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Buenos Aires, 1968: la atmósfera psicoanalítica
ОглавлениеComo ya dije, los profesores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires eran en su mayoría reconocidos psicoanalistas tales como José Bleger, Fernando Ulloa, David Liberman y Rafael Paz entre otros. Muchos de ellos también trabajaban en hospitales, de los cuales uno de los más reconocidos fue el Servicio del Dr. Mauricio Goldemberg en el Hospital Lanús. También en la sala del Dr. Florencio Escardó, del Hospital de Niños, se abrió una residencia para psicólogos de la que fui parte. Leyendo los seminarios y supervisiones que Bion dio en Buenos Aires podemos ver la atmósfera entusiasta hacia el psicoanálisis. A través de las preguntas de los analistas que participaron y las interesantes respuestas de Bion, nos damos cuenta del impacto que sus ideas tuvieron en Buenos Aires. Las cuestiones más significativas que Bion introduce en estos seminarios se refieren a ubicar la teoría y la clínica psicoanalítica en una nueva dimensión, dimensión que sin embargo conserva y refina la mayoría de los valores de Freud y de las contribuciones de M. Klein, tratándolas al mismo tiempo desde otra perspectiva. La originalidad del pensamiento de Bion estimulaba una nueva actitud en el analista. Así como Freud introdujo la dimensión inconsciente y la relación consciente-inconsciente, Bion desarrolló ideas sobre la relación finito-infinito, la tolerancia a la duda, a la incertidumbre y al misterio. Propuso nuevas ideas acerca de lo que llamó la relación entre la parte psicótica y no psicótica de la personalidad y en la última parte de su obra postuló como objetivo del psicoanálisis, además del conocerse a sí mismo, el devenirse auténtico, el devenirse sí mismo.
En 1967 Bion aceptó una invitación para dar Conferencias y supervisiones en Los Ángeles, Estados Unidos, y luego fue invitado a establecerse y trabajar allí. Habiendo sido por dos veces presidente de la Sociedad Británica de Psicoanálisis, sintiéndose muy cargado de las obligaciones administrativas y con el peso de las medallas –que como decía él amenazaban con hundirlo–, decidió aceptar la invitación de trabajar en Los Ángeles. Por esa época también aceptó la invitación de dar conferencias y supervisiones en Buenos Aires. Allí iba a trabajar las próximas dos semanas, fines de julio y agosto de 1968. En Buenos Aires fue recibido por León Grinberg, quien habiendo escuchado a Bion en varios congresos de la IPA, había ya formado un grupo de estudios con analistas argentinos interesados en profundizar la comprensión de sus ideas. Muchos analistas sudamericanos que vinieron a escuchar a Bion en 1968 ya tenían un cierto conocimiento de las ideas de M. Klein, aunque no muchos conocían la obra de Bion ya publicada. Arminda Aberastury había supervisado con M. Klein en Londres y Emilio Rodrigué también, este último escribió un trabajo sobre el análisis de un niño autista.
Esta situación en Buenos Aires era un poco distinta entonces de la experiencia que Bion tuvo en abril de 1967 en Los Ángeles, adonde fue a supervisar y dar conferencias, antes de decidir irse a vivir y trabajar allí, ya que allí las ideas de M. Klein no estaban muy difundidas.
En cambio, por la llegada de analistas europeos durante y después de la Segunda Guerra Mundial, en Buenos Aires se conocía bastante el trabajo de M. Klein, sobre todo con niños, más que en lo referente a psicóticos.
Al extender el paradigma kleiniano incluyendo la necesidad y capacidad del analista de elaborar sus procesos subjetivos, ideas que se habían hecho más conocidas como la relación “continente/contenido”, Bion también introdujo nociones acerca de la necesidad de incluir y procesar esta sutil complejidad de los procesos subjetivos del analista, sobre todo en el tratamiento de pacientes muy perturbados. Estos factores del impacto de la propia subjetividad del analista en su tarea analítica, habían sido discutidas en Londres con contribuciones también de otros autores como El odio en la contratransferencia de D. W. Winnicott, y el trabajo sobre contratransferencia de Paula Heimann (1950), y también con la versión revisada de Bion de Experiencias en grupos. En Buenos Aires, ideas afines fueron desarrolladas por E. Pichon Rivière, H. Racker y D. Liberman, entre otros.
A través de sus conferencias y supervisiones nos podemos dar cuenta de que uno de los mayores méritos de Bion fue el de ubicar la teoría y la práctica psicoanalíticas en una nueva dimensión que conserva, sin embargo, lo más valioso de las contribuciones clásicas de S. Freud y M. Klein, encarándolas desde perspectivas (vértices) diferentes. Bion les agrega frescura y originalidad, estimulando una actitud nueva en el analista. Leyendo estos seminarios uno puede darse cuenta de que promueve el abandono de esquemas rígidos y de viejos clisés. Una y otra vez nos dice a los psicoanalistas que estamos solos en nuestra tarea, que el único compañero que tenemos es el paciente, que a su vez es poco fiable, por sus defensas. En estos seminarios se refleja su capacidad de producir aperturas hacia nuevas maneras de pensar en psicoanálisis. La riqueza de sus hipótesis, la amplitud de sus teorías y la flexibilidad de sus modelos, agregadas al consejo de instalarse “sin memoria, sin deseo y sin entendimiento” en la tarea de observación e investigación clínica, provocaron un enorme atractivo y también inquietud, cosa que se refleja en las numerosas preguntas que le hicieron. Se percibe en estos seminarios, así como también en el resto de su obra, que su intención apuntaba a estimular la capacidad creativa de los analistas, como si les dijera “atrévanse a pensar por sí mismos”; al mismo tiempo sus intervenciones parecen apuntar a incrementar el uso del sentido común y también el desarrollo de la intuición psicoanalítica, para ayudar al analista investigador de la personalidad del paciente, a colocarse en un “estado de descubrimiento”.
Estudiar la obra de Bion permite comprender en qué reside su estilo de exposición, que de algún modo también reflejan las hipótesis mismas. Bion habla de las dificultades para expresar, con palabras conocidas ideas nuevas y explica que esto lo lleva a veces a introducir términos desprovistos intencionalmente de significado, como alpha y beta, o a utilizar palabras conocidas con significados estipulados por él. Dice que el analista enfrenta una realidad externa de tipo muy particular y que esa realidad es virtualmente imposible de comunicar a nadie que no sea el paciente. Para Bion la comunicación lateral es muy mala; si el objeto –es decir el paciente– está allí, uno puede señalar esa realidad compartida con el paciente, que está presente en la sesión. En cambio los colegas analistas a los que uno trata de transmitir lo que ocurrió en la sesión y que no están presentes en ese análisis, en esa sesión, esa transmisión es muy difícil, si no imposible, puesto que la experiencia del analista con su paciente es una experiencia emocional única e irrepetible.
También en estos seminarios Bion les dice a los analistas que nuestras dificultades empiezan cuando se ha completado la formación, diferenciando entre hablar sobre psicoanálisis y hacer psicoanálisis. La formación debería ser seria y divertida al mismo tiempo, como un juego. Los analistas de niños sabemos que si un chico no juega es que tenemos que considerar problemas muy serios.
Es interesante cómo Bion recuerda su propia formación: a la noche en un cuarto lleno de humo y con el cansancio de un día de trabajo. No era culpa de nadie, puesto que los analistas en formación tenían que trabajar, pero lo recuerda como una experiencia difícil. Podemos para ello tener en cuenta que hizo su formación a una edad ya bastante avanzada, alrededor de los cincuenta y teniendo que ocuparse solo –ya que su primera esposa había muerto– de su pequeña hija Parthenope. Se refiere enseguida a lo que no puede ser aprendido en teoría, que implica no sólo la formación psicoanalítica, sino que la experiencia personal del analista le es necesaria para desarrollar su propia técnica, lo cual además significa conocer bien unas pocas teorías que deben pasar a formar parte de uno.
Se refiere también al recuerdo y al deseo y cómo se interponen entre el analista y la realidad, es decir interfieren en la experiencia emocional que está ocurriendo en la sesión con el paciente, y mientras el analista está intentando recurrir a “¿qué dijo ayer ese paciente?” o está pensando “qué voy a hacer este fin de semana” el análisis prosigue pero el analista no está presente.
En estos seminarios Bion dice que una vez que se ha completado la formación analítica es necesario evitar malos hábitos y quiere destacar su enfoque del análisis, citando una carta de Freud a Lou Andrea-Salomé, en la que Freud habla de la necesidad de cegarse artificialmente, dice que en el análisis es necesario arrojar un “penetrante rayo de oscuridad que ilumine la zona oscura”. En estos seminarios expone, para los analistas que lo escuchan, la necesidad de lograr estados mentales de “paciencia” para los momentos de “no comprensión” cuando el material de la sesión se presenta disperso, hasta haber encontrado el hecho seleccionado y en esos momentos poder lograr un estado de “seguridad” porque se ha encontrado un “hecho seleccionado” a lo que hasta entonces estaba disperso y que le da coherencia.
En su libro Transformaciones Bion utiliza un modelo para un aspecto de esa teoría: el modelo es el del reflejo de un árbol en la superficie de un lago: depende del estado de esa superficie, más calma o más tormentosa, así se verá el reflejo, es decir, el modelo es la atmósfera emocional. En ese sentido, en estos seminarios y en el intercambio con los analistas que lo escuchan y le preguntan, se percibe una atmósfera de mucho interés de parte del público y de una gran disposición al diálogo por parte de Bion. Al leer los seminarios, así como ocurre con otros escritos de Bion, se percibe que la fuerza y penetración de las ideas que expone equivalen a agitar la superficie del lago, ya que el lenguaje de Bion en estos seminarios de Buenos Aires contiene dudas, verdades a medias, misterios e incertidumbres.
Por último, no quiero dejar pasar en esta introducción un dato muy interesante: el analista que presentó el material clínico para la supervisión con Bion fue ni más ni menos que el Dr. Horacio Etchegoyen, que fue el primer analista latinoamericano presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Algunos de los comentarios de Bion al material clínico son muy interesantes: por ejemplo Bion dice que él piensa el training o formación psicoanalítica como un juego, tan serio y tan divertido como un juego. Enseguida se refiere a que los analistas conocemos los problemas que se presentan en los pacientes con inhibiciones en el juego y consideramos que esto es un síntoma muy serio. El niño que no puede jugar es siempre un paciente muy perturbado. Pero uno puede repetir los errores en el análisis. Bion dice que nuestro training psicoanalítico no es ni serio ni divertido y sostiene, en estos seminarios, que tendría que ser las dos cosas. En ese sentido recuerda su training analítico y lo recuerda como una experiencia que se realizaba en una habitación pequeña y calurosa, llena de humo, con un analista que estaba agotado, al igual que los estudiantes. Bion dice que no era culpa de nadie, pero que el análisis tenía que ser aprendido y enseñado en el tiempo que les quedaba libre, de modo que recuerda el tiempo durante su training analítico como una de las épocas más terribles de su vida. Llamo la atención sobre estos comentarios de Bion porque me parecen muy interesantes por la sinceridad que lo caracteriza y por el hecho de tratar de transmitir a los analistas que lo escuchaban en Buenos Aires no sólo sus hipótesis teóricas y clínicas sino porque, muy coherentemente con su personalidad y su forma de ser, intentó también transmitir su experiencia de vida.
Quiero terminar mi exposición recordando la última visita que hice al Dr. Etchegoyen antes que falleciera en julio de 2016. Cuando le pregunté sobre cómo había sido la supervisión con Bion me dijo que no recordaba al paciente pero que la supervisión con Bion había sido una experiencia muy interesante.