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CAPÍTULO 6 Dos zapatillas Nike y un destino

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El Mundial de Estados Unidos de 1994 fue decepcionante para Ronaldo. En Brasil le consideraban una fuerza potente y brillante del fútbol mundial, pero el entrenador Carlos Alberto Parreira y su asistente Mario Zagallo decidieron tenerle sentado en el banquillo de los suplentes durante toda la competición por considerarle aún demasiado joven a sus 17 años para soportar la presión.

A pesar de no jugar ni un solo minuto, Ronaldo acaparó gran parte de la atención en Estados Unidos. Los medios de comunicación brasileños se preguntaban sin cesar por qué no formó parte del once inicial. En un artículo se aseguraba que Ronaldo estaba tan nervioso por jugar con la selección brasileña que el entrenador Parreira consideró que el jugador no podría sobrellevar la tensión. Un periodista brasileño presente en el Mundial afirmó que “Ronaldo estaba aterrorizado. No pasaba de ser un crío de 17 años. A veces, las lágrimas de miedo le inundaban los ojos mientras observaba el partido desde el banquillo, Quizás a los entrenadores les habría gustado sacarle por motivos tácticos, pero habría sido un desastre”.

El pequeño Romario se convirtió en la estrella del equipo cuando logró asegurar a su selección la primera Copa del Mundo después de 24 años sin ganarla. Cuando Brasil, uno de los países con el fútbol más excitante y entretenido del mundo, recuperó el lugar que le correspondía en lo más alto del fútbol mundial tras ganar a Italia en la serie de penalties en el Pasadena Rose Bowl de California, las tradicionales celebraciones ricas y extravagantes no fueron especialmente abundantes. Muchos de sus compatriotas se quejaron amargamente de que habían sido los ganadores brasileños más sosos de todos los tiempos.

Aunque respetaba completamente la sabiduría de los entrenadores de la selección, que le aseguraron que le haría más ilusión ganar el Mundial de Francia 98, Ronaldo no dejó de reprocharles que no le hubiesen dado la oportunidad de jugar. El presentador de televisión Pedro Bial fue el encargado de retransmitir el Mundial y acompañó en varias ocasiones a cenar y de copas a los jugadores de la selección brasileña, entre los que se incluía Ronaldo.

Recuerda que “Ronaldo era muy infantil en aquellos días. Ante todo, le recuerdo comiendo hamburguesas y mirando a todas las chicas guapas con las que se cruzaba”.

Bial recuerda en especial que a Ronaldo “le gustaba conseguir que los periodistas le invitasen a comer y a beber. Nunca hacía amago de meterse la mano en el bolsillo. Siempre quería algo: una hamburguesa por aquí, una cerveza por allá...

“Ronaldo tenía poco que decir por aquel entonces. Sin embargo, cuidaba mucho todas sus palabras: era evidente que sus agentes cuidaban de su desarrollo personal apoyándose en un plan cuidadosamente diseñado”.

Ronaldo quedó prendado de Estados Unidos. “Le fascinaba el país y todo lo que rodeaba al hecho de ser famoso”, añade Bial.

A Ronaldo le gustaba que los norteamericanos no le acosasen en busca de autógrafos, puesto que en realidad no tenían la menor idea de quién era.

En el Mundial de Fútbol de ese año, los agentes de Ronaldo se pusieron en contacto con los directivos del gran gigante de ropa deportiva Nike, que estaba ansiosa por hacer incursiones en el lucrativo mercado del fútbol internacional. Pronto empezaron las negociaciones multimillonarias para que el gigante patrocinara al futbolista. Pitta y Martins colaboraron de forma indirecta a que Nike y el presidente de la selección brasileña, Ricardo Texeira, establecieran contacto.

Cuando regresó a Río, Ronaldo descubrió que cada vez había más Maria Thuatiras interesadas por él. Para un joven juguetón de 17 años, debió de ser como un sueño hecho realidad, sobre todo después de haberse sentido insignificante durante años.

Pitta y Martins constataron también el interés que su cliente suscitaba entre las féminas y decidieron que si podían convertir a Ronaldo en un sex-symbol, así como en una potencia dentro del mundo del fútbol, se harían con la gallina de los huevos de oro.

Sin embargo, Ronaldo tenía por pelo un auténtico penacho descuidado y solía llevar un aspecto un tanto desaliñado y tosco. Por lo menos, había dejado de llevar relojes baratos, a pesar de la experiencia vivida cuando le robaron de joven.

Los agentes de Ronaldo animaron a Sonia para que convenciese a Ronaldo de que debía arreglarse los dientes a fin de que no le sobresaliesen tanto. Reservaron 5.000 dólares para que le arreglaran la dentadura.

Esta fue una política empresarial deliberada de los agentes, que consideraban que la imagen de Ronaldo formaba parte esencial de la estrategia de marketing encaminada a que las grandes empresas se interesasen por él y se animasen a patrocinarle.

Después de que le colocaran un aparato en los dientes, le animaron a que se rapara la cabeza y adoptara una imagen más moderna. No fue más que el primer paso en los planes de los agentes para convertir a Ronaldo en un sex-symbol. Pero aún había mucho trabajo por hacer.

Poco a poco, y gracias a todos estos cambios, Ronaldo se fue convirtiendo en una persona más segura. Empezó a creer en sí mismo hasta el punto de llegar a confesarle a su madre que algún día se convertiría en el mejor jugador del mundo.

De poco le sirvió irse a vivir solo para intentar cortar el cordón umbilical que le unía a su madre, puesto que ella no hacía más que aparecer por el apartamento de Ronaldo con comida.

Además, cuando las chicas comenzaron a perseguirle, su madre intervenía para ofrecerle consejos de amiga: “Le dije que no diese esperanzas a muchas mujeres. Sé que es un chico sensato, pero le gusta revolotear de flor en flor”.

Cuando una rubia preciosa hizo su aparición poco después del Mundial de Fútbol, Sonia se interpuso pronto entre ellos. “Un día, conoció a una chica que insistía en establecer una relación con él a pesar de que Ronaldo le confesó que sólo vivía para el fútbol. Sentí pena por la chica, porque Ronaldo no estaba interesado en ella. Hay muchas chicas en la vida de Ronaldo. ¡Parece que voy a tener muchas nueras!”


Había cierta distancia entre sus ojos, pero había también placer, devoción. Una gota de sudor se balanceaba en el lóbulo de su oreja izquierda. Reía. Tenía saliva blanca pegada a las comisuras de la boca.

Ocurrió justo después del Mundial de Fútbol de 1994, antes de que Ronaldo hiciese el saque inicial para el Cruzeiro en un partido de liga. No fue un partido especialmente memorable, a no ser por un incidente del que aún se sigue hablando en Brasil.

Unos pocos minutos antes del comienzo del partido, Ronaldo se sentó en el centro del círculo central y comenzó a silbar de forma nerviosa, como cuando uno espera que algo que está haciendo pase desapercibido.

Se estaba orinando en el césped del campo ante 10.000 espectadores. Un equipo de televisión que estaba presente para retransmitir el partido captó el “acto” a todo color.

El presentador de televisión Pedro Bial recuerda que “fue algo increíble. Debió de pensar que nadie iba a ver lo que estaba haciendo, pero era muy evidente. En el fondo, era un crío. Lo demostró aquel día”.

Aparte de ser una conducta muy infantil, el incidente demostró también lo nervioso que se ponía Ronaldo antes de cualquier partido de fútbol. Llegó a confesarle al periodista brasileño Pedro Bial que normalmente vaciaba el contenido de su estómago y vejiga antes de cada partido.


Cuando, en 1960, los italianos hicieron una oferta increíble de un millón de dólares para traer a Pelé a Europa, el congreso brasileño convocó una sesión extraordinaria. Se invitó claramente a los italianos a que se volvieran a casa y Pelé fue declarado “tesoro nacional no sujeto a exportación”.

Desgraciadamente, esa actitud no se aplicó en 1994 para evitar la exportación del supuesto “nuevo Pelé” y el resultado salta a la vista: no hay más que ver lo pequeño que se ha vuelto el fútbol brasileño. Todas las grandes estrellas se han escapado al extranjero.

Resulta irónico comprobar que el seleccionador nacional brasileño animó a la mayoría de ellos a que cruzaran el Atlántico, convencido de que cuantos más futbolistas jugasen en clubes europeos, mejor sería para la selección nacional, puesto que de esta forma los jugadores estarían perfectamente aclimatados para Francia 98.

El éxito instantáneo de Ronaldo en las altas esferas del fútbol brasileño (54 goles en 54 partidos) le catapultó a los grandes clubes europeos como el Benfica, el Juventus, el AC Milán, el Parma y el Ajax que, a finales de la temporada de 1994, ya se lo disputaban con admiración.

Sin embargo, el que más atraía a Ronaldo era el PSV Eindhoven, equipo holandés de provincias menos conocido. El club había actuado en calidad de cámara de compensación para algunos de los jugadores de mayor talento del fútbol moderno: Romario, Ronald Koeman y Ruud Gullit demostraron que unos años en la escuela de fútbol del PSV era la mejor preparación para jugar en los ambientes más duros de Italia o España.

El PSV fue el primero de los clubes en hacer una oferta debido a la buena situación económica que atravesaban sus patrocinadores, el gigante de la electrónica Philips. El equipo supo de la existencia de Ronaldo gracias a un cazatalentos de la empresa que trabajaba en una fábrica de Río.

Por tanto, no fue ninguna sorpresa que Ronaldo escogiese al PSV como su primer punto de destino en Europa, tras abandonar al Cruzeiro Belo Horizonte poco después del Mundial de Fútbol de 1994. Ronaldo accedió al traspaso del PSV por la friolera de 4 millones de dólares. Sus agentes se repartieron más de 200.000 dólares de comisiones. Su inversión inicial de 7.000 dólares les estaba reportando dividendos extraordinarios.

Si alguna vez hubo un jugador al que le corriera sangre azul por las venas, ese debió ser Ronaldo. En Brasil, se hablaba de él como de la llamada familia real del fútbol mundial: la selección vencedora del Mundial de Fútbol de Brasil de 1970. Efectivamente, fue Jairzinho, el legendario alero de aquel equipo, el que descubrió a Ronaldo a los 14 años.

Algunos de los amigos de infancia de Ronaldo estaban maravillados de que aquel chico al que casi no le habían salido pelos en la cara y con los dientes presos por los alambres de acero del aparato, estuviese a punto de convertirse en multimillonario.

Al principio, Pitta y Martins se mostraron de acuerdo en canjear sus fichas y empaquetar a Ronaldo para llevarlo a Italia con la esperanza de asegurarse 10 millones de dólares caídos del cielo. Sin embargo, aconsejados por el astuto Romario, decidieron que el PSV sería el trampolín perfecto. Quizás éste fuera el único momento en que los agentes de Ronaldo dieron prioridad al bienestar de su cliente en vez de a sus sueños de amasar una gran fortuna.

Incluso Ronaldo afirmó por aquella época que “Romario me dijo que el PSV Eindhoven era uno de los clubes europeos más profesionales y mejor organizado. Tienen de todo: una plantilla enorme de entrenadores, intérpretes, mánagers profesionales, un estadio soberbio y un equipo con la mezcla perfecta de juventud y experiencia”.

“Romario dijo que sería el mejor calentamiento para aclimatarse a Europa y aprender cosas acerca del fútbol del continente. Creo que tenía razón”.

No resulta sorprendente que el gerente del PSV, Frank Arnesen, considerase a Ronaldo un bien preciado y apenas pudiese disimular su alegría por haber logrado adelantarse a una competencia tan temible y llevarse al adolescente.

“Los agentes de todos los grandes clubes llamaban a la puerta de Ronaldo, ofreciéndole el oro y el moro”, se regodeaba. “Nuestra oferta no fue ni mucho menos la mejor, lo que demuestra que Ronaldo está encantado por jugar con el PSV y que está convencido de que Holanda es la mejor plataforma para comenzar a trepar hacia la cúspide del fútbol internacional.

“Yo mismo le dije a Ronaldo que no se arrepentiría de esta decisión en toda su carrera. Romario es el ejemplo perfecto de la forma en que preparamos a nuestros jugadores de talento”.

Su compatriota Ricardo Gomes, del París Saint-Germain, se hizo eco de esta opinión generalizada, asegurándole a Ronaldo que estaba “en las mejores manos”.

Explica que “es evidente que Ronaldo va a ser el delantero más completo durante muchos años. Este chico se acerca mucho a la definición del jugador ideal. Con el izquierdo o el derecho, es lo mismo; es capaz de hacer pases mágicos con ambos pies”.

Ronaldo tenía que pellizcarse de vez en cuando para asegurarse de que su traslado a Europa no era un sueño. “No hace mucho tiempo, solía soñar con futbolistas como Romario y Bebeto. Coleccionaba fotos suyas y las pegaba en un álbum. Y de pronto, en el Mundial de Fútbol de Estados Unidos, me encontré a mí mismo entrenando con ellos cada día. Ahora sigo sus pasos hasta Europa y yo mismo me he convertido en una estrella”.

Incluso en aquellos tiempos, a Ronaldo le daba verdadera vergüenza que le compararan con el mayor héroe del fútbol brasileño: Pelé.

“La gente habla de mí constantemente como si fuera el nuevo Pelé. No dejan de decir que soy la nueva estrella del fútbol brasileño, pero sólo existe un Pelé. Lo único que puedo hacer es rezar para conseguir ser tan bueno como él algún día, o por lo menos para acercarme a su calidad. Así, algún día, la gente dirá que sólo existe un Ronaldo”.

Para celebrar sus dientes arreglados, su nuevo peinado y su marcha a Holanda con el PSV Eindhoven, Ronaldo ofreció una fiesta a treinta de sus amigos más cercanos en el Royal Grill, en el barrio “bien” de Barra da Tijuca. Esa noche, los invitados quedaron impresionados con la transformación que había experimentado Ronaldo con seis semanas de arreglos dentales y un aparato fijo.

En la fiesta, Ronaldo se mostró cansado, pero contento. Estaba preocupado por tener que dejar atrás a sus amigos y familiares y por el clima frío que le esperaba en Europa. Sin embargo, Martins y Pitta le dijeron que debía dar este siguiente paso si quería ver cumplido su deseo de convertirse en el mejor futbolista del mundo (y el más rico).

Los agentes le dieron a Ronaldo un amuleto de buena suerte: una medalla de oro macizo de San Cristóbal. Aun así, le dejaron muy claro que la suerte no desempeñaría ningún papel en su futuro.

Naturalmente, Sonia estaba preocupada ante la idea de perder a su pequeño. “No hemos tenido tiempo para hablar del tema. Aún no me creo que valga tantos millones de dólares”. Sonia le prometió a su hijo que iría a cuidarle tan pronto como le fuera posible.

Sin embargo, no podía disimular lo impresionada que estaba con la vida que su hijo estaba a punto de emprender. “Va a tener una casa independiente y dos coches”, se pavoneó ante una de sus amigas.

Otro de los invitados a la fiesta fue Jairzinho, el hombre que descubrió a Ronaldo. A pesar de sus reivindicaciones pasadas por no haber percibido ni un solo centavo por su descubrimiento, Jairzinho recibía de hecho una cuota de seis cifras en dólares por concepto del traspaso de Ronaldo al PSV Eindhoven. Fue la forma en que Martins y Pitta le “compraron” para evitar problemas futuros.

La noche de la fiesta de despedida, la entonces novia de Ronaldo, Luciana, le comunicó a todo el mundo su intención de ir a visitar a Ronaldo a Holanda en Nochevieja. “Le voy a llamar todos los días por teléfono”. Luciana no debió de oír el comentario de la madre de Ronaldo: cualquier chica que saliese con su hijo tendría que acompañarle a todas partes si quería que la relación funcionase.

Como era de esperar, pocos días después de su llegada a Holanda, Ronaldo comenzó a sentirse muy solo. El club le había puesto una casa en un barrio tranquilo, pero apenas salía porque no le gustaba conducir en países desconocidos.

A menudo se pasaba los días y las noches viendo la televisión, videos de sus películas preferidas, partidos de fútbol y, de cuando en cuando, videos pornográficos, muy fáciles de conseguir en Holanda.

En Río, Sonia estaba muy preocupada por el bienestar de su hijo. Hablaba con él por teléfono todos los días y se daba perfecta cuenta de que se sentía aislado. Seis semanas después de llegar a Holanda, Sonia le preguntó abiertamente a su hijo por qué se sentía tan triste y solo. Como tantas otras veces, Ronaldo rompió a llorar. Sonia embarcó en el siguiente vuelo con destino a Europa.

Más tarde recordó: “Tenía muchos problemas en Holanda, así que volé hasta allí y le busqué una casa más agradable. Le preparé sus comidas preferidas y acabé quedándome ocho meses con él”.

El PSV estaba encantado de que Sonia se hubiera trasladado con su hijo adolescente, porque de esta forma se evitarían el tipo de problemas emocionales que bien podrían haber afectado su juego.

Sonia estaba tan preocupada por el bienestar de su hijo en Europa que le comentó a Martins y a Pitta que, si su hijo no encontraba compañía femenina, seguramente acabaría abandonando el PSV y fracasarían los lucrativos planes de los agentes de transferir a Ronaldo a clubes europeos más ricos.

La solución vino de la mano de una niña bonita de 19 años, rubia y de Río, llamada Nadia Valdez Franca.

Ronaldo: Un genio de 21 años

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