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Comprometiéndonos
con la Membresía de la Iglesia

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Hace varios años, el Dr. Jay Adams estaba respondiendo un panel de preguntas en una conferencia de orientación en San Diego. Un hombre levantó la mano y preguntó: “¿Debemos aplicar la disciplina eclesiástica a las personas que no son miembros de nuestra iglesia?”

“No, por supuesto que no,” respondió Jay en su inimitable estilo de firmeza afectuosa. “La disciplina de la iglesia es sólo para creyentes.” Un estruendo inquisitivo atravesó la sala, así que se explicó más detalladamente: “Las personas que no son miembros de una iglesia deberían ser tratadas como no creyentes, porque ellos se están tratando a sí mismos como no creyentes.”

Una ola de murmullos aún más fuerte corrió por toda la audiencia, y una multitud de manos salieron disparadas a lo alto.

“¿Y que ocurre si tu iglesia no tiene membresía?”, fue la siguiente pregunta.

La persona que preguntó continuó explicando que era de una determinada denominación (como lo era la mayoría del resto de asistentes a la conferencia) cuyos líderes no creían en la necesidad de tener un registro de ningún tipo porque sentían que eso era un requisito innecesario y legalista que se impone sobre las personas. Así que, de hecho, Jay Adams acababa de decirle a varios cientos de pastores, consejeros y laicos comprometidos, ¡que todos ellos deberían ser tratados como no creyentes!

El Dr. Adams tenía conocimiento de la política de esa denominación antes de hacer aquellos comentarios, y su intención no era insultar a aquellos hermanos y hermanas. En lugar de eso, él quería atraer la atención de ellos y hacerles pensar en el asunto de la membresía de la iglesia. Aparentemente funcionó, porque escucharon con mucha atención mientras él hablaba y continuó explicando y matizando sus provocativos comentarios. Varios pastores de aquella misma denominación se acercaron a él posteriormente y le dijeron que habían sido convencidos por sus razonamientos y estaban planeando poner en práctica la membresía en sus iglesias.

Aunque puede ser que no usemos las mismas palabras que utilizó Jay (¡al menos no sin un montón de matizaciones!) estamos de acuerdo con él en que la membresía de la iglesia es muy importante. De hecho, creemos que toda iglesia local debería tener un sistema de membresía, y que todo cristiano debería comprometerse con la membresía cuando la oportunidad esté al alcance. Este capítulo analizará tres razones básicas por las que la membresía de la iglesia es bíblica y esencial: (1) el mandato para el compromiso con una iglesia local, (2) la obligación de obedecer a los líderes de una iglesia local, y (3) los privilegios de la asociación con una iglesia local.

El Mandato para el Compromiso

La Biblia claramente ordena a todo creyente a estar profundamente involucrado en las vidas de otros creyentes. Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” Dios dice que no debemos abandonar el “congregarnos”, pero Él no quiere decir sólo que debemos asistir a los cultos de la iglesia regularmente. El significado del pasaje es mucho más pleno que eso, tal como revelan los otros mandatos que contiene. Si nosotros no estamos considerando (o planeando) cómo estimular a los demás al amor y a las buenas obras, si no estamos implicados de todo corazón en ese proceso, y si no estamos animando a los otros más y más todo el tiempo, entonces estamos desobedeciendo al Señor.

El contexto principal en el que Dios quiere que tenga lugar ese compromiso es el cuerpo local de creyentes, y por ello, el compromiso que se está demandando es también un compromiso con la iglesia. Casi todas las veces que ocurre la expresión “los unos a los otros” en el Nuevo Testamento son dichas directamente a iglesias locales, y tienen el propósito de ayudar a esas iglesias a ser lo que Dios quiere que sean. Para nosotros no es suficiente decir que somos meramente parte de la iglesia universal o invisible (todos aquellos que creen por todo el mundo, sin considerar su afiliación a una iglesia). También debemos comprometernos con un grupo local o visible del pueblo de Dios. De hecho, de la misma manera que se requería que todo creyente en los tiempos del Antiguo Testamento se identificara externamente con el pueblo del pacto de Dios (Gén. 17:9-14, 23-27; 34:14-17), así mimo el Nuevo Testamento no contiene ni siquiera una insinuación de alguien que fuera verdaderamente salvo y no fuera miembro de una iglesia local. Como escribió R. B. Kuiper:

Es claro que en los días de los apóstoles fue una práctica universal recibir a los creyentes dentro de la iglesia visible por medio del bautismo.

¿Qué cosa podría ser más lógica? El que cree en Cristo se une a Cristo. La fe le une a Cristo. Ahora es miembro del cuerpo de Cristo, la iglesia invisible. Ahora bien, la iglesia visible es sólo la manifestación externa de la iglesia invisible. Cada miembro de la iglesia invisible debería, por supuesto, ser miembro de la iglesia visible. Muy significativo es en relación con este asunto Hechos 2:47: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. El Señor no sólo quiere que aquellos que son salvados se unan con la iglesia, sino que Él mismo les une a la iglesia. Y la referencia es inequívocamente con relación a la iglesia visible.

¿Hay que concluir que los que están fuera de la iglesia visible están también fuera de Cristo? No, de ninguna manera. Es posible que un verdadero creyente por razones circunstanciales poco comunes no se una a la iglesia visible. Se puede concebir, por ejemplo, que uno puede creer en Cristo y morir antes de recibir el bautismo. Pero la circunstancia es excepcional. La regla bíblica es que, mientras el ser miembro de la iglesia no es un requisito para la salvación, es, en cambio, una consecuencia necesaria de la salvación. Fuera de la iglesia visible “no hay posibilidad ordinaria de salvación” (Confesión de Fe de Westminster, Capítulo XXV, Sección II).18

El compromiso con una iglesia local no es sólo la responsabilidad asumida por cualquiera que afirme ser parte de la iglesia universal, sino que también es la única respuesta apropiada a las verdades que aprendimos en el capítulo 1 acerca de la importancia de la iglesia. Algunos de los versículos mencionados en aquella discusión se referían al cuerpo invisible, mundial; pero esos constituyen sólo una pequeña minoría de los usos de la palabra griega ekklesia en el Nuevo Testamento. De las 110 veces que esa palabra es traducida como “iglesia”, sólo 17 son referencias claras a la iglesia universal, mientras que 90 indican sin duda alguna a la iglesia local. Incluso en aquellas pocas veces en que los escritores del Nuevo Testamento se están refiriendo a la iglesia universal, no se puede eliminar de la palabra la idea de una iglesia local, porque las dos están unidas de manera muy inseparable, siendo una la manifestación visible de la otra.

Si la iglesia es la casa de Dios, la columna y el baluarte de la verdad, el cuerpo por el que Cristo murió, y la forma presente de Su reino y de Su pueblo, entonces toda persona que afirma pertenecerle a Él, debiera pertenecer a la iglesia local. Carlos Spurgeon habló de manera muy significativa acerca de esa verdad hace más de cien años:

Yo sé que hay algunos que dicen: “Yo me he entregado al Señor, pero no tengo la intención de entregarme a ninguna iglesia.” Ahora bien, ¿por qué no? “Porque yo puedo ser un cristiano sin ella.”

¿Estás completamente seguro de eso? ¿Puedes ser tan buen cristiano desobedeciendo a los mandatos de tu Señor como siendo obediente? Piensa en un ladrillo. ¿Para qué está hecho? Para ayudar a edificar una casa. No tiene ningún sentido que ese ladrillo te diga que es un ladrillo tan bueno mientras que está dando vueltas por ahí, como cuando está en la casa. Es un ladrillo bueno para nada. Así mismo, vosotros cristianos que andáis de acá para allá, yo no creo que estéis cumpliendo con vuestro propósito. Estáis viviendo contrariamente a la vida que Cristo quiere que viváis, y sois responsables del daño que hacéis.19

Muchas de las personas que asisten a las iglesias en nuestros días, tal vez, la mayoría de ellas, no están familiarizadas con un compromiso bíblico con la iglesia. Si simplemente llegasen a ser conscientes de su importancia e hiciesen ese compromiso, entonces el problema de la membresía de la iglesia quedaría resuelto en sus vidas porque estarían dispuestos a unirse a la iglesia a la cual se están comprometiendo. O si están en una iglesia que no tiene membresía, deberían hacer todo lo que les sea posible en esa situación para estar comprometidos con el cuerpo. Pero nos damos cuenta de que también hay muchos cristianos que ya están comprometidos con una iglesia local y dirían que no hay necesidad de pasar por ningún proceso de entrevistas ni de ser incluidos en una lista. Dicen que el compromiso con la iglesia no tiene que reflejarse necesariamente en un proceso formal de membresía. Entre ellos están algunos de los propios líderes de iglesias, como aquellos en la denominación mencionada al principio de este capítulo.

El resto de este capítulo está dirigido tanto a estas personas como a aquéllas que no se comprometen. Creemos que los principios bíblicos y la sabiduría sostienen la idea de identificar específicamente, públicamente, e incluso legalmente a aquellos que son parte de una iglesia. Lo ideal sería que cada iglesia tuviese una lista de miembros que contuviera los nombres de cada creyente que adora allí con regularidad. Y cada creyente que adora allí debería estar dispuesto y deseoso de ser identificado con la iglesia de esa manera.

La Obligación de la Obediencia

En ambas iglesias donde nosotros ministramos, los ancianos le han pedido a cada creyente que ha decidido adorar con nosotros que se una a la iglesia por medio de un proceso formal de membresía. Ese proceso implica una clase en la que se explica la membresía, una entrevista con uno de los líderes de la iglesia, y un compromiso público y una bienvenida durante uno de nuestros cultos. La mayoría de las demás iglesias tienen un proceso similar desarrollado y fomentado por sus líderes. Esta debería ser una razón suficiente para cualquier cristiano en esos cuerpos para convertirse en miembros de iglesia, basada en la clara enseñanza de estos pasajes:

Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. Tened paz entre vosotros. (1 Tes. 5:12-13)

Obedeced a vuestros pastores y sujetaos [a ellos;] porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros. (Heb. 13:17 LBLA)

Así que si los líderes de tu iglesia quieren que te hagas miembro de ella, entonces Dios mismo quiere que te hagas miembro, porque Dios los usa para guiarte a su voluntad. Y observa que ese último pasaje no sólo te dice que obedezcas y que te sometas a tus líderes, sino que contiene un tercer mandato que con frecuencia se pasa por alto. Dice que debemos ayudar a nuestros líderes a cuidar de nuestras almas con gozo. No sólo hemos de hacer lo que nos dicen que hagamos (a menos que nos digan que pequemos), sino que también hemos de hacer todo lo que podamos para facilitarles que lleven a cabo su supervisión.20 Sin lugar a dudas, la membresía de la iglesia facilita a los líderes el pastoreo del rebaño, por las siguientes razones. Estas razones no sólo deberían ayudar a quienes asisten a la iglesia a ver la importancia de hacerse miembros, sino también de convencer a algunos de los propios líderes a establecer y animar un proceso de membresía:

La membresía es esencial para una administración ordenada de la iglesia. Dios ha otorgado a la iglesia su multiforme gracia, la verdad de Su Palabra, y las almas de Su pueblo redimido. La iglesia debe ser una administradora fiel de estos tesoros, y para hacerlo debe poner mucho cuidado en el desarrollo y el mantenimiento de su estructura y organización. ¿Por qué los negocios que luchan por una ganancia económica de corta duración han de ser administrados de una manera más prudente, seria y comedida que una institución que está trabajando para almacenar tesoros en el cielo (Juan 6:27; Mat. 6:19-21)? Por el contrario, nosotros debemos hacerlo todo “decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40), y la membresía juega una parte vital en la estructura de cualquier iglesia. Eric Lane escribió:

En la Biblia, algunas veces la iglesia es comparada a un cuerpo, otras veces a una familia o una casa, algunas veces a un reino, algunas veces a un ejército. Para que cualquiera de esos organismos funcione adecuadamente, se requiere algún tipo de orden. Lo mismo se aplica a la iglesia. La iglesia no es simplemente una colección vaga de individuos, sino una estructura íntimamente tejida como un cuerpo humano (Ef. 4:16), y por lo tanto tiene que estar correctamente organizada. Para ese ordenamiento, se necesita conocer exactamente quien pertenece a ella. Una familia que se sentase a la mesa para cenar o que cerrase sus puertas por la noche, sin saber quien se supone que debe estar allí y quien no, sería un fenómeno sumamente extraño. Un batallón del ejército que no supiese a quien se espera para desfilar pronto acabaría en el caos. Si la iglesia ha de ser una verdadera familia y una fuerza de combate efectiva, necesita conocer exactamente quien pertenece a ella.21

La membresía clarifica la diferencia entre la iglesia y el mundo. O, como dijo Jay Adams, ayuda a conocer quienes deben ser tratados como creyentes y quienes deberían ser tratados como “no creyentes”. La membresía nunca nos dirá quién es, y quién no es un verdadero cristiano, porque siempre habrá no-miembros que son salvos y miembros que no son salvos (cf. Mat. 7:21-23; 13:36-43). En otras palabras, la lista de miembros de la iglesia invisible siempre será diferente de la lista de miembros de la iglesia visible, en algún grado. Pero habrá momentos en que se hará necesario tener algunos criterios por los cuales decidir si alguien debería ser tratado como un cristiano o no (o como lo pone el Nuevo Testamento, un “hermano” o una “hermana”). Un ejemplo sería el matrimonio – un creyente no se debería casar con un no creyente (2 Cor. 6:14); otro ejemplo es el divorcio – se dan instrucciones diferentes a aquellos casados con no creyentes (1 Cor. 7:15; 2 Cor. 5:17); y un tercer ejemplo es los requisitos para los ancianos – deben tener “hijos creyentes” (Tito 1:6). En situaciones como esa, ¿cómo pueden determinar los líderes de la iglesia y los demás si alguien está en la categoría de creyente o de no creyente? La teología bíblica y la sabiduría práctica indican que una mera profesión de fe no es suficiente en este sentido. Pero un compromiso de responsabilidad con la iglesia, junto con una profesión de fe creíble, es un camino más seguro por el que andar. No obstante se requiere una instrucción paciente, porque son tantos los cristianos en nuestros días a los que no se les ha enseñado sobre la membresía de la iglesia, y muchos han estado en iglesias que ni siquiera la practican. Así, por ejemplo, si una pareja de jóvenes quiere que un pastor celebre su boda, puede preguntarles desde el principio si son miembros de una buena iglesia. Si la joven lo es, pero el hombre no, entonces el pastor puede preguntar las razones e instruirle sobre la importancia de la membresía. No obstante, si después de dicha instrucción el joven rehúsa comprometerse con la iglesia, entonces el pastor tiene que considerarlo en la categoría de no creyente, y rehusar casarlos, porque de otra manera estaría creando un “yugo desigual”.

La cuestión de quién ha de ser tratado como un creyente puede ser de lo más pertinente en el asunto de la disciplina de la iglesia (véase el capítulo 8). Si un “hermano” o una “hermana” está viviendo un estilo de vida pecaminoso y rehúsa responder a la confrontación privada, entonces la iglesia tiene la orden dada por Dios de tratar con el pecado (Mt. 18:15-17; 1 Co. 5). Pero, ¿cómo sabemos si una determinada persona que asiste es un “hermano” o una “hermana” sin un sistema por el cual la persona puede, de manera oficial, unirse a la iglesia o rechazarla? Y, ¿cómo podemos poner fuera de la iglesia oficialmente a la parte ofensora, si nunca ha entrado en ella oficialmente? Si las personas que han de ser tratadas como no creyentes cometen pecado, nuestra respuesta a eso no sería excomulgarles, sino evangelizarles.

Las consideraciones legales también entran en juego con respecto a la disciplina de la iglesia. En los últimos años varias iglesias han sido demandadas por personas a las cuales se les ha nombrado desde el púlpito y han surgido preguntas sobre la legalidad de la disciplina de los no-miembros.22 A la luz de estos acontecimientos recientes, probablemente no es prudente ejercer el proceso disciplinario sobre aquellos que no son miembros. Así que, si los líderes de la iglesia permiten que un porcentaje alto de su rebaño sean no-miembros, se pueden ver grandemente maniatados cuando una de esas personas cae en pecado. Pueden ser incapaces de obedecer varios mandatos importantes de la Escritura, se verán impotentes para quitar del cuerpo la influencia ruinosa de una persona inmoral o que causa divisiones.

La membresía hace que la iglesia local refleje mejor la iglesia invisible. Este punto es similar al anterior, pero tiene una naturaleza más teológica. R. B. Kuiper lo expresó de manera clara y elocuente:

La iglesia visible es gloriosa a medida que refleja la iglesia invisible. La visibilidad y la invisibilidad son dos aspectos de la única iglesia de Jesucristo. Por esa simple y determinante razón, la iglesia visible debe ser una manifestación de la iglesia invisible. Hay que admitir, no obstante, que la semejanza de la una a la otra nunca es perfecta. Pero en algunas ocasiones la iglesia visible no es más que una simple caricatura de la iglesia invisible; entonces no es gloriosa. En muchísimas otras ocasiones la iglesia trata de reflejar en forma muy tenue la iglesia invisible; entonces su gloria es opaca. Por la gracia de Dios hay también ocasiones en las cuales la iglesia visible emula con claridad a la iglesia invisible; tal iglesia es ciertamente gloriosa.23

Por causa de su testimonio ante el mundo, la iglesia local debería parecerse tanto como fuera posible al cuerpo espiritual de Cristo, el cual disfruta de una unidad perfecta (Juan 17:22-23), de una sumisión incondicional a Él (Ef. 5:22), y de una estabilidad absoluta (Mat. 16:18). Eso significa que no se le debería permitir unirse a la iglesia a nadie que niega el evangelio, pero también significa que todo aquel que es parte de la familia espiritual de Dios debería ser un miembro de la iglesia local. Si ese fuera el caso, aquellos que sólo asisten a la iglesia de vez en cuando con corazones insinceros no serían considerados parte de la iglesia con tanta frecuencia como sucede en nuestros días. También tendrían menos probabilidades de manchar la reputación de la iglesia ante el mundo llamándola “mi iglesia” mientras están viviendo vidas impías.

Dos razones finales apoyan el hecho de que es sabio para los líderes de la iglesia enfatizar la membresía.

1) La membresía promueve la participación de aquellos que están en la “periferia” de la iglesia. Esto es especialmente cierto cuando comprenden que deben tomar una decisión entre estar comprometidos o no comprometidos. Un énfasis en la membresía provee una vía para que las personas den un gran paso en su santificación al trasladarse desde “la multitud” a la “congregación”. También es más probable que sirvan en la iglesia cuando han hecho la inversión de un compromiso de membresía. Como dijo Jesús, “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21; Lc. 12:34).

2) La membresía provee una oportunidad para educar a las personas acerca de la naturaleza y los distintivos de la iglesia. Esto librará a las personas que están involucradas regularmente de ser ignorantes en asuntos tales como la disciplina de la iglesia y los dones espirituales, incluso cuando no son discutidos frecuentemente desde el púlpito. En nuestras iglesias, hemos encontrado que las personas pueden asistir durante un largo período de tiempo antes de que se les enfrente a algunas doctrinas concretas de suma importancia, simplemente porque esas verdades no han surgido en la exposición bíblica por largo tiempo. Así que nosotros consideramos el proceso de la membresía como un ingrediente vital en nuestros intentos por amonestar “a todo hombre, y [enseñar] a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).

Los Privilegios del Compañerismo

Carlos Spurgeon en una ocasión le contó a su congregación esta historia con respecto a la membresía de la iglesia:

Me acuerdo muy bien de cómo me uní a la iglesia después de mi conversión. Yo mismo me forcé a ello al decirle al ministro (que era poco estricto y lento, y después de haber intentado hablar con él en cuatro o cinco ocasiones sin poder verle), que ya había cumplido con mi deber. Y que si él no me recibía, yo convocaría una reunión de la iglesia y les diría que había creído en Cristo, y les preguntaría a ellos si me querían admitir.24

¿Por qué estaba el joven Spurgeon “aporreando la puerta” de la iglesia para entrar en ella? Sin duda, él sabía que el compromiso con una iglesia local y la obediencia a los líderes eran necesarios para su crecimiento espiritual, y temía enormemente al Señor que había dictado esos mandamientos. Pero también puede haber habido otra razón imperiosa para que él forzara su camino hacia la membresía en la iglesia: los beneficios que obtendría siendo parte de ella.

La membresía de la iglesia no es sólo un compromiso por parte del miembro con la iglesia, sino que también es un compromiso de la iglesia para con el miembro. Tanto la iglesia como un cuerpo, como sus líderes, se comprometen a cuidar del miembro proveyendo las siguientes ventajas:25

Oportunidades ministeriales . El liderazgo, la enseñanza, el evangelismo, el manejo de los fondos, la música, el cargo de ujier, e incluso las tareas aparentemente mundanas como el cuidado de la guardería, y el mantenimiento del edificio, deberían ser realizados por aquellos que aman a Cristo y están comprometidos con la iglesia. Esto es así porque los miembros del cuerpo son dotados por el Espíritu con el propósito de llevar a cabo la obra del ministerio (1 Co. 12; Ef. 4:11-16). Una manera de asegurarse de que eso sucede es haciendo de la membresía un requisito necesario para tal servicio. Muchas iglesias hacen justamente eso; así que en muchos casos, aquellos que rehúsan convertirse en miembros están diciendo básicamente que no están dispuestos a cumplir los ministerios para los que pueden haber sido dotados por Dios. Por otro lado, aquellos que son miembros tienen la libertad de obedecer a Dios en cualquier manera que Él les llame a servir.

Servicios útiles. Una iglesia que conocemos tiene un ministerio de orientación bíblica dotado de más de veinte hombres y mujeres cualificados para aplicar las Escrituras a los cuidados del alma. Han sido tantas las personas que han expresado un deseo por recibir este servicio que la iglesia ha tenido que limitar el acceso a recibir este ministerio solamente a los miembros. De la misma manera el personal pastoral agotado por el trabajo, a menudo tiene que tomar decisiones respecto a quien pueden ofrecer su tiempo, y aquellos que son miembros tienen prioridad sobre los que no lo son. La iglesia incluso se ha visto forzada a limitar las bodas en sus edificios a los miembros debido a la gran demanda y a lo limitado de su personal.

Puede ser que todas las iglesias no estén tan abrumadas como lo está ésta, pero es probable que muchas se encuentren en una situación similar. Y otras iglesias pueden incluso decidir (como lo hemos hecho nosotros en algunos casos) limitar intencionadamente sus servicios a los miembros con el propósito de animar a los creyentes a tomar ese compromiso. De cualquier manera, en muchos cuerpos locales aquellos que se han comprometido oficialmente encuentran que les resulta más fácil ser ministrados por la iglesia.

Responsabilidad amante. Otro beneficio de pertenecer a una iglesia local es que se nos pueden pedir responsabilidades ante sus líderes y miembros según el proceso de disciplina eclesiástica mencionado anteriormente en este capítulo. La posibilidad de ser amonestados por nuestro pecado o de ser puestos fuera de la iglesia es algo que de manera natural no vemos como beneficioso, pero esto es así sólo porque nuestro punto de vista está nublado por nuestra carne pecaminosa. Realmente deberíamos recibir con agrado e incluso buscar tal responsabilidad, porque es una herramienta poderosa que Dios usa para moldearnos a la imagen de Su Hijo.

La amonestación es un acto de amor que beneficia enormemente al amonestado, e incluso la disciplina más severa es llevada a cabo por el bien del ofensor. Considera estos versículos:

Que el justo me castigue, será un favor, Y que me reprenda será un excelente bálsamo. (Sal. 141:5)

No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; Corrige al sabio, y te amará. Da al sabio, y será más sabio; Enseña al justo, y aumentará su saber. (Pro. 9:8-9).

El que ama la instrucción ama la sabiduría; Mas el que aborrece la reprensión es ignorante. (Pro. 12:1)

El que tiene en poco la disciplina menosprecia su alma; Mas el que escucha la corrección tiene entendimiento. (Pro.15:32)

Mejor es reprensión manifiesta Que amor oculto. Fieles son las heridas del que ama; Pero importunos los besos del que aborrece. (Pro. 27:5-6)

El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. (1 Cor. 5:5).

De los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar. (1 Tim. 1:20)

Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. (Heb. 12:5-6)

La responsabilidad y la amonestación por parte de otros creyentes pueden tener lugar en nuestras vidas si no somos miembros de una iglesia, pero como tratamos anteriormente, las últimas fases del proceso con frecuencia no pueden llevarse a cabo. De tal manera que si nosotros persistiéramos en algún pecado (¡Dios nos libre!), todos los medios que Dios ha diseñado para sacarnos del pecado no estarían a nuestra disposición. Así que, en efecto, el no estar dispuestos a unirnos a una iglesia local equivale a decir que no estamos interesados en la responsabilidad ante Dios en nuestras vidas.

Considerando los privilegios de la pertenencia a la iglesia local, toda persona que no es miembro de una debería estar “aporreando la puerta” para entrar. La suma del mandato para comprometernos con la iglesia y nuestra obligación de obedecer a nuestros líderes, nos lleva a ver por qué la membresía no es una mera opción para un verdadero creyente. Por esto es certero decir que en un sentido aquellos que rechazan la membresía de la iglesia “se tratan a sí mismos como no-creyentes” (especialmente después de haber sido enseñados en las verdades anteriores), porque son voluntariamente desobedientes a los mandatos de Dios y se niegan a sí mismos neciamente los beneficios de la comunidad de Dios.

Eric Lane dice que la relación de un creyente con la iglesia es análoga a un matrimonio. Compara a los cristianos que rechazan la membresía de la iglesia con un hombre y una mujer que meramente se declaran a sí mismos casados y se ponen a vivir juntos sin someterse jamás a una ceremonia legal de matrimonio.

Han pensado sólo en sí mismos y no en la sociedad de la cual forman parte. El matrimonio es un asunto público, porque, por mucho que algunos individuos lo consideren un asunto privado, los demás miembros de la sociedad tienen el derecho de saber quien pertenece a quien y quien es el esposo o la esposa de quien. Una sociedad en la que todo el mundo se comportara como esta pareja sería un caos absoluto. Por otra parte, su egoísmo rebota sobre su propia cabeza, porque al rehusar registrarse como matrimonio, se excluyen a sí mismos de ciertos beneficios que el estado otorga a las personas casadas.26

Tomando la misma analogía del matrimonio, necesitamos honrar a Cristo siendo Su esposa en todo sentido, externamente tanto como internamente, de manera visible tanto como invisible, y oficialmente en la iglesia local tanto como espiritualmente en el cuerpo universal.

Preguntas para la plática y la aplicación:

1. ¿Piensas que las iglesias deberían tener un listado de membresía, y un proceso por el cual las personas se pueden unir a la iglesia? ¿Por qué o por qué no?

2. Si tu iglesia tiene un listado de miembros, ¿estás tú en él? ¿Por qué o por qué no?

3. ¿Qué votos de membresía o qué compromisos hiciste tú cuando te hiciste miembro, o harías si te hicieras miembro? ¿Cómo piensas que el hacer esos votos podría afectar a tu vida?

4. ¿Cuáles son algunas maneras en que tú has vivido esos votos en el cuerpo, y cuáles son algunas maneras en que planeas hacerlo en el futuro?

La Vida en la Casa del Padre

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