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CAPÍTULO 7 Un brasileño encantador…

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Philips suministró a Ronaldo lo último en electrónica para su nueva casa en Eindhoven: laser disc, teléfono, contestador automático, fax, televisor y vídeo. De hecho, aparte de un par de camas, no había mucho más en la casa.

Nadia y Sonia compartieron casa con Ronaldo durante gran parte de ese primer año. No era nada fácil para ninguna de las dos mujeres. Sonia tenía la costumbre de sacar punta a cualquier cosa que Nadia hiciese o dijese. Mientras tanto, Ronaldo se dedicaba a jugar a los videojuegos. Le avergonzaba sobremanera la manía de su madre de llevar zapatillas Nike tan grandes como barcas. Nadia llevaba zapatos de tacón de seis centímetros, labios rojos y minifaldas muy ceñidas.

Los pasatiempos preferidos de Ronaldo eran ver la televisión y acostarse con Nadia. En Eurosport, a menudo ponían partidos de fútbol de equipos brasileños y Ronaldo se sentaba a verlos delante del televisor durante horas y horas, boquiabierto, con mirada vidriosa, mientras Sonia y Nadia hacían ruido preparando la comida en la cocina mal equipada.

A veces, Ronaldo ponía la grabación de uno de sus últimos partidos con el PSV y observaba a cámara lenta cada uno de los minutos en los que tocaba la pelota.

Cuando Nadia se ausentaba, Ronaldo y su madre hacían muchas más cosas en común. Sonia recuerda que “hacía cualquier cosa para animarme: simular peleas, perseguirme o comprarme juguetes de pega, como una araña, por ejemplo, para intentar asustarme. A veces también sentaba a su oso de peluche en la taza del baño o tomaba la bici y aparecía pedaleando por toda la habitación, cantando y gritando, sólo para divertirme”.

Si acudía alguna visita importante a la casa, el club de Ronaldo llamaba a Koos Boets para que hiciese las veces de intérprete. Ronaldo se llevaba muy bien con Boets, ambos andaban siempre con las típicas bromas de jóvenes. Ronaldo solía saludar a Boets con su expresión preferida, “hola, pedazo de mierda”, y al holandés no parecía importarle en absoluto.

De hecho, Boets sentía una profunda admiración por el extraño brasileño. “Es muy dulce, un tipo valiente. Fuerte, aunque un poco tímido. Y terriblemente juguetón, no logra concentrarse. Por eso son tan lentos sus progresos en holandés”.

A menudo, Ronaldo caía rendido en el modesto sofá y se quedaba dormido entre los brazos de Nadia, que solía seguir su ejemplo pocos minutos después. No llevaba una existencia muy emocionante, a decir verdad. Ronaldo acababa tan cansado de los entrenamientos o de los partidos, que no lograba mantenerse despierto más tarde de las 10 de la noche.

El haber jugado en la selección brasileña tenía sus ventajas: Ronaldo podía ver videos de la mayoría de los partidos clásicos del fútbol brasileño de los últimos cuarenta años. En concreto, quedó realmente deslumbrado con el juego que desplegó Garrincha durante el Mundial de Fútbol de 1958.

“Garrincha estaba regateando cuando, de pronto, y con el oponente marcándole muy de cerca, se alejó del balón para que lo recogiera uno de sus compañeros de equipo. Fue una locura brillante”, afirma.

Sonia hacía lo que estuviera a su alcance para que Ronaldo se sintiera como en casa. Cuando llegaban visitas, preparaba dulce café brasileño y mostraba orgullosa fotografías de su niño prodigio. Con frases cortas y bien buscadas, explicaba a quien quisiese escucharla que “esta fotografía se la sacaron en el Valqueire, su primer equipo. Tenía ocho años. Estaba con sus amigos y decidió...”., y así interminablemente.

Sonia acudía a menudo a los partidos del PSV para animar a su hijo bien amado. Sin embargo, desde que Ronaldo nació, había tenido la tensión muy alta y le costaba soportar el estrés de los partidos.

“Tengo que tomar muchas pastillas para controlar la tensión, y no se puede decir que ver a Ronaldo jugar sea muy bueno para mi salud. A veces, me llevo una botella de cerveza y me la bebo durante el partido para relajarme. Tiemblo y grito cuando Ronaldo pierde y suelo insultar a los árbitros”.

Televisión, clases de conducir, entrenamientos, clases de holandés, llamadas de teléfono, partidos de tenis con un compañero del PSV... Ésa era la vida que Ronaldo llevaba en Holanda. Podría decirse que era el sueño de todo adolescente.

Ronaldo guardaba su último juguete en el garaje: un Chrysler Jeep. Tenía tanto miedo de que se le estropeara el coche que tardó meses desde su llegada a Holanda en sacarlo por las calles de la ciudad, eso sí, a paso de tortuga. Tomaba las curvas con una precisión enfermiza y ponía todos sus sentidos en cada maniobra.

“No dejaba de preguntar: “¿Qué tal lo hago? ¿Conduzco bien?”, recuerda un viejo amigo que fue a visitarle a Holanda. Por otra parte, estaba el tema de las cartas de las fans. Siempre había una bolsa enorme llena de cartas listas para ser enviadas a Brasil. En Holanda, los futbolistas sólo contestan a sus seguidores si éstos les adjuntan un sello. Ronaldo desconocía por completo esta norma. Durante sus primeros meses de estancia en el PSV, envió al menos 2.000 cartas con fotografías autografiadas, incluidas 700 a Brasil. Le costó al menos unos 500 dólares, pero eso era una miseria comparada con el recibo del teléfono.

Ronaldo tenía otro lado mucho más infantil. En el transcurso de una entrevista en casa del delantero, el periodista holandés Frans Oosterwijk no pudo salir de su asombro cuando Ronaldo se esfumó y se introdujo en una habitación con Nadia.

En el PSV, Ronaldo seguía marcando goles con la regularidad que le caracterizaba. Sus movimientos eran rápidos y precisos. Los holandeses reconocen que Ronaldo tenía lo que ellos llaman una “tercera aceleración”: el sprint dentro del sprint, con el que el delantero conseguía regatear súbitamente a dos o tres oponentes. Ronaldo se mostraba especialmente satisfecho con el entrenador del PSV, Dick Advocaat. “Está contento conmigo, y yo con él”. De hecho, Ronaldo accedió a dejar de tomar Coca-Cola y patatas fritas a petición de su nuevo mentor y figura paterna.

Uno de esos pocos días libres de los que disfrutaba el futbolista, Ronaldo y su novia Nadia aceptaron la invitación del agente italiano de fútbol Giovanni Branchini para ir a visitar Milán. Branchini apareció en escena tras las recomendaciones de los “propietarios” de Ronaldo, Martins y Pitta, conscientes de que el italiano podría desempeñar un papel fundamental llegada la hora de intentar introducir a su jugador en la tan lucrativa Primera División.

Para Ronaldo, el viaje no era más que una forma agradable de pasar unos cuantos días. Sabía que algunos lo interpretarían como el primer paso de un plan concreto, y no ayudó mucho a acallar los rumores el hecho de que se reuniera para cenar con el presidente del Inter de Milán.

Massimo Moratti le hizo prometer que, en principio, pensaría en el Inter cuando decidiese marcharse del PSV. Ronaldo no se dedicó a buscar casa durante la visita, pero le gustó todo lo que vio.

Branchini llevó a Ronaldo y a Nadia a la catedral, a La Scala y a la sede del Inter, en el estadio de San Siro. La pareja dedicó también mucho tiempo a ir de compras. Después del viaje, Nadia mostró orgullosa a todos sus amigos y familiares las fotografías del viaje: Armani, Moschino, un hotel plagado de lámparas de araña y una cena sentada junto al cordial Branchini y al presidente del Inter.

Durante el viaje, Ronaldo y Nadia regresaron al menos en cinco ocasiones al hotel a hacer el amor, y cada vez que volvían a salir se habían cambiado de ropa. “Eran como adolescentes locamente enamorados”, dijo un amigo. “Claro que realmente lo eran”. Fue un viaje memorable y, desde entonces, Ronaldo supo que algún día volvería a aquella tierra.

A medida que fue transcurriendo el tiempo en Holanda, Ronaldo fue ganando confianza. Le costaba menos reírse de sus propias bromas y las de otros.

Cuando iban a verle sus amigos a su casa de Eindhoven, siempre tenía el detalle de servirles bebidas e incluso ponía la mesa con mucha gracia. Sin embargo, aún se sentía avergonzado de su madre sobreprotectora y omnipresente.

Cuando Sonia le dijo en una ocasión a uno de los invitados que “Ronaldo ha venido a la tierra para marcar goles”, su hijo la reprendió fríamente.

En Brasil, muchos de sus amigos comenzaban a quejarse por no tener noticias del futbolista. Ronaldo, por su parte, pensaba que el pasado, pasado estaba. “Ahora, mi única amiga es Nadia”, le comentó a un compañero del PSV. No había olvidado a gente como Calango y Zé Carlos, pero no quería quedarse anclado en el pasado.

En Holanda, Ronaldo no pasaba de ser un extranjero sin un fondo cultural. En muchos sentidos, se había adaptado increíblemente bien. Se desenvolvía con garbo por la vida y el contenido de su armario iba creciendo día a día, al igual que el de Nadia. En casa escuchaba samba y música reggae y su tenis había mejorado. Sin embargo, al contrario que otros jugadores, nunca leía la prensa.

Como era de esperar, Nadia se fue cansando poco a poco de Ronaldo, y resultaba evidente que la pareja no pasaría el resto de sus vidas juntos.

A medida que fueron pasando los meses, las discusiones entre ambos comenzaron a hacerse más y más serias. En una ocasión, Nadia le gritó durante la comida: “¡Me pones enferma! ¡Enferma! Estás todo el día pegado a mí; eres como una lapa. Entonces, ¿por qué no te casas conmigo?”. Los invitados, incluida Sonia, apartaron la vista avergonzados, pero la madre tomó nota mentalmente de lo ocurrido para sacar el tema a su hijo más adelante.

Nadia recordó un tiempo después que Ronaldo era extremadamente celoso y desordenado cuando vivían juntos en Holanda. “Cuando llegaba del entrenamiento se quitaba los calcetines y los tiraba en la mesa del salón”. No era de extrañar que lo hiciera: Nadia sabía muy bien que Ronaldo estaba demasiado acostumbrado a que su madre fuese recogiendo todo lo que él desordenara.

Al final de su primera temporada en el PSV, Ronaldo dejó Eindhoven para viajar a Río antes que Nadia. Ella le condujo al aeropuerto. Ronaldo tenía muy buen aspecto. Se le habían ajustado los dientes y tenía una seguridad recién estrenada. Ese año en Holanda se había convertido en un hombre más tranquilo, más serio.

Ronaldo y Nadia tardaron pocas semanas en romper su relación. En Río, Ronaldo conoció a otra rubia brasileña llamada Vivianne, que se fue a vivir con él cuando regresó a Holanda. Por una de esas extrañas ironías de la vida, las dos mujeres se conocían desde antes de conocer al propio Ronaldo.

Vivianne tenía un parecido asombroso con Nadia, pero esta vez Ronaldo puso especial cuidado en que la relación fuera más despacio, aunque más tarde confesó a sus amigos que Vivianne también cometió el error de suponer que la pareja acabaría contrayendo matrimonio.

“Sin embargo, Sonia no consideraba ni mucho menos aptas a Nadia ni a Vivianne”, comenta uno de los amigos de Ronaldo en Río.

Una vez más, Sonia parecía ser un factor decisivo en los amoríos de su hijo, y no dejaba de recordarle que podía aspirar a más.

Menos de dos meses después de que Nadia y Ronaldo rompieran su relación, en agosto de 1995, ella le llamó, le dijo que estaba embarazada y que él era el padre. Nadia perdió el bebé y aún no ha logrado sobreponerse del asunto.

“Perdí el niño porque Ronaldo me abandonó. Me habría gustado tener un niño que jugase al fútbol como Ronaldo”.

Tanto Nadia como Vivianne afirmaron que Ronaldo era “un gran amante y besaba muy bien”.

Vivianne afirma que Ronaldo siguió en contacto con ella a pesar de salir con otras chicas. Sin embargo, nunca se ha podido probar esta afirmación.

Ninguna de las dos sabe si Ronaldo les fue fiel durante sus respectivas relaciones, pero Nadia no cree que lo fuese.

Asombrosamente, las dos estaban maravilladas con los pequeños pies de Ronaldo. Recuerdan también que, aunque “no era el típico que se estuviera frotando durante horas”, sí se lavaba con frecuencia.

Pero lo que nunca olvidarán son los desquiciantes arrebatos de celos de Ronaldo, que aportan una nueva perspectiva de su personalidad.

Vivianne recuerda que “no me dejaba llevar faldas cortas y odiaba que fuese a verle entrenar porque no quería que el resto de los jugadores se fijase en mí”.

Nadia añade que “a veces iba a verle a los entrenamientos, pero se ponía muy celoso si me pillaba mirando a otros jugadores”.

Era evidente que Ronaldo se sentía muy inseguro debido a una infancia en la que había sido testigo del deterioro de la relación de sus padres. A pesar de su fama y riqueza, seguía pensando que sus parejas se podían sentir atraídas por otros hombres.

Tanto Nadia como Vivianne guardan otro recuerdo perdurable del Ronaldo amante: prefería seducir a las mujeres en vez de ser seducido.

Nadia recuerda que “era muy dulce y siempre dormía desnudo. Me llamaba su pequeña y me encantaba”.

Pero ¿cuál era su mejor cualidad?

“Su sinceridad”, afirma Vivianne.

“Y que besaba muy bien”, añade Nadia.

El 21 de diciembre de 1994, Ronaldo fue convocado a jugar con la selección brasileña en un partido en casa contra Yugoslavia. Nike acababa de pagar 40 millones de dólares por los derechos para patrocinar al equipo brasileño durante los próximos diez años. El tema, muy controvertido, había sido interpretado por los brasileños como una estrategia de Nike para “comprar” el equipo. Algunos estaban convencidos de que el trato le acabaría saliendo mal al presidente de la CBF, Ricardo Teixiera.

Entretanto, Ronaldo accedió a ofrecer una serie de entrevistas en Río y se encontró a sí mismo correteando de la habitación del hotel, a la recepción y al bar.

Se sentía tan cómodo hablando con sus compatriotas que no se preocupaba tanto por sopesar sus palabras, tal como le habían aconsejado sus agentes Martins y Pitta en numerosas ocasiones desde que le ficharon hacía ya cuatro años.

El ejército de periodistas brasileños, siempre al acecho para captar cada uno de los pensamientos y acciones de Ronaldo, se sorprendió al ver el pendiente que el futbolista llevaba en su lóbulo izquierdo, hecho durante su estancia en Holanda. Ronaldo simplemente contestó que “todos lo llevan en Holanda”.

En el transcurso de una entrevista, una chica preciosa se acercó a Ronaldo como salida de la nada. Los ojos de Ronaldo se encendieron y esbozó una sonrisa nerviosa mientras observaba cada uno de los movimientos de la chica, pero no se atrevió a preguntarle el nombre y ella desapareció sin mediar palabra. Su reacción no pasó desapercibida.

Durante ese mismo viaje, Ronaldo se unió a tres chicas bonitas para tomar una copa una noche en el bar del hotel después de aceptar una rosa de una de ellas. Más tarde, el futbolista le regaló la flor a una mujer mucho mayor. Le dijo a un amigo que disfrutaba siendo joven, libre y soltero de nuevo, después de haber sufrido tantas tribulaciones con las chicas.

Antes, durante y después del partido contra Yugoslavia, Ronaldo estableció un verdadero vínculo de amistad con el capitán del equipo brasileño, Dunga. Era uno de los pocos jugadores del equipo que había recibido educación secundaria. Su padre era funcionario del gobierno provincial de Río do Sul.

Dunga sabía que Ronaldo iba a experimentar muchos problemas debido a su juventud. “Todos esperan que tenga una actuación brillante en cada partido”, le reveló a un periodista. “A Romario, Bebeto, Branco y a mí nos considera sus hermanos mayores, pero se ve a sí mismo como un crío que aún tiene mucho que aprender. Aun así, sabe que tiene un gran futuro por delante. Llegará el día en que sea tan importante para los demás jugadores del equipo como ellos lo son ahora para él”.

Por aquella época, el otro ángel de la guarda de Ronaldo en el equipo brasileño era el marmóreo defensa Marcio Santos. De hecho, corría la voz de que “si hieres a Ronaldo, también hieres a Santos”.

Curiosamente, durante los entrenamientos previos al partido contra Yugoslavia, Ronaldo tuvo grandes problemas con un ejercicio relativamente sencillo. Tenía que lanzar el balón por la espalda y, al recogerlo por delante, hacer un breve regate. Pusiese el empeño que pusiese, no lograba hacerse con el ejercicio. El balón acababa botando a sus espaldas o por algún lugar cercano. Ronaldo acabó realmente avergonzado al final del ejercicio. El resto del equipo se burló de él, imitando su incompetencia. Ronaldo estaba humillado, pero no dijo nada.

Después, durante el peloteo final del entrenamiento, se tomó la revancha y se movió con tanta rapidez y potencia que algunos de sus compañeros se quedaron presos de admiración, incapaces de frenar sus carreras vertiginosas.

Durante esa estancia en Brasil, Ronaldo aceptó participar en un documental de televisión que se estaba rodando en una de las doradas playas cercanas a la carretera que lleva a Sâo Paulo.

Le pidieron que demostrara sus habilidades malabares con el balón y, de cuando en cuando, se adentraba en el mar para devolver el balón, como parte del espectáculo. Después de tres horas repitiendo los mismos trucos una y otra vez, tembloroso por la temperatura del agua, Ronaldo se despojó momentáneamente de su máscara diplomática. Se quejó enfadado al director, al que posteriormente calificaría de “gordo”, y llegó a afirmar que “la organización fue una auténtica mierda”. Fue una explosión un tanto insólita, aunque Ronaldo se mostró mucho más aliviado después de haber dado rienda suelta a su enfado.

De nuevo en Holanda, Nike dio seguimiento al contrato firmado con los jugadores de la selección brasileña y se puso en contacto con el PSV para suplantar a Adidas, sus eternos rivales, y encargarse de patrocinar al equipo. También siguieron manteniendo arduas negociaciones con los agentes de Ronaldo para hacerse con la “propiedad” del futbolista. Parecía que Nike quería hacerse dueña de todo el mundo del fútbol.

El PSV Eindhoven era consciente de que tenían a un prodigio en sus filas. A los 18, Ronaldo tenía la constitución de un chico de 25 años, raras eran las veces en que cometía faltas y nunca se quejaba a los árbitros. Era agradable, tranquilo y sereno.

Lo único que irritaba al PSV era su evidente falta de interés en los entrenamientos, una cualidad común a muchos de los grandes futbolistas del panorama mundial. Ronaldo era el único jugador del PSV que nunca hacía entrenamientos con pesas.

Se mostraba indiferente ante los entrenadores y jugadores que intentaban obligarle a integrar un sistema que no se adaptaba a él en absoluto. Nunca respondía de malas maneras, no discutía; simplemente se reía, asentía con la cabeza, se alejaba y hacía lo que le daba la gana.

Por aquella época, el grupo musical preferido de Ronaldo era un conjunto de rap llamado Gabriel O Pensador. Llegó incluso a figurar en el vídeo de promoción de la canción “Nada Especial”. El vídeo describía un trayecto en el autobús 175 por Río y Ronaldo hacía las veces de conductor. Cada vez que los raperos se cruzaban con una catástrofe en el camino, el autobús se paraba y los raperos comentaban el suceso. Lacónico y sarcástico. Robos y asesinatos a plena luz del día, traficantes por doquier, putas en la playa, extrañas sectas religiosas: el vivo retrato de Río. Ronaldo miraba a la cámara con actitud despreocupada y de gallito. Era como si estuviera diciendo: “Si procedes de Río, te comerás el mundo”.

En su primera temporada en Europa, Ronaldo marcó 35 goles en total, proclamándose máximo goleador de Holanda. Al joven de 18 años no le sorprendía en absoluto su propio éxito.

“He trabajado mucho para tener éxito. El juego es más rápido en Europa, aunque menos duro que en Brasil”.

Algunos de los grandes clubes volvían a revolotear en torno al futbolista. Sin embargo, Ronaldo insistía: “Ha sido una gran temporada y no tengo intención de cambiar de equipo. Sé que hay un par de clubes interesados en mí, pero he firmado un contrato de cuatro años con el PSV y espero ganar algún campeonato con ellos”.

Ronaldo era consciente de que se había topado con el mejor marcador del mundo, el holandés Ulrich Van Goddel, del Feyernoord. “Era duro de roer, espero no tener que volver a enfrentarme a él”.

En tan sólo dos años, Ronaldo había pasado de ser un jugador desconocido de los equipos de segunda brasileños, a convertirse en el joven más caro en la historia del fútbol mundial.

Tras la decepción por no haber podido jugar en el Mundial de Fútbol de 1994, Ronaldo tuvo la oportunidad de brillar con luz propia cuando le convocaron para participar en la Copa Umbro en Inglaterra, en el verano de 1995. Hasta ese momento, Ronaldo sólo había jugado con la selección en tres ocasiones y había marcado un solo gol.

En Inglaterra, criticó de forma más abierta no haber podido jugar en el Mundial de Fútbol. “Claro que me sentí disgustado. Todos queremos jugar. Nunca he llegado a entender los motivos por los que el entrenador decidió no sacarme”.

En el campo de entrenamiento del Aston Villa, Bodymoor Heath, una multitud de curiosos acudió a ver los entrenamientos de Brasil previos al partido. Ronaldo dio un taconazo al balón, lo pasó entre las piernas de su marcador, le rodeó, disparó el balón con fuerza y éste ardió entre las manos del portero. Aplausos.

El 11 de junio de 1995, Inglaterra perdió 3-1 contra Brasil, y Ronaldo marcó un gol en su debut en el estadio de Wembley. Los cientos de periodistas que le observaban le consideraban ya un jugador a ser tenido muy en cuenta. De nuevo, Martins y Pitta se frotaron las manos con regocijo, ante lo que ya era casi una realidad: el valor de su “propiedad” se acababa de duplicar.

La primera mitad de la temporada 95-96 de Ronaldo en el PSV no fue muy fructífera. Su promedio de goles descendió considerablemente tras una serie de lesiones. En Eindhoven, su última conquista rubia, Vivianne, y su madre, Sonia, seguían a su entera disposición.

A finales de 1995, se difundió el rumor de que el Arsenal, equipo inglés de la Premier League, iba a la caza de Ronaldo, después de que el entonces gerente del equipo, Bruce Rioch, fuese visto en Holanda a la busca y captura de talentos.

Por aquel entonces, la prioridad del Arsenal era conseguir a Ronaldo, puesto que los directivos del equipo necesitaban desesperadamente un jugador que pudiese hacer revivir las esperanzas y corazones de su frustrada afición, que eran bien conscientes de que el equipo tenía unos 26 millones de dólares disponibles para nuevos fichajes.

Se suponía que Ronaldo, que tenía entonces 19 años, y su club, el PSV, debían ser los encargados de dar la primera opción al Inter de Milán cuando el jugador decidiese fichar por otro equipo. Los rumores del Arsenal fueron considerados una especie de ejercicio de calentamiento de los agentes de Ronaldo, deseosos de mantener alerta al PSV.

En Navidades, Ronaldo volvió a su casa de Río para pasar unas largas vacaciones y se mostró muy relajado con sus amigos y familiares. La vida en Holanda, relativamente sencilla, le iba como anillo al dedo. Por primera vez en dos años, parecía que la presión se iba evaporando y Ronaldo empezaba a disfrutar de su fútbol y a aprender su oficio.

Sin embargo, esta situación fue efímera.

Ronaldo: Un genio de 21 años

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