Читать книгу Cómo escribir un artículo académico en doce semanas - Wendy Laura Belcher - Страница 8

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Semana 1

El diseño de tu plan para escribir

Día asignado Semana 1. Actividades diarias Tiempo estimado
Día 1 (¿lunes?) Lee hasta la sección Los escritores académicos exitosos persiguen sus pasiones y completa los cuadros de esas páginas 60 minutos
Día 2 (¿martes?) Selecciona un texto escrito previamente a fin de desarrollarlo para su publicación (sección Diseña un plan para enviar tu artículo en doce semanas) 60 minutos
Día 3 (¿miércoles?) Elige y mejora tu lugar de trabajo para escribir (sección Día 3: elige un lugar para escribir) 60 minutos
Día 4 (¿jueves?) Diseña un horario semanal para escribir durante doce semanas; anticipa obstáculos e interrupciones (sección Día 4: diseña tu horario para escribir) 60 minutos
Día 5 (¿viernes?) Empieza a documentar cómo usas actualmente tu tiempo (sección Día 5: documenta el uso de tu tiempo) 60 minutos

Cada semana tendrás tareas específicas que se han diseñado para ayudarte a alcanzar la meta de enviar tu artículo académico a una revista al término de doce semanas. En este cuadro aparecen las tareas para la primera semana, repartidas por día y durante cinco días para sumar alrededor de cinco horas de trabajo semanales. A algunas personas les parece conveniente un poco de trabajo cada día para mantenerlo fresco, si es el caso, debes dedicar quince minutos a revisar el artículo en el sexto y séptimo días. La primera tarea para el día 1 es leer el material que está a continuación. La semana inicial requiere más lectura que el resto de las semanas.

Comprendiendo tus sentimientos respecto de la escritura

Escribir es para la vida académica lo que el sexo era para la Viena del siglo XIX: todos lo hacen y nadie habla de ello. El investigador más destacado sobre autores académicos encontró que en su mayoría estaban más dispuestos a hablar sobre sus problemas personales, incluyendo la disfunción sexual, que sobre los problemas relacionados con escribir (Boice, 1990: 1).1 La creencia más común entre los académicos parece ser que escribir, como el sexo, debe ocurrir de forma natural y llevarse a cabo en una discreta privacidad. Debido a este silencio, la disfunción de redacción es muy común en la academia. Un sondeo reciente de más de cuarenta mil profesores en Estados Unidos reveló que el 26 por ciento dedicaba cero horas a la semana a escribir, y casi un 27 por ciento nunca había publicado un artículo en una revista dictaminada por pares (Lindholm et al., 2005). Además, el 43 por ciento no había publicado ningún trabajo en los últimos dos años y el 62 por ciento nunca había publicado un libro. Dicho de otra forma, sólo el 25 por ciento de los profesores dedicaban más de ocho horas semanales a escribir. Y únicamente el 28 por ciento habían producido más de dos publicaciones en los últimos dos años. Es más, dichas estadísticas se basan en información autorreportada y reflejan sólo las actividades de quienes son lo suficientemente organizados para responder al sondeo. Algunos académicos piensan que las cifras son mucho menores, y estiman que los escritores académicos productivos representan menos del 15 por ciento del cuerpo docente en las universidades (Moxley y Taylor, 1997; Simonton, 1988). Tomando en cuenta que la publicación es el principal marcador de productividad académica, tales estadísticas son sorprendentes. ¿O lo son realmente?

No tienes que ser Freud para entender que el silencio de la academia sobre la escritura puede ser represivo. Después de todo, escribir es un proceso creativo y, como tal, depende de la conexión con otras personas. Si intentas crear en un ambiente que desanima a compartir, la disfunción es un resultado inevitable. Ciertamente, muchos han descubierto que hablar sobre sus dificultades para escribir ha sido una experiencia liberadora, tanto para ellos como para sus confidentes. La lección: aprender a hablar sobre escribir es una clave importante para convertirte en escritor productivo.

Una de las razones por la cual los académicos no hablan sobre la experiencia de escribir es que esto implica hablar de sentimientos. Los académicos tienden a sentirse más confortados con lo racional que con lo emocional. Por lo mismo, incluso si logramos hablar del tema, lo más probable es que sea acerca del contenido, y no del proceso. De hecho, muchos tenemos sentimientos acerca de la escritura que casi nunca reconocemos en público. El primer paso es comprender cómo te relacionas con la escritura.

Así que empecemos con una pregunta general: ¿qué sentimientos afloran cuando piensas en escribir? Te recomiendo llamar a un(a) compañero(a) de clase o colega y discutir con ellos esta pregunta antes de usar el cuadro de abajo para anotar tus respuestas. O envía un correo electrónico a un(a) amigo(a) o familiar.

Mis sentimientos sobre mi experiencia de escribir

(Si no cumpliste este ejercicio, regresa y escribe por lo menos un sentimiento. Lo que sigue tendrá más sentido si tomas un tiempo para escribir algo aquí).

Cuando hago esta pregunta sobre sentimientos en clase, generalmente surgen primero emociones negativas. Cito literalmente algunas desde mis notas:

Siento terror y aburrimiento… Me deprimo cuando pienso que tengo que escribir… Me desanimo porque siento que no he llevado a cabo suficiente investigación para empezar a escribir… Me divierto al principio, pero odio revisar el texto… Me agrada revisar, pero odio terminar el primer borrador… Mi tutor es tan crítico que cuando pienso en escribir me siento incapaz… Siento que hay reglas que todo mundo conoce menos yo… Quiero posponer el trabajo cada vez que pienso en cuánto tengo que escribir y qué poco he escrito… Me siento avergonzado de mis habilidades de redacción… Quisiera que mis habilidades de lenguaje fueran mejores… Siento que si la gente leyera lo que escribo sabrían qué tonto soy… Siento que escribo durante horas y tengo tan poco qué mostrar… Paso tanto tiempo criticando los textos de mis estudiantes que me cierro cuando llego al mío… Pienso en una buena idea y luego siento que una neblina baja sobre mí… Cuando pienso sobre el hecho de que mi carrera entera depende de publicar, me siento completamente paralizado… Siento la confianza de que puedo hacer cualquier cosa, si sólo pudiera levantarme de la cama…

¿Adivina qué? ¡No estás solo(a)! La mayoría de los escritores, incluso los que han tenido éxito, escuchan estas voces internas negativas que les susurran sus miedos cada vez que piensan en escribir. Al utilizar este manual, las voces disminuirán, pero el paso más importante es comprender que estos sentimientos son justificados. Escribir es difícil y aterrador. El sentimiento de ansiedad es una respuesta totalmente apropiada. Vale la pena dedicar tiempo a pensar qué es lo que vincula tus sentimientos negativos. ¿Acaso giran alrededor de uno o dos tipos de ansiedad, percepciones o hábitos? ¿Apuntan hacia un miedo en particular, como al qué pensarán otros de ti? ¿O están relacionados con una percepción negativa de ti mismo(a), como calificarte de perezoso(a)? Utiliza el siguiente cuadro para identificar estos vínculos.

Elementos comunes en mis sentimientos negativos acerca de escribir

(Más adelante, en este mismo capítulo, dedicarás tiempo para tratar con tus sentimientos negativos, pero, por ahora, solo regístralos).

Como respuesta a esta misma pregunta, surgen también algunos sentimientos positivos. Mis estudiantes dicen cosas como:

Me emociono cuando se me ocurre una buena idea… Algunas veces escribo una oración que resulta más coherente de lo que yo esperaba y me siento genial… Me siento eufórico cuando me doy cuenta que tengo una conclusión que cierra bien el artículo.. Me encanta la sensación de haber terminado un artículo… Cuando leo algo que escribí hace un año, me impresiona y pienso ¿yo escribí eso?

Para sentirte bien respecto de la escritura, recuerda el contexto en el que surgieron tus sentimientos positivos. Por ejemplo, ¿tienes recuerdos particularmente agradables de cuando has escrito? Durante esa experiencia en la que te sentiste bien, ¿cuál fue la causa?, ¿qué lecciones puedes aprender de esas experiencias?

Lecciones que debo aprender de mis experiencias positivas con la escritura

(Más adelante dedicarás tiempo sobre cómo usar estas lecciones pero, por ahora, sólo anótalas).

Ante mi pregunta en clase, los estudiantes reportaron buenas experiencias, como las siguientes:

Tenía una fecha límite que me forzó a sentarme a escribir… Contaba con un asesor/amigo/pareja que me animaba… Estaba trabajando en un artículo que significaba mucho para mí personalmente… Mis padres se llevaron a mis hijos por una semana… Entré al ritmo de escribir cada noche después de ver Seinfeld en la TV… Tenía un trabajo de tiempo parcial que me obligaba a utilizar mi tiempo más eficazmente… Leí un artículo que realmente me inspiró y motivó… Le pedí a mi asesor encontrarse conmigo una vez a la semana con la expectativa de que yo le mostrara cada vez lo que había escrito...

De manera interesante, las lecciones que los estudiantes aprendieron de esas experiencias fueron similares. Aparentemente, parafraseando a Tolstoi, los escritores felices son todos iguales, Los escritores académicos exitosos comparten actitudes y hábitos de trabajo similares. Yo los llamo claves para el éxito en la redacción de textos académicos.

Claves para experimentar positivamente la escritura

He diseñado este manual para ayudarte a desarrollar habilidades en torno a cuatro puntos que son la clave de una redacción académica exitosa. Estos elementos son esenciales y también te pueden ayudar a diseñar tu propio programa.

Los autores académicos exitosos escriben

Samuel Eliot Morison, autor de varios libros académicos clásicos, incluyendo The Oxford History of the American People (La historia Oxford del pueblo americano), tenía el siguiente consejo literario dirigido a los jóvenes historiadores: “Primero que todo, ¡Empieza a escribir!” (1953: 293). Puede parecer tautológico, pero la clave principal para tener una experiencia de escritura positiva es escribir. La mayoría de las experiencias negativas de escritura, según reportan los estudiantes, giran alrededor de no escribir (es decir, postergar) y la mayor parte de las experiencias positivas respecto a escribir giran alrededor de realmente hacerlo. Esto es, cuando los estudiantes escriben tienen una sensación de logro y el placer de comunicar sus ideas. En este sentido, escribir es igual que hacer ejercicio. A pesar de que es complicado al principio, se hace más fácil y placentero mientras más lo practiques. Como mi colega Chon A. Noriega, un escritor académico muy productivo, les comenta a sus estudiantes de posgrado cuando empiezan sus tesis: “Uno mejora en cualquier cosa que hace regularmente. Si uno no escribe regularmente, uno mejorará en no escribir. De hecho, uno desarrollará una asombrosa cantidad de habilidades diseñadas para mejorar y extender nuestro no escribir”. Los que no escriben frecuentemente explican que están “muy ocupados”. Ciertamente, la gente hoy en día está muy ocupada. Algunos estudiantes pierden mucho tiempo en el transporte diario de un lugar a otro; otros tienen empleos de tiempo completo, y algunos más tienen niños pequeños. Las buenas y las malas noticias son: muchas personas atareadas han sido escritores productivos. ¿Acaso ellos son más inteligentes? No. Si prestas atención a la manera en que usas tu tiempo, descubrirás que no estás tan ocupado(a) como supones, y que escribir no lleva tanto tiempo como temes.

Robert Boice, el destacado académico en el tema de productividad académica, comprobó este punto después de acompañar durante una semana a profesores que aseguraban estar “muy ocupados” para escribir. Con Boice observándolos todo el día, la mayoría tuvo que admitir que “raramente pasaban sus días laborales sin tener por lo menos un breve periodo de quince a sesenta minutos libres” (1997a: 21). Sus sujetos pasaban ese tiempo libre en actividades que no estaban relacionadas ni con el trabajo ni con la diversión. Boice también encontró que aquellos que más frecuentemente se describían a sí mismos como muy “ocupados” o muy “estresados” no producían tanto como los que escribían de manera constante. En otras palabras, no estás demasiado ocupado(a) para escribir, sino que estás ocupado(a) porque no escribes. El estar ocupado(a) no explica por qué no escribes. (Si no prestaste mucha atención a estas últimas dos oraciones, es esencial volver atrás y leerlas de nuevo). Sin importar cuán atareada es tu vida, desarrolla un plan para escribir. Los escritores académicos exitosos no esperan a tener inspiración. No esperan hasta el último minuto. No esperan hasta tener mucho tiempo. Ellos crean un plan para escribir cada día y se adhieren a él. Buena parte de este manual está dedicado a ayudarte a desarrollar tu hábito de escribir.

Los escritores académicos exitosos hacen de la escritura una actividad social

El mito de que escribir debe ser una actividad solitaria es sólo eso, un mito. No obstante, persiste la imagen popular del (de la) escritor(a) como alguien que trabaja solo(a) durante meses en una fría buhardilla, subsistiendo a base de pan y cigarrillos mientras tose ferozmente y produciendo página tras página de prosa singular. Es una vida solitaria y difícil, pero es lo que supuestamente se requiere para escribir.2

Académicos de humanidades continúan creyendo que los textos surgen perfectamente formados de la mente del escritor. En las ciencias naturales, este mito no es tan común, ya que la mayoría de los artículos científicos son resultado del trabajo de un equipo de investigadores que publican en coautoría. Los estudiantes de ciencias trabajan como autores secundarios, contribuyendo con secciones o datos a los artículos de los profesores, mucho antes de que ellos mismos se conviertan en autores primarios. Por esa razón, la disfunción en las ciencias naturales es mucho menor. De manera consistente, los académicos en ese campo consideran que escribir es una forma de conversación. Cuando se pierde esta noción de colaboración, aparecen muchos de los problemas de redacción tan frecuentes en la comunidad académica: bloqueo mental, ansiedad respecto del robo de ideas, obsesión por la originalidad, miedo a la tardanza, dificultades con la crítica, e incluso el plagio. Todos éstos surgen del mito de que escribir debe ser una actividad privada y aislada.

Basta con observar la cantidad de revisores, amigos y familiares a los que se les agradece en un libro que ha sido publicado. No se trata sólo de una cortesía de parte del autor; los autores generalmente minimizan el tema. Se les agradece a quienes llevaron a cabo investigación, sugirieron tesis, recomendaron fuentes y recursos, e incluso escribieron las conclusiones. Éste era el caso sobre todo en el pasado, cuando esposas de profesores no sólo pasaban a máquina y editaban sus manuscritos, sino que a veces también escribían secciones de los textos de sus cónyuges. La reciente demanda contra el Código Da Vinci por infringir los derechos de autor sugiere que algunas de esas esposas aún existen.

Según el autor, Dan Brown, su esposa Blythe Brown quien realizó casi toda la investigación para El Código Da Vinci, sugirió la idea de centrar el libro en la supresión de las mujeres en la Iglesia católica e insistió en que se incluyera a una hija de Jesucristo y María Magdalena (Collett-White, 2006). Debido a que el mito de la originalidad es tan fuerte, los autores raramente dan crédito de coautoría a sus colaboradores. Esta variación del silencio represivo mencionado al comienzo de este capítulo es consecuencia de la falta de reconocimiento de que escribir es un trabajo de colaboración.

Una manera de corregir el mito del escritor solitario es la experiencia del novelista indonesio Pramoedya Ananta Toer, quien fue el candidato del sudeste de Asia para recibir el Premio Nobel. Toer estuvo encarcelado como prisionero político en la infame isla Buru en Indonesia. Como le negaron papel y pluma, desde 1969 hasta 1973 Pramoedya compuso historias orales para los dieciocho prisioneros que se encontraban en su aislado campamento, quienes susurraban los últimos capítulos a los demás prisioneros durante su único momento de contacto diario, en las duchas. Esos cuentos eran tan ricos y humanos que muchos prisioneros les atribuyeron su supervivencia. El mismo Pramoedya llamó a sus novelas de Buru “mi canción de cuna para mis compañeros de prisión, para calmar sus miedos, a ellos que sufrían tanta tortura” (Belcher, 1999). A su vez, los prisioneros hacían el trabajo en su lugar y le daban de su comida para permitirle seguir creando. Cuando sus captores finalmente le permitieron escribir, en 1975, “fue como si se hubiera roto la presa”. Toer escribió continuamente para capturar las historias de su memoria, sentado en el suelo y escribiendo en su catre. Sólo cuatro de esos libros fueron contrabandeados hacia el exterior; otros seis fueron destruidos por los guardias de la prisión. El primero, This Earth of Mankind (Esta Tierra de la humanidad), es una de las mejores novelas escritas en inglés sobre el colonialismo. El cuarteto de libros del cual éste forma parte, es una obra que define ese siglo. ¿Es la historia de Toer poco común? Sí. Pero su experiencia pone de relieve una verdad duradera: los mejores textos son creados en comunidad con un fuerte sentido de la audiencia.

Así que debes convertir tu actividad de escribir en más pública y menos privada, más social y menos solitaria. Inicia un grupo de redacción. Toma un taller de escritura. Convence a otro(a) estudiante de que sea coautor(a) contigo en un artículo. Reúnete con un(a) compañero(a) de clase en la biblioteca o en la cafetería para escribir durante una hora. Asiste a conferencias, participa en grupos cibernéticos de discusión, únete a clubes de revistas y preséntate a los académicos cuyo trabajo admiras. No te distraigas leyendo otro artículo más, cuando una conversación con alguien en tu campo puede ayudarte mejor a darles forma a tus ideas y dirección a tu trabajo. Debes pasar tanto tiempo estableciendo conexiones académicas sociales como escribiendo, porque los mejores textos son el resultado de una interacción activa con tu público potencial.

Mientras más participes en esas actividades, mejor será tu experiencia al escribir. Esto se debe en parte a que otras personas te proporcionan ideas y lenguaje, pero también a que es necesario relacionar tus ideas con las de otros. Debes estar enterado(a) de las teorías que debaten los profesores en tu disciplina, cuáles son los temas de investigación y qué metodologías consideran apropiadas. Puedes averiguar todo eso únicamente si eres miembro activo de la comunidad. Los estudiantes generalmente experimentan severos problemas en lograr que su proceso de redacción sea más social. Primero, porque muchos de ellos sienten horror ante la posibilidad de participar en una red de contactos.

Algunos se sienten incómodos o invasivos cuando intentan establecer contacto con alguien que admiran. Otros piensan que los intentos deliberados de entablar amistad con otras personas parecen superficiales o serviles. Ciertamente, establecer comunicación con otras personas requiere de valor y tacto. Sin embargo, descubrirás que los demás están interesados en conocerte e incluso estarán agradecidos si tú tomas la iniciativa. A muchos académicos establecidos les agrada que les pidan consejo sobre su área de especialidad. Así que, cualquiera que sea tu zona de confort, esfuérzate por salir de ésta.

Segundo, muchos estudiantes se sienten inseguros de mostrar su trabajo a otra persona. El entorno universitario puede provocar que los estudiantes vean a sus colegas como adversarios, en vez de como fuentes de apoyo. Compañeros de clase y profesores parecerían estar muy ocupados para leer su trabajo y comentar sobre éste. Es posible que crean que compartir su trabajo los revelará como impostores y demostrará que no son aptos para la academia. Afortunadamente, si logras compartir tu trabajo, usualmente encontrarás que a otras personas les agrada ayudar y que no eres tan idiota como pensabas. Además, otros identifican rápidamente omisiones y problemas de lógica que te hubiera tomado semanas descubrirlos por ti mismo(a). Por supuesto, algunos lectores serán demasiado críticos y otros te darán malos consejos. Pero aprender a discernir las críticas útiles de las inútiles es parte esencial de convertirte en autor(a). Mientras más frecuentemente te enfrentes a reacciones subjetivas a tu trabajo, mayor será tu capacidad de tratar con los comentarios de los dictaminadores más adelante.

Tercero, algunos estudiantes son capaces de compartir su trabajo, pero sólo cuando consideran que el artículo está terminado. Evita esperar hasta que tu manuscrito esté “listo” antes de compartirlo. Te decepcionarás cuando lo compartas con otros, esperando halagos. En lugar de eso, recibirás recomendaciones para su revisión, en la que estás poco interesado(a) en ocuparte. El punto central de compartir es mejorar tu redacción, y no convencer a otros de tus talentos. Así que comparte tu texto desde las primeras etapas. Muestra los esbozos a compañeros de clase, profesores en tu disciplina, o incluso a editores de revistas. Intercambia resúmenes. Reparte borradores y pide comentarios específicos sobre aspectos de tu artículo que sospechas son débiles. Aprende a compartir tus textos en todas las etapas del proceso.

Cuarto, los estudiantes temen que compartir su trabajo resultará en el robo de sus ideas. Como muchas de las ansiedades mencionadas en este libro, este miedo tiene una base racional: las ideas de los estudiantes a veces son robadas. Constantemente circulan historias entre estudiantes de posgrado sobre el robo de propiedad intelectual. Pero esconder tu trabajo no resuelve ese problema. De hecho, mostrar tu trabajo a diversas personas te protegerá. Además, nadie puede articular tu idea como lo haces tú. Puedes pensar que cualquiera podría presentar tus ideas mejor que tú, pero este manual te ayudará a entender que no es así.

Todas estas actividades te ayudarán a contrarrestar el mito del escritor solitario. Nada es tan colaborativo como una buena redacción. Todos los textos dependen de otros textos, todos los escritores se suben en los hombros de otros escritores, toda prosa requiere un editor, y todos los textos necesitan un público. Sin una comunidad, la redacción es inconcebible. Este manual te ayudará a desarrollar hábitos de escritura social y a compartir tu trabajo. Si estás utilizando este manual con un colega o en grupo, ¡ya lograste un excelente progreso!

Los autores académicos perseveran a pesar del rechazo

La vida del escritor está llena de rechazos. Ésta es una de las pocas experiencias que comparten los grandes autores y los escritores atroces. Una rápida lectura de Pushcart’s Complete Rotten Reviews & Rejections (La carretilla completa de terribles reseñas y rechazos) ofrece el consuelo de saber que a la mayoría de los autores clásicos (por ejemplo, Hermann Melville, T.S. Eliot y Virginia Woolf) les rechazaron su trabajo en los términos más fuertes posibles (Henderson, 1998). ¡Jack London recibió 266 notas de rechazo en un solo año (1899) (Kershaw, 1997)! Al economista George Akerlof le rechazaron tres veces un artículo que luego le mereció el Premio Nobel (Gans y Shepherd, 1994). Efectivamente, estudios sobre los receptores del Premio Nobel han revelado que editores habían rechazado muchas de las versiones tempranas de sus trabajos premiados (Campanario, 1995; 1996). Si escribes, serás rechazado(a). Eso es inevitable. Lo importante es que eso no te detenga.

Aunque existe la tentación de permitir que la crítica de otras personas sea la medida de la calidad de tu redacción, o incluso de lo que tú vales, no permitas que ocurra. El asunto de la revisión es un proceso subjetivo sesgado y poco meticuloso. Con frecuencia ocurre que un trabajo que fue rechazado por una revista es aceptado por otra. La única diferencia entre los autores que han publicado mucho y los que no han publicado nunca es, a menudo, la perseverancia, y no la falta de mérito. Los autores que publican continúan presentando su trabajo repetidamente. Si una revista rechaza su artículo, lo envían a otra, manteniendo una actitud positiva. Una profesora que conozco tiene gratos recuerdos de su asesor de tesis, quien cubrió las paredes de su oficina con cartas de rechazo. Ella dice que verlo trabajar en medio de las notificaciones negativas recibidas a lo largo de su vida le brindaba inspiración y aliento.

Varios de mis estudiantes ejemplifican los beneficios de la perseverancia. En uno de mis cursos, Carrie Petrucci revisó su maravilloso artículo argumentando a favor de introducir la petición de perdón de parte de los criminales a sus víctimas en el sistema jurídico penal. Ella sabía que encontraría una gran resistencia a su argumento, pero se sentía comprometida a demostrar que la disculpa brindaría beneficios reales a ambas partes. Por lo tanto, se decepcionó, mas no se sorprendió, cuando la primera revista rechazó su artículo. Petrucci detuvo todo lo demás que estaba haciendo y dedicó dos días a hacer cambios en el texto, con base en los comentarios que recibidos del editor y de otros lectores. Luego envió el artículo a otra revista. Después de que también la segunda revista rechazara su artículo, de nuevo dedicó dos días a modificarlo. La redacción social le ayudó a perseverar. “Lo que me empujó a seguir adelante después de dos rechazos”, me escribió por correo electrónico, “fue el hecho de que varias personas lo habían leído antes de presentarlo y algunas de ellas, que no tenían nada qué ganar de ello (incluyéndote a ti), me habían dado la impresión de que el artículo tenía solidez…”.

Otra de mis estudiantes me relató la historia de una amiga que era más pusilánime. Cuando recibió la respuesta de una revista, abrió la carta con temor. El primer párrafo incluía la frase: “Los reportes de los dictaminadores han llegado y ambos concurren en que tu artículo está severamente afectado por una redacción deficiente”. Disgustada, arrojó la carta a un lado y pasó una hora en su cama lamentando su decisión de ingresar a la academia. Cuando su esposo llegó a casa, levantó la carta del piso, la leyó y entró a la habitación diciendo: “¡Felicidades, cariño! ¿Por qué no me dijiste que tu artículo fue aceptado? Después de leer la carta hasta el final, descubrió que los editores habían aceptado el artículo, a condición de que hiciera una revisión a fondo. Ella contrató a un corrector de estilo para trabajar con ella en su prosa y luego reenvió el artículo. Al comienzo, recibir fuertes críticas puede pararte en seco pero, si persistes, a menudo descubrirás que las cosas no están tan mal como parecían al principio.

Los escritores académicos exitosos persiguen sus pasiones

Cuando los estudiantes compilan una lista de experiencias positivas de redacción, con frecuencia mencionan que el interés genuino en un tema es un buen móvil. Los autores exitosos no escriben principalmente para sus profesores, sus compañeros de clase o para los comités de contratación. Se enfocan más bien en temas que les fascinan. Por ejemplo, una de mis estudiantes estaba escribiendo sobre el efecto negativo de la reforma de la política de bienestar social sobre las mujeres en Camboya. Redactó y revisó su artículo en tiempo récord porque estaba enfadada por las consecuencias de esa política. Una estudiante de Corea que creció en Japón perseveró a pesar de encontrar fuertes obstáculos para publicar su investigación que mostraba que los coreanos en Japón trabajan bajo dificultades impuestas legalmente. Un estudiante que escribió sobre perros de pedigrí y otra que escribió sobre metáforas de comida trabajaban sin cesar porque sus temas eran también sus pasatiempos de toda la vida. Otros estudiantes han usado sus propias experiencias respecto a temas de etnicidad, género o nacionalidad para reinterpretar textos tradicionales, exponiéndolos bajo una luz completamente diferente.

¿Cuál es la lección? Que el mundo cambia rápidamente, por lo que es más probable que tengas experiencias positivas al escribir si te enfocas en tus intereses más profundos que modas pasajeras. Como lo indican los autores de The Craft of Research (El arte de la investigación), “Nada contribuirá a la calidad de tu trabajo más que tu sentido de lo que vale y tu compromiso con éste” (Booth, Colomb y Williams, 1995: 36).

Mi modelo en este aspecto es un artista que descubrí mientras llevaba a cabo un estudio sobre el arte callejero en Washington, D.C. Pasé un verano caminando por el centro de la ciudad, fotografiando todo lo creativo que encontraba: murales, juegos callejeros, trenzado de cabello, músicos de botes de basura, fence art* (Belcher, 1987). Pasé mucho tiempo en callejones mirando los grafitis y me encontraba una y otra vez con lo mismo.

Enormes pinturas de zapatos de mujer realizadas con aerosol. No eran de tamaño normal, sino de más de tres metros de largo. Todos los zapatos estaban representados de un solo lado, de perfil, y todos eran zapatos de vestir. Me convertí en una experta en el desarrollo de este artista, a quien nunca había conocido personalmente, y fui capaz de distinguir los modelos tempranos (sin título) de los más tardíos (cuando aparecían con títulos como Zapato de noche negro, o Zapato de piel de leopardo, firmados por “Ray (c) 1987”). Me llenaba de alegría encontrar una pintura nueva en otro lugar lejano, porque este artista tomó su idiosincrasia y la llevó lejos, sin miedo de pintar zapatos femeninos a lo ancho de todo un paisaje urbano. Te recomiendo obsesionarte con algo; persigue tus pasiones y no te dejes intimidar. Cualquiera que sea tu zapato, píntalo.

Diseña un plan para enviar tu artículo en doce semanas

Como se ha dicho en la “Introducción”, el solo hecho de conocer los hábitos de un autor académico exitoso no los pone automáticamente a tu alcance. A muchos nos resulta especialmente difícil captar que la clave fundamental para el éxito es dedicarle tiempo a escribir. El paso más importante es desarrollar un plan. Al hacerlo, estableces metas y fechas límite. Cuando éstas son tangibles, es posible cumplirlas. Este manual te ayuda a diseñar un plan para enviar tu artículo a una revista en el plazo de doce semanas. Así que, avancemos al siguiente ejercicio y elaboremos un plan de redacción.

Día 1: lee este manual

El primer día de la primera semana deberás leer este manual hasta esta página y responder a todas las preguntas que se postulan aquí.

Día 2: seleccionar un artículo para su revisión

Muchos estudiantes creen que para publicar deben empezar de cero. Piensan que no puede hacerse de otra manera. Eso no es cierto. La mayoría de los estudiantes ya han escrito ensayos y trabajos para algún curso, ponencias para conferencias, o capítulos de tesis que contienen las semillas de un artículo publicable. Otros tienen borradores de artículos en coautoría que sus profesores les pidieron mejorar. A algunos les han solicitado redactar partes de investigación que no condujeron ellos mismos. Debido a que la clave para publicar es la revisión de un texto ya existente, recomiendo enfocarse en retrabajar un texto ya escrito, por muy mala calidad que pueda tener. El truco consiste en identificar una semilla fertilizable. Responder las siguientes preguntas te ayudará a identificar ese texto.

La consideración de un texto que ya escribiste

Elogio. ¿Algún profesor te ha sugerido que envíes un texto tuyo para su publicación? Si no es así, ¿algún profesor te ha sugerido que uno de tus textos era en particular bueno o interesante?

Título

Placer. ¿Existe algún texto que disfrutaste redactando o investigando y que aún lo recuerdas con gusto?

Título

Relevancia. ¿Tienes un texto que trata sobre algún aspecto de un debate actual en tu disciplina? En tus lecturas o conversaciones recientes, ¿te descubres pensando en algo que escribiste y en su relevancia?

Título

Investigación. ¿Alguno de tus textos está basado en una buena investigación? ¿Para alguno de éstos leíste una cantidad importante de fuentes y aún las conservas?

Título

Hallazgos. ¿ Alguno de tus textos tiene hallazgos sólidos o inusuales? ¿Entre éstos presentas una conclusión original que pudieras desarrollar como un artículo completo?

Título

Ponencia. ¿Has presentado alguna vez una ponencia? ¿Recibiste reacciones positivas? ¿Recibiste comentarios provechosos que te ayudarían a revisar la ponencia para su publicación? (Varios estudios sugieren que alrededor del 50 por ciento de las ponencias eventualmente se publican como artículos [por ejemplo, Autor et al., 2007]).

Título

Tesis. ¿Has escrito una tesis de maestría o doctorado? ¿Incluyen esos manuscritos partes que vale la pena revisar para su publicación?

Título

Artículo rechazado. ¿Has enviado alguna vez un artículo para su publicación y recibido una carta en la que te piden revisar y reenviar el texto? Si no, ¿alguna vez has recibido una respuesta de rechazo?

Título

Textos que presentan desafíos especiales

Si al leer lo anterior te vienen varios textos a la mente, recuerda lo que sigue cuando estés en el proceso de elegir un texto en el que desees trabajar.

General: reseñas amplias. Artículos que reseñan el campo o el estado de la disciplina raramente son publicados. Los que se publican, fueron escritos por expertos con antigüedad. La idea general es que un académico joven no ha seguido los debates el suficiente tiempo como para dar su opinión sobre esos asuntos. Si un profesor te dice que eres la excepción a esa regla, inténtalo. Si ningún profesor te ha dicho eso, ¿para qué intentar escalar obstáculos? No tienes que tirar el trabajo a la basura: utiliza la reseña para redactar la introducción de un artículo.

General: puramente teórico. Raramente se publican artículos que sólo exploran las fortalezas y debilidades de una teoría en particular, sin incluir un estudio de caso o evidencia textual. Académicos principiantes pueden cometer el error de suponer que un artículo que les ayudó a interpretar algo teórico podría ser provechoso para otros. Algunas veces lo es. Sólo asegúrate que un colega o profesor haya leído el artículo y esté de acuerdo en que aportaría una nueva contribución. Los editores rechazarán rápidamente artículos teóricos sobre temas que ellos consideran agotados o virtualmente inexpugnables. También asegúrate de enviar un artículo de este tipo a una revista que esté abierta a artículos puramente teóricos. Y recuerda que teorías muy importantes fueron lanzadas con base en estudios de caso o evidencia textual.

General: investigación que ha perdido vigencia. Si tu artículo es muy antiguo, y estudios subsecuentes han refutado sus hallazgos, deberías pensarlo dos veces antes de elegirlo para su revisión. Algunos artículos sobre investigación son “hojas perennes”, como se dice en el negocio de las revistas. Otros tratan sobre un asunto académico en particular que ha palidecido o contienen hallazgos que han sido superados. Tales artículos pueden actualizarse, pero necesitarás llevar a cabo más investigación. Si no estás seguro(a) de cuál es la situación de tu artículo, tal vez deberías pedirle a alguien más en tu área que lo lea, teniendo en mente su relevancia actual. Se puede decir, con seguridad, que cualquier cosa que hayas escrito hace más de diez años requerirá mucho trabajo adicional; algo que hayas escrito cinco o seis años atrás, podría ser cuidadosamente revisado para establecer su relevancia.

General: fuera de tu disciplina. Escribir sobre otra disciplina es más difícil de lo que se piensa. El simple hecho de que hayas tomado una clase de cine y escrito un trabajo sobre ese tema, no obstante que perteneces al Departamento de Ciencias Políticas, no significa que sabes escribir para expertos en cine. Podrías hacerlo, pero asegúrate de que alguien en ese tema haya aprobado tu enfoque. Muchas veces tus ideas no serán lo suficientemente nuevas o claras en relación con ese campo para garantizar su publicación. Un estudio mostró que los que escriben sobre una disciplina que no es la suya tienen menores probabilidades de ser publicados en una revista de esa disciplina (Goodrich, 1945).

General: polémica. El mundo es un lugar racista, sexista, homofóbico, xenofóbico, clasista y (agrega tu asunto aquí). Sin embargo, no esperes ser publicado simplemente porque aseveras que ése es el caso, sin importar qué tanto el editor esté de acuerdo contigo. Debes hacer algo más que declarar que alguna institución no funciona bien, que una obra de arte es problemática, o que cierta condición social es exageradamente mala. En las ciencias sociales, debes tener pruebas. Sin éstas, simplemente estás escribiendo un editorial para un periódico. Así que si has escrito un ensayo para uno de tus cursos planteando que las mujeres latinoamericanas enfrentan muchos obstáculos para graduarse de la universidad en Estados Unidos, o que el sistema de bienestar social está destruyendo la estructura de la sociedad estadounidense, debes aportar evidencia, además de tus observaciones y experiencias casuales. Estas últimas pueden ser muy útiles para diseñar un estudio que compruebe tu hipótesis, pero sin investigación no tendrás pruebas. En humanidades, debes tener algo más interesante qué decir, aparte de señalar declaraciones racistas o sexistas en un texto famoso. Para ser publicado(a), tendrás que desarrollar mejor tus argumentos. Por ejemplo, a veces puedes publicar un artículo sosteniendo que, contra la opinión general, un texto considerado racista es realmente más abierto, o que un admirado texto es sexista de manera encubierta. Sólo tienes que estar consciente de que lecturas simples no serán aceptadas para publicación en una revista dictaminada por pares.

General: muy similar. Cuando estás empezando no parece problemático, pero no elijas un artículo que sea muy similar a otro trabajo que hayas publicado. En caso de que contenga datos diferentes (experimentales o textuales), un argumento distinto o una nueva hipótesis, probablemente está bien, pero si comparte estos elementos con una publicación anterior tuya, selecciona otro texto.

General: tesis de maestría o licenciatura. Es una buena idea revisar tu tesis con miras a su publicación. Pero te advierto que la mayoría de los estudiantes que lo hacen se enfrentan con la dificultad de cortar una enorme parte del texto. Para ser viables, casi todas las tesis deben ser reducidas en dos tercios. Lo que ha hecho la mayoría de los estudiantes que conozco y que han tenido éxito en convertir sus tesis en publicables es leer toda la tesis, abrir una nueva carpeta electrónica y redactar lo que recordaban de ésta. Pudiera parecer contraintuitivo, pero ellos descubrieron que empezar desde el principio les llevó menos tiempo que cortar el texto. El simple hecho de cortar una que otra frase no sirve. Empezar de cero suena aterrador, pero los estudiantes que lo han hecho descubrieron que el artículo fluía, una vez que pudieron escapar de las constricciones del borrador original. Si puedes lograrlo, las tesis de maestría tienden a ser bien recibidas en el proceso de dictaminación, porque tienen una riqueza que impresiona a los evaluadores.

General: capítulo de tesis de doctorado. Revisar un capítulo de tesis de doctorado es una ruta usual para publicar. El desafío es, sin embargo, que este tipo de texto necesita, por un lado, ser acortado y, por el otro, ser alargado. Debes acortarlo porque los capítulos son a menudo el doble de largo que los artículos de revistas académicas; pero debes también alargarlo porque el artículo debe ser suficiente por sí mismo, al contrario de un capítulo, y requiere de información adicional. Debes ser implacable al cortar, y juicioso al alargarlo. Los lectores frecuentemente necesitan menos información de fondo de lo que los autores suponen, y los dictaminadores generalmente piden agregar algo si lo consideran necesario. A continuación se presenta información adicional sobre qué tipo de capítulos seleccionar.

General: tesis de doctorado aún no escrita. Si estás cursando tus primeros años de posgrado y tienes un artículo que pueda servir de base para tu tesis, o un capítulo importante de tu tesis de doctorado, debes pensarlo dos veces antes de decidir revisarlo para su publicación en esta etapa. La razón es que tus ideas pueden cambiar radicalmente a medida que avanzas en tu tesis, y pudieras arrepentirte de no haber esperado más tiempo para publicar sobre el tema. Si realmente quieres trabajar sobre un capítulo de tu prospecto de tesis ahora, no dejes que mi consejo te detenga. No obstante, si tienes dudas entre tratar de publicar un trabajo basado en la investigación para tu futura tesis o algo que no será parte de ésta, te recomiendo decidir por lo último. De la misma manera, si piensas que vas a escribir tu tesis sobre un autor/lugar/cultura en particular, y tienes ya un artículo sobre dicho autor/lugar/cultura que contiene el argumento de tu tesis, y otro artículo sobre el mismo autor/lugar/cultura que no lo contiene, selecciona el último para su revisión.

General: no está escrito en inglés. Este manual te ayuda a revisar un artículo en inglés [y en español].** Si planeas revisar y presentar un artículo en otra lengua, debes saber que las revistas que se publican en otros idiomas frecuentemente tienen estándares de publicación diferentes que los que se publican en inglés. Por lo mismo, tendrás que extrapolar en buena medida de este libro. Sin embargo, si piensas revisar un artículo en otro idioma y traducirlo al inglés, este manual puede ayudarte. En mis talleres internacionales surge constantemente el debate acerca de si es mejor para quienes el inglés no es su lengua materna trabajar en sus artículos en su propia lengua y luego traducirlo al inglés, o si deben empezar a redactar desde el principio en inglés. Algunos autores insisten en que es mejor redactar en su lengua materna y luego traducir el artículo al inglés. Les agrada la tersura y el flujo lógico que permite este proceso de redacción, aunque les lleva tiempo transformar la sintaxis y la estructura del lenguaje original en el proceso de traducción. Otros dicen que es más fácil ser analítico o argumentativo en inglés que en otros idiomas, por lo que es preferible hacerlo desde el principio en inglés. Éstas son algunas de las ventajas y desventajas que debes tomar en cuenta antes de decidir cómo proceder con un artículo que no está en inglés.

General: demasiado introductorio o descriptivo. Para publicarlo, tu artículo deberá ir más allá de presentar un objeto o una práctica, o de simplemente resumir la investigación sobre alguno de ambos. Algunos estudiantes tienen artículos que describen una geografía, una técnica agrícola, un estilo de pintura, un movimiento literario, etc. Sin un argumento o enfoque teórico, o un estudio, ese texto es más adecuado para una enciclopedia que para una revista académica.

Humanidades: lectura “densa”. Como estudiante de licenciatura en literatura, la lectura “densa” de un breve texto literario te puede merecer admiración y una excelente calificación. En las revistas dictaminadas por pares, probablemente te ganará el rechazo. Los editores de revistas académicas quieren ver algo más que una deconstrucción o interpretación de los varios significados de un texto. Aún se publican artículos dedicados a un solo texto, pero la mayoría de los editores esperan que el artículo se relacione con los debates que existen en la disciplina. Si tienes un artículo sobre un solo texto, asegúrate que lo puedes extender más allá de simplemente interpretarlo. Es útil si lo usas como punto de partida para teorizar sobre un tema más amplio, o si el texto es oscuro pero importante.

Humanidades: estudios de textos recurrentes. Ten cuidado de no elegir un artículo que hayas escrito sobre un texto ampliamente discutido. Conozco una revista que acostumbraba rechazar automáticamente cualquier artículo que se enfocara en la extraordinaria novela de Toni Morrison, Beloved, porque recibían decenas sobre ese tema cada año. No es fácil saber qué es un texto recurrente —especialmente en los campos literarios que se centran en textos clásicos—, pero se puede decir con seguridad que cualquier texto que se enseña en todas las facultades de literatura pertenece a esta categoría.

Ciencias sociales: informes. Científicos sociales que trabajan para agencias públicas frecuentemente escriben informes para los financiadores, o para propósitos internos, o dirigidos a los diseñadores de políticas. Aunque es posible que estos reportes contengan información asombrosa que no está disponible en forma impresa, los informes son criaturas muy diferentes a los artículos. Un informe es rara vez argumentativo, como lo debe ser un artículo. Tendrás que invertir muchísimo trabajo para transformar un informe en un artículo. Si los datos fueron compilados cuidadosamente y apoyan un argumento sólido, entonces adelante, trabaja a partir del informe, pero prepárate para emprender una revisión extensa.

Ciencias sociales: reseñas de la literatura. A muchos estudiantes les gustaría intentar publicar reseñas de la literatura que utilizaron para sus tesis de maestría o de doctorado; esto es, resúmenes largos de las investigaciones de otras personas. Yo no recomiendo a mis estudiantes invertir en esos ensayos. A la mayoría de las revistas académicas les interesan las investigaciones originales, y no las representaciones de las ideas de otros. Los editores identifican inmediatamente reseñas de la literatura y generalmente las regresan sin leerlas a fondo (a menos que hayan sido escritas por un académico reconocido). Si has leído casi toda la literatura sobre un tema del que no existen reseñas publicadas, y realmente crees que puedes aportar una contribución original —una visión crítica útil sobre lo que se ha escrito— puedes intentarlo, pero asegúrate de consultar a otras personas en tu campo antes. También puedes considerar enviarla a una revista como ensayo de reseña. Esto no “cuenta” tanto como un artículo, pero es una muy buena publicación para tener en tu currículo.

Ciencias sociales: experiencias docentes. En algún momento de sus carreras, todos desean escribir un artículo sobre su experiencia de impartir un curso en particular. Algunos de estos artículos son excelentes, y otros son de mala calidad. El problema para ambos es encontrar un sitio para ser publicados. Artículos cortos sobre el tema son perfectos para la Chronicle of Higher Education (Crónica de Educación Superior, una publicación profesional no arbitrada); no obstante, la mayoría de las revistas dictaminadas por pares no están interesadas en publicar ese tipo de textos. Si realmente quieres publicar un artículo de esta naturaleza, averigua si existe una revista que tenga antecedentes de haber publicado esa clase de material.

Ciencias sociales: tamaño de la muestra. Si has basado tu artículo en un estudio cualitativo con únicamente dos casos, incluso las revistas cualitativas probablemente lo rechazarán. Casi todas las áreas de ciencias sociales son actualmente tan cuantitativas, que el tamaño de la muestra, aun cuando se trate de estudios cualitativos, se ha convertido en un asunto crucial. Sería provechoso consultar a otras personas en tu campo para identificar el tamaño adecuado de la muestra en tu área de estudio. Sin embargo, si tu muestra es de menos de cinco sujetos, probablemente es demasiado pequeña.

Ciencias sociales: falta de estudio. En algunos campos de las ciencias sociales es perfectamente aceptable teorizar y conjeturar sobre un tema sin haber realizado un estudio, ya sea cuantitativo o cualitativo; en muchos otros campos de las ciencias sociales, sin embargo, esto es inadmisible. Si tienes un artículo en el que especulas sobre las causas de alguna condición social, o sobre la motivación de los individuos, y careces de un estudio que apoye tus especulaciones, averigua si en tu campo es aceptable un trabajo de esta naturaleza. Las revistas esperan ver evidencia que demuestre, por ejemplo, que el racismo es la causa del fracaso de los alumnos, que el sexismo impide que los enfermeros lleven a cabo su trabajo adecuadamente, o que los padres de familia estarían dispuestos a pagar dinero para que sus hijos asistan a escuelas públicas de mejor nivel. Necesitarás llevar a cabo entrevistas con, o encuestas sobre esos estudiantes, enfermeros y padres de familia, para apoyar tus afirmaciones.

Establecer prioridades entre varias opciones de artículos

Si las cuestiones mencionadas arriba te traen a la mente un buen trabajo que hayas escrito, ¡excelente! Te recomiendo releer ese artículo y considerar trabajarlo de nuevo para su publicación. Si recuerdas varios artículos, y no estás seguro(a) de cuál elegir, tienes varias opciones.

Si un profesor te ha recomendado alguna vez que pienses en publicar un artículo, definitivamente deberías considerar ese texto. Un profesor me dijo que había dejado de recomendar a sus estudiantes publicar sus trabajos. Pese a que les había ofrecido reunirse con ellos para discutir la revisión de sus artículos y elegir una revista adecuada, ningún estudiante había aceptado jamás su oferta. Desde entonces he escuchado comentarios similares de otros profesores sobre las pocas veces que sus estudiantes aprovechan la oportunidad de recibir ayuda. Si recibes una oferta así, ¡aprovéchala! No obstante que te pueda asustar trabajar tan cercanamente con alguien, un académico con más experiencia puede llevarte a publicar mucho más rápidamente que lo que puedes hacerlo por ti mismo(a) —al recomendarte fuentes, identificar los debates que existen sobre el tema y contactar editores.

Si has recibido una respuesta que te pide revisar y reenviar un artículo, definitivamente deberías considerar ese texto. Siempre me sorprende enterarme de tantos estudiantes que tienen artículos que las revistas les pidieron revisar. Muchos de ellos interpretan las cartas que piden revisar y reenviar como rechazo, pero no lo son. Es conveniente pensar en ellos como una etapa de edición en el proceso de publicación. Incluso si tu artículo ha sido rechazado, podrías decidir tomarlo en cuenta para revisión, especialmente si los evaluadores incluyeron recomendaciones concretas para ese propósito.

Si ninguno de éstos es tu caso, puedes elegir el texto que pienses que requerirá el menor tiempo posible para trabajarlo y enviarlo para su publicación, o alguno que te entusiasme más trabajar en él. Para quienes están al principio de su carrera de publicación, es prudente seleccionar un artículo que te genera energía para mantenerte motivado. Con esto en mente, utiliza el cuadro que sigue para identificar el texto que vas a revisar. No dudes en consultar primero con otras personas sobre esto.

Mi título seleccionado
Clase/conferencia Profesor/moderador Fecha/semestre Duración

Día 3: elige un lugar para escribir

Tener un lugar fijo para escribir es importante para desarrollar el hábito de hacerlo con regularidad. Vale la pena dedicarle unos minutos a pensar qué sitio te ha funcionado mejor para escribir. Muchos estudiantes de posgrado usan una variedad de lugares, incluyendo bibliotecas, salas de lectura, cafés, dormitorios y mesas de cocina. Un prolífico profesor que conozco sólo podía escribir acostado en un futón sobre su lado izquierdo y usando una pluma de tinta roja con una libreta de hojas amarillas. Ahora sólo puede hacerlo en un café. Ya que escribirás todos los días (más sobre esto a continuación), ¿sería viable trabajar en una biblioteca, por ejemplo, en donde no tienes acceso a tu computadora?, ¿qué cambios harías en tu sitio de escribir para asegurar que sea confortable, conveniente y sin distracciones?, ¿puedes usar tu oficina de trabajo cuando no puedas llegar a tu lugar usual en donde escribes?

Si para ti es un problema sentirte solo cuando escribes, podrías pensar en un café cercano. También podrías escribir en un espacio público en la universidad, pero debes ser firme con amigos que quieran sentarse y conversar. Si la distracción causada por una casa ruidosa es un problema, tal vez quieras comprar audífonos. Si trabajas en una computadora, asegúrate de tener una silla apropiada y colocar el teclado a la altura adecuada. Si has pensado en adquirir una silla ergonómica, te lo recomiendo ahora. Es una excelente forma de recompensarte y alentar tu decisión de completar un artículo.

Algunos estudiantes me han comentado que son escritores itinerantes. Para ellos fijar un lugar para escribir no funciona porque, después de trabajar en un mismo espacio durante una semana o dos, el lugar se “contamina”. En el transcurso de convertirte en un(a) mejor escritor(a), tal vez este fenómeno desaparezca gradualmente. De otra manera, si notas que un cierto lugar ya no sirve para ti, cámbialo por otro. ¡Ojalá que en la ciudad en que resides haya muchos cafés!

El punto de escribir regularmente es desarrollar el hábito de escribir, y parte de ello es tener un lugar habitual para hacerlo. Utiliza el cuadro de abajo para indicar tus sitios para escribir.

Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado Domingo
Sitio regular para escribir
Lugar alternativo para escribir

Usa el cuadro subsiguiente para indicar qué mejoras tendrás que hacerle a estos sitios para asegurar que sean confortables y no generen distracciones.

Mejoras que debo hacer en el sitio regular donde escribo
Mejoras que debo hacer en el sitio alternativo donde escribo

Es interesante notar que algunos estudiantes tienen un sitio que les ayuda a entrar en un estado de ánimo propicio para escribir antes de sentarse en su lugar usual. Una estudiante solía entrar al baño, cerrar la puerta y sentarse en el piso poniéndose un cierto sombrero. En ese extraño santuario, ella pensaba sobre su plan de escribir ese día y entraba en la mentalidad de escribir. Otra estudiante que pasaba mucho tiempo en el tráfico se hablaba a sí misma en el carro. Decir las palabras en voz alta le ayudaba a enfocarse y a argumentar con los críticos potenciales. En el cuadro siguiente anota cualquier cosa que haces para empezar a escribir.

Actividad preparatoria para escribir

Día 4: diseña tu horario para escribir

Muchos creen que para escribir necesitan contar con periodos largos e ininterrumpidos. Piensan que no pueden hacerlo a menos de que pasen ocho horas al día, o toda la noche, o seis días a la semana sentados junto al escritorio. Sólo así lograrán concentrarse. Sin embargo, es difícil hallar esos largos periodos, por lo que esperan al fin de semana, y luego a las vacaciones entre semestres, y luego al verano.

La espera del momento adecuado se convierte en un estado permanente, y escribir es algo que harás después de, por ejemplo, tus exámenes finales, o tu primer año de docencia. Otros crean forzosamente bloques de tiempo.Como relata uno de mis estudiantes: “¡Si espero a escribir mi artículo hasta la última noche antes de la fecha de entrega, me sentiré desdichada sólo durante ocho horas!”. Esas personas piensan que limitar el tiempo del proceso hará que la experiencia sea menos dolorosa. Lo que no comprenden es que esa práctica irregular es la que provoca el suplicio. Imagínate que decides que “correr maratones es una experiencia desgarradora, así que nunca voy a correr excepto el día del maratón”. Por supuesto, entonces el maratón será una experiencia extremadamente dolorosa que nunca desearás repetir. En contraste, la gente que corre uno o dos kilómetros todos los días realmente disfruta de correr y a menudo se siente perdida sin esa actividad.

Todos los estudios muestran que no necesitas dedicar largos periodos de tiempo para escribir.3 De hecho, los autores que escriben un poco cada día producen más manuscritos que los que alternan semanas o meses sin escribir con extensas sesiones de escritura. Escribir durante sólo treinta minutos cada día te podría convertir en uno de esos escritores excepcionales que publican varios artículos al año. Los que dedican sesiones regulares, tranquilas y de extensión moderada completan un mayor número de páginas, gozan de una mejor aceptación editorial y se sienten menos deprimidos y más creativos que las personas que escriben en sesiones largas y emocionalmente intensas (Boice, 1997: 435).

Cuando menciono en clase el poco tiempo que se requiere para ser productivo, la mayoría de mis estudiantes me mira con escepticismo. Ésta es la idea más polémica que introduzco en mis cursos —al mismo tiempo la más refutada y la mejor acogida—. No es sorprendente que muchos inmediatamente expresan su incredulidad. “No puede ser”, escucho. “Es imposible”. Cuando pregunto por qué piensan así, los estudiantes responden: “Yo necesito días enteros para escribir; de otra manera olvido en qué estoy trabajando… y pierdo la pista. Si no permanezco en un espacio mental durante una semana entera, mis ideas no son coherentes… necesito reunir suficiente energía y continuar trabajando porque si me detengo no podré empezar de nuevo”.

Les recuerdo que todos nos las arreglamos para ir al trabajo, usar el horno de microondas, y responder el correo electrónico sin tener que hacerlo durante diez horas seguidas. “Pero escribir es diferente”, responden. “Es un trabajo intelectual, se trata de ideas”. Yo escucho las objeciones y les pido un favor: “Como experimento, traten de escribir quince minutos al día la próxima semana”.

La siguiente semana, la persona que había protestado más es generalmente la primera en reconocer que ¡realmente funciona! Un estudiante mencionó que había reorganizado todas sus actividades en periodos de quince minutos que giran en torno al trabajo y al cuidado de los niños. “¡No solamente dediqué quince minutos al día a escribir, sino que también dediqué quince minutos a trabajar en el jardín, quince minutos a cocinar y quince minutos a leer!” Una estudiante comentó que había resuelto un problema importante de revisión mientras esperaba en la fila del Departamento de Licencias Automovilísticas. Otra se fijó como meta escribir un ensayo de dos mil palabras para una revista profesional escribiendo durante sólo quince minutos al día. En dos semanas ya había entregado el ensayo.

Otro más lo explicó de la siguiente manera: “Yo soy generalmente un perfeccionista en cuanto al entorno de escritura. Tengo que estar en mi computadora, debe haber silencio absoluto, y necesito café. Pero hubo un retraso en el aeropuerto antes de mi vuelo a una conferencia y pensé en lo que sugeriste. Decidí intentar escribir por quince minutes y funcionó bien. Luego me preocupó el tiempo que me tomaría pasar mis notas escritas a mano a la computadora, pero al transcribirlas pude revisar el texto, por lo que no fue una pérdida de tiempo. Un aeropuerto aún no sería mi sitio ideal para escribir, pero ahora entiendo cómo, con flexibilidad, puedo escribir un poco cada día y mantener frescas mis ideas”.

Otra persona me comentó: “No puedo hacerlo en quince minutos, pero me convence el concepto de escribir todos los días. La manera en que lo hago para que funcione es tener el artículo en el que estoy trabajando siempre abierto en mi computadora. Es lo primero que abro cuando la enciendo y lo último que cierro. Eso significa que en algún momento todos los días hago algo con el artículo —agrego una cita, cambio los espacios en el cuadro, corto parte del texto y demás—. Eso lo mantiene fresco”.

Casi todos mis estudiantes que llevaron a cabo el ejercicio admiten que lograron realizar una buena cantidad de trabajo en quince minutos y no tuvieron problema en recordar dónde estaban y qué estaban haciendo cuando lo retoman al día siguiente. Escribir cada día mantiene el artículo en nuestra mente, lo que lleva a pensar en éste mientras conducen el auto o lavan los platos, en lugar de olvidarlo. Además, si escribes en la mañana te sientes tan productivo, que el resto del día parece más manejable.

Para muchos de nosotros es preferible escribir durante más de quince minutos y, si depende de nosotros, dedicaremos de una a cuatro horas para hacerlo. Si cuentas con apoyo financiero y no tienes ninguna otra obligación, dedica tantas horas de trabajo como puedas aguantar. Pero, ¿si no es ésa tu situación?, ¿eres un profesor nuevo que impartes tres cursos nuevos?, o ¿recientemente te convertiste en padre y no puedes dormir mucho? En esos casos, es imposible contar con largos periodos para escribir. La buena noticia es que puede resultar eficaz escribir durante los pocos minutos que se te abran en el día. Esto significa que si de pronto puedes trabajar media hora en tu texto te sentirás bien y no estarás decepcionado porque no lo hiciste todo el día. Puedes reorganizar tu forma de pensar y apreciar cualquier oportunidad que tengas para escribir.

Escribir en breves ráfagas diariamente es especialmente útil si tienes sólo un bloque más largo de tiempo a la semana. O sea que escribir durante la tarde del sábado será mucho más productivo si escribiste durante quince minutos cada uno de los días anteriores. Tus “motores están listos”, por lo que no necesitarás mucho tiempo de calentamiento. Algunos descubren que las sesiones cortas son mejores para revisar y las largas para redactar —decide qué funciona mejor para ti—. Otros consideran que la sesión de escritura incluye repasar sus notas sobre las lecturas. Cualquier cosa que funcione para ti me parece bien.

¿Cuál es la moraleja? Escribir diariamente es eficaz, mientras que hacerlo en largas y desgarradoras sesiones no lo es. El problema de escribir en atracones —cuando no has escrito nada varias semanas y luego lo haces durante toda la noche (o todo el fin de semana)— es que mientras menos escribes, más difícil es hacerlo. Parte de la razón por la cual los estudiantes sienten la necesidad de periodos largos para trabajar en un texto es el tiempo que les toma silenciar su crítica interior. En la ausencia de los pequeños éxitos satisfactorios que se dan con la escritura diaria, esa crítica se vuelve más dura y fuerte. Si has estado escribiendo todos los días, no experimentarás este problema. A medida que escribir se convierta en un hábito, tendrás mejores probabilidades de completar tu proyecto de escritura y de disfrutar el proceso.

Por lo tanto, te garantizo que mejorarás drásticamente como escritor, si te comprometes a estar en tu lugar para escribir y hacerlo cinco días a la semana, durante quince a sesenta minutos cada vez. La clave está en establecer un horario regular y razonable, así como tener la disciplina para mantenerlo.

Según mi experiencia, pocos estudiantes de posgrado los tienen. En este aspecto no son muy diferentes a la mayoría de los profesores, como se menciona al principio de este capítulo. Un estudio les dio seguimiento a profesores nuevos durante los dos primeros años después de haber sido contratados con miras a obtener la definitividad laboral. Ellos habían estimado que dedicarían por lo menos diez horas a la semana a escribir y producirían por lo menos dos artículos. Sin embargo, en ese periodo escribieron sólo durante treinta minutos a la semana en promedio y produjeron únicamente una tercera parte de un manuscrito, en lugar de dos enteros (Boice, 1997: 24). Claramente, encontrar tiempo para escribir es un problema generalizado. Así que enfoquémonos en establecer un horario razonable. La siguiente sección es larga, así que asegúrate de dedicarle suficiente tiempo para realizar todas las tareas.

Establecer una fecha límite definitiva

He diseñado este manual para ayudarte a enviar un artículo a una revista académica en doce semanas. Te recomiendo considerar ésta como la semana 1 y fijar la fecha límite para enviar tu artículo once semanas después. De manera alternativa, identifica otras fechas límites que te mantendrán en forma, como el día de una conferencia en la que deberás presentar una ponencia basada en este artículo. Una vez establecida la fecha final, podrás planificar tu tiempo con ese punto de partida.

Si piensas que ésta no es una buena semana para comenzar, elige la próxima. Podrías incluso decidirte por la semana siguiente, o el verano próximo, pero no lo recomiendo. De esa manera estarías cayendo en la trampa de pensar que puedes escribir únicamente si encuentras periodos largos e ininterrumpidos para hacerlo. Si piensas así, te la pasarás esperando a las vacaciones entre semestres, o al verano, luego a un año sabático, y más tarde a tu jubilación. Después de eso, para ser francos, ¡estarás muerto(a)!

No hay como el presente para empezar. Si has leído este manual hasta aquí, definitivamente estás preparado(a) para emprender esta tarea. Como lo he diseñado para estructurar la actividad de escribir de acuerdo a tu forma y ritmo de vida, en vez de lo contrario, puedes alcanzar la meta de enviar tu artículo incluso si estás pasando por un periodo muy atareado. En la próxima sección me referiré a las ansiedades que pudieran impedirte empezar ahora mismo pero, antes de eso, por favor fija tu fecha límite usando el calendario de doce semanas* que aparece abajo.

Semanas. En cada cuadro de las doce semanas, anota las fechas exactas entre hoy y la fecha final que fijaste para completar el trabajo.

Establecer metas realistas

Esta guía fija el objetivo de escribir y enviar un artículo a una revista académica en doce semanas. Para lograrlo, debes escribir de quince minutos a una hora diario, cinco días a la semana. Es poco probable que necesites más (de quince a sesenta horas) para completar tu artículo. Si actualmente escribes muy poco, es mejor empezar con moderación y fijar la meta de escribir quince minutos al día. Si ya has desarrollado algunos buenos hábitos de escritura, deberías establecer la meta de trabajar en tu texto de una a tres horas diarias. Si gozas de una beca o de un año sabático, sin ninguna otra responsabilidad, puedes dedicarle periodos más largos, pero toma en cuenta que frecuentemente el rendimiento disminuye después de tres o cuatro horas. Sesiones cortas y regulares también te ayudarán a ganar la carrera.

Asegúrate que tu meta sea realista, más que ambiciosa. Por ejemplo, un estudio reciente sugiere que el hecho de que una persona funcione mejor de mañana o de noche tiene profundas raíces psicológicas, y hacer caso omiso de esto te perjudicará (Diaz-Morales, 2007). Si no eres una persona que funciona mejor en la mañana, no decidas levantarte a las 5:00 am para escribir, porque no sería realista. Elige una hora del día en la que estás más alerta y tienes más energía. Si tu trabajo es de tiempo completo de lunes a viernes, no determines escribir cada noche durante cuatro horas o apartar el fin de semana entero. Ésa no es una meta realista y sólo te desanimará. En su lugar, decide escribir quince minutos cada día de la semana y varias horas el domingo por la tarde, por ejemplo. De esta manera, tus ideas estarán frescas durante la semana y tu sesión del fin de semana será más productiva. Si tu horario es escribir una hora los lunes, miércoles y viernes, intenta hacerlo también durante quince minutos los martes y jueves, para no desgastarte o desanimarte en los días con sesiones más largas.

El cronograma menos realista para escribir es no tener ninguno. No creas que de alguna manera milagrosa tu artículo se escribirá en los próximos dos meses simplemente porque necesitas entregarlo.

Es probable que necesites ajustar tus metas a medida que avanzas pero, por ahora, debes enfocarte en lo que es factible, tomando en consideración tus obligaciones y hábitos de trabajo: “Con pocas excepciones, los autores que se adhieren a un horario de escritura de una hora o menos al día logran dominar una secuencia de estrategias necesarias para mantener su productividad por largos periodos de tiempo” (Boice, 1990: 3).

Semanas. En tu calendario de doce semanas** que aparece abajo anota, dentro de cada semana, los días y las semanas en las que te será especialmente difícil encontrar tiempo para escribir. Por ejemplo, ciertos días por lo regular estás ocupado(a) en el cuidado de los niños o con tus clases. Tal vez tú o alguien más en tu familia estén programados para someterse a una cirugía, o esperas la visita de tus familiares esa semana. O tal vez tienes una fecha límite para entregar otro texto. Utiliza el calendario para anticipar periodos muy atareados. Si una semana está muy llena, posiblemente quieras saltarla y extender el plan a trece semanas.

Días. En cada uno de los siete días de tu calendario semanal*** tacha los tiempos que no tendrás disponibles para escribir en la semana siguiente, como los días de clase, trabajo, citas, comidas, dormir y demás. Llena los tiempos exactos en los que planeas trabajar en tu texto diariamente. Es mucho mejor si puedes programar tus sesiones de redacción a la misma hora todos los días. Si no, trata de diseñar un patrón regular. No te olvides de programar dos horas cada semana para leer el manual. Ejemplos:

• Lunes-viernes, 15 minutos cuando despierto en la mañana.

• Miércoles-domingo, de las 8:00 am a las 8:30 am.

• Lunes, miércoles y viernes, de las 10:00 pm a las 11:00 pm; jueves y sábado, de las 11:00 pm a las 12:00 am.

• Miércoles y viernes, de las 12:00 a la 1:00 pm; lunes, martes y jueves, 15 minutos después de la cena.

Minutos. En la parte inferior del calendario, llena el total de minutos que planeas dedicar a escribir ese día.

• Ejemplo: 15 minutos, 1 ½ hora, 3 horas.

Tareas. Al final de la página del calendario, anota las tareas que quisieras completar hasta el fin de la semana. Ejemplo:

• Terminar de revisar el artículo y marcar las modificaciones y adiciones necesarias.

Calendario de doce semanas para planificar tu horario de escritura[*][**]
Semana Tarea Lun. Mar. Mié. Jue. Vie. Sáb. Dom. Total horas
Semana 1 Diseña tu plan para escribir
Semana 2 Empieza tu artículo
Semana 3 Desarrolla el argumento de tu artículo
Semana 4 Selecciona una revista
Semana 5 Revisa de nuevo la literatura relevante
Semana 6 Fortalece la estructura de tu artículo
Semana 7 Presenta tu evidencia
Semana 8 Inicio y final de tu artículo
Semana 9 Dar, recibir y usar retroalimentación
Semana 10 Edita tu artículo
Semana 11 Finaliza tu artículo
Semana 12 ¡Envía tu artículo!
Calendario semanal para planificar horario de escritura[***]
Hora Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado Domingo
5:00 am
6:00
7:00
8:00
9:00
10:00
11:00
12:00 pm
13:00
14:00
15:00
16:00
17:00
18:00
19:00
20:00
21:00
22:00
23:00
24:00
1:00 am
2:00
3:00
4:00
Total minutos
Tareas por completar

Día 4 (continuación). Anticiparse a los obstáculos para escribir

Los mejores planes a veces salen mal. La clave para cumplir el tuyo es anticipar los diferentes tipos de interrupciones y excusas que surgirán. Mis estudiantes han identificado campos de minas enteros, llenos de obstáculos que afectan la escritura. A continuación encontrarás una lista de los más comunes y algunas de sus soluciones.

Obstáculo 1. ¡Realmente estoy muy ocupado(a)! Si de verdad estás muy ocupado(a) y no puedes encontrar quince minutos al día para escribir, este manual no podrá ayudarte. Te recomiendo dedicar, en el futuro cercano, un fin de semana lejos de todo, en el que puedas pensar seriamente sobre tu vida. Si tomarte ese tiempo significa que no podrás cumplir con algunas de tus obligaciones, hazlo de cualquier manera. Es imperativo que pienses seriamente acerca de la calidad y la dirección de tu vida.

Obstáculo 2. La preparación de mis clases ocupa todo mi tiempo. Una de las quejas más comunes de los estudiantes de posgrado (y de los profesores) es que la preparación de sus clases ocupa todo el tiempo que esperaban usar para escribir. Ciertamente, preparar una clase devora tiempo, especialmente si casi nunca has enseñado y no quieres aparecer como un idiota frente a treinta estudiantes. Siempre hay preparación y lecturas adicionales que puedes realizar antes de una clase. Los asistentes de docencia en humanidades pueden pasar fácilmente cuarenta horas a la semana sólo reuniéndose con estudiantes y calificando exámenes y trabajos.

La solución más adecuada para este problema tan real es fijar límites a tus tiempos de preparación. Debes aprender a hacerlo si aspiras a desarrollar una carrera académica, ya que la preparación de clases será una realidad permanente. Programa tu tiempo para escribir antes de aquel para la preparación de clases. Por ejemplo, no empieces a preparar tu clase sino hasta después de haber escrito durante media hora. Ahora que sabes que no es necesario dedicar horas y horas a escribir, y que se puede hacer diariamente, deberías lograr llevar a cabo tu trabajo de redacción antes que otras tareas.

Finalmente, si estás dedicado(a) a ser un(a) buen(a) profesor(a), deberías saber que, entre los docentes que aún no aseguran la titularidad en sus instituciones, el compromiso con los estudiantes tiene una correlación positiva con altas tasas de productividad en cuanto a escribir (Sax et al., 2002). ¡Es importante ser equilibrado!

Obstáculo 3. Escribiré tan pronto como ____________________ (llena el espacio en blanco). Muchos estudiantes explican que empezarán a escribir tan pronto como hayan completado alguna otra tarea más importante. La lista es variada y fascinante: “tan pronto como mi departamento esté limpio… mis notas de clase estén organizadas… los exámenes hayan terminado… el divorcio sea final… mi asesor regrese de su año sabático… mi medicamento empiece a hacer efecto, etc.”.

Sólo tú podrás determinar si estas situaciones realmente requieren suspender o postergar la redacción de tu artículo. No obstante, sugiero que si hasta ahora no lo has hecho con regularidad, ninguna de estas excusas justifica que no puedas dedicar quince minutos al día a escribir.

De manera extraña, la “tarea importante” que se menciona más frecuentemente en este contexto es limpiar la casa. Aparentemente, es un hecho común que muchas personas simplemente no pueden escribir si la casa está sucia. Mi consejo es: ¡haz el aseo! De hecho, si la manera de ponerte en humor para escribir es hacer la limpieza durante quince minutos, estoy totalmente a favor de que lo hagas. Sin embargo, muchas personas sienten que una vez que empiezan a limpiar no pueden parar de hacerlo. Si es así, te recomiendo invertir el orden de las cosas y escribe durante quince minutos antes de hacer la limpieza.

En otras palabras, no tienes que hacer “limpieza a fondo” antes de iniciar un proyecto de redacción. La escritura parece prosperar en lugares desordenados.

Obstáculo 4. La depresión me impide escribir. Éste es un problema real y no debe ser subestimado. Entre estudiantes de posgrado y profesores, la depresión es una razón común para la falta de productividad. La depresión se define de varias maneras, pero es útil para los académicos recordar algunas de sus causas.

La depresión es un trastorno emocional generalmente provocado por el entorno. Algunos investigadores estiman que el estrés continuo durante largos periodos ocasiona que el cerebro reaccione ante todos los eventos como estresantes, lo que a su vez provoca depresión (Blackburn-Munro y Blackburn-Munro, 2001). Como la universidad opera en un contexto de continuo estrés, no es sorprendente que la depresión sea un problema común en ese ámbito. Aunque el disparador es externo, tiene un efecto químico —el desequilibrio de los neurotransmisores llamados dopamina, norepinefrina y serotonina—. Bajos niveles de esas sustancias naturales impide la transmisión normal de señales de las células nerviosas cerebrales. Esta disminución de velocidad en la transmisión hace que las personas que sufren de esta condición experimenten una sensación de estar caminando a través de lodo, lo que les dificulta completar sus actividades diarias.

La terrible calamidad de la depresión es que afecta precisamente la facultad que se requiere para resolver ese problema. Si sospechas que sufres de esta condición, consulta a un médico. Ése es el paso más fácil que conozco para empezar a salir de la depresión. El médico probablemente te recomendará psicoterapia y te recetará un antidepresivo. Tomar el medicamento es un paso importante, pero los antidepresivos no están diseñados para hacerte sentir eufórico o librarte del sentimiento de tristeza, sino para ayudarte a levantarte de la cama en la mañana y realizar tus tareas. Ayudan a librarte de la sensación de caminar en lodo, pero no a escapar de tu vida. Tal vez el doctor te recomiende hacer ejercicio, que se ha descubierto funciona como buen antídoto para la depresión leve. Si sufres de depresión, sé muy bien qué difícil puede ser tomar los pasos necesarios para cuidar de ti mismo(a), pero simplemente debes hacerlo. Tu futuro académico y tal vez tu vida dependan de ello.

Obstáculo 5. Escribir será mi objetivo número uno en la vida. Puede parecer contraintuitivo, pero enfocar toda tu energía a escribir no resultará en una mayor productividad. De hecho, la investigación muestra que cualquier meta que fijes como tu prioridad más alta será la que tendrá menores probabilidades de ser alcanzada. Esto se debe a que “la actividad más valorada” siempre implica demandas de tiempo y perfección, por lo cual hay una tendencia a evadirla (Boice, 1997: 23). Los que fijan la escritura como una prioridad modesta y realista son más productivos.

No fijes metas contraproducentes que relegan todo lo demás en tu vida a un segundo plano. Aspirar a escribir durante cuarenta horas a la semana sólo te hará sentir culpable, no productivo(a). Además, la sensación de que deberías estar trabajando todo el tiempo te atormentará en todo momento placentero. No resolverás tus deseos suprimiéndolos por completo. Haz tiempo para ir a la playa, reunirte con un amigo para cenar, o jugar baloncesto. Una vida equilibrada —en la que dedicas tiempo a los amigos y la familia, juegos y deportes, cine y lectura, así como también a escribir, investigar y enseñar— es la mejor base para ser un escritor productivo.

Tampoco servirá hacer de la escritura tu objetivo menos importante. En algunas ocasiones deberás pensar largo y tendido sobre cuáles son tus verdaderas metas. Puede ser que tengas que hacer un esfuerzo para decidir que tu objetivo número uno es terminar tu tesis o tu artículo, no perfec cionarlos.

Obstáculo 6. No pude llegar a mi lugar de escribir. Los estudiantes de posgrado “viven en el limbo”. Siempre están parados en alguna fila, atorados en alguna reunión o en el tráfico, esperando el transporte público, o a que alguien llegue a una cita. Días enteros se desperdician esperando. Puede ser que te resulte provechoso usar esos momentos para planificar tu vida o para relajarte. La mayoría de la gente, sin embargo, los desperdicia sintiéndose frustrados. Sería útil llevar contigo a todos lados el borrador de tu artículo. Puedes revisarlo, tomar notas de cómo mejorarlo y editarlo. Numerosos estudiantes aprovechan esos momentos de espera para escribir sus quince minutos del día. No hay nada como hacer dos cosas a la vez para hacerte sentir maravillosamente eficiente.

Obstáculo 7. Sólo tengo que leer un libro más. Muchos tendemos a atorarnos en la investigación. Es difícil empezar a escribir porque nos sentimos atraídos al bosque sin retorno, conocido también como la biblioteca. Cada artículo nos lleva a otro, y luego a otro más, especialmente si están en línea. Deambulamos más y más hacia la profundidad de ese bosque y a menudo no encontramos el camino de salida. ¿Por qué lo hacemos? Porque permanecer en el bosque nos salva del riesgo de escribir. La idea de que la lectura de sólo un artículo más nos ayudará a dominar el tema es una ilusión. En caso de ser alcanzable, el dominio proviene de escribir y no de leer. La mejor manera que conozco para extraerte del enredo de la investigación es escribir al mismo tiempo que investigas. No tomes innumerables notas ni subrayes grandes secciones de libros, porque luego te sentirás abrumado(a) al tener que volver a pasar sobre todo eso. Cada vez que leas, escribe un párrafo, aunque sea imperfecto, sobre lo que has leído.

Lo que es crucial recordar es que no tienes que “terminar” tu investigación antes de empezar a escribir. No tienes que esperar a completar la búsqueda de literatura, o finalizar tu análisis de datos, o terminar de leer el libro de tu asesor. No es necesario que sepas todo sobre el tema. Empieza a escribir y averigua lo que te falta por saber. Como lo explica Boice, “Los autores que aprenden a dejar hoyos en los manuscritos, para ser llenados más tarde, adquieren valiosas habilidades de escritura; pueden avanzar en medio de la ambigüedad y la incertidumbre” (1997: 29). Conozco una estudiante de posgrado que afirma haber logrado completar su tesis porque pegó esta cita en su computadora y la veía cada vez que se le ocurría buscar un libro más.

La obra maestra de Erich Auerbach, Mimesis: The Representation of Reality in Western Literature (Mimesis: la representación de la realidad en la literatura occidental) es un buen ejemplo de este principio. Después de haber sido expulsado de la universidad en Alemania por el gobierno nazi, Auerbach emigró a Turquía, donde escribió Mimesis entre 1942 y 1945. En el epílogo, el autor explica que el libro carece de notas al pie y es posible que asevere cosas que “la investigación moderna ha refutado o modificado”, porque las bibliotecas en Estambul no estaban “bien equipadas para realizar estudios europeos”. Luego agrega una nota fascinante: “Es muy posible que el libro deba su existencia justamente a la falta de una biblioteca rica y especializada. Si me hubiera sido posible ponerme al tanto de todo el trabajo que se ha realizado sobre tantos temas, probablemente nunca hubiera llegado al punto de escribir” (1953: 557).

No te sientas mal por no haber llevado a cabo suficiente investigación. En el siglo XXI ya no es posible ser exhaustivos. Tomando en consideración la expansión del conocimiento y la explosión de las maneras de comunicarlo, el aumento acelerado de la ignorancia es inevitable. En el futuro, el mejor investigador será el que aprenda a abrirse paso a través de esa inmensidad sin dejarse abrumar por ésta.

Obstáculo 8. Simplemente no puedo empezar. Muchas personas sienten que sentarse ante la computadora y empezar a escribir es el mayor desafío que enfrentan. Ciertamente, el horror de estar frente a una página en blanco es un tema frecuente en la literatura. El experto literario Richard D. Altick habla del “bloqueo mental del primer párrafo” (1963: 190). Françoise Sagan describe la escritura como “tener una hoja de papel, una pluma y… ni idea de qué es lo que vas a decir” (Brussell, 1988: 618). Comenzar es difícil. Una de las razones de esto, como lo dice tan elocuentemente uno de mis estudiantes, es que “si nunca empiezo, nunca fracasaré”.

Una excelente manera de superar la dificultad de iniciar la escritura es, en términos de los expertos en manejo de conducta, el condicionamiento de tareas preferidas a la ejecución de las menos preferidas. En este caso, escribir sería la tarea menos preferida que debes completar antes de llegar a una actividad que prefieres. Por ejemplo, no te permitas leer el diario en la mañana o revisar tu correo antes de que hayas escrito durante treinta minutos. Decide que llamarás a una amiga o verás tu programa favorito en la televisión después de escribir por una hora. La mayoría de los estudiantes cambian este orden diciendo: “Veré la tv por una hora y luego escribiré”. Pero es mejor hacer de la actividad placentera una recompensa. Convierte tus tácticas de postergación en herramientas productivas.

Tengo una advertencia respecto de esta herramienta. Cada vez que invitábamos a una amiga a socializar, respondía que no le era posible porque tenía que escribir. Cuando la llamábamos al día siguiente, sin embargo, generalmente admitía que había pasado el tiempo viendo malos programas de televisión. Es preferible sentirse culpable por algo que disfrutaste que por haber desperdiciado tu tiempo y sin haber escrito nada. Negarte algo placentero para forzarte a escribir raramente funciona. Pero postergar el placer es efectivo.

Otro método es empezar por escribir otra cosa. Algunos estudiantes empiezan por mecanografiar una cita de su lectura. Otros escriben un plan de lo que les gustaría hacer en esa sesión de escritura. Si realmente te sientes paralizado, es útil empezar por escribir los pensamientos de tu crítica interior. Por ejemplo: “Es pretensioso de mi parte hasta tomar la pluma, ya que no tengo esperanzas de terminar este artículo a tiempo”, etc. Cuando te aburras de esta crítica interna y pienses, “bueno, las cosas no están tan mal”, podrás empezar a escribir tu artículo. Con el tiempo te cansarás de escuchar esa voz, porque no es buena compañía. Finalmente, será preferible escribir y no quejarse. Otro método más consiste en concentrarse en escribir mal. Si eres de los que no pueden empezar a escribir porque necesitas que tu primera frase sea perfecta, este método puede ser provechoso. Escribe durante quince minutos todo lo que piensas sobre tu artículo, sin parar para corregir o editarlo. Sólo deja salir todo al aire. Esto es lo que Ann Lamott ha denominado “un primer borrador de porquería”. El término alude a la sensación de vergüenza y repugnancia que muchos sienten respecto del acto de escribir. Si empiezas escribiendo intencionalmente algo horrible, este obstáculo disminuirá. Después de un tiempo, escribirás una frase o se te ocurrirá una idea que, a pesar de tus esfuerzos por producir un trabajo espantoso, suena bastante bien. Así, emprenderás el camino.

Otro método es trabajar con un(a) socio(a), por teléfono o a través del correo electrónico. Haz una cita con una persona que esté de acuerdo en escribir al mismo tiempo que tú. Fija con ella una fecha para empezar, apóyense mutuamente y empiecen a escribir, sabiendo que alguien más está pasando por el mismo sufrimiento (quiero decir el maravilloso proceso) que tú. Muchos de mis estudiantes reportan que este método les ayuda. Parece ser más útil que hacer planes de reunirse en casa de alguien para escribir juntos, lo que frecuentemente se convierte en una sesión de conversación en lugar de escribir.

Finalmente, está el método de planificar tu próxima sesión de escritura al final de la última. De esa manera, sabrás exactamente qué hacer cuando te sientes a escribir. Esto también te mantendrá enfocado(a) en tu artículo, como una serie de pequeñas tareas. Algunos autores incluso recomiendan que siempre pares de escribir a la mitad de una oración, para tener un lugar dónde retomar el trabajo. Yo prefiero recomendar avanzar un poco a la siguiente sección.

Obstáculo 9. Tengo miedo de escribir porque mi concepto es muy controversial o emocional. De nuevo, ésta es una preocupación real. Un estudiante la describe así: “A veces tengo miedo de que mi idea regrese a morderme”. Otra estudiante había realizado un estudio sobre ingreso y etnicidad, basado en la hipótesis de que los salarios de un grupo minoritario en cierta profesión serían menores. Su análisis de datos reveló que no había una diferencia significativa. Este hallazgo contradecía su propia experiencia y su asesor se sentía molesto. Cada vez que ella pensaba en escribir, su mente se cerraba. Aun si sus hallazgos reflejaban la verdad, no estaba segura de querer asociar su nombre con éstos. Sentía la obligación de decir la verdad, pero también le eran importantes la justicia y su carrera. ¿Cómo podía escribir si estaba atrapada entre esos dilemas? Tal como sucede con frecuencia, ella encontró la manera de continuar escribiendo. Aprovechó las secciones de discusión y conclusión de su artículo para sugerir algunos enfoques alternativos para entender los hallazgos. Luego los usó como plataforma para extender su investigación, incorporando un estudio más detallado sobre ingresos y agregando entrevistas cualitativas a fondo a su enfoque cuantitativo. En otras palabras, ella utilizó un obstáculo para mejorar como académica. Si te encuentras en una situación parecida, la solución puede ser conversar y escribir.

Obstáculo 10. Me da miedo escribir porque la publicación es algo de naturaleza permanente. Este miedo es frecuentemente instigado por los profesores. En humanidades se les advierte a los estudiantes de posgrado no publicar hasta estar completamente listos y tener un control absoluto de su tema. Los profesores explican que los artículos prematuros pueden regresar para atormentar o avergonzar a sus autores. Sin embargo, los beneficios de la publicación sobrepasan sus riesgos.

El siguiente relato de un amigo profesor ilustra el argumento a favor de postergar la publicación. Cuando llegó la hora de discutir la contratación permanente de un profesor asociado en la facultad, algunos miembros hostiles del comité sacaron a relucir su primer artículo, fustigando al profesor por su “texto vulgar”. En ese caso, la publicación había hecho más daño que bien.

Le hice a mi amigo dos simples preguntas: primero, si el profesor había sido contratado, a lo que respondió que sí. Tal vez el profesor le explicó al comité que ese artículo fue un producto temprano y que su trabajo posterior se había desarrollado muchísimo desde aquella primera publicación, lo que atestiguaba a favor de su trayectoria. Cualquiera que haya sido su defensa, le ganó su contrato. Nadie espera que los académicos mantengan el mismo enfoque teórico o ideológico a lo largo de toda su vida.

Mi segunda pregunta fue si el profesor había publicado aquel primer artículo en una revista dictaminada por pares y, en efecto, ése no había sido el caso. Lo había publicado en una colección de ponencias de una conferencia, que no había pasado por un proceso de evaluación. Por esa razón insisto en que estudiantes y académicos envíen sus trabajos únicamente a revistas arbitradas por pares. El proceso de evaluación, aun cuando no sea perfecto, provee una red de seguridad. Si una revista de este tipo acepta tu artículo, probablemente no te avergonzarás de éste más tarde.

Otros profesores son más directos que mi amigo. “Ya hay suficientes textos malos, ¿para qué agregar otros?”, dicen. “La mayoría de estudiantes de posgrado no tienen nada que valga la pena publicarse”. Lo único que puedo responder a esos críticos es que no han leído los artículos de mis estudiantes. Sus primeros borradores pueden ser burdos, pero cuando están realmente dispuestos a revisarlos, a menudo producen trabajos fascinantes e innovadores que muchos profesores estarían orgullosos de publicar. Frecuentemente este tipo de crítica proviene de los mismos profesores cuya calidad de escritura es deficiente.

Obstáculo 11. No estoy de humor para escribir. Mucha gente cree necesario estar emocionalmente preparada para escribir. Si no estás en el humor adecuado, dicen, ni siquiera intentes empezar, porque no va a funcionar. No obstante, muchos pueden atestiguar que es posible entrar en humor de escribir. La teoría de modificación de conducta muestra que la emoción sigue a la acción, y no al contrario. Cuando empiezas a hacer algo, tu humor cambiará para bien. “Los individuos que dejan las cosas para más tarde frecuentemente confunden la motivación y la acción. No esperes hasta estar de humor para hacer algo. Es un error creer que primero debe haber motivación, y que ésta lleva a la acción y al éxito. Pero usualmente ocurre al revés: a raíz de la acción surge la motivación” (Burns, 1999: 125).

En su libro Feeling Good (Sintiéndose bien) David D. Burns describe numerosas técnicas para pensar de manera positiva acerca de tu vida y tu trabajo, para que puedas sobreponerte al perfeccionismo y a los sentimientos de culpa. También puedes usar rituales para sobreponerte a tu sensación de no estar preparado(a). Puedes catalizar la disposición a escribir encendiendo una vela, escuchando una cierta canción o haciendo ejercicios de estiramiento. Cuando alguien que conozco estaba escribiendo su primer libro, empezaba cada mañana leyendo una parte del Viejo Testamento. La belleza del texto bíblico siempre evocaba en ella el deseo de escribir. Incluso en los días que no se sentía como para escribir respondía bien a este ritual. Si los perros de Pavlov pueden hacerlo, tú también puedes.

Así que no esperes hasta que tus sentimientos alcancen a tus metas. Simplemente traza un plan y llévalo a cabo.

Obstáculo 12. Mis responsabilidades como padre (o madre) me impiden escribir. De manera interesante, los estudiantes con hijos son los mejores practicantes de los principios de este capítulo. Las personas que deben cuidar niños simplemente no cuentan con grandes bloques de tiempo, por lo que acostumbran a trabajar en segmentos limitados de una a cuatro horas. Ellos no pueden hacer de la escritura su prioridad número uno, así que no están esclavizados a ésta. No pueden quedarse despiertos toda la noche escribiendo y cuidar a su bebé al día siguiente, así que planean con anticipación. No estoy recomendando quienes no tienen niños a adoptar uno. Pero si tienes amigos estudiantes con hijos, tal vez puedas aprender algunas buenas lecciones sobre cómo ellos se las arreglan.

Si no logras escribir a causa de tus responsabilidades del cuidado de niños, ya sabes cuál es la solución: conseguir que otras personas se hagan cargo de tus hijos por varias horas a la semana. A muchos estudiantes les encantaría contar con esa ayuda, pero tal vez vivan lejos de su familia y no puedan pagar por ese servicio. Podrías investigar la posibilidad de un arreglo para compartir el cuidado de los niños. Encuentra otro(a) estudiante en la misma situación y acuerda intercambiar horas en las que uno(a) de ustedes se hace cargo de los hijos de ambos, para que cada uno(a) de ustedes pueda disponer de una mañana entera para escribir. O, si lo que realmente necesitas es dormir o salir a hacer tus mandados, puedes también intercambiar horas para ese propósito. Sólo recuerda dedicar quince minutos a escribir en esos espacios de tiempo. Si ninguna de estas opciones es viable, enfócate en trabajar en los periodos cortos que tienes disponibles. Escribe durante media hora después de acostar a los niños a dormir y antes de empezar a hacer la limpieza.

Si te sirve de consuelo, los estudios difieren en lo que respecta al efecto del matrimonio y familiares dependientes sobre la productividad de los docentes. Un estudio halló que las tasas de contratos permanentes y promoción son menores para mujeres profesoras que tienen hijos, mientras que son más altas para profesores de sexo masculino que son padres ( National Science Foundation, 2004). Otro estudio encontró que la familia tiene poco efecto sobre la productividad de profesores de ambos sexos (Sax et al., 2002). Esos expertos especulan que las diferencias en cuanto a los índices de publicación, que se han ido reduciendo gradualmente, no se pueden explicar por el peso de las responsabilidades domésticas. Más bien, estos índices algo menores tienen más que ver con la prioridad más alta que dan las mujeres al “cambio social”, sobre el ascenso y el reconocimiento profesional. Esto no implica que los profesores de ambos sexos experimenten las responsabilidades familiares de la misma forma. Entre hombres y mujeres con los mismos índices de publicación, las profesoras realizaban más quehaceres domésticos y dedicaban menos tiempo cada semana a escribir y a investigar, en comparación con los profesores (Sax, et al., 2002). Esto es, las mujeres eran más eficientes, produciendo la misma cantidad de producción escrita en menos tiempo.

Obstáculo 13. Realmente no puedo avanzar en este proyecto de redacción. Algunas veces, aunque no sea por tu culpa, no puedes escribir. Tal vez estás esperando resultados de tu solicitud de financiamiento adicional, o la respuesta de tu asesor. Si el camino se bloquea para un proyecto, vuélcate en otro. El éxito se correlaciona con autores que no se dedican sólo a uno, sino a varios proyectos de escritura al mismo tiempo. Si estás aburrido o frustrado con uno, puedas cambiar al otro. No caigas en la trampa de pensar que únicamente la dedicación de tiempo completo a un único proyecto resultará en el éxito. Si algo te detiene y paraliza, dedícale tiempo a una solicitud de financiamiento, revisa un artículo anterior, o esboza ideas para uno nuevo. Siempre debes estar avanzando en algún frente.

Obstáculo 14. No puedo escribir porque mi idea no sirve. Muchos estudiantes no confían en el proceso de composición. Descartan sus ideas iniciales por carecer de originalidad o por ser ridículas y paran de escribir con la esperanza de que, de alguna manera, se les ocurran ideas mejores. Como explica uno de mis estudiantes: “Creo que el proceso de redacción debe ser perfecto y fácil desde la primera vez. Si no es perfecto, siento que necesito más tiempo para pensar antes de empezar”.

Sin embargo, escribir y pensar están entrelazados: pensar conduce a escribir, lo que a su vez lleva a pensar. Yo frecuentemente escribo para descubrir lo que pienso. Desde luego, uno no necesita tener una idea fabulosa y publicable para empezar a escribir. El proceso de redacción genera sus propias respuestas.

Por lo tanto, para tener experiencias positivas de redacción, permítete desarrollar ideas sin criticarlas inmediatamente. Usa una o dos páginas para elaborar una idea y luego llama a un(a) compañero(a) de clase para desarrollarla. Si te reanimas de esa forma, descubrirás que tus idea fluyen más fácil y rápidamente. Al hacer caso omiso de tu crítica interna cuando estás desarrollando un proyecto, estimulas tu mente a convertirse en suelo fértil para el crecimiento de nuevas ideas.

Obstáculo 15. Mi asesor de tesis es más un obstáculo que una ayuda. Un estudiante confesó que tenía problema para escribir porque “mi asesor es el anti Cristo”. Por alguna extraña razón, de todos los sentimientos negativos que han expresado mis estudiantes, éste fue recibido con más carcajadas. Tal vez fue una risa más nerviosa que empática, pero es verdad que un asesor demasiado crítico es un gran obstáculo, sobre todo si debes trabajar de manera cercana con él o ella en la revisión de tu artículo.

Si te encuentras en una situación como ésta, tienes una de tres opciones: la primera es intentar comunicarle a tu asesor(a) que la investigación muestra que al redactar un artículo, es mejor enfocarse en lo que funciona en lugar de en lo que no funciona. Agrega que te gustaría tener el espacio necesario para desarrollar tu proyecto sin una retroalimentación demasiado detallada en esta etapa y te agradaría escuchar todos sus comentarios, ya sean negativos o positivos, cuando termines tu segundo borrador. Si tu asesor(a) sostiene que sólo trata de dirigirte sobre la marcha para evitar que vayas por un camino erróneo, antes de que dediques demasiado tiempo en esa dirección, responde que estarás más que dispuesto(a) a revisar el texto cuando llegue el momento, y a descartar secciones de ser necesario. Esta técnica tiene sus riesgos, porque es posible que tu asesor sea aún más crítico si no ha tenido la oportunidad de serlo desde el principio. Pero, como para entonces habrás tenido más tiempo para desarrollar tus ideas y defenderlas por escrito, la dirección de tu trabajo podría ser más aceptable que en los primeros borradores. Los profesores tienden a calificar de erróneas o insostenibles las ideas que no han sido plenamente desarrolladas. A medida que aportas más pruebas, sus objeciones tienden a desvanecerse.

Si no es posible tener este tipo de conversación racional, tal vez debas considerar cambiar de asesor. No tiene nada de malo dejarle saber a un asesor que piensas que sería mejor para ambos si trabajaras con otra persona. No es necesario explicarle la razón específica ni tampoco expresar tu crítica sobre su estilo de asesoría. Sólo concéntrate en avanzar. No obstante, antes de dar este paso, asegúrate de haber encontrado otro(a) profesor(a) que acepte ser tu asesor(a). Si ninguna de estas opciones funciona, busca otro espacio al que puedas recurrir para obtener reacciones más positivas. Yo recomiendo un grupo de escritura que se enfoca en brindar apoyo y ánimo. Comunícale con confianza al grupo que has llegado a tu límite en cuanto a recibir sobre todo retroalimentación negativa y les estarías agradecido(a) si se enfocaran en las partes positivas de tu trabajo.

Obstáculo 16. No puedo estar quieto(a). Algunas personas llenas de energía encuentran difícil estar en un solo lugar durante largos periodos. Como lo explica un estudiante: “Estaba escribiendo y de pronto me encontré barriendo la cocina. ¡No tengo idea de cómo llegué allí!” Para resolver este problema, sería útil programar sesiones de escritura de no más de quince minutos cada vez. Es más fácil estar quieto cuando sabes que no será por muchas horas. Una alumna programaba el reloj automático de la cocina para sonar en quince minutos. “La alarma me recordaba que yo debería estar escribiendo. Si me encontraba haciendo otra cosa, eso me ayudaba a reenfocarme”. Conozco un profesor que se amarra con un cinturón a su silla. De esa manera, si se distrae, el cinto lo mantiene sentado. Esta técnica me parece algo extrema, pero él jura que funciona.

Obstáculo 17. Me siento culpable por no escribir. Es irónico que el mismo instrumento que nos estimula a actuar pueda también prevenir la acción. La culpa puede servir de aguijón, pero también puede ser un gran obstáculo. La mayoría de estudiantes de posgrado sienten una gran culpa por no escribir. Algunos se sienten tan culpables que eso mismo les impide escribir. Mi teoría no autorizada sobre por qué la culpa no funciona, es que si ya te sientes culpable por no escribir, harás todo lo posible para evitar sentirte aún más culpable. Mientras más tiempo pases sin escribir, menos culpable te sentirás, porque claramente ésa es una tarea imposible. Siguiendo los ejercicios de este manual y su modelo de ritmo lento y regular, podría ayudarte a superar esa sensación.

Obstáculo 18. Escribo tan despacio que no logro avanzar. Recuerda que es muy raro que los primeros borradores sean perfectos. Es probable que incluso los autores famosos por escribir rápido no hayan sido tan veloces. El prolífico escritor del siglo XVIII, Samuel Johnson, escribió una vez un ensayo en media hora mientras el mensajero de la imprenta esperaba en la puerta. Cuando un amigo pidió leerlo, Johnson le entregó el manuscrito al mensajero y exclamó a su amigo: “Señor, usted no podrá hacer más de lo que yo he hecho” (Boswell, 1793). Éstas son las historias que la gente usa para sentirse mal acerca del ritmo de su escritura. Pero esos relatos son míticos en varias maneras importantes. Primero, Johnson componía gran parte de sus escritos en su cabeza y luego las escribía en poco tiempo. Segundo, él no escribía para publicaciones académicas. Si lo hubiera hecho, los editores hubieran rechazado regularmente sus artículos por plagio y errores en las citas de fuentes (lo hacía de memoria). ¡Tú trabajas bajo restricciones muy diferentes! Así que no te tortures con estos ejemplos. Mientras que algunos autores que han estado escribiendo regularmente por más de una década pueden redactar buenos borradores desde el principio, ellos son la excepción y no la regla. Muchas personas trabajan lentamente, borrando una oración de cada tres y necesitando releer y revisar sus textos repetidamente para que resulten bien. Eso no te convierte en un mal escritor, sino en un buen escritor. Con el tiempo lo harás más rápidamente. Por ahora, celebra el tiempo que dedicas a escribir en vez de a lamentar tu bajo rendimiento.

Obstáculo 19. Si tengo un día de redacción muy productivo, de alguna manera me es más difícil empezar el día siguiente. Boice observó este fenómeno en su investigación —que era posible sobrepasarse en algo bueno—. Su consejo consiste en limitar el tiempo que dedicas a escribir (Boice, 2000). Aunque pueda parecer contradictorio (¿¡Qué!? ¿¡Quieres que pare de escribir cuando estoy avanzando bien!?), he escuchado de personas que tienden a “sobreescribir” que ésta es una buena sugerencia. Un estudiante mencionó que su redacción mejoró y empezó a fluir más fácil y velozmente cuando redujo el tiempo que pasaba escribiendo. Él tendía a dedicar muchas horas al día a escribir, no debido a una fecha límite, sino por su propia naturaleza, y limitar el tiempo evita que sea “demasiado minucioso”.

Otros simplemente no pueden evitar pasar largos días escribiendo; por ejemplo, aquellos que su primer empleo depende de la finalización de sus tesis en unos cuantos meses. Si ése es tu caso, no dejes que yo te detenga. Pero hay un costo. He notado que los que necesitan escribir sus tesis con esa intensidad frecuentemente sufren más tarde del síndrome postraumático de tesis. Los sentimientos relacionados con escribir de esa manera son el agotamiento y la ansiedad, por lo que las personas que han pasado por esa experiencia rehúyen a escribir después. Evita las sesiones de maratón.

Obstáculo 20. Sé que mis hábitos de escritura son malos, pero así soy y no puedo/no quiero cambiar. Sólo tú puedes saber si tu manera de escribir es parte fundamental de tu forma de ser o un accidente de tus experiencias de vida y tu educación. Si sientes una fuerte resistencia a mis opiniones, deberías prestar atención a ese sentimiento. Cree en tu resistencia, como se dice. Las tácticas no funcionan para todas las personas. Pero debes estar consciente de si lo que sientes es resistencia o temor. La resistencia es positiva, es la sensación de que algo no es para ti. El miedo, en cambio, es negativo, es la sensación errónea de que simplemente no puedes hacer algo. De manera que debes entender si lo que está sucediendo se debe a “tu forma de ser”. Si quien eres te impide alcanzar las metas que son tan importantes para ti, debes pensar bien en cómo modificar ese rasgo de tu carácter a uno positivo, o si deseas seguir siendo como eres. La teoría de modificación de conducta afirma que no eres una muñeca rusa, con varias capas de madera hasta el centro de tu persona. Más bien, eres un ser cambiante, que no aprovecha la mitad de su potencial, habilidades e inteligencia. Ten cuidado de no etiquetar una disfunción como parte de tu esencia. Algunas veces debes elegir entre ser productivo y ser único.

Obstáculo 21. Estoy ansioso por escribir, pero no tengo los recursos académicos y materiales necesarios. Algunas circunstancias pueden impedir tu acceso a una computadora o a publicaciones sobre investigación. Tal vez ya no estás en la universidad o tu institución carece de esos recursos. Un académico de Sri Lanka relata que tuvo que elegir entre escribir su artículo a mano, o en una vieja máquina de escribir (Canagarajah, 2002). Contaba con papel porque había sobornado a alguien para conseguirlo. Los editores euroestadounidenses generalmente no están conscientes de los problemas que enfrentan los académicos fuera de Europa y Estados Unidos. Si reciben un texto escrito a mano, automáticamente lo regresan. ¿Qué puedes hacer para mejorar tus posibilidades? Este manual es un intento de nivelar el campo de juego, a través de brindarte la oportunidad de conocer concretamente lo que esperan los editores de las revistas académicas en Estados Unidos.

Tengo otras dos recomendaciones. Planea desde ahora enviar tu artículo con una explicación acerca de tus circunstancias. Si las condiciones materiales limitan tu investigación, pero no tus pensamientos, es importante que los editores lo sepan. Muy pocos editores en Estados Unidos saben por lo que estás pasando. Si se enteran, podrían ayudar más. A muchos editores de revistas académicas les gustaría recibir más manuscritos de otros países y manifiestan su disposición a trabajar con autores extranjeros que solicitan su asistencia. La clave para inspirar ese deseo de ayudar son los datos que has recabado en tu investigación. Si no tienes acceso a la literatura secundaria (por lo que no puedes relacionar tu investigación con el campo), deberás apoyarte principalmente en tu posesión de datos excepcionales. Afortunadamente, los académicos en países fuera de Estados Unidos a menudo pueden ofrecer datos y textos únicos; por ejemplo, un estudio cuantitativo que nunca se había llevado a cabo en tu país, o un poema épico que no ha sido estudiado o discutido en una lengua europea. Desafortunadamente, las probabilidades de conseguir la asistencia de un editor en Europa o Estados Unidos son mayores respecto de un artículo con una riqueza de datos que para uno teórico. Encuentra la manera de lograrlo.

Obstáculo 22. Debo avanzar en varios proyectos de redacción al mismo tiempo, lo que me causa pánico. La investigación sobre el tema indica que los académicos que trabajan en varios proyectos al mismo tiempo tienen más éxito que los que trabajan sólo en uno (Boice, 2000). Tal vez esto se deba a que pueden pasar de uno al otro cuando se atoran. Cualquiera que sea la razón, trabajar en más de un proyecto de escritura es una ventaja, y no una desventaja. Probablemente deberás darle prioridad a uno de éstos, pero traza un plan para trabajar en ambos.

Obstáculo 23. Me encantaría pedirle a alguien leer mi trabajo y comentar sobre éste, pero todos parecen estar muy ocupados y no quisiera molestarlos. Puede ser difícil acercarse a alguien para pedirle que dedique a mi trabajo su valioso tiempo. Una manera de facilitar este paso es convertirlo en un proceso de lectura social. O sea, en vez de entregar tu texto a otra persona y pedirle que se comunique contigo cuando haya terminado de leerlo, intercambien sus trabajos y encuéntrense para leerlos al mismo tiempo. Concierten una cita en un café o en casa para leer sus trabajos y comentar sobre éstos allí mismo. Puede ser más fácil leer un trabajo en compañía de alguien que está leyendo el tuyo. El intercambio de textos es frecuentemente más efectivo, porque ambos lectores saben que su propio trabajo está siendo evaluado por el otro y serán más cuidadosos y amables con sus comentarios.

Obstáculo 24. Estoy empezando a dudar si la docencia es la carrera indicada para mí, así que, ¿para qué escribir? Probablemente no consiga un empleo de cualquier manera. Es fácil desanimarte cuando te ves forzado(a) a hacer algo para lo que no te sientes lo suficientemente capaz. Ser profesor depende del desarrollo de habilidades de enseñanza, escritura, investigación, vida social, organización y disciplina. Pocos empleos requieren tantas habilidades. ¡Es realmente un trabajo difícil! De hecho, es tan difícil que la mayoría de las personas pasan muchos años tratando de entenderlo, después de haber obtenido sus primeros puestos. Sé amable contigo mismo(a). Con la ayuda de este manual, trabajarás sobre una de las facetas de ser profesor: escribir. Afortunadamente, aprender a escribir bien es una habilidad que te ayudará en cualquier profesión, por lo que no es una pérdida de tiempo aún si no planeas ser profesor(a). Cuando hayas terminado este manual, probablemente te sentirás mejor acerca de tus habilidades y con una mayor voluntad de dedicar el tiempo necesario para su desarrollo. O, tal vez sientas con más claridad que ser profesor(a) no es para ti. También en caso de decidirlo así, sé amable contigo mismo(a).

Obstáculo 25. No soy lo suficientemente inteligente para hacer este tipo de trabajo. Algunas veces, la respuesta más reconfortante a nuestros sentimientos de inseguridad es permitirlos. Tal vez no seas suficientemente capaz para trabajar con estadística, o aprender varios idiomas, o comprender una teoría compleja, o dar una conferencia sin notas, o escribir sin sentirte en agonía. En mi opinión, preguntarse “¿soy lo suficientemente inteligente para hacer este trabajo?”, no es la pregunta correcta. Lo que uno debe preguntarse es “¿me siento lo suficientemente apasionado(a)?” ¿Te gusta tu tema o proyecto? ¿Crees que puede aportar una contribución importante? A veces es más fácil creer en tu proyecto que en ti mismo(a), y eso está bien. Muchas personas promedio han alcanzado logros extraordinarios por su compromiso y pasión. Por medio de un gran esfuerzo, han desarrollado capacidades que no eran innatas. Si realmente crees en lo que haces, tal vez no sea tan importante si eres muy inteligente o no. En palabras de ese gran sabio, el profesor Albus Dumbledore: “Nuestras elecciones, Harry, son las que muestran quiénes somos realmente, mucho más que nuestras habilidades” (Rowling, 1998).

Obstáculo 26. Me distraigo navegando en la red, viendo mi correo electrónico y enviando mensajes de texto. Como lo han proclamado varios expertos, las tecnologías de comunicación “se han convertido en parte integral de nuestras vidas y en una de las principales causas de agotamiento y desasosiego… Entre las actividades que ahorran tiempo, el correo electrónico debe ser una de las mayores devoradoras de tiempo. Frecuentemente hace que no ocurra nada, pero rápido (Nixon, 2000). Una de mis estudiantes optó por trabajar en un restaurante de comida rápida que estaba en remodelación porque no tenía conexión inalámbrica de internet y era tan ruidoso que no escuchaba el timbre de su teléfono celular. Espero que encuentres una manera más fácil que ésa para reducir tu conectividad. Intenta cerrar tu correo electrónico y la internet mientras escribes. Revisa tu correo sólo en las noches, o cuando tengas la menor energía. No cometas el error de pensar que empezarás a trabajar luego de navegar brevemente por la internet. Trata de escribir antes, y no después de esas actividades.

Obstáculo 27. ¡Es tan difícil escribir en inglés! Te compadezco. Escribir en inglés cuando ésta no es tu lengua materna es difícil. Libros enteros se han escrito sobre la extraña ortografía, pronunciación, gramática y sintaxis de esta lengua. Si tu nivel es más o menos bueno(a), puede ser útil contratar a un editor. Si te falta mucho para mejorar tu capacidad de escribir en inglés, lee textos académicos en esa lengua. Luego lee más y más. Eso te ayudará a absorber la estructura del lenguaje de manera intuitiva. Por último, apoya a las revistas en tu mismo idioma, si es posible. Sé que las universidades en muchos países favorecen la publicación en revistas que se publican en inglés, pero el desarrollo de la investigación en otras lenguas es muy importante.

Obstáculo 28. Necesito grandes bloques de tiempo y mi horario no me lo permite. Ya mencioné este tema antes, en la sección titulada “Diseña tu horario para escribir?, pero permite que lo repetita. La primera pregunta que le hago a las personas que expresan esta preocupación es la siguiente: ¿has tratado de hacerlo de otra manera? Muchos estudiantes piensan que para poder escribir necesitan largos e ininterrumpidos periodos de tiempo, mas nunca han intentado hacerlo de otra manera. No es científico aferrarse a creencias sin haberlas puesto a prueba. Según las pruebas, existen dos problemas principales con la teoría de los grandes bloques de tiempo: uno es que es difícil encontrar esos largos periodos y por lo general no existen cuando eres profesor(a); el segundo es que las personas que dedican grandes bloques de tiempo para escribir son menos productivos y más infelices que los que escriben a diario. Tienen problemas para empezar y a menudo no se sienten satisfechos con su escritura. Estudio tras estudio muestran que los autores que escriben un poco cada día producen más manuscritos que los que alternan largos periodos de redacción con semanas o meses sin escribir. Escribir sólo treinta minutos al día te puede convertir en uno de esos autores excepcionales que publican varios artículos al año.

Día 4 (continuación). Superar los obstáculos para escribir

Utiliza el cuadro siguiente para anotar cada uno de los principales obstáculos que confrontas en tus esfuerzos de escritura —ya sea que hayan sido mencionados o no—. También anota si su nivel de interferencia es alto, mediano o bajo.

Nivel de interferencia Interrupciones y obstáculos para escribir

¿Qué piensas hacer para evitar las interrupciones y superar los obstáculos? Si es necesario, relee los que anotaste en tu lista y regresa a las lecciones sobre tus sentimientos respecto a escribir que se mencionan al principio de este capítulo.

Soluciones a las interrupciones y obstáculos para escribir

Día 5: documenta el uso de tu tiempo

En el plan semanal estimaste el tiempo que quisieras dedicar a escribir. Ahora, me gustaría que dediques algo de tiempo cada día de esta semana a registrar y comparar el plan semanal que aparece en la siguiente página con los tiempos que realmente pasas escribiendo y lo que hiciste el resto de tu tiempo. Anota todo: ver televisión, asistir a clases, viajar de un lugar a otro, dormir, cuidar a alguien de la familia, cumplir el quehacer (limpieza, lavar ropa, cocinar), etc. Éste es un excelente ejercicio para saber en qué pasas el tiempo y una herramienta útil para identificar cómo usarlo más eficazmente.

Calendario: semana 1
Hora Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado Domingo
5:00 am
6:00 am
7:00
8:00
9:00
10:00
11:00
12:00 pm
1:00
2:00
3:00
4:00
5:00
6:00
7:00
8:00
9:00
10:00
11:00
12:00 am
1:00
2:00
3:00
4:00
Total de minutos de trabajo realizado
Tareas realizadas

Al final de la semana, mira de nuevo este registro y piensa en tus logros. Incluso si no llevaste a cabo todo lo que esperabas, entenderás mejor tus patrones y estás mejor ubicado para mejorar la próxima semana. ¡Recuerda que sentir demasiada culpa es contraproducente!

1 Como casi todos los autores de libros acerca de escritura académica realizados en la última década, he basado este capítulo en la investigación de Robert Boice sobre la productividad de los académicos; él hizo más por explicarles sobre sí mismos que ningún otro erudito. Su trabajo (busca su obra en mi bibliografía y lecturas recomendadas al final de este manual) aborda gran parte del contenido de este capítulo. Durante su larga carrera, Boice innovó en abundantes soluciones para escritores académicos, y he descubierto que muchas funcionan. Estoy particularmente agradecida por su aliento temprano a mi propia enseñanza. Su antiguo estudiante, vicerrector emérito adjunto Jim Turner, utilizó muchos de los preceptos de Boice para transformar la educación de posgrado en la ucla entre 1996 y 2006.

2 “El bloqueo mental del escritor es un concepto moderno... Antes los escritores consideraban su trabajo como una actividad racional y llena de significado que podían controlar. En contraste, los románticos tempranos llegaron a ver a la poesía como algo externo y mágicamente conferido... En términos de levantarse por la mañana y sentarse a trabajar, es difícil imaginar una teoría más cruel” (Acocella, 2004).

3 Robert Boice ha conducido gran parte de esta investigación sobre la productividad de los académicos (1982, 1983, 1989, 1990, 1992, 1997a, 1997b, 2000), pero otros han confirmado sus hallazgos (Krashen, 2002). El examen general sobre la desidia y la productividad apoya también la conclusión de que los pequeños impulsos pueden lograr bastante y que representan un patrón común entre individuos muy productivos. Por ejemplo, John Grisham concluyó su primera novela llegando a su oficina a las 5.30 a.m., cinco días a la semana y escribiendo hasta que comenzaba sus actividades en su empleo de tiempo completo como representante del Estado.

* Literalmente, “arte de cercas”. Arte callejero en alambradas, enrejados, lona, etcétera, que sirven como cercado [N. del E.].

** N. del E.

Cómo escribir un artículo académico en doce semanas

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