Читать книгу Detrás de la máscara. Vol II - XPM - Страница 8
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ОглавлениеDe su boca solo salían gruñidos, ella miraba fugazmente para ver si sufría mientras le quitaba los vendajes. Le cambió toda la ropa atada a la pierna, la presión del torniquete cedió y esta empezó a deshincharse. En el fondo, le había dado pena rasgar esa preciosa ropa, pero la moda ya no existía, así que no había nada de malo en hacer un vendaje con pantalones caros…
—No me has pedido indicaciones…
—Ehhh, lo siento, ¿está mal?
—Está perfecto, si confías en ti, todo sale, aunque Sham…
—¿Sí, te duele? —pregunta Shamsha preocupada.
—La próxima vez debes tener cuidado cuando quites un torniquete, es peligroso…
—Vaale…, aún no lo he quitado.
Shamsha decidió hablarle para paliar su dolor y que no desfalleciera.
—¿Sabes?, creo que este piso era de dos hermanos, uno era piloto y ella médico, parecen gemelos, pero… Mira, he traído la foto, ¡son guapísimos!, sabes…
—Sham, cariño, no te lo tomes a mal, pero me gustaría descansar un rato.
—Ehhhh, mmmm, creí que hablarte… vale…
—Me encanta escucharte, pero la cabeza ahora…
—Tranquilo, te entiendo… —Shamsha enrojece, asiente, se levanta cogiendo los vendajes sucios.
Lewis la agarró de la muñeca con los ojos cerrados.
—No hace falta que te vayas…
—Tranquilo, voy a explorar, llevo mucho tiempo encerrada y me gustaría…
—Cotillear…
—Ehhh, no es cotillear, es explorar…
—Vale, no rompas nada, jajaja.
Shamsha le sacó la lengua y se fue hacia los dormitorios.
—¡Te he visto! —le dice Lewis antes de caer en un profundo sueño.
Revisó el resto del apartamento. Le fascinaba, era magnífico, las vistas eran impresionantes. Se acercó al cristal y de repente recordó a los monos, se apartó con rapidez. Volvió a la cocina, no quería perder de vista a su amigo.
—Mmmmmm, vamos a ver… ¿qué hay por aquí? —Abre los armarios—. Vaya, qué suerte, esta gente estaba poco en casa… A ver…, cuantas latas, cocinaban más bien poco…
Abrió unas puertas que estaban situadas encima de la rejilla extractora de humos y olores.
—¡Toma ya!
La alegría recorrió cada vena de su sistema, el armario estaba lleno de medicamentos y de material quirúrgico, además de multitud de conservas, parecía que todo ello estaba destinado para sobrevivir a un holocausto.
«Qué previsores…».
Cerró el armario ansiosa por contárselo a Callia y Charles y se dirigió a la otra habitación. Tenía dos partes diferenciadas: una de ellas era la zona de dormitorio, con una enorme cama, y en la otra había un gran escritorio lleno de libros y hojas escritas a bolígrafo. Abrió un pequeño cajón del mueble, encontró un cuaderno, no se lo pensó, total, ella daba por hecho que al dueño/a no le importaría, lo abrió por la última página escrita.
—¿Un diario?, parece escrito por una mujer; lo siento, pero la curiosidad me mata…
«Día 20:
La gente no para de enfermar. El hospital no tiene suministros, todos mis pacientes afectados por el virus han muerto. Hoy vi cómo un padre que acababa de perder a su hijo, agredía brutalmente a una enfermera; cuando ha parado, hemos intentado reanimarla, ha sido en vano, otra muerte sin sentido, otra más...
La gente ha perdido la cabeza, piden comida y agua, el hospital ya ha agotado las existencias de todo, nos han mandado a casa para tener la oportunidad de huir, ¿huir, dónde? Tim, si estás leyendo esto, sabrás que no he podido hacerlo, no puedo irme, la gente me necesita, ve a buscar a mamá y papá e iros lejos de aquí, el caos se ha extendido, solo tú puedes salvarte, no confíes en nadie, he dejado latas en la cocina y un kit hospitalario por si acaso, encontrarás casi todo lo necesario para un tiempo.
Te quiero».
A Shamsha se le heló la sangre, la hoja se arrugaba, señal de que esa parte del papel se había mojado, «¿serán lágrimas de su hermano, logró escapar?, joder, Sham, ¿por qué has tenido que leerlo?, pobrecillos, no sabían que no podían ir a ningún sitio…», en ese momento una punzada le atravesó el estómago, pensó en su madre. Cada vez tenía más asumido que todo lo que conocía ya no existía, fríamente siguió rebuscando en los cajones. Se sorprendió por el hecho de hacerlo, nunca había sido cotilla, pero necesitaba saber más, martirizarse; ella había vivido demasiado tiempo en una fantasía, mientras el resto de la humanidad lo hacía en una pesadilla, no halló nada a excepción de unos cuantos informes médicos y una caja fuerte escondida tras un mueble.
Se sentó en la cama a digerir todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, alzó la vista y vio el baño a su izquierda. Era precioso y la cristalera le otorgaba una luz casi celestial, todo blanco, una enorme bañera en su mitad era la reina por excelencia de la estancia, por un segundo se imaginó a aquella mujer que tanto sufría, con espuma cubriéndole y una copa de vino después de un estresante día salvando vidas.
El suelo era de pequeñas baldosas cuadradas blancas y negras, nunca había visto esa moda, sabía que lo antiguo volvió a ponerse de moda en decoración, pero nunca se imaginó algo tan bello, todo a su alrededor la invitaba a olvidarse de la realidad, la pared de cristal hacía que simulara estar en el cielo.
Observó un pequeño reproductor de música, «mmm, ¿por qué no?», pulsó el botón, «no lo puedo creer», la música afloró, inundando la estancia. Shamsha cerró los ojos mientras dejaba vagar su mente hacia el paraíso acompañado del precioso «Bolero» para piano de Ravel.
De pronto un estruendo la sacó de su sueño, giró sobre sus pies, una gran nube de polvo emergía de la zona donde estaba el edificio que casi les había sepultado, «céntrate, Sham».
Abrió unas pequeñas puertas que junto a unas diez más contribuían a formar un enorme armario que abarcaba toda la pared del suelo al techo.
Después de abrir unas cuantas más, encontró que en uno de los espacios había numerosos medicamentos, «por favor, que haya… ¡sí, antibióticos!».
Fue corriendo al salón, obligó a Lewis a tragarse con un poco de agua alguno de los que había encontrado.
Estaba muy pálido, la herida de su pierna tenía un aspecto horrible, ella no dijo nada.
—Tómate esto, son antibióticos…
—Cabrón, a ver que me…
Se dio cuenta de que la infección se le había extendido, estaba delirando; si no le curaban la pierna pronto, con toda seguridad no saldría adelante…
—Cariño, soy…
—Era broma, no estoy tan mal, te estoy tomando el pelo…
—¿Cómo se llama lo que quieres que me meta?
—Ehhhhh.
—Clarostofarami…
—Me vale, trae…
—No voy a abrir los ojos para verte, pero debes tener una cara de idiota…
—¿Eres idiota hasta en estas circunstancias? —Lewis levanta el pulgar y le dedica una leve sonrisa.
Se tomó los antibióticos. Seguía preocupada, pero confiaba en la fortaleza de aquel hombre, volvió a su tarea de inspección, realmente necesitaba matar el tiempo ya que no podía quedarse quieta esperando a que los demás hicieran algo útil por salvarle la vida a su amigo.
—¿Qué coño…?
Se estremeció, desde la entrada del baño no se llegaba a ver la zona donde estaba el lavabo y otro armario más, se asustó, debajo del lavabo había un cuenco metálico como el usado en los hospitales para dejar los restos y los utensilios usados.
Tenía mucha sangre reciente, seguía oliendo, no estaba ni coagulada y ella no entendía nada de medicina, pero había leído mucho y por intuición dedujo que era demasiado roja y líquida como para llevar el tiempo que supuestamente la gente que allí vivía se había ido.
Una aguja quirúrgica, hilo y unas tijeras, no se lo podía creer, habían gastado toda su suerte, «tengo que desinfectar esto», buscó algún desinfectante médico, «venga hidrosegunina o incluso alcohol me vale» para ya culminar la emoción, no había, se acordó de cómo su amiga le hizo un agujero en la oreja utilizando una aguja de coser y que para esterilizarla la quemó con un mechero y añadió ginebra, «eso sí que hay en el mueble-bar del salón».
Cogió todos los utensilios y corrió hacia el salón, «puedo despertarlo y que me indique, tú puedes, Sham».
¡CLAK! (suena como cargan un arma).
—¿Quién coño sois, ¿qué hacéis en mi casa?
Miró a Lewis. Estaba inconsciente tumbado en el sillón donde lo había dejado, sostenía la bandeja, llena de sangre y con los utensilios entre las manos.
Se dispuso a explicarle a la desconocida (que entendió era la dueña de la casa) cual era el motivo del allanamiento de su morada.
—Ehhhh, no dispare, por favor, no le haremos daño, mi…, mi amigo está herido, necesitamos, necesitamos…
—Sé lo que necesita él, y es una sutura de esa herida ya, o morirá, tal vez incluso sea tarde...
—Déjeme que lo cosa y nos iremos, no le diremos a nadie que está usted aquí.
—No sé a quién le vais a decir nada, jajaja, no hay nadie, salvo esos monos…
—¿Le importaría bajar el arma?
—Sí que me importa.
—Le prometo que le contaré todo lo que quiera sobre nosotros si deja que nos vayamos, no puedo dejarlo morir. —Shamsha camina hacia Lewis casi rozando el cañón del arma, se arrodilla junto a este, intenta moverlo, pero él no se mueve, suda mucho. Ella llora mientras le habla intentando encontrar un atisbo de vida.
—Por favor, después de todo así no, no… —Las cosas caen y se esparcen por el suelo, cruza los brazos sobre el torso de su amigo, hunde la cara llorando sobre él, balbuceando cosas ininteligibles.
—Joder, ¿qué te ha pasado, Misha? —dice la desconocida entre dientes.
Bajó el arma, la enfundó, se acercó a Shamsha, se agachó junto a ella, la agarró de la axila y le dijo:
—Yo le curaré, soy médico, vamos a intentar salvarle la vida, ¿vale? Pero necesito que te calmes y que me ayudes, no le queda mucho tiempo, ¿le has dado de esto?
Shamsha asintió.
—Vale, le ayudará con la infección que tiene, pero hay que curar eso tan asqueroso, ¿ves esto?
Le señaló una parte de la herida, estaba amarillenta y supuraba un líquido que no tenía buen aspecto. La sangre reseca le tapaba toda la piel de alrededor.
—Soy Misha, vivo aquí, no tienes por qué usar esto, tengo más que cogí del hospital antes de que lo saquearan. ¿En serio? ¿Qué ibas a hacer con esto?
—Yo…, ehhh, no lo sé —responde Shamsha asustada.
—No tienes pinta de médico, menos mal que he llegado a tiempo, si no…
—Gracias…
Misha fue hacia la cocina, trajo utensilios nuevos, se puso unos guantes y le dijo que se apartara. Quitó los trozos de vestido de ella que Shamsha había usado para limpiar y tapar la herida.
—¡No tienes mal gusto para elegir vendajes, jajaja!
—Yo… lo siento…
—No me importa, esto no tiene ningún valor, ve a bajar la música, anda…
Shamsha esperaba que se enfadara, esbozó una media sonrisa, fue al baño, apagó la música y volvió junto a su amigo.
—¿Cuánto tiempo lleva con esto así de abierto?
—No sé, tal vez un par de horas…
—¿Un par de horas?, no entiendo, ¿por qué tiene este aspecto? mmmm…, da igual, lo curaré, si sobrevive, le adornará la pierna una gran cicatriz.
Misha limpió, cortó, había mucha sangre, quitaba astillas de dentro de la herida. Shamsha apartaba la vista de vez en cuando para no vomitar.
Empezó a cerrar muy despacio. Lewis intentaba retorcerse, ponía muecas de dolor, pero no despertaba. Las dos agradecieron que así fuera para no tener que explicarle lo que estaba sucediendo, Shamsha lo sujetaba por los hombros, estaba muy débil para ni tan siquiera abrir los ojos.
—Es extraño cómo la infección se le ha apoderado tan rápido, no suele pasar, nunca había visto esto… ¿Con qué se ha hecho esto?
—Con un palé antiguo, creo…
—Mmmmm, bueno, da igual, no creo que lo tengáis que dar de comer a los monos o de cena…
Shamsha la miró incrédula.
—¡Es broma, relájate!, no va a morirse por esta herida, lo que sí va a pasar es que va a tardar un tiempecito en recuperarse de este corte tan feo…
Tardó mucho rato en unir las numerosas capas cortadas, lo hacía con sumo cuidado, pero sin parar o abrumarse cuando Lewis esbozaba una mueca de dolor o emitía algún gruñido. Shamsha veía la perfección de la sutura, pensaba que de haberlo cosido ella…, no sabía que se cosía capa a capa, lo hubiera cosido superficialmente esperando que las internas se uniesen por efecto dominó.
Misha preguntaba, tanteando por sus historias personales, cómo habían sobrevivido, qué hacían antes de que todo sucediera…
Shamsha vaciló, no quería darle más información de la necesaria, pero como siempre, los nervios la traicionaron. Le habló de Charles, intentaba no profundizar en temas que pudieran ponerlos en peligro, realmente se percató de que Misha no estaba ni lo más mínimo interesada en sus vidas, sino que quería distraerla para que ella estuviera tranquila.
Shamsha no paraba de hablar, observaba atentamente cómo cosía capas blanquecinas, mezcladas con sangre de diversos colores por todos lados.
—Ehhh, Sham… si pones tu cabeza delante de la mía no veré nada…
—Lo siento.
Estaba fascinada con aquella mujer que acababa de conocer, hacía unos minutos la apuntaba con un arma directa para volarle los sesos y ahora la admiraba por la dedicación que ponía con cada punto, cada arrastre de suciedad putrefacta, cuidaba cada detalle, estaba tranquila, le inspiraba confianza.
Pensaba en las fotos de su intensa vida, la ternura que desprendía, la frialdad al introducir una y otra vez la aguja en la carne de su amigo, haciendo caso omiso al dolor que le causaba.
De facciones dulces, su delgadez se intuía bajo una ropa ancha, se presuponía un cuerpo esbelto y delicado, pero a la vez sus brazos delataban la fortaleza de su musculatura, marcada con suma perfección, los bíceps y hombros estaban totalmente definidos terminando en unas sensuales clavículas que sujetaban un precioso y largo cuello de cisne; las manos, ágiles y callosas, nada tenían que ver con las mismas que había visto en fotos, cuidadas y finas, especializadas en delicadas labores. Las de ahora estaban curtidas, los machetes que había en la cocina habían sido usados con más frecuencia que los bisturís.
—¡Creo que ya está!, hacía que no cosía con aguja desde la facultad, no ha quedado tan mal —exclama Misha—, traeré unos antibióticos, en dos días estará bien, lo dejaremos descansar. Podéis quedaros hasta que se recupere.
Shamsha salió del ensimismamiento que le producían las venas del largo cuello de Misha.
—Ehhh, lo siento, cuando estoy muy nerviosa hablo demasiado… Pero… he de decirte algo…
—Te escuchaba, tranquila, confío en vosotros, cuando vengan los demás no pasará nada, hay espacio para todos…
—Gracias, Misha, no sé cómo agradecértelo…
—Tranquila, ¡algún día me lo cobraré! —responde, mientras se aleja por el pasillo con la bandeja de restos entre las manos.
Shamsha se giró hacia su amigo, intentó despertarlo; al principio lo agitaba con suavidad, pero cada vez intensificaba más la fuerza.
—¿No te vale con que me hayáis cosido sin anestesia?
—Ehhh, ¿estabas despierto?
—Claro que lo estaba, espero que al menos la que me ha cosido sea tan sexy como su voz… —Lewis habla con los ojos cerrados y una forzada sonrisa.
—¿De verdad? —pregunta Shamsha indignada.
—Al menos así me la imaginaba para no ponerme a llorar…
—Pues, no sé si seré sexy como mi voz, pero más vale que intentes concentrar todas las energías en recuperarte en vez de decir estupideces…
—Misha, te presento al doctor Lewis, perdónalo, es que es así de tonto…
—Solo cuando no quiere llorar…, es un método de evasión que puede funcionar en ocasiones… —Misha ríe.
—Que lista es tu nueva amiguita, Sham…
—Lo lógico es que le hubieras dejado descansar y que tú también lo hagas, cuando vengan los demás, os avisaré…
—Shamsha no sabe lo que es eso…
—Ehhhh —Shamsha mira a Lewis enfadada—, prefiero quedarme contigo y con él hasta que vuelvan, es por tu seguridad…
—No me da miedo tu amiga… —responde Lewis débilmente con los ojos cerrados.
—A mí, sí. —Shamsha le dedica una forzada sonrisa.
—Está bien, si quieres, quédate conmigo, ¿tienes hambre?
—Gracias, a mí me apetece una doble con mucho queso… —Lewis abre levemente los ojos.
—Ehhh, qué gracioso, esperaremos y comeremos todos juntos, ¿te parece? —Shamsha mira a Lewis con cara de indignación.
—Ok, Sham, esperaremos a vuestros amigos…
Shamsha miró a Lewis, aunque hacía acopio de todas sus fuerzas para indicar que estaba bien con algún gruñido, se le veía muy aturdido por la pérdida de sangre, estaba agobiada. Misha la tranquilizaba contándole historias, con un leve gesto le indicó que mirara lo que tenía en la mano. Era una jeringa que terminaba en la punta de una fina aguja. Shamsha se estremeció, nunca le habían gustado las agujas, se la introdujo a Lewis vaciando el contenido en el interior de su amigo, muy despacio.
Misha miró los oscuros ojos de Sham, inundados de lágrimas, le presionó el hombro para tranquilizarla.
—Relájate, lo peor ha pasado, hay que esperar y ver cómo responde su cuerpo, esta batalla ha de ganarla él solo.
Le secó los torrentes que caían por su cara y sujetándole la barbilla, le dijo:
—Descansa, Sham, yo estaré aquí vigilándole, estará bien, todo lo que tiene de graciosillo, lo tiene de fuerte.
—Exacto…
—Calla y descansa, qué pesadito es… —le dice Misha a Shamsha.
—Lo sé, pero soy muy simp…
—¡Lew!
—Tranquila, el relajante por fin le ha hecho efecto, ve a descansar, no te preocupes por tu amiga, soy buena lidiando para salvar mi vida.
—Me quedaré aquí de todas formas.
—Ok, estaré en la habitación por si necesitas algo…