más probable de la palabra “casa” en 1 Timoteo 3:15 es el de una familia, porque Pablo lo usó de esa manera en los versículos 4, 5, y 12 del mismo capítulo. La idea de ser una parte de la familia de Dios no es nueva para la mayoría de los cristianos; nosotros hablamos a menudo de ser “nacidos de nuevo” en ella, nos referimos a Dios como nuestro Padre celestial, y Le alabamos por adoptarnos como hijos, y por hacernos Sus herederos (Romanos 8:15-17). También cantamos: “estoy tan contento porque soy parte de la familia de Dios.” Rara vez (si es que lo hacemos alguna vez), pensamos en esa “familia de Dios” como la iglesia local, pero eso es exactamente lo que la frase significa en este versículo.
Sin duda Pablo usó esta frase con el propósito de convencer a Timoteo de la importancia de una conducta correcta en la iglesia. Si se les demanda a los ancianos y diáconos que tengan sus casas en orden (vv. 4,5, y 12), ¡cuánto más necesita estar en orden la propia casa de Dios! Pero su lenguaje nos deja con una lección adicional pertinente para esta discusión. No sólo necesitamos estar en Su iglesia si queremos estar donde Dios está, sino que también necesitamos estar en Su familia si queremos considerarle a Él nuestro Padre. Con las palabras de Pablo en mente, ¿cómo podría la gente llamar a Dios su Padre mientras rehúsan ser parte de Su familia? Sin embargo, esa clara contradicción describe esencialmente la posición de aquellos que dicen que tienen fe y salvación aparte de la iglesia.
La Iglesia del Dios Viviente
El énfasis en esta segunda descripción de la iglesia recae en las palabras “del Dios viviente.” La iglesia procede de Dios y pertenece a Dios. Este Creador y Dueño de la iglesia es el Dios; el único Dios verdadero. Y en contraste con los templos de los ídolos paganos muertos, Pablo dice que esta iglesia es del Dios viviente. Así que en todo momento, Él está involucrado personal y activamente en la operación y las actividades de la iglesia.
A lo largo de todo el Nuevo Testamento, Dios nos deja bien claro que la iglesia es Su creación y posesión más querida. De hecho, cada miembro de la Santísima Trinidad es descrito repetidamente como atesorándola por encima de todas las demás instituciones terrenales.
Dios el Padre ha revelado Su amor por la iglesia por medio de Su elección soberana de ella antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-5; Apocalipsis 13:8) y por las promesas que Él dio a Abraham y a los otros patriarcas, muchas de las cuales han sido cumplidas al menos parcialmente en la iglesia del Nuevo Testamento (Hechos 2:39; Gálatas 3:6-9). El Padre pagó el precio final por la iglesia enviando a Su Hijo amado a morir (Juan 3:16; 1 Juan 4:14), de tal manera que se dice que ha sido comprada “por su propia sangre” (Hechos 20:28). Él participa continuamente en la comunión de la iglesia (1 Juan 1:3), y ella funciona principalmente con el propósito de darle gloria a Él (Efesios 3:21).
El Hijo de Dios también “amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25; cf. Tito 2:14). Él dio Su propia vida por Sus ovejas (Juan 10:11-16). Por lo tanto Dios Le ha hecho la “cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23; cf. 1:22), y se le llama repetidamente “el cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12; cf. 1 Corintios 12:12). Jesús ha prometido estar presente personalmente cuando la iglesia se reúne para aprobar Su proceso de disciplina amante (Mateo 18:20) y cuando va adelante para llevar a cabo Su mandamiento de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20). La iglesia es también donde se observa regularmente Su amada ordenanza de la comunión en conmemoración de Su muerte (Lucas 22:17-20; 1 Corintios 11:23-26).
Finalmente, el Espíritu Santo inició la iglesia del Nuevo Testamento en Pentecostés por medio de señales y milagros maravillosos (Hechos 2:1-4) y confirmó la inclusión de los gentiles con una actuación semejante (Hechos 10:44-48). Él introduce a cada miembro en el cuerpo de Cristo por medio de Su milagro de la regeneración (1 Corintios 12:13; Juan 3:6-8) y garantiza su glorificación final (Efesios 1:13-14). En cumplimiento de las promesas de Cristo en Juan 14, el Espíritu le otorga poder a los miembros de la iglesia, habita en ellos, e ilumina sus mentes a la verdad de las Escrituras, que Él mismo ha producido por medio de los profetas y apóstoles (vv.16-17, 26; cf. 2 Pedro 1:21; Hebreos 2:4). Él también obra para promover unidad y paz en el cuerpo (Efesios 4:3) y provee los distintos dones espirituales que la capacitan para funcionar adecuadamente (1 Corintios 12:7-11).
1 Pedro 1:1-2 menciona a los tres miembros de la Trinidad cuando dice que las iglesias por toda Asia Menor fueron elegidas “según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” La entera Deidad está profunda e íntimamente involucrada en el origen y el funcionamiento de la iglesia. Por lo tanto, nosotros, que deseamos ser “llamados hijos del Dios viviente” (Romanos 9:26) debemos estar involucrados en Su iglesia. Y sin duda, las duras advertencias del libro de Hebreos se aplican hoy a aquellos que desdeñan el involucrarse en la iglesia: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Hebreos 3:12) y: “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (Hebreos 10:31). Haríamos bien en recordar que este celoso Dios viviente es Aquél a quien pertenece la iglesia.
La Columna de la Verdad
El siguiente nombre descriptivo de Pablo para la iglesia, “columna” (del griego stulos), nos dice que la iglesia realmente sostiene la verdad. O para ponerlo en términos más gráficos (y tal vez asombrosos), la verdad de Dios no puede permanecer firme sin la iglesia. Si se elimina la columna de un edificio, como probó Sansón en su último acto en el templo filisteo (Jueces 16:29-30), el edificio se derrumbará y la gente que está dentro quedará herida o muerta. La implicación de las palabras de Pablo es que la verdad caería de manera desastrosa si no existiera la iglesia.
Por supuesto, ese temible evento nunca ocurrirá, porque Dios ha prometido que Su iglesia se sostendrá siempre (Mateo 16:18). Él ha ordenado que tanto la verdad como su “columna” permanezcan firmes para siempre (cf. 1 Pedro 1:25; Efesios 3:21). Pero como las palabras de Pablo tenían el propósito de ayudar a Timoteo a comprender la importancia vital de una conducta recta en la iglesia, también tienen el propósito de convencernos del papel indispensable que desempeña la iglesia en nuestras vidas individuales. Nuestra propia relación con Dios y Su verdad está en peligro mortal si la iglesia no ocupa su lugar adecuado en nuestras vidas. Así que cuando consideramos a aquellos que abandonan la iglesia como un medio de crecimiento espiritual, es muy improbable que ellos estén manteniendo la verdad o cultivando una relación significativa con Dios por sí mismos. A la luz de 1 Timoteo 3:15, es mucho más probable que su fe se haya desmoronado, porque han eliminado la columna que sostiene la verdad.
¿Cómo funciona la iglesia como una columna de la verdad? Las siguientes son algunas de las maneras en que la iglesia ha sido diseñada para sostener la verdad de Dios:
La revelación. Dios decidió revelar la verdad del Nuevo Testamento en la iglesia y por medio de la iglesia. Pablo escribió:
A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor. (Efesios 3:8-11)
1 Corintios 12:28 dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas”, y esos son los hombres cuyas bocas y plumas nos trajeron Su Palabra inspirada (cf. Efesios 4:11). Deberíamos añadir, no obstante, que los apóstoles y profetas sirvieron sólo como el fundamento de la iglesia (Efesios 2:20), y por lo tanto ese ministerio de revelación no continúa en nuestros días. La fe “ha sido una vez dada a los santos” en el primer siglo (Judas 3; cf. Apocalipsis 22:18-19), y por lo tanto, cualquier iglesia que afirme añadir una revelación subsiguiente a las Escrituras es una iglesia falsa.14
La proclamación. Aunque la iglesia ha concluido su tarea de revelar la verdad de Dios, continúa siendo el instrumento que Él ha escogido para proclamar esa verdad al mundo. Como escribió R. B. Kuiper:
La iglesia de Roma está en grave error cuando afirma que la Iglesia dispensa la gracia salvadora. También están en error los que no se fijan en el hecho de que la iglesia debe dispensar los medios de la gracia salvadora.
Dios emplea un sólo medio para impartir la fe al hombre. Ese medio es su Palabra, la Biblia. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Es el sagrado deber de la iglesia proclamar la palabra de Dios. Cuando le place al Espíritu Santo llamar eficazmente a los pecadores por la Palabra predicada por la iglesia, es entonces que los pecadores llegan a ser creyentes. Es por este importante papel de la iglesia en el nacimiento de los creyentes, que ella merece ser llamada la madre de los creyentes. Los creyentes son nacidos de Dios a través de la iglesia.15
Obviamente la mayor parte de la proclamación del evangelio tiene lugar fuera de la asamblea de la iglesia, pero en la Escritura siempre es la iglesia la que inicia y sanciona tal evangelismo. Hechos 13:1-3 nos dice que la iglesia de Antioquía ordenó oficialmente a Pablo y a Bernabé como misioneros, y Pablo dijo más tarde que Tito “también fue designado por las iglesias como compañero de nuestra peregrinación” (2 Corintios 8:19).
Dios también ha designado a la iglesia para ser la institución en la cual la Palabra de Dios es proclamada a los creyentes. Hechos 2:42 dice que la iglesia primigenia se reunía regularmente para estudiar la enseñanza de los apóstoles, y Efesios 4:11-12 nos dice que a la iglesia le fueron dados “pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.
La administración . La iglesia también actúa como una columna de la verdad porque sólo en ella el pueblo de Dios puede disfrutar la estructura y el orden que Él ha concebido para su adoración y crecimiento. Dios nunca ha provisto instrucciones sobre cómo una organización paraeclesial debe funcionar, mucho menos para cómo las personas pueden adorar y crecer totalmente por sí solas. Pero Él ha revelado un plan exhaustivo con respecto a cómo debe funcionar la iglesia para Su gloria y para el bien de sus miembros (1 Timoteo 3:15). Ese plan incluye directrices para el bautismo y la Cena del Señor (que son ordenanzas de la iglesia), para las ofrendas, el liderazgo, la adoración, la predicación, las funciones de los hombres y las mujeres, y una multitud de otros asuntos esenciales (la mayoría de los cuales discutiremos en el resto de este libro). Lo primordial es que Dios ha designado que la iglesia sea el contexto en el cual nos trasladamos de la pecaminosidad a la santidad. ¡Intentar crecer en Cristo fuera de la iglesia es como intentar aprender a nadar sin meternos jamás en la piscina!
La protección. Finalmente, la iglesia sostiene la verdad protegiéndola del error. Ella juzga la enseñanza de los falsos profetas, declara que son divisivos, y renuncia a ellos si persisten en su herejía (Romanos 16:17; Tito 3:9-11; 2 Juan 9-11). Cuando una disputa surge entre dos hermanos, la iglesia es llamada a arbitrar su caso y determinar quién está en lo correcto y quien está equivocado (1 Corintios 6:1-6). Y la iglesia también protege la verdad de la influencia dañina de aquellos que viven modos de vida impíos.
Jesús dijo que si una persona rehúsa responder a una confrontación reiterada, nosotros debemos tenerle “por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mateo 18:17-18; 1 Corintios 5; 2 Tesalonicenses 3:6-15). Sólo a la iglesia se le da la habilidad y la autoridad por parte de Dios para tomar ese tipo de acción contra el error y el pecado, y sin ella la verdad queda desprotegida en un alto grado. Cuando la columna desaparece, es mucho más probable que la verdad sea tergiversada, comprometida y pasada por alto.
El Baluarte de la Verdad
A primera vista esta descripción de la iglesia parece idéntica a la anterior, pero traduce una palabra griega completamente diferente (hedraioma) y comunica un matiz de significado considerablemente diferente. A la luz de su etimología y de su emparejamiento con “columna,” esta palabra griega probablemente significa “fundamento,” como indican la mayor parte de las herramientas léxicas. Algunos eruditos han estado renuentes a traducirla de esa manera porque la iglesia Católica Romana ha usado esa traducción para apoyar la idea de que la verdad procede de la iglesia. Pero, de hecho, la traducción “fundamento” no otorga validez a esa doctrina católica, porque la palabra no contiene en absoluto la idea de fuente. Más bien habla sólo de estabilidad y permanencia.
Un diccionario teológico dice esto acerca de otra forma de la palabra usada a menudo en el griego clásico:
El adjetivo hedraios (derivado de hedra, asiento, silla, morada, lugar)... originalmente era usado por los hombres en el sentido de “sentarse”, “sedentario”, y luego de manera más general para “firme”, “inquebrantable”, “estable”. De esta manera, hedraios es usado... en asuntos acerca de una certeza absoluta y de la base final de toda la existencia (especialmente usado por Plotino). La referencia es siempre a algo seguro y permanente en sí mismo.16
¿Por qué escogió Pablo esta palabra en su intento por ayudar a Timoteo a comprender la primacía y la importancia de la iglesia local? El quería que Timoteo conociera que la iglesia es la única institución que Dios ha prometido preservar a lo largo de todos los tiempos. Siempre permanecerá, y siempre tendrá éxito, sin tener en cuenta los muchos asaltos y catástrofes que la amenazan. Jesús afirmó este hecho en los términos más firmes cuando dijo: “[Yo] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Y Efesios 3:21 dice que Dios recibirá “gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos”.
La verdad de que la iglesia siempre será edificada y bendecida por Dios mismo provee una tremenda fuente de esperanza y confianza para nosotros como cristianos. También presenta un argumento convincente para la idea de que deberíamos dirigir nuestras energías y esfuerzos principalmente hacia la edificación y el crecimiento de la iglesia local y no a organizaciones e instituciones fuera de ella. Dios ha prometido preservar y bendecir la iglesia, pero los esfuerzos de los cristianos en esas otras arenas no producirán necesariamente un fruto duradero.
Por ejemplo, muchos cristianos (y líderes cristianos) en nuestros días están gastando cantidades tremendas de energía para poner freno a la ola creciente de secularismo y relativismo moral en América. Nuestra cultura de hecho se ha convertido tristemente en poscristiana, y sin duda, en el futuro se irá convirtiendo cada vez más en anti-cristiana. Pero la Biblia nunca nos manda a dedicar nuestros mayores esfuerzos para asegurarnos de que la sociedad en la que vivimos permanece tolerante hacia el cristianismo. Y si invertimos nuestros esfuerzos y esperanzas en esa lucha, simplemente nos expondremos a una tremenda decepción, porque no tenemos garantía de que nuestro gobierno será jamás tolerante hacia los cristianos. Dios puede muy bien permitir que se haga como la Alemania nazi o la Rusia comunista. Si lo hace, eso no sería “el fin del mundo” para nosotros los creyentes, ni tampoco sería un golpe horrible para los propósitos de Dios. El glorioso plan de Dios para edificar Su reino espiritual continuará, sin tener en cuenta si América mantiene su libertad religiosa.
No obstante, si estamos luchando principalmente por y para la salvación de las almas y la edificación del pueblo de Dios (particularmente en el contexto de la iglesia local), nuestra esperanza nunca será sacudida, porque esas benditas obras continuarán incluso si la cultura alrededor de nosotros cae en picado. Puesto que la iglesia actúa como un fundamento permanente para la verdad de Dios, siempre permanecerá como un lugar emocionante y satisfactorio en el cual servirle.
• La morada y familia de Dios.
• El cuerpo amado profundamente por cada miembro de la Trinidad.
• La columna indispensable que sostiene la verdad de las Escrituras.
• El fundamento estable y eterno de nuestro servicio a Cristo.
¿Qué más se podría decir acerca de la importancia de la iglesia que comunicó Pablo en estas cuatro descripciones tan vívidas? Sólo queda preguntarnos si la iglesia es tan importante para nosotros como lo es para el Señor, y cómo podemos asegurarnos de que tiene el lugar que le corresponde en nuestras vidas y ministerios. El resto de este libro nos ayudará a entender lo que Dios espera de nosotros en relación con su iglesia, pero por ahora estas palabras de Robert Saucy servirán como un resumen adecuado y una conclusión a lo que hemos discutido hasta aquí:
A lo largo del curso de la historia Dios ha obrado en una variedad de maneras por medio de individuos, naciones, y personas. El epicentro de su obra presente es la iglesia. Aquello que fue comenzado en las Escrituras, cuando hombres y mujeres fueron llamados a reconocer el señorío de Cristo, continúa hoy en cumplimiento de la promesa de Cristo de edificar su iglesia. Cristo no sólo está edificando Su iglesia, sino que ésta es el instrumento principal por medio del cual Él ministra en el mundo. Como Cristo fue enviado por el Padre, así la iglesia cumple el papel de embajadora de su Señor como enviados con un mensaje de reconciliación al mundo (Juan 20:21).
La realidad de que la iglesia como el instrumento de Dios y como Su principal preocupación es recibida con escepticismo e incredulidad, no sucede enteramente sin razón. En medio de la contracorriente bravucona de nuestros tiempos, que ha sacudido todas las instituciones de los hombres hasta dejarlas por los suelos, y en algunos casos, incluso los fundamentos están peligrando, si es que no han sido destruidos ya, la iglesia no ha permanecido indemne. Aquello que lleva el nombre de Dios ha sufrido confusión con el resto de las cosas. La tan extendida debilidad resultante y la incertidumbre han hecho que muchos se aparten, rechazando con censura a la iglesia como el lugar de la actividad de Dios. Aunque es cierto que algunas formas de vida eclesiástica, adiciones del tiempo más que modelos bíblicos, deben ser rechazadas, el seguidor de Jesucristo no puede profesar lealtad a Él y negar Su iglesia. Lo que se necesita mucho más que las denuncias son una crítica constructiva y un esfuerzo renovado por buscar los caminos de Dios en los cuales uno pueda ser parte del proceso de edificación. Porque su propósito aún permanece: su iglesia perdurará.17
Preguntas para la plática y la aplicación:
1. Cuando la iglesia es llamada “el cuerpo de Cristo” en la Escritura, ¿qué implica esto para la importancia de la iglesia? ¿Y qué sucede con la expresión “la familia de Dios”
2. Hechos 20:28 dice que Dios compró la iglesia “con su propia sangre”. ¿Cómo habla eso de la importancia de la iglesia? Analiza también Efesios 5:25-27.
3. ¿Por qué dice la confesión de fe de Westminster que fuera de la iglesia “no hay posibilidad ordinaria de salvación”? ¿Qué dos extremos crees que está tratando de evitar esta afirmación?
4. ¿Cómo valorarías la importancia de la iglesia en tu propia vida personal? ¿Cuán importante es comparada con otras instituciones humanas, como la familia, el gobierno, la escuela, las organizaciones paraeclesiales, los equipos de deporte o los clubes? ¿Y comparada con tus pasatiempos y otras actividades de ocio?