Читать книгу La Vida en la Casa del Padre - Wayne Mack - Страница 9

3
Escogiendo una Buena Iglesia

Оглавление

Cuando los cristianos comprenden la importancia de la iglesia y buscan una en la cual involucrarse, con frecuencia caminan hacia una plétora de posibilidades. El número estimado de denominaciones que afirman formar parte de la religión cristiana en todo el mundo era en 1980 de 20.800,27 y sin duda, ese número ha crecido desde entonces. En muchas comunidades americanas, hay más iglesias que escuelas, tiendas de comestibles, o incluso restaurantes. (En algunas ciudades del Sureste, ¡parece haber más iglesias que la suma de esas tres otras cosas!)

Así que, comprender la importancia de la iglesia y de la membresía no es el final de la guerra para muchos creyentes; luego tienen que luchar la batalla terrible de encontrar una iglesia en la cual puedan adorar y servir a Dios. La Grace Community Church (Iglesia Cristiana Comunitaria) y el ministerio Grace to you (Gracia para ti), reciben más de trescientas cartas cada mes con preguntas acerca de la Biblia o expresando necesidades personales. Con mucho, las peticiones más frecuentes son las de recomendaciones de iglesias o las de consejos sobre cómo encontrar una buena iglesia.

Este capítulo tiene el propósito de ayudar a tales personas a saber qué cosas buscar en una iglesia local. Para aquellos de nosotros que ya estamos involucrados en buenas iglesias, también nos proveerá un patrón por el cual podremos juzgar la calidad y el progreso de esos cuerpos. Tendremos una buena idea de lo que debe ser una iglesia local mirando atrás a los primeros cristianos en Jerusalén. Hechos 2:42-47 describe a aquellos creyentes de esta manera:

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

La iglesia primigenia descrita en este pasaje tenía éxito en todas las áreas. Era efervescente, agradable a Dios, y creciente a pasos agigantados. Por lo tanto podemos aprender mucho de ella. También, porque encarnaba los principios que se enseñan a lo largo de todo el Nuevo Testamento y que son aplicables a todas las iglesias de todos los tiempos, sabemos que nuestros cuerpos eclesiásticos de hoy pueden llegar a ser como ella en sus énfasis y su filosofía.

Para que no haya ningún malentendido, no estamos diciendo que deberíamos ni que podemos hacer todas las cosas exactamente de la manera en que lo hacía la iglesia en Jerusalén. Había diferencias incluso entre las distintas iglesias en los tiempos del Nuevo Testamento, y creemos que hay lugar para las diferencias entre las iglesias de nuestros días. No se puede esperar de nosotros que copiemos su ejemplo en cada detalle. Si lo hiciéramos, deberíamos tirar nuestros trajes, suéteres, y vestidos y comprar túnicas; deberíamos dejar de hablar español y aprender griego o arameo; deberíamos vender nuestros coches e ir andando a todas partes, con sandalias en nuestros pies y no zapatillas Nike ni zapatos de tacón.

Así que Dios no quiere que hagamos todas las cosas como lo hacía la iglesia primigenia,28 pero sin duda hay algunos rasgos que deberían caracterizar también a la iglesia del siglo XXI. Estas se podrían resumir diciendo que una buena iglesia local exhibe una devoción a la enseñanza de los apóstoles, un enfoque centrado en Dios, y un interés amante por las necesidades de las personas. La presencia de esas características hizo apasionante y efectiva a la iglesia primigenia, y las mismas deben estar presentes en cualquier iglesia en nuestros días para que sea verdaderamente exitosa a los ojos de Dios.

Una Devoción a la Enseñanza de los Apóstoles

La primera característica de la iglesia primigenia que se menciona en Hechos 2:42, y el rasgo más fundamental que ha de tener cualquier iglesia que honre a Dios, es una devoción continua a la enseñanza de los apóstoles. La iglesia del Nuevo Testamento fue fundada como resultado directo de la enseñanza de los apóstoles (Hch.2:14-41), y después nuestro texto dice que los creyentes en Jerusalén “perseveraban” en ella. La palabra griega traducida como “perseveraban” (proskarterountes), significa literalmente “ser fuerte hacia”. Eso nos dice que los primeros creyentes se dedicaban de todo corazón y perpetuamente a la enseñanza de los apóstoles; también puede significar entusiasmo e interés en ello.

La palabra griega traducida como “enseñanza” (didache) engloba tanto el contenido como la manera de la enseñanza de los apóstoles. El entender ambas cosas de manera plena nos ayudará a evaluar cualquier iglesia de nuestros días.

El Contenido de la Enseñanza Apostólica

¿Qué enseñaron los apóstoles exactamente? Encontramos la respuesta a esa pregunta en el resto del libro de los Hechos, y en el resto del Nuevo Testamento, porque todo él fue escrito por los apóstoles o por aquellos que trabajaban con ellos. También se encuentran en todo el Antiguo Testamento, porque esas eran las Escrituras inspiradas que los apóstoles estudiaban y de las que enseñaban. Hechos 17:2 dice que Pablo fue según su costumbre a la sinagoga de los judíos y durante tres sábados razonó con ellos basándose en las Escrituras. Las Escrituras que él tenía en aquel momento eran el Antiguo Testamento.

Así que la enseñanza apostólica es todo lo que está contenido en la Palabra de Dios, o “todo el consejo de Dios”, como lo pone Pablo en Hechos 20:27. Esto incluye la verdad acerca del carácter de Dios: la soberanía de Dios, la justicia de Dios, el amor de Dios, el poder de Dios, la gracia de Dios, y la omnisciencia de Dios. Incluye la verdad acerca de la elección, la predestinación, la justificación, la redención, la gracia irresistible, la perseverancia de los santos, el pecado, la justicia, la salvación, el juicio, el perdón, el nacimiento virginal de Cristo, la vida sin pecado de Jesucristo, la expiación sustitutoria, Su gloriosa resurrección, y Su ascensión a la diestra de Dios el Padre.

La enseñanza apostólica también incluye amonestaciones prácticas e instrucciones sobre el matrimonio, las finanzas, las relaciones empleador-empleado, las relaciones padre-hijo, las misiones, y la manera de responder a las autoridades. En resumen, la enseñanza apostólica incluye “todas las cosas pertenecientes a la vida y a la piedad” (2 Pe. 1:3). Así que cuando abordamos cualquier tema que cae dentro de la categoría de “la vida y la piedad”, el asunto principal no es qué es lo que dicen los grandes teólogos de la iglesia, no es lo que dice la tradición, no es lo que dicen las personas educadas de nuestros días, y tampoco es lo que dicen los predicadores muy conocidos de la iglesia. En lugar de eso, el asunto es ¿qué es lo que dice la Palabra de Dios? De eso es de lo que se ocupaba la iglesia primigenia, y ese debe ser el énfasis de nuestras iglesias hoy. John MacArthur ha escrito:

La función principal de la iglesia es proclamar la Palabra de Dios. He oído a personas criticar a la Grace Church (Iglesia de la Gracia) diciendo: “Hay demasiada predicación y enseñanza en la Grace Church, y no lo suficiente de otras cosas.” ¡No puedo ver cómo puede haber nunca demasiada predicación y enseñanza! Eso podría suceder si todas las personas conociesen todo sobre la revelación de Dios, pero eso es imposible. La razón por la que ponemos tanto énfasis en la predicación y la enseñanza es que ellas ayudan a que las demás cosas sucedan. Debemos saber lo que la Biblia dice acerca de algo antes de que podamos saber cómo actuar. No sabremos como adorar, orar, evangelizar, disciplinar, pastorear, adiestrar, o servir, a menos que sepamos lo que dice la Palabra de Dios.29

Una buena prueba de la solidez de una iglesia en particular es si podría estar expuesta a esa clase de crítica (que hay “demasiada enseñanza”). Si ese es el caso, la iglesia probablemente comprende la importancia de comunicar la verdad y se ha comprometido con ese énfasis bíblico. Otra buena pregunta que se puede formular para evaluar una iglesia es si la enseñanza allí incluye todas las verdades enumeradas anteriormente. Si es así, ese cuerpo probablemente está haciendo un esfuerzo coordinado por darle a la enseñanza apostólica el lugar al que tiene derecho.

La Manera de la Enseñanza de los Apóstoles

¿Cómo enseñaban los apóstoles? Podemos vislumbrar la manera de su enseñanza en el sermón de Pedro registrado en Hechos 2:14-36, y deberíamos desear formar parte de una iglesia que practica el mismo tipo de enseñanza. El mensaje de Pedro fue efectivo y agradable a Dios debido a las siguientes características:

Era relevante. En los versículos 14-15, Pedro comenzó su sermón relatando los eventos que ocurrieron en su audiencia y en el entorno de la misma. Respondió a las preguntas que le estaban haciendo y proveyó la información específica que necesitaban para entender la situación que estaban viviendo.

Era bíblica y expositiva. En los versículos 16-21, 25-28, y 34-35, Pedro citó pasajes del Antiguo Testamento. Luego procedió a explicar el significado de todos aquellos pasajes e hizo una aplicación de los mismos a las vidas de sus oyentes.

Era Cristo-céntrica. El tema central del mensaje de Pedro era la persona y la obra de Jesucristo (vv. 22ss.), y el mismo tema dominó toda la predicación subsiguiente de los apóstoles (cf. 1 Co. 2:2; 15:1ss.; 2 Co. 4:5; Col. 1:28).

Era específica y personal en cuanto a su aplicación. Pedro se dirigió directamente a sus oyentes, diciendo: “vosotros mismos sabéis” (v. 22), “vosotros matasteis clavándole [a Cristo] en una cruz” (v. 23 RVA), y “sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis…” (v.36). El no se limitó meramente a darles una charla sobre unos hechos, sino que trató vigorosamente de dejar una impresión de esa verdad sobre sus almas.

Era autoritativa. Pedro no se limitó simplemente a compartir su opinión para que la audiencia la considerase. El declaró con atrevimiento los hechos innegociables del evangelio. Les ordenó “escuchar” la verdad acerca del hombre que había sido “aprobado” (o avalado) “entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales” (v. 22).

Era resueltamente con propósito. Sus palabras tenían el designio de persuadir a aquellos que le oyeron; él quería producir un efecto en ellos por medio del poder del Espíritu Santo, e incitarles a actuar sobre la verdad que escuchaban (v. 37 ss.).

Ese era el tipo de enseñanza que los apóstoles presentaron a la iglesia primigenia, y a esta clase de enseñanza es a la que se consagraron continuamente. Aquellas personas no se reunían para ser entretenidas; no se reunían para hablar de sus sentimientos en una especie de sesión de “terapia de grupo”; no se reunían para discutir sus opiniones o exhibir de alguna manera su ignorancia; y tampoco se reunían para contemplar las ideas de Sócrates, Epicuro, Platón, o cualquier otra autoridad secular. Más bien se reunían con la intención primordial de aprender de la enseñanza de los apóstoles.

Además, los primeros cristianos examinaban todo a la luz del modelo de los apóstoles. Cualquier creencia o práctica que no estaba de acuerdo con él, era rechazada inmediatamente, y cualquier organización religiosa que no se atenía al mismo era considerada una iglesia falsa.30 Juan escribió lo siguiente en su nombre propio y en el de los demás apóstoles:

Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.(1 Jn. 4:1-6)

Efesios 2:20 dice que la iglesia ha sido edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.” En nuestros días ya no hay más apóstoles ni profetas: el fundamento de su enseñanza ya ha sido asentado y no necesita ser asentado de nuevo. Pero debemos asegurarnos de que la iglesia se conforma al fundamento que ha sido puesto por los apóstoles. Si un edificio ha de permanecer en pie, debe tomar la forma de su fundamento: si una iglesia en nuestros días ha de pasar la prueba de la Palabra de Dios, debe adherirse completamente a la enseñanza de los apóstoles.

En 1 Timoteo 6:20, Pablo le dijo a su joven protegido, Timoteo, que entonces pastoreaba la iglesia en Éfeso: “guarda lo que se te ha encomendado, evitando… los argumentos de la falsamente llamada ciencia.” Y en su segunda carta a Timoteo, Pablo escribió:

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2 Tim. 4:1-4)

En este pasaje Pablo habla de personas que amontonan para sí mismos maestros que les digan lo que ellos quieren escuchar. No quieren escuchar la enseñanza de los apóstoles, pero quieren escuchar la idea o la filosofía más nueva, o la moda del mundo que les haga sentir mejor respecto de sí mismos y de sus estilos de vida. Pero ese no era el caso de la iglesia de Jerusalén descrito en Hechos 2, y no debe ser el caso en nuestras iglesias hoy. Una buena iglesia es aquella en la que la gente desea y responde a una enseñanza y predicación bíblicas, y donde los líderes están comprometidos con proveerles eso de manera regular y perpetua.

Desafortunadamente, nuestras iglesias hoy en día a menudo le dan a la Biblia la autoridad titular en lugar de darle la autoridad funcional. Muchos de ellos relegan la Palabra de Dios a un papel semejante al de la Reina de Inglaterra. La Reina tiene el título de gobernante, pero participa muy poco en las decisiones del gobierno del país. El verdadero poder y la influencia residen en el Primer Ministro y en el Parlamento. De manera similar, muchas iglesias de hoy despliegan de una manera prominente la Biblia y afirman creer en ella, pero cuando se trata de las funciones cotidianas de la iglesia, la Biblia no es su autoridad final. Así que, cuando consideramos nuestro compromiso con una iglesia en particular, necesitamos averiguar si está caracterizada por practicar la Palabra o simplemente por oírla (Stg. 1:22-25). Como escribió Calvino con respecto a Hechos 2:42,

¿Buscamos la verdadera Iglesia de Cristo? Aquí se describe el retrato de su vida. El comienza con la doctrina, que es el alma de la Iglesia. No nombra la doctrina de ninguna clase, sino la de los apóstoles, que el Hijo de Dios ha entregado en las manos de ellos. Por lo tanto, dondequiera que suena la voz pura del Evangelio, donde los hombres permanecen en la profesión de la misma, donde se aplican a escucharla regularmente para ser beneficiados por ella, allí, sin duda alguna, está la Iglesia.31

Un Enfoque Centrado en Dios

Hechos 2:43 dice que en la iglesia de Jerusalén “sobrevino temor a toda persona”. El poder de la enseñanza de los apóstoles y las numerosas señales y prodigios realizados entre el pueblo afectaron profundamente a la actitud de ellos hacia Dios. Un comentarista observa: “La convicción de pecado que siguió a la predicación de Pedro no fue un pánico momentáneo, sino que llenó a las personas con un sentido de sobrecogimiento duradero. Dios estaba obrando en ellos; ellos estaban siendo testigos del amanecer de una nueva era.”32 El sobrecogimiento de las personas estaba dirigido hacia Dios, por supuesto, y este asombro se podría llamar de manera más precisa “un temor respetuoso”. La palabra griega traducida como “temor” es phobos, que casi siempre se traduce como “temor” en el Nuevo Testamento (cf. Hch. 5:5, 11).

Este temor de Dios que la gente experimentó, no obstante, no es un estado irracional que produce el comportamiento incontrolado reflejado por nuestro uso moderno de la palabra fobia. Más bien era un reconocimiento solemne de la presencia de un Dios santo y amante en sus vidas, que les motivaba a obedecerle con el mayor agrado (vv. 44-46) y a alabarle continuamente (v. 47). De este modo, el “temor” que ellos experimentaban era una mezcla de gratitud, respeto, y terror al ver a Dios por lo que Él era y reconocer Su presencia entre ellos. En una palabra, ellos estaban adorando a Dios constantemente.

Nosotros no estamos contemplando el amanecer de una nueva era en nuestros días, ni las señales sobrenaturales que lo acompañaban; pero podemos y deberíamos experimentar el mismo tipo de sobrecogimiento y adoración hacia Dios que tenía la iglesia primigenia. El Salmo 2:1 dice: “Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor.” Nuestra actitud hacia Dios debería incluir gozo y gratitud, pero esos buenos sentimientos deben estar siempre matizados con el respeto y temor que es debido al Soberano del universo. Sin ese respeto y temor, podemos llegar a ser frívolos hacia Dios y dejar de darle el honor que Él merece (cf. 1 Sam. 2:30).

Esa importante verdad es comunicada muy claramente en 1 Pedro 1:17. Antes de este versículo, Pedro estaba discutiendo la elección amante de Dios y la gran salvación que Él ha prodigado sobre Su pueblo (vv. 1-12); luego comenzó a enfatizar la respuesta de obediencia y santidad que corresponde a los hijos de Dios (vv. 13-16). El versículo 17 comienza con la conjunción griega kai, que con frecuencia puede traducirse como “ya que” si el contexto lo permite. En este caso es posible, así que las palabras de Pedro se pueden leer de esta manera: “Ya que vosotros invocáis como Padre a Aquel que juzga imparcialmente según la obra de cada hombre, conducíos en temor.” Aquí la palabra phobos significa lo mismo que en Hechos 2:23: un temor reverente de Dios. Y también Pedro está diciendo que aunque nosotros estamos agradecidos y felices de tener a Dios como nuestro Padre amante (un término de cariño e intimidad), aún debemos comprender que Él es también el Juez santo, y debemos tener cuidado de obedecerle con una reverencia solemne. O, como dice un comentarista, cuando los cristianos “llaman a Dios Padre, deberían recordar Su carácter y no permitir que la familiaridad sea una excusa para el mal.”33

Este principio también debe ser cierto respecto de una iglesia. La actitud que gobierna sus ministerios y que es transmitida a su gente debe ser de temor hacia Dios. Esto significa que se Le debe tomar muy seriamente, y también significa que Él debe ser preeminente en todo lo que sucede en la iglesia. Sólo entonces un cuerpo local puede estar verdaderamente centrado en Dios como lo estaba el de Jerusalén. Los líderes y miembros de una iglesia deben comprender que ésta no existe principalmente para el beneficio del hombre, sino para la gloria de Dios y de Su Hijo Jesucristo. Considera estos versículos cuidadosamente:

Todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice. (Isa. 43:7)

Porque en él [Cristo] fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. (Col. 1:16)

Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apo. 4:11)

Todas las cosas existen principalmente para la gloria de Dios, más que para nuestro beneficio. Y eso incluye la iglesia, que fue creada predominantemente para Su honor y no para nuestra felicidad (Ef. 3:21). Lamentablemente, no obstante, este no es el enfoque de la mayor parte de las iglesias de hoy. Su propósito principal es resolver los problemas de la gente o suplir para las necesidades de la gente, en lugar de dar gloria a Dios. El contraste siguiente puede ayudarnos a determinar si una iglesia, en su enfoque, está centrada en Dios o centrada en el hombre:

Una iglesia centrada en el hombre seguirá tradiciones extrabíblicas que hacen sentir más cómodas a las personas debido a su familiaridad, pero una iglesia centrada en Dios siempre se deshará de tradiciones no-bíblicas y no se fiará de nada que pueda, de alguna manera, oscurecer la sencillez de Cristo (cf. Mar. 7:6-13; 1 Cor. 4:6; 2 Cor. 11:3).

Una iglesia centrada en el hombre titubeará a la hora de tratar ciertas doctrinas o las evitará totalmente porque pueden ser ofensivas para algunos miembros, pero una iglesia centrada en Dios proclamará osada y fielmente “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27; cf. 2 Tim. 4:1-2; 3:16-17; Tit. 2:15).

Una iglesia centrada en el hombre escogerá estilos de adoración y enseñanza principalmente sobre la base de las preferencias de la gente, pero una iglesia centrada en Dios se esforzará por ajustar sus cultos tanto como sea posible al modelo bíblico, sin tener en cuenta lo que la gente pueda pensar o cuantas personas puedan venir (cf. Rom. 1:16; 1 Cor. 4:1-3; 2 Cor. 10:3-4; 2 Tim. 4:3-5).

Una iglesia centrada en el hombre animará a la gente a recibir consejo de los “expertos” impíos (ya sea directamente o por medio de la integración de sus ideas con la Escritura), pero una iglesia centrada en Dios les guiará a la suficiencia de las respuestas provistas por nuestro celoso Dios en Su Palabra (cf. Sal. 1:1; Col. 2:8; 2 Ped. 1:3).34

Una iglesia centrada en el hombre no practicará la disciplina eclesiástica con respecto a los miembros que pecan porque ese proceso es demasiado “severo” o “falto de amor”, porque puede disminuir la asistencia o las ofrendas, o simplemente porque implica demasiado trabajo duro. Sin embargo, una iglesia centrada en Dios, manifestará verdadero amor por sus miembros y obediencia a Cristo al ejercer disciplina cuando sea necesario (cf. Mat. 18:15-17; 1 Cor. 5; 2 Tes. 3:6-15).35

Finalmente, una iglesia centrada en el hombre pondrá muy poco énfasis en la oración y rara vez se ocupará en la oración corporativa (de nuevo porque es un trabajo duro), pero una iglesia centrada en Dios se parecerá a los primeros creyentes en que estarán perseverando “en las oraciones” (Hch. 2:42; cf. Ef. 6:18; 1 Ti. 2:1, 8; Stg. 5:16-18).

Un Interés Bondadoso

por las Necesidades de las Personas

Aunque está comprometida con la enseñanza de la sana doctrina por encima de todas las demás actividades, y aunque existe más para la gloria de Dios que para nuestro bien, una buena iglesia se ocupa también de las necesidades de las personas. Para que esta ocupación sea genuinamente bíblica, debe guardarse en equilibrio con las prioridades de la sana enseñanza y la adoración, de tal manera que las necesidades de las personas nunca lleguen a ser más importantes que Dios mismo o Su verdad. Por otro lado, una iglesia que está comprometida con la enseñanza y la adoración pero que no muestra interés por las verdaderas necesidades de la gente está desequilibrada y no es bíblica. Como Pablo dijo en 1 Corintios 13:2, “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy”. Y Proverbios 29:7 dice: “El justo se preocupa por la causa de los pobres, pero el impío no entiende [tal] preocupación” (LBLA).

La iglesia descrita en Hechos 2 era en este sentido tanto equilibrada como bíblica. Ellos exhibían gran amor y cuidado los unos por los otros y por aquellos fuera de su grupo que aún no conocían al Señor.

Un Interés por Otros en el Cuerpo de Cristo

Hechos 2:42 dice que los miembros de la iglesia de Jerusalén “perseveraban… en la comunión unos con otros”; el versículo 44 dice que “estaban juntos”; y el versículo 46 dice que regularmente “comían juntos”. Habían desarrollado relaciones estrechas, y pasaban una cantidad significativa de tiempo los unos con los otros. Esta “unión” no era sólo física, por supuesto, sino también emocional y espiritual; el versículo 46 dice que “continuaban unánimes” (LBLA). Ellos estaban vinculados los unos a los otros en respuesta a la oración de su Señor “para que todos sean uno” (Jn. 17:21).

Esta unidad amorosa no se expresaba sólo pasando tiempo juntos en comunión espiritual, sino también por medio de un dar sacrificado para satisfacer las necesidades físicas entre ellos. Ellos “tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (vv. 44-45). Esto no era una forma temprana de comunismo sino un compartimiento voluntario y generoso de los recursos que tenía lugar cada vez que surgía una necesidad específica.36 Lo que probablemente hizo manifiestas las necesidades en aquel tiempo fue que judíos de todas las naciones habían estado visitando Jerusalén para la fiesta de Pentecostés (Hch. 2:5), y muchos de ellos que habían llegado a ser cristianos permanecieron en Jerusalén para aprender de los apóstoles y para tener comunión con la iglesia. Algunos de ellos, sin duda, se quedaron sin trabajo desde ese momento, lejos de sus hogares o privados de su relación con sus familias (o ambas cosas).

Los creyentes que estaban en mejor posición económica vendían las propiedades y las posesiones que no necesitaban y daban libremente el dinero a aquellos que eran menos afortunados. En el mundo del siglo XXI, mucho de lo que tenemos son cosas que no necesitamos; ¡pero muchos de nosotros encontramos tremendamente difícil renunciar a nada por los demás! Los sacrificios hechos por los primeros cristianos eran una indicación de que Dios estaba obrando entre ellos y de que ellos eran una verdadera iglesia.

Cualquier verdadera iglesia de hoy exhibirá el mismo tipo de interés por las necesidades de sus miembros. El amor de Cristo y el poder del Espíritu Santo persuadirán al pueblo de Dios a dar generosamente para este propósito, de tal manera que ninguna iglesia será jamás capaz de hacer caso omiso de las necesidades económicas legítimas o físicas de su gente. Tampoco podría una verdadera iglesia relegar su “fondo de diaconía” a una minúscula fracción de su presupuesto (que existe sólo con el propósito simbólico de desviar las críticas de sobre los líderes). El hecho es que, una buena manera de probar el calibre de una iglesia determinada es averiguar cuanto dinero han asignado para el cuidado de los necesitados (si es que lo han asignado) y qué relación tiene esta cantidad con el presupuesto global.

Nosotros estamos agradecidos de que nuestras iglesias tienen unos fondos considerables dedicados para los ministerios de misericordia, y de que ningún miembro con una necesidad legítima es rechazado sin recibir ayuda. Pero conocemos de muchas iglesias jóvenes y en crecimiento que no han designado ninguna cantidad de dinero para ese propósito porque están centrados en un proyecto de edificación, el aumento de su personal pastoral, y otras actividades que han tomado la prioridad en este momento.

Eso no debería de suceder. Dios ordena claramente a la iglesia que cuide de las necesidades de sus miembros. Este mandamiento está explícito e implícito a lo largo de las muchas referencias que hay en los dos Testamentos al interés de Dios por los pobres y los necesitados.37 También está implícito en el tema dominante de la familia que la Escritura emplea continuamente con respecto a la comunidad cristiana. Se hace referencia a la iglesia como la familia de Dios en 1 Timoteo 3:15; las Escrituras se refieren a Dios repetidamente como nuestro Padre; y el término más común usado en referencia a los cristianos en el Nuevo Testamento es adelphos, que significa “hermano” (o “hermanos” en su forma plural). Se utiliza más de trescientas veces para referirse a otros creyentes, y el significado de ese hecho para nuestra discusión es que debemos cuidar de nuestros hermanos y hermanas espirituales de la misma manera que cuidamos de nuestra familia física. Sin duda, muchos de nosotros vaciaríamos nuestras cuentas bancarias antes de permitir que nuestras madres o nuestros hermanos pasasen hambre o tuviesen que seguir adelante sin un tratamiento médico necesario, y deberíamos tener la misma actitud hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo.

1 Timoteo 5:8 dice: “si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”. Este versículo se está refiriendo específicamente a la familia física de una persona. No obstante, en el contexto, la aplicación de su verdad se extiende también hacia nuestra familia espiritual porque se le ordena a la iglesia proveer para las necesidades de las viudas que no pueden proveer para sí mismas. Así que una buena iglesia cuida de sus viudas y otros miembros que están en necesidad.

Un Interés por Aquellos que Están Fuera del Cuerpo de Cristo

Hechos 2:47 dice que la iglesia primigenia estaba “teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. En el libro de Hechos, el término griego para “pueblo” (laos) con mucha frecuencia se refiere a los habitantes no salvos de un área concreta (cf. 4:1-10). De esa manera, en este versículo, es probablemente una referencia general a la población judía no creyente de Jerusalén. Por supuesto, “los que iban siendo salvos” (LBLA) eran anteriormente incrédulos que habían venido a Cristo por el mensaje del Evangelio. Por esto sabemos que la iglesia en Jerusalén estaba teniendo un impacto tremendo en el mundo que les rodeaba, y sin duda ese impacto fluía de un gran amor por sus vecinos no salvos.

En nuestras iglesias de hoy no podemos esperar necesariamente la aprobación de los incrédulos en nuestras comunidades (el propio favor de que disfrutó la iglesia de Jerusalén no duró mucho tiempo), y nosotros tampoco podemos esperar que Dios esté añadiendo convertidos a nuestras congregaciones cada día. Pero podemos ser como los primeros cristianos al proclamar amorosa y fielmente el Evangelio al mundo que nos rodea. Una buena iglesia estará haciendo esto siempre.

Como dice John MacArthur, “¡Para muchos cristianos, lo más cerca que están de penetrar en su comunidad es conduciendo a la iglesia en un coche que tiene un adhesivo de un pez en el parabrisas trasero!”38 Y desafortunadamente, lo más que algunas iglesias se acercan al evangelismo es hablando de ello de vez en cuando o teniendo un culto de “avivamiento” al cual asisten casi exclusivamente sus propios miembros. No obstante, una iglesia verdaderamente bíblica enfatizará repetidamente la necesidad del evangelismo y equipará a sus miembros regularmente para hacerlo (cf. Mat. 28:19-20; 1 Tes. 1:8). Así que una manera de evaluar una iglesia es inquirir sobre cuántas profesiones de fe han tenido en el último año, o cuántas personas que previamente no asistían a ninguna iglesia se han hecho miembros. En nuestra experiencia, hemos encontrado numerosas iglesias que son muy sólidas en doctrina, pero que raramente llevan personas a Cristo. Sin duda, esto no agrada a nuestro Señor Jesús, el cual vino a buscar y a salvar a los perdidos, y nos mandó hacer discípulos de todas las clases de personas (Mt. 28:18-20).

¡No Digas Sí a una “No-Iglesia”!

En su libro Handbook of Church Discipline [Manual de Disciplina Eclesiástica], Jay Adams acuñó un término para las iglesias que rehusan practicar la disciplina eclesiástica incluso después de una repetida instrucción y exhortación. Adams dice que “deberíamos declararlas “no-iglesias” ya que no trazan una línea entre el mundo y la iglesia practicando la disciplina”.39 “No-iglesia” es un término muy fuerte, pero es apropiado, porque no importa con qué frecuencia un grupo de personas se llaman a sí mismas una iglesia, no significa nada si no están funcionando como una iglesia, según las instrucciones de Dios. El Club Rotario local podría decidir llamarse a sí mismo una iglesia, ¡pero eso no lo haría una iglesia! Lamentablemente, muchas de las opciones que afrontan los creyentes de hoy al buscar un lugar de comunión caen en la categoría de “no-iglesia”. Definitivamente caen en esa categoría si no están caracterizados por las cualidades esenciales que hemos tratado en este capítulo. Así que estamos obligados bíblicamente a escoger una iglesia que demuestra una devoción por la enseñanza de los apóstoles, que tiene un enfoque centrado en Dios, y un interés amante por las necesidades de la gente.

Esa clase de iglesia refleja el carácter del cuerpo descrito en Hechos 2, que tanto agradaba a Dios y que fue usado por Él de una manera tan enorme. Un comentarista resume lo que hemos estado tratando de esta manera:

Los versículos 43-46 dan un retrato ideal de la joven comunidad cristiana, dando testimonio de la presencia del Espíritu en los milagros de los apóstoles, compartiendo sus posesiones con los necesitados que había entre ellos, compartiéndose a sí mismos en la intimidad de la mesa de su comunión. Su vida común estaba marcada por la alabanza a Dios, el gozo en la fe, y la sinceridad de corazón. Y en todo ello, experimentaban el favor de los no-creyentes y las bendiciones continuadas del crecimiento dado por Dios. Fue un tiempo ideal, casi de felicidad absoluta marcado por el gozo de su vida juntos y la calidez de la presencia del Espíritu entre ellos. Casi podría describirse como “la edad de la inocencia” de la iglesia primigenia. La narrativa subsiguiente de Hechos mostrará que no permaneció siempre así. La sinceridad algunas veces cedió su lugar a la deshonestidad, el gozo fue emborronado por divisiones en la comunión, y el favor de la gente fue ensombrecido por las persecuciones de los oficiales judíos. Las reseñas de Lucas presentan un ideal para la comunidad cristiana a la cual ha de aspirar siempre, regresar constantemente, y descubrir de nuevo, si quiere tener esa unidad de espíritu y propósito esencial para un testimonio efectivo.40

Preguntas para la plática y aplicación:

1. ¿Sobre qué base escogiste tú la iglesia a la que ahora asistes? ¿Qué fue importante para ti cuando hiciste esa elección, y qué no fue tan importante?

2. ¿Por qué es la enseñanza de la Palabra de Dios tan importante en una iglesia? ¿Cómo se relaciona con los otros ministerios en una iglesia?

3. Con una actitud humilde y constructiva, evalúa tu iglesia basado en la lista de características de una iglesia “centrada en Dios” frente a una iglesia “centrada en el hombre” en las páginas 45-48. ¿Qué está haciendo bien tu iglesia, y cómo piensas que podría estar más “centrada en Dios”?

4. ¿De qué manera se están extendiendo las personas de tu iglesia hacia los cristianos necesitados? ¿De qué manera se están extendiendo hacia las personas que no son cristianas? Y, ¿cómo puedes involucrarte tú en esa clase de ministerios?

La Vida en la Casa del Padre

Подняться наверх