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THE FALLEN ANGEL OF CATEMACO
EL ÁNGEL CAÍDO DE CATEMACO
“He’s a big one, alright,” says Vampiro Velasquez. We’re sitting in the airport lobby waiting for Tio Rodolfo’s private plane to pull up to the runway. Our eyes are glued to the television screen featuring the new lucha libre sensation who goes by the name of the Fallen Angel. He hails from the city of Catemaco, the witchcraft capital of the world.
“I’ve fought bigger,” says Tio Rodolfo.
“Yes, but you were younger back then,” says Vampiro Velasquez. “These new guys are in a league of their own.”
—De veras que está grandote—dice El Vampiro Velázquez. Estamos sentados en el aeropuerto, esperando que el avión privado del tío Rodolfo llegue por la pista hasta nosotros. Nuestros ojos están pegados a la televisión que muestra la nueva sensación de la lucha libre, El Ángel Caído. Dice ser de la ciudad de Catemaco, la capital mundial de la brujería.
—He luchado con otros más grandes.
—Sí, pero eras más joven entonces—dice El Vampiro Velásquez—. Estos tipos nuevos son singulares.
“Back in our day, muscular giants like you who can move with the speed of cruiserweights were the exception. But today it seems like even the biggest guy out there is capable of leaping off the top rope.”
“His mask looks a lot like yours, Tio,” says Little Robert. I noticed it too. The colors are different: a black mask with grey flames instead of the traditional silver mask with embroidered orange flames. But the similarities are blatantly obvious: the cutouts for the eyes and the embroidered flames are just the same! Something tells me that Tio Rodolfo has noticed it too.
“I know that people like to say that imitation is the sincerest form of flattery,” says Vampiro Velasquez, “but this so-called Fallen Angel is taking it too far.” We watch as he lifts the Mayan Prince up into the air.
“NOOO…” declares Vampiro, “…he wouldn’t dare!” The Fallen Angel is about to deliver the Guardian Angel’s own finishing maneuver—the Hand of God—in the middle of the ring. “Blasphemy!” hollers Vampiro Velasquez. The crowd in the arena erupts in protest, but the Fallen Angel from Catemaco doesn’t care. He does the unthinkable and delivers the Hand of God in the middle of the ring to the Mayan Prince. Fans in the arena watch in silence as the ring official administers the mandatory three count and declares the Fallen Angel from Catemaco the winner.
“Thief,” screams Vampiro Velasquez at the television screen. “You should sue him, Rodolfo. That young punk is trying to steal your character.” Tio Rodolfo just stares at the television screen.
—En nuestros tiempos, los gigantes musculosos como tú, que pueden moverse con la velocidad de un peso medio, eran la excepción.
—Su máscara es como la tuya, tío—dice Robertito. Yo también me doy cuenta. Los colores son distintos: una máscara negra con flamas grises en lugar de la tradicional máscara plateada con flamas color naranja bordadas. Pero las similitudes son más que evidentes: los recortes de los ojos y las flamas bordadas son iguales. Algo me dice que también mi tío Rodolfo se ha dado cuenta de ello.
—Ya sé que por ahí dicen que la imitación es una forma de adulación—dice El Vampiro Velásquez—pero este dizque Ángel Caído lo ha llevado demasiado lejos.
Lo miramos mientras levanta en el aire al Príncipe Maya.
—NOOO—exclama el Vampiro—…¡no se atrevería!
El Ángel Caído está por realizar la maniobra final del Ángel de la Guarda, la Mano de Dios, en medio del ring.
—¡Es una blasfemia!—grita El Vampiro Velásquez. La multitud en la arena empieza a quejarse, pero al Ángel Caído de Catemaco no le importa. Hace lo inconcebible y aplica la Mano de Dios en medio del ring al Príncipe Maya. Los fanáticos miran en silencio cuando el réferi administra la cuenta reglamentaria de tres y declara ganador al Ángel Caído de Catemaco.
—Ratero—grita El Vampiro Velásquez a la televisión—. Deberías demandarlo, Rodolfo. Ese igualado está tratando de robar tu personaje.
El tío Rodolfo solo se queda mirando la televisión.
“I know that look,” says Vampiro Velasquez. “I can literally see the wheels turning in your head, Rodolfo. You want to wrestle the Fallen Angel of Catemaco, don’t you?”
“I do,” says Tio Rodolfo grimly. I hope Tio Rodolfo knows what he’s doing. This Fallen Angel guy looks tough. He looks to be both taller and even more muscular than Tio Rodolfo, and that’s saying something. Plus he is a lot younger.
“You want HIM for your last match?” asks Vampiro Velasquez. “Why not pick somebody easier? Why not go out in a blaze of glory with an easy win?” Tio Rodolfo shoots Vampiro Velasquez a disapproving stare. “I forgot,” says Vampiro. “The Guardian Angel doesn’t do things the easy way.”
“His last match,” I whisper to myself. Those three small words sting me. How can Tio Rodolfo just walk away? Doesn’t he care about being the Guardian Angel anymore? Maybe it’s just me being selfish, but the idea of him retiring before I am ready to replace him makes me mad. I hate the idea of anybody but me being the new Guardian Angel. I don’t want it to be Little Robert. I don’t want it to be Tio Lalo either, who is already old enough to jump right into the role, and I certainly don’t want it to be this pretender who calls himself the Fallen Angel of Catemaco. He’s not even family! He has no right to be using my uncle’s finishing move or to be laying claim to the Guardian Angel’s legacy like he seems to be doing.
No, Mister Fallen Angel of Catemaco, when it’s all said and done it will be me who will be wearing the silver mask with the embroidered orange flames. Not you!
—Conozco esa mirada—dice El Vampiro Velásquez—. Puedo ver los engranes de tu cabeza dando vueltas, Rodolfo. Quieres luchar contra El Ángel Caído de Catemaco, ¿verdad?
—Sí quiero—dice el tío Rodolfo sombríamente. Espero que sepa en lo que se está metiendo. Este Ángel Caído es rudo. Se ve más alto y mucho más musculoso que mi tío. Además, mucho más joven.
—¿Lo quieres A ÉL para tu última lucha?—pregunta El Vampiro Velásquez—. ¿Por qué mejor no escoges a alguien más fácil? ¿Por qué mejor no te retiras con una victoria sencilla?—mi tío Rodolfo le lanza una mirada al Vampiro Velásquez una mirada de coraje—. Se me olvidó—agrega el Vampiro—. El Ángel de la Guarda no hace las cosas a la ligera.
“Su última lucha”, me digo. Me queman esas tres palabras. ¿Por qué se raja mi tío Rodolfo? ¿Qué ya no le importa ser El Ángel de la Guarda? A lo mejor solo soy un egoísta; pero me da coraje que él se retire antes de que yo esté listo para reemplazarlo. Odio la idea de que alguien además de mí pueda ser El Ángel de la Guarda. No quiero que sea Robertito. Tampoco quiero que sea el tío Lalo que ya tiene la edad para sustituir a mi tío Rodolfo, y para nada quiero que sea ese presuntuoso Ángel Caído de Catemaco. ¡Ni siquiera es de la familia! No tiene ningún derecho de usar la maniobra final de mi tío, o de reclamar el legado del Ángel de la Guarda como parece que lo hace.
No, señor Ángel Caído de Catemaco. A la hora de la hora, seré yo quien se ponga la máscara plateada con flamas color naranja. ¡No tú!