Читать книгу Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021 - Wiley Ludeña - Страница 10
Оглавление[ Introducción ]
Wiley Ludeña Urquizo
Territorio y población
A pocos años de iniciarse la República, según el censo del 1827, el Perú contaba con una población de 1 516 693 habitantes (Gootenberg, 1995, p. 25). Cerca del bicentenario de la declaración de la independencia, la población del Perú, según el censo de 2017, alcanza los 31 237 385 de habitantes (INEI, 2018, p. 13). Es decir, un crecimiento de casi 20 veces la población inicial de la República. Durante este lapso, la sociedad peruana ha procesado cambios dramáticos en su estructura socioeconómica y territorial hasta el punto de registrar porcentajes de ocupación completamente inversos de un siglo a otro, como es el caso de las proporciones entre población urbana y rural o la distribución regional de la población en la costa, sierra y selva, así como en el sur, centro y el norte del país.
Probablemente el fenómeno de cambio más profundo y estructural experimentado por el territorio y la sociedad peruana en estos 200 años haya sido aquello que he denominado el «trastocamiento socioterritorial» de su primigenia estructura. Ello como consecuencia del explosivo proceso de urbanización experimentado durante este periodo y, en especial, a partir de mediados del siglo XX. Desde entonces el Perú ha «saltado» sobre sí para repartir sus pesos de un lugar a otro y no ser cada vez el mismo país. Amaneció a la República como un país rural-serrano y hoy es uno predominantemente urbano-costeño. Al inicio de la República el sur peruano albergaba la mayor cantidad de población, hoy la albergan la región norte y el centro.
En medio de su interpelación histórica al Perú republicano, Jorge Basadre en La promesa de la vida peruana y otros ensayos (1958), no pudo evitar plantearse una pregunta de base: ¿para qué se fundó la República? Tomamos el sentido de esta misma pregunta para nuestro campo disciplinar: ¿para qué se fundó la República en términos de territorio, ciudad y arquitectura? ¿En qué consiste la «promesa» republicana respecto de la construcción de un nuevo hábitat para los habitantes del país? ¿Se han cumplido total o parcialmente tales promesas?
El Perú luchó por su independencia y se transformó en República para ser una nación independiente, soberna, libre, en el que sus habitantes tuvieran una vida próspera, sana, fuerte y feliz en plena justicia, igualdad y fraternidad, tal como nos lo recuerda Basadre. Estos fueron los ideales encarnados por nuestros próceres de la independencia y por todos los que desde 1821 a la fecha enarbolan la defensa de los valores republicanos.
A 200 años del nacimiento de nuestra República ¿es posible afirmar que la plasmación de estos ideales ha permitido dotar a los peruanos sin distinción de un hábitat social y ambientalmente sostenible, decoroso en su composición y armonioso en su visualidad? ¿Nuestro «territorio» ha sido transformado de manera responsable en términos de su ocupación poblacional y la explotación de los recursos, tanto como el sistema de «ciudades» se ha hecho un cuerpo de urbanidad vital y sin desequilibrios o como la «arquitectura» se hizo marco de vida estimulante para enaltecer los valores republicanos identificados con la libertad, igualdad y fraternidad?
Una respuesta casi automática a estas y otras preguntas análogas sería casi previsible en su contenido: la mayoría de los indicadores cuantitativos y cualitativos que aluden a la calidad del hábitat peruano en las escalas del territorio, la ciudad y la arquitectura consignan cifras que revelan procesos en muchos casos irreversibles de depredación del territorio, así como tendencias de degradación ambiental y estética de nuestras ciudades, tanto como la persistencia de déficits crónicos en materia de vivienda, equipamiento social y servicios.
Cumplidos 200 años de vida republicana, según las cifras del censo nacional de 2017, existe en el país un déficit de vivienda de 11,21% del número total de hogares. Es decir, cerca de 3 449 107 habitantes carecen de una vivienda o habitan una en condiciones deplorares en términos cualitativos. Aún el 12,3% de las viviendas carecen de conexiones de electricidad, el 9,7% no cuenta con acceso domiciliario a la red pública de agua, así como el 33,4% de las viviendas carece de una conexión a la red pública de desagüe (INEI, 2018, pp. 326-349).
El registro de cifras y déficit puede hacerse inagotable para revelar que en materia de territorio, ciudad y arquitectura la promesa basadriana continua aún vigente como desafío y problemas por resolver. Pero tampoco se puede dejar de reconocer —no obstante nuestro característico pesimismo— el enorme esfuerzo desplegado por la República para «construir» desde las ideas y las obras un país de ciudades y arquitecturas apropiadas y ejemplares.
Tras la independencia, el sistema urbano peruano del siglo XIX no experimentó aquellos cambios estructurales que se produjeron durante el siglo XX e inicios del siglo XXI. Pese a que el negocio guanero de mitad del siglo XIX y el boom agrominero exportador de fines del mismo siglo e inicios del siglo XX produjeron las primeras migraciones a Lima, la estructura territorial y la distribución poblacional del país continuaba entonces casi intacta. El sistema urbano nacional del primer centenario republicano se mantuvo sin grandes cambios, ni contrastes en tamaño, roles y jerarquías, con excepción de aquellas definidas por la ubicación de las ciudades en la costa, la sierra o la Amazonía. Por ello, uno de los fenómenos, sino el más importante, que ha marcado profundamente las estructuras y el rostro del país es el violento proceso de urbanización de su territorio y población experimentado desde mediados del siglo XX. Como consecuencia de este hecho la sociedad peruana dejó no solo su contenido rural para transformarse de modo acelerado en una sociedad predominantemente urbana, sino que la «ciudad» se convirtió en el principal escenario de representación de las grandezas y limitaciones del proyecto republicano.
El urbanismo y la arquitectura, en términos de formato y volumen de lo edificado, están estrechamente conectados con la dinámica poblacional y su distribución. Hasta mediados del siglo XIX la población del Perú mantuvo en gran medida los mismos patrones de composición y distribución territorial que los registrados en los tiempos de la Colonia. Según las cifras del censo de 1876, la costa concentraba el 25% la población, mientras que el 75% restante se encontraba en la sierra y la selva (Gootenberg, 1995, p. 29). Según el censo del 2017, el 58% de la población habita la costa, el 28,1% la sierra y el 13,9%, la selva (INEI, 2018, p. 17). En otras palabras, en 200 años, el Perú ha pasado de ser un país de población mayoritariamente serrana-amazónica (75%), a ser uno en donde más de la mitad de la población reside en la costa (58%). Esta especie de «revolución territorial y demográfica» no concluye en el registro cuantitativo de estos cambios: la transformación más significativa, por sus consecuencias en todos los aspectos sociales y territoriales en estos 200 años de República, ha sido la conversión definitiva de un país mayoritariamente rural a predominantemente urbano. En 1940 el 26,9% de la población era urbana y el 73,1% era rural. En 2021, estas cifras se han invertido rigurosamente: la población urbana alcanza el 79,3%, mientras que la rural representa apenas el 20,7% con una marcada tendencia decreciente (INEI, 2018, p. 15).
La transformación del mundo urbano peruano durante la República ha sido, sin duda, estructural en diversos aspectos. Junto a la conversión de Lima en una metrópoli regional, el otro gran fenómeno urbano de la segunda mitad del siglo XX, el mapa urbano del país registra una mayor presencia de ciudades mayores e intermedias en el territorio, algunas de ellas como consecuencia del desarrollo de nuevas actividades productivas y grandes proyectos de inversión pública en infraestructura. Sin embargo, el territorio resultante registra desigualdad en la distribución de ventajas y oportunidades de desarrollo (Marzal & Ludeña, 2017, p. 246). La diferencia abismal que existe entre Lima y el resto de las ciudades del país patentiza este nivel de desequilibrio estructural en la distribución poblacional y la transformación del territorio producido durante la República. De acuerdo con las cifras del censo de 2017, la población censada del departamento de Lima alcanza los 9 485 405 habitantes, casi la tercera parte de la población nacional. Con una diferencia notable le sigue, en segundo lugar, el departamento de Piura, con 1 856 809 habitantes (6,3%). Continúan La Libertad, con 1 778 080 habitantes (6,1%) y Arequipa, con 1 382 730 (4,7%). En el otro extremo, los departamentos con menor población son los siguientes: Madre de Dios, con 141 070 habitantes (0,5%); Moquegua, 174 863 (0,6%); Tumbes, 224 863 (0,8%); Pasco, 254 065 (0,9%); y Tacna, 329 332 (1,1%) (INEI, 2018, p. 19).
Este es el escenario y paisaje territorial que a modo de un cuerpo vivo ha visto surgir y palpitar, en estos 200 años de República, cientos de nuevos poblados, mientras que otras ciudades han experimentado un crecimiento explosivo en contraste con algunas que se encuentran detenidas en el olvido. En medio de este complejo y desbordante mundo urbano y un medio rural en estado latente de abandono se han producido tantas arquitecturas (de diversa funcionalidad, cantidad, valor ambiental y significado estético) como individuos, familias, comunidades y el conjunto de la sociedad se propusieron construir.
La arquitectura «construye» ciudad y territorio, pero al mismo tiempo la sociedad es «construida» por estos dos escenarios seminales en su configuración y significado. La arquitectura arequipeña o limeña del siglo XIX, así como la vivienda de barriadas del siglo XX y las nuevas propuestas de ecoarquitectura en la selva peruana de inicios del siglo XXI, no podrían ser valoradas adecuadamente si no se reconociera la entrañable vinculación entre las diversas arquitecturas y ese maremágnum poblacional y territorial experimentado por el Perú republicano en 200 años.
El surgimiento y la construcción de la República no implicaron la desaparición automática del aparato institucional, económico y social del mundo colonial. Diversas manifestaciones asociadas al régimen colonial continuaron prácticamente vigentes hasta el último cuarto del siglo XIX, en un evidente campo de disputa entre este legado recusado y la plasmación de los ideales republicanos. La pugna permanente entre estas dos dinámicas —que continúa hasta la actualidad, sobre todo en el ámbito intersubjetivo— tensionadas por ese terremoto poblacional y territorial ha producido como resultado expresiones culturales de distinta naturaleza y significación, desde la negación, reconstitución o invención de nuevas identidades sociales, comunales, regionales en el ámbito nacional. Este debe ser el contexto que nos permita comprender, en todas sus dimensiones y niveles de significación, la arquitectura y el urbanismo producidos en 200 años de República.
El otro contexto, que completa el encuadre y permite una comprensión integral del problema, es el de las tensiones derivadas de la relación asimétrica del Perú con el mundo, especialmente con los centros internacionales de poder. Esta relación se traduce en la confrontación permanente entre la cultura hegemónica occidental, vinculada al poder capitalista mundial, moderno, colonial y euroaméricacentrado, con las culturas nativas quechua, aimara y amazónica. Porque es en este múltiple campo tensional que la arquitectura y el urbanismo republicanos reprodujeron, en términos operativos, estilísticos y de significación, sus diversas lógicas o estrategias de proyecto y configuración desde el mestizaje falsamente unificador hasta la hibridez sin fronteras, pasando por la ruptura o asimilación crítica.
Probablemente, para captar la naturaleza específica de nuestra arquitectura y el urbanismo republicanos en sus diferentes planos de expresión desde su instauración hasta la actualidad, un camino posible, entre otros, sea el de desprenderse, sin parámetros prestablecidos, de aquel binarismo cultural simplificador. Esto para optar por aquello que Luis Rebaza Soraluz postula como un «modelo dinámico» y una «metodología reticular» que puede permitirnos reconocer desde su «originalidad», incluso, aquella actitud que es capaz de deslizarse sin prejuicios entre diferentes tradiciones culturales, periodos históricos diversos y las múltiples relaciones con entornos diferentes (2017, p. 15). Ello sin perder de vista que, más allá de cualquier singularidad de la producción cultural, esta nunca dejará de estar sometida a las tensiones del poder y los intereses de legitimación social de los grupos e individuos que constituyen la trama societal del país.
La historiografía peruana en materia de urbanismo y arquitectura no ha podido hasta el momento recorrer otras coordenadas para su ejercicio. Al emplear las categorías relacionadas con alguna forma de creación cultural desvinculadas de las relaciones con el poder y los intereses sociales lo que ha producido es una narrativa histórica de un mundo sin conflictos, neutralizada en sus implicancias ideológicas, anatópica (pensar sin la noción de lugar) y ahistórica. Se trata de una historiografía que, además, ha encarnado una visión funcional a la idea de un «centro» sin discusión, como es Lima y el mundo de la elite blanca/criolla; centro que se hizo dominante desde la Colonia a través del sometimiento y la negación de las otras culturas y de la extraordinaria biodiversidad de nuestro país.
En el bicentenario esta visión reductiva ha conseguido ser recusada en muchos de sus fundamentos e implicancias. La apuesta de Aníbal Quijano (2014) por una «reoriginalización» cultural debe transitar por el reconocimiento inicial de que, en gran medida, este esfuerzo nos remite a un encuentro esencial con las culturas subalternas en tanto portadoras de muchas de las señas originarias de nuestra condición cultural. Se trata de un desafío que igualmente pasa por la formulación de una «epistemología otra» —como sostiene este autor— con la consiguiente reformulación de los modos tradicionales de ver, interpretar y narrar la historia de la arquitectura y el urbanismo del país. Otra promesa republicana como un desafío por cumplir.
Sobre el libro. Contenido y reconocimientos
Este libro surgió por azar. Apareció un día como una imagen irrenunciable tras intentar poner en orden ideas, bocetos, textos publicados y aquellos apuntes o notas escritas que uno siempre conserva en relación a algún tema en particular. Hacía esto ante la idea de escribir una breve historia de la arquitectura y el urbanismo peruano republicano dirigido al gran público y a un lector joven en particular, en medio de las conmemoraciones por el bicentenario de nuestra República.
Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021 no es un libro de historia del urbanismo y la arquitectura peruana de 200 años de vida republicana. Se constituye por una sucesión entrecortada de «cuadros» que discurren en el tiempo desde 1821, año del inicio formal de nuestro periodo republicano, hasta la actualidad. En este caso, cada escena o cuadro aspira a representar no solo un enfoque o una mirada singular de la realidad, sino actuar como una señal de advertencia contra el olvido y las exclusiones de las cuales está hecha en gran medida la historiografía del urbanismo y la arquitectura peruana. El ideal es una historiografía escrita desde nuestra propia especificidad sociohistórica territorial, independiente de una visión eurocéntrica, que incluya lo edificado por todos los sujetos sociales sin discriminaciones de ningún tipo y no solo lo que corresponde a la de las elites tradicionales; un ideal en el que la arquitectura y el urbanismo de todas las regiones se encuentren adecuadamente representados fuera del limeñocentrismo excluyente; en el que todas las arquitecturas de pobres y ricos, de formales e informales, sofisticadas o precarias, de arquitectos e ingenieros, cultas y populares, de artistas y artesanos, y otras polaridades, se encuentren como todas las sangres de un país recogidas en un solo gran relato. Todo ello continúa siendo igualmente una promesa basadriana por cumplir. Un proyecto por concretar.
Este volumen, con textos que abordan distintos temas y periodos de nuestros 200 años de vida republicana, no tiene, ni de lejos, la pretensión de absolver esta promesa. En conjunto estos textos aspiran apenas a esbozar algunos encuadres de un camino que de por sí resulta siempre sinuoso, rizomático, de muchos ramales, paisajes y pasajes de destino imprevisible. Tampoco el libro pretende inaugurar ningún camino nuevo. Este ya empezó a ser recorrido por quienes, como Emilio Harth-Terré, Héctor Velarde, José García Bryce o Juan Günther nos legaron las primeras señales. Y, en especial, a aquello que considero el principal grupo de renovación historiográfica del Perú contemporáneo: aquel colectivo constituido por Pedro Belaunde, José Beingolea, Marco de la Torre, José Pineda y el que suscribe, que, a mediados de la difícil década de 1980, en el marco de la primera maestría de Teoría e Historia de la Arquitectura impartida por la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), apostó, por primera vez en el país, entre otras iniciativas, a «profesionalizar» el trabajo historiográfico en arquitectura y urbanismo, deslimeñizar el objeto de interés histórico de la arquitectura peruana, así como priorizar los estudios de la arquitectura republicana y contemporánea e incorporar «otras» arquitecturas marginalizadas en el análisis histórico, entre otros aportes. Es difícil olvidar esos memorables coloquios organizados en grupo o por separado que realizamos desde Piura hasta Arequipa, desde Huancayo al Cusco y Trujillo, llevando este mensaje de renovación historiográfica y despertando vocaciones para ver de un modo distinto nuestra historia. El libro encarna este espíritu.
La historiografía del urbanismo y la arquitectura de la República ha sido construida en gran medida como una historia reducida —de manera implícita o deliberada— al periodo republicano del siglo XIX, como si el Perú desde inicios del siglo XX hubiera dejado de ser una República. Como lo reconoce el propio José García Bryce (1958), cuando en el Perú se hace referencia a la «arquitectura republicana» se sobreentiende que se trata tan solo de la arquitectura del periodo 1821-1900. La razón de esta mirada sesgada de la historia y del porqué se ha identificado el siglo XIX como un periodo fallido, de atraso, de derrotas ominosas y múltiples oportunidades perdidas, tiene que ver por contraste con la sobreestimación del siglo XX como un periodo identificado con el progreso, la «modernidad» y el desarrollo. Para Carmen Mc Evoy (2013) la causa específica de esta visión maniquea de nuestra historia republicana se originó en el discurso adánico y rupturista de la «Patria Nueva» emprendido por el Oncenio de Augusto B. Leguía (1919-1930), con la pretensión de convertir su gestión en un parteaguas entre pasado y tradición (el periodo precedente a su gobierno) y la modernidad y el progreso como los signos de un periodo que se inició con él envestido del nuevo «Pachacútec» como parecía gustarle ser designado.
La historiografía de la arquitectura peruana republicana terminó igualmente impregnada de esta operación ideológica de falseamiento maniqueo de la historia. El efecto directo fue el desatender o no observar la complejidad y riqueza de innovaciones en la arquitectura y el urbanismo del siglo XIX republicano. Y, por otro lado, sobrevalorar obras o discursos de una modernidad en el siglo XX más escenográfica que esencial y consistente. Bajo esta operación la historiografía del urbanismo y la arquitectura republicana se hizo selectiva, discriminatoria y arbitraria en la elección de la realidad espacial y temporal por historiar. Con ello, por ejemplo, se consiguió «invertir» la secuencia y significado de la tradición de lo nuevo en la historia del Perú. Ahora sabemos —gracias a esa auténtica explosión de información producida en los últimos años sobre el siglo XIX por una nueva generación de historiadores— que el siglo XX resulta en diversos sentidos un acto retórico y regresivo a los planteamientos efectuados en el cenit del discurso de «modernidad práctica» del siglo XIX. El urbanismo y la arquitectura peruana es uno de esos ámbitos privilegiados en los que es posible advertir la certidumbre de esta constatación.
Todo aquello que luego se denominaría en el siglo XX como el «Perú moderno» ya se encontraba prefigurado con alguna obra en el siglo XIX. Lima no sería la metrópoli moderna sin las obras estratégicas de comunicación de Ramón Castilla emprendidas entre 1845 y 1858 y el plano de reinvención urbana de Luis Sada de 1872, que introdujo todos aquellos componentes que se identifican como constitutivos de la ciudad moderna. El proyecto de una transformación republicana moderna del Perú y sus ciudades se encontraba ya plenamente formalizado en acciones y episodios de arquitectura y urbanismo innovador en el siglo XIX, la mayoría de estos germinados fuera de Lima como los diversos emprendimientos agroindustriales de la costa peruana.
Una nueva historiografía del urbanismo y la arquitectura de la República debería no solo recusar los prejuicios ya descritos y descartar el empleo del término «República» para designar solamente a la arquitectura y el urbanismo del siglo XIX, sino también dar cuenta de una historia integral e integrada del conjunto de la producción urbanística y arquitectónica nacional y no solo limeña. Los dos siglos de República representan una historia enhebrada de arquitecturas y ciudades diversas; no obstante, por suerte, sus múltiples contrastes, quiebres o continuidades en la construcción del periodo republicano de nuestra historia.
Como se ha señalado Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021 no es un libro de historia del urbanismo y la arquitectura peruana de 200 años de vida republicana. Se trata de sucesión de encuadres ubicados en cierta continuidad temporal desde el inicio de la República en 1821 a la actualidad.
El libro se organiza en cuatro partes y un recuento final. La primera parte («Ciudad y arquitectura, siglo XIX: de la modernidad política a la “modernidad práctica”») se ocupa de la arquitectura y el urbanismo del siglo XIX republicano a través de dos textos que se adentran en aspectos medulares de esta primera etapa del periodo republicano: por un lado, el de la doctrina, los proyectos y obras ejecutadas por la República en sus dos primeras décadas de constitución, atendiendo en particular los discursos de José de San Martín, Bernardo Monteagudo y Simón Bolívar, así como el mariscal Andrés de Santa Cruz relacionados con los temas de arquitectura y urbanismo. Se trata de un texto original no publicado antes. Lleva como título: «La República sin ciudad: urbanismo, arquitectura y ciudadanos, 1821-1840».
El segundo texto de esta primera parte está dedicado al análisis y valoración de la trayectoria del ingeniero peruano Teodoro Elmore (1851-1920) y se titula «Teodoro Elmore y Lecciones de Arquitectura. Racionalidad, arquitectura e invención de un nuevo campo disciplinar en el Perú». A través de la indagación de su trayectoria y su obra escrita, así como del análisis de Zeitgeist del momento y los planes de transformación del país desde la perspectiva práctica del discurso del progreso y la modernidad de los ingenieros, la idea es revelar el sentido de aquello que personajes como Manuel Pardo denominaron la construcción de una «República práctica». El texto fue publicado como el ensayo crítico que acompañó la edición facsimilar del tratado de Teodoro Elmore Lecciones de Arquitectura (1876), editado por mí y que apareció en el primer tomo de la colección Clásicos peruanos. Arquitectura y pensamiento (2014) de 4 tomos (Fondo Editorial PUCP).
La segunda parte («Ciudad y arquitectura, siglo XX: de la “República Aristocrática” a la “Patria Nueva”) abarca un periodo central de la historia de la República en materia de arquitectura y urbanismo. Es un periodo de cierre de las tribulaciones de la República temprana con sus promesas cumplida e incumplidas, como uno de apertura de un nuevo periodo para el desarrollo urbano y arquitectónico del país. El primer texto de este capítulo titulado «Crisis higiénica, el discurso higienista y el problema de la vivienda en la Lima de 1900», revela el fracaso y las gravísimas crisis larvadas durante el siglo XIX, así como el fracaso de una elite militar y civil que vilipendió el boom guanero y no pudo legar sino una enorme frustración y severos déficits como el de la vivienda de la mayoría de la población. Se trata de uno de esos típicos cuadros que no solo contravienen el aura oficial civilizatorio de la «República Aristocrática» (1895-1919), sino que han sido y aparecen normalmente excluidos e invisibilizados de los relatos sobre la historia republicana de la arquitectura y el urbanismo peruano. El texto se publicó en el segundo número de WASI, revista de estudios sobre vivienda, de julio de 2014 (Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes de la UNI).
El texto que nos anuncia el ingreso a una nueva época y sensibilidad sobre qué pensar y cómo representar a un país milenario de cara al futuro, es «Manuel Piqueras Cotolí: urbanista en el Perú o la invención de una tradición». La visión de la cultura peruana y la propuesta del estilo «neoperuano» de este arquitecto ante la controversia neocolonial/indigenismo, así como su trabajo como urbanista, encarnan el sentido de un proyecto crítico e innovador al mismo tiempo en términos de arquitectura y urbanismo. Se trata de una obra que refleja las típicas tensiones provocadas por la ética y estética de la «Patria Nueva» leguiista de la década de 1920. El texto fue publicado en el libro Manuel Piqueras Cotolí (1885-1937). Arquitecto, escultor y urbanista entre España y el Perú, de 2003, editado por Luis Eduardo Wuffarden (Museo de Arte de Lima-Mali y la Agencia Española de Cooperación Internacional-AECI).
El tercer texto de esta parte está dedicado a repasar uno de los episodios más extraños y sorprendentes de la historia del urbanismo y la vivienda social del país: la extensa serie de «casas de obreros» construidas por la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima y la Junta Departamental de Lima Pro-Desocupados durante la década de 1930, por parte de una serie de gobiernos militares represores casi alineados con el fascismo y nazismo italiano y alemán, respectivamente. ¿Arquitectura o revolución? Se trata de un texto original, en castellano, cuya primera versión apareció en alemán, publicado bajo el título Lima: Städtebau und Wohnungswesen. Die Interventionen des Staates 1821-1950 (Berlín, 1996) a partir de mi tesis doctoral del mismo título. Por razones de extensión tuve que excluir la parte dedicada al análisis de los «barrios obreros» y «barrios fiscales» construidos en la misma década por el Ministerio de Fomento y Obras Públicas. El título da cuenta de su objeto de estudio: «Urbanismo, vivienda y filantropía de la restauración oligárquica, 1930-1940. Las “casas para obreros”».
La tercera parte del libro («Ciudad y arquitectura, siglo XX: modernidad retórica. Desarrollismo y desborde popular») se ocupa centralmente de las circunstancias, acciones y planteamientos concernientes al origen del urbanismo y la arquitectura denominada «moderna», a través del análisis de dos actuaciones seminales en la historia del país: los casos de la Agrupación Espacio y Fernando Belaunde Terry. El primer texto, «Orígenes del urbanismo moderno en el Perú. El aporte de la Agrupación Espacio, 1947-1957. Aproximaciones», aborda la ejecutoria del colectivo de arquitectos peruanos programáticamente más identificados con los fundamentos del Movimiento Moderno y la Carta de Atenas, autodenominados como la Agrupación Espacio. Este fue un movimiento de ruptura ante el orden establecido de convenciones tradicionales y conservadoras. El análisis está enfocado específicamente a analizar la trayectoria de la agrupación en el ámbito del urbanismo. El texto se publicó en el primer número de ur{b}es, revista de ciudad, urbanismo y paisaje, 2003, con el mismo título.
El segundo texto de esta parte, «Fernando Belaunde Terry o los inicios del urbanismo moderno en el Perú», se ocupa de analizar los fundamentos de base y la ejecutoria planteada en los dominios del urbanismo y la planificación territorial por el dos veces presidente del Perú, el arquitecto Fernando Belaunde Terry. Ello sobre la premisa de que los orígenes del «urbanismo moderno» en el caso peruano no se restringen exclusivamente a la iniciativa de la Agrupación Espacio, sino que, en este esfuerzo de instaurar la idea de lo moderno en el ámbito del urbanismo y la gestión urbana, se produjeron otras narrativas y propuestas probablemente más matizadas, «realistas» y operativas, como aquella visión formulada por Belaunde Terry. El texto se publicó en las actas del segundo encuentro organizado por el Proyecto Historia de la UNI «Construyendo el Perú II. Aportes de ingenieros y arquitectos», de 2001.
Uno de los fenómenos estructurales que signan de modo indeleble el territorio y la ciudad peruana republicana resulta, sin duda, el violento proceso de urbanización campo-ciudad experimentado en la segunda mitad del siglo XX. Y, con ello, su principal expresión: el surgimiento y expansión indetenible de la «barriada» como una forma de pensar y hacer ciudad. No es posible explicar la naturaleza e impactos de lo que José Matos Mar denomina el «desborde popular», el crecimiento de la informalidad, así como el surgimiento del populismo político y el desarrollismo programático de la década de 1960 o la violencia política de la década de 1980 entre otros fenómenos, si no se explica el sentido de la barriada y los fenómenos colaterales como un sistema de producción de la ciudad. El texto que analiza este fenómeno a partir de sus estructuras morfológicas es «Lima, barriadas y urbanismo. Morfología, patrones y transformaciones» y fue publicado en el libro Diálogos metropolitanos. Lima|Salvador. Procesos históricos e desafios do urbanismo contemporáneo, de 2015, editado por Marco Aurélio de Filgueiras Gomes y por mí (Editora da Universidade Federal da Bahia-EDUFBA).
La cuarta parte («Ciudad y arquitectura, siglo XXI: neoliberalismo y la república empresarial») es una mirada sobre el presente y algunos de los procesos en los que aún nos encontramos inmersos: la globalización neoliberal, la informalización extrema de la sociedad, con la consiguiente desestructuración del tejido institucional y político del país, así como la irrupción peligrosamente naturalizada de la corrupción en gran escala junto a otras miserias éticas y estéticas que cubren nuestro paisaje y sus ciudades. ¿Cómo es que se expresa esta situación en materia de arquitectura, urbanismo y arte urbano? Este es el tema de los dos textos de esta parte: el primero, «Lima: ciudad y globalización. Paisajes encontrados de fin de siglo», se ocupa del contexto, intenciones y efectos en el ámbito urbano y arquitectónico del severo reajuste neoliberal ejecutado por el gobierno de Alberto Fujimori a inicios de la década de 1990. Este primer se publicó en el libro Actas del Seminario Internacional. El desafío de las áreas metropolitanas en un mundo globalizado: una mirada a Europa y América Latina, de 2003, editado por Arturo Orellana Ossandón (Institut D’Estudis Territorials, Universitat Pompeu Fabra y Pontificia Universidad Católica de Chile).
El segundo texto, «Espacios públicos, diseño y arte urbano. La “otra” ciudad peruana», aborda la cuestión del diseño y arte urbano concentrado en una especie de «revolución estética» popular, plasmada desde inicios de la década de 2000 en cientos de espacios y plazas públicas de ciudades grandes y pequeñas. Este es el reino de nuestras fortalezas, pero también de nuestras propias falencias, fobias, filias y gustos enrevesados como sociedad. El texto fue publicado en el libro Espacio público, arte y ciudad, de 2013, editado por Johanna Hamann Mazuré (Fondo Editorial PUCP).
La última parte («Recuentos: ciudad y arquitectura al bicentenario. ¿Desarrollar para no desarrollar?») rastrea todo aquello que de singular y diverso registra la historia de la arquitectura y el urbanismo del país en correlación con los principales ciclos de expansión económica experimentados durante la República. Las relaciones de causa y efecto entre los momentos de bonanza económica y la expansión inmobiliaria y urbana es una verdad de Perogrullo. Sin embargo, lo que queda de esta vinculación no siempre son mejores sociedad, ciudad y arquitectura. El caso peruano es un buen ejemplo. Después de cada ciclo de expansión económico-inmobiliaria las ciudades registran mayor déficit habitacional y de servicios, menos área verde por habitante y el paisaje urbano se hace menos empático entre otras señales de disvalor. ¿Desarrollar para no desarrollarse?: he ahí la constante de una historia que nos interpela para saber qué ciudad hicimos y qué ciudad tendremos en el próximo centenario de la República. Este texto se titula «República, sociedad y arquitectura en el Perú. Lecciones de Arquitectura y sociedad» y fue publicado en el libro 50 años de arquitectura peruana, de 2013, editado por Carlos Cosme Mellarez y por el Colegio de Arquitectos del Perú.
El libro concluye con un colofón: «Para leer la historia del urbanismo y arquitectura de la República, 1821-2021. Claves para el recorrido». El texto tiene por objetivo proponer un mapa de referencias a construir a modo de un campo reticular complejo de múltiples redes e interconexiones acotadas por la producción urbanística y arquitectónica realizada en los 200 años de vida republicana. Junto a ello se formula una propuesta de periodización del conjunto de esta producción a partir no solo de una permanente correlación multiescalar (arquitectura, ciudad y territorio) de ida y vuelta, sino del pleno reconocimiento de los factores de orden político, económico, social y cultural en la configuración y significado social de la producción arquitectónica y urbanística. La propuesta intenta encontrar una red de interconexiones entre macro y micro historia de la ciudad, así como entre la arquitectura académica, institucional y popular o la arquitectura del mundo rural y urbano. Una historia que debiera ser de todas las sangres convertidas en ciudad, urbanismo y arquitectura del Perú republicano.
Toda antología que se precie de ser tal estará siempre sujeta a interpelación sobre la pertinencia de tal o cual texto en ella. Este libro no estará al margen de ello. Elegir los textos ha sido un ejercicio difícil en razón de la idea de mantener un nivel de continuidad temporal y cierto equilibrio o profundidad en los temas tratados. Aun así, tuve que descartar —más por razones prácticas que de contenido—algunos textos por su extrema especificidad, como uno dedicado a analizar el origen y desarrollo del pensamiento progresista o de izquierda en el discurso teórico de la arquitectura peruana durante las décadas de 1960 y 1970. Y, en otro caso, un texto sobre el gobierno militar de 1968-1980, descartado por no contar con un material adecuadamente validado sobre algunos momentos específicos de la historia del urbanismo y la arquitectura peruana. Y estos no son los únicos periodos que probablemente requieran un texto correspondiente.
Este testimonio no tiene ningún afán justificatorio, más allá de expresar la imagen final de un libro ideal. Sobre todo, porque Ciudad y arquitectura de la República. Encuadres 1821-2021 no es, en efecto, un libro de historia que recoja sin omisiones temporales lo acontecido entre uno y otro periodo de tiempo. En este caso cada texto funciona como un cuadro o escena teatral que expresa tanto un enfoque particular sobre un tema como un alegato en pro de visibilizar sujetos y problemas tradicionalmente obviados por la historiografía peruana de la arquitectura y el urbanismo republicano.
En conjunto, el libro quiere aparecer como un enorme mural o mosaico tan irregular y de diversos planos como complejo y diverso es el mismo paisaje urbano y arquitectónico del país. Por ello, si bien los capítulos están estructurados en una secuencia temporal casi continua, no pretenden narrar una historia lineal ni mucho menos hacer «historia» de la ciudad y la arquitectura peruana republicana. El objetivo es que cada cuadro se tome como una advertencia a efectos de que cualquier historia celebratoria de la arquitectura y el urbanismo republicano que se escriba no se permita reproducir más una mirada antidemocrática, excluyente y discriminatoria de la realidad al historiar exclusivamente a las arquitecturas del poder civil, militar o religioso, pero no aquellas identificadas con la de los sectores populares de la sociedad civil y productiva. Y, por otro lado, que dicha historia tampoco se permita acotar su dominio de estudio tan solo el ámbito de la «obra construida» de valor artístico y no al de las «ideas» o los fundamentos técnico-constructivos.
Por estas razones, con el texto dedicado a Teodoro Elmore se ha querido reivindicar el dominio de las «ideas» como un auténtico objeto de estudio de la arquitectura. Con los textos referidos a los problemas crónicos del hábitat popular en la Lima de 1900 y en la década de 1930 he querido evidenciar el hecho de la participación desconocida de otros agentes de cambio, como los médicos e ingenieros en la resolución de los problemas de la vivienda y la arquitectura destinada a los trabajadores y a los habitantes de bajos recursos. Al incluir un texto sobre el pensamiento y la obra de Manuel Piqueras Cotolí he querido presentar los orígenes del debate sobre el «estilo nacional» y el problema de la identidad cultural, el cual trasciende el ámbito de los conflictos de posicionamiento social y cultural de las propias elites. Los textos dedicados a la Agrupación Espacio y al aporte de Fernando Belaunde Terry tienen por objetivo revelar las complejidades y contradicciones que trae consigo la idea de modernidad y sus múltiples expresiones. El tema de la barriada nos revela un fenómeno, tal vez el más importante y estructural en la configuración del paisaje urbano del Perú del siglo XX o republicano. Los textos referidos a la globalización neoliberal y la estética popular de las plazas y parques del país de las primeras décadas del siglo XXI tienen por objetivo plasmar una mirada crítica de la miseria y corrupción ética y estética que tiene por efecto esta celebración del individualismo liberal, la irresponsabilidad cívica y la destrucción de los valores republicanos.
Este volumen ha contado con, en su formulación y ejecución, la ayuda invalorable de muchos colegas y amigos. En primer lugar, quiero agradecer a Jesús Cosamalón Aguilar por darse el trabajo de leer la versión inicial del texto dedicado a la arquitectura y el urbanismo de la República temprana del periodo 1821-1840. Sus valiosos comentarios y sugerencias fueron decisivos para hacer de este primer encuadre uno más sistemático y sugerente. Asimismo, quiero expresar mi gratitud a Cristina Dreifuss Serrano, que, en medio de sus múltiples ocupaciones, pudo escudriñar el primer borrador del libro para escribir un prólogo que, además de sus generosos comentarios, consigue reforzar un sentido unificador a la obra.
Junto con textos que se publican por primera vez, el libro se compone de algunos que fueron escritos o publicados en diversas épocas, cada cual con sus particularidades. Tanto el primer encuadre, referido a la República temprana, como el texto del Colofón «Para leer la historia del urbanismo y arquitectura de la República, 1821-2021. Claves para el recorrido» corresponden a investigaciones desarrollada en el Centro de Investigaciones de la Arquitectura y la Ciudad (CIAC) durante el periodo 2018-2020. Por el apoyo brindado a la ejecución de ambos trabajos, mis agradecimientos a Paulo Dam, jefe del Departamento de Arquitectura PUCP. Asimismo, quiero expresar mi gratitud especial a Aldo Panfichi, vicerrector de investigación PUCP, por su interés en la publicación del presente libro.
La idea de que los materiales adquirieran, en conjunto, el carácter de un solo texto unificado fue una ardua tarea. Hubiera sido imposible tal resultado sin el compromiso y pulcritud con el que Úrsula Tang Carhuavilca no solo revisó cada texto, sino le imprimió un concepto de diseño al libro que resulta más que apropiado a su carácter y propósito. Parte de este concepto resulta la inclusión de los dibujos como la base de las ilustraciones. Al respecto debo agradecer a Reynaldo Siccha Lázaro por la elaboración de los primeros bocetos de prueba que ayudaron a definir correctamente la composición definitiva. Todos los dibujos que acompañan el presente libro han sido realizados por Marco A. E. Carbajal Martell, para quien va mi profundo agradecimiento, por la calidad de su arte y por la contribución para hacer del conjunto un texto más amable e interesante visualmente para su lectura. Finalmente, el libro se hizo diseño tangible y preciso en su matriz inicial gracias a la ayuda de Lucía Bohorquez Robles, a quien le agradezco profundamente. Debo agradecer, así mismo, a Sarah Yrivarren Valverde y Karen Tapia Gil por su apoyo en la depuración inicial del material de edición.
Este libro no hubiera, seguramente, pasado de ser apenas una de esas imágenes entrañables que asaltan nuestra imaginación de textos por publicar que nunca llegan a serlo, si es que no hubiera recibido el aliento de Patricia Arévalo, directora del Fondo Editorial PUCP. A ella mi profundo agradecimiento por impulsar y hacer factible este proyecto con su gran equipo de trabajo. Mi reconocimiento especial a Militza Angulo por la coordinación y los cuidados en la edición del libro.