Читать книгу Curling - Yaiza Berrocal - Страница 7

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(1861: En las dependencias de Sastrería una modista desesperada, madre soltera de un niño de pecho, pega fuego a las enaguas de tul. El fuego del candil se extiende por las telas. Mata a la modista en cuestión de segundos. Un incendio arrasa el escenario y la sala mientras el público, que acaba de entrar, lucha a empellones para salir del Teatro. Algunos mueren asfixiados en la estampida. Se calcinan la entrada, el escenario y buena parte de la sala.

Se extinguen las llamas. Se recuperan algunos cuerpos. Se reconstruye el edificio. Entre los asiduos al Teatro se pone de moda comprar pequeños trozos de escombro que los vagabundos venden en la entrada: se considera de buen gusto regalárselos a las señoras con la inscripción «Recuerdo del incendio del Gran Teatro del Walhall».

PlusValue Group Solutions, coincidiendo con la efeméride del incendio, regaló facsímiles de esos curiosos souvenirs a los Abonados.)

(1893: Estreno de la temporada. Empieza el segundo acto del Guillermo Tell de Rossini. Entre los alegres trombones y timbales, una bomba estalla en la platea y mata a veinte personas significadas y distinguidas; de ellas, al menos quince eran los principales mecenas del Teatro. Extremidades disparadas hasta la quinta planta. Astillas de hueso clavadas en las butacas. Moños ardiendo. Funciones canceladas. Grandes partidas de dinero perdidas. Semanas más tarde detienen a un anarquista; asume el crimen sin más complicaciones, aduciendo que sólo vengaba la muerte de su madre, quien treinta años antes murió en el mismo teatro; es ejecutado en el garrote vil ante un público excitado y temeroso. Antes de morir, el anarquista declara: «Mi deseo siempre ha sido sembrar el estupor». Mientras tanto, los derechos civiles de la ciudad están suspendidos y los burgueses tiemblan al acercarse al Teatro.

Pero pasan los meses. Se restauran los desperfectos, se homenajea a los muertos, se reanudan las funciones. Al principio, por respeto o por superstición, las butacas de las víctimas quedan vacías. Luego son ocupadas de nuevo. Se representa Manon, de Massenet, interpretada por una contralto bella y de voz exquisita que se lleva las ovaciones del público.

La gente olvida.

El equipo de marketing y publicidad de PlusValue Group Solutions diseñó unas visitas guiadas especiales con motivo del centenario del atentado, en 1993. Tuvieron un gran éxito entre el público. Se preparó una recreación histórica con actores profesionales que pretendían ser personas significadas y distinguidas de la época, esta vez con ropa ignífuga adecuada para la ocasión. El público pudo disfrutar de los efectos de pirotecnia controlados y se regalaron camisetas con el lema: mi deseo siempre ha sido sembrar el estupor. Todavía pueden comprarse bajo demanda en la tienda online.)

(1994: un operario, nieto del anarquista, hace saltar chispas sobre material sensible en las dependencias del Teatro mientras se realizan tareas de mantenimiento. La barrera cortafuegos no está echada.

Esta vez, el Teatro arde.

No queda nada. Lo que ha sobrevivido de la sala y el escenario se expone ante la ciudad como el costillar de un cachalote. Una rotunda soprano pasea por las ruinas y llora delante de las cámaras de los informativos nacionales. El humo cubre el cielo durante toda la semana.

Y cuando se despeja el cielo, se reconstruye el Teatro. En su reinauguración se estrena el Nuevo Espectáculo.

PlusValue Group Solutions s.l.u. tiene el honor de encargarse del servicio de Facilitación de Experiencias al Espectador.)

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