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Fuentes de la obra

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Los únicos autores que Aristóteles nombra son Solón y Heródoto. De Solón cita gran número de versos en dos capítulos (5 y 12). A Heródoto lo menciona una vez (14, 4), pero parece seguirlo de cerca en la exposición sobre Pisístrato y Clístenes (14; 15; 20), con interesantes variantes 38 . En muchos pasajes, remite a la tradición anterior escrita por medio de expresiones generales como: «la mayoría afirma» (3, 3), «como dicen los partidarios del pueblo» o «según los que quieren difamarle» (6, 2), «todos los demás lo reconocen» (6, 4). En algunos pasajes, se conoce de modo seguro la fuente a la que alude: en «la historia que se cuenta de que Hipias…» (18, 4) se refiere a Tucídides en un pasaje del libro VI 58 de la Historia de la Guerra del Peloponeso. Disiente deliberadamente de él sobre algunos puntos importantes de la historia de Harmodio y Aristogitón. Coincide, en cambio, en gran parte de la narración de la revolución de los Cuatrocientos (29; 33), aunque la coincidencia no es completa, pues Aristóteles cita documentos originales con información que no recoge Tucídides. Parece que era norma común, dentro de la tradición historiográfica aristotélica, no citar las fuentes.

Con Jenofonte presenta semejanza en la narración del discurso de Terámenes (36) y en otros pasajes, pero, al mismo tiempo, las divergencias son suficientemente numerosas para sugerir que la fuente seguida por Aristóteles era la misma que la que más tarde sigue Diodoro Sículo. Ambos seguían a Éforo a quien Diodoro cita. Busolt 39 mantiene que el acuerdo entre Aristóteles y Diodoro (Éforo) se debe a que ambos, Aristóteles y Éforo, tienen como fuente común la Atthís de Androción.

Aristóteles sigue frecuentemente a los autores de historias locales, los Atidógrafos 40 : sigue a Adroción sobre el ostracismo de Hiparco, el hijo de Carmo (22, 3), y parece querer refutarlo en la reducción de deudas y la reforma monetaria de Solón (6; 10). Las concordancias con Plutarco, probablemente, son debidas a que los dos escritores manejan, la obra de Androción. La Constitución de los atenienses tiene en común con las Atthídes, historias locales de Atenas, el interés por señalar el origen de palabras y frases conocidas (2, 2; 6, 1; 13, 5; 21, 2; 21, 5; 43, 2), la procedencia de instituciones (7.4; 8.3) y la explicación de proverbios (16, 6; 18, 6; 21, 2).

Recoge, asimismo, información Aristóteles de obras semihistóricas y semipolíticas, panfletos, como G. Mathieu las califica, que muestran una tendencia política determinada. Unas eran de tendencia democrática; se hacen notar en los capítulos: 6, 1; 7, 2-3; 16, 4; 18; 20, 3; 25. Otras eran favorables a una política oligárquica; así, en los caps. 6, 2; 18; 20, 1; 24; 25; 27, 4-5, parece estar detrás el pensamiento del grupo político acaudillado por Critias. También se muestra una tendencia favorable a Terámenes (3, 6; 4; 8, 2-4; 9, 2; 16; 23, 1; 26, 1; 28-40, especialmente 28 y 36), que quizá depende de un tratado doctrinal compuesto entre 403 y 400 por un miembro del partido moderado de los oligarcas.

También recurre para sus fuentes a datos arqueológicos: «las tablas giratorias» de Solón, kýrbeis (7, 1), la acuñación de la moneda presoloniana (10), la inscripción de un relieve que representa a Dífilo al lado de un caballo, en la Acrópolis (7, 4). Otros testimonios los toma de los poemas de Solón 41 (5, 2-3; 12) o de la poesía popular, como los escolios en honor de los muertos al fortificar Lipsidrio (19, 3) y el cantado en honor de Cedón (20, 4). Cuando le faltan fuentes, toma como tales las deducciones que hace a partir de circunstancias concretas existentes en su tiempo. Es decir, infiere del presente el pasado: dada una situación en las instituciones, deduce las condiciones en que existían éstas en un tiempo más antiguo. En algunos casos, el autor menciona a otros que emplearon ese mismo método de reconstrucción de los hechos: acerca de los juramentos de los nueve arcontes (3, 3), sobre la calificación de la segunda clase del censo que cosechaba trescientas medidas (7, 4). Él mismo lo emplea en algunos casos: sobre la unión sagrada que tenía lugar entre la mujer del rey y Dioniso (3, 5), en la proposición de los nueve arcontes por sorteo en tiempo de Solón (8, 1), en el establecimiento por Pisístrato de «los jueces por demos» (16, 5).

A un lector moderno llama especialmente la atención la importante presencia que los documentos oficiales históricos tienen en el escrito. Aristóteles quiere apoyarse en documentos originales conservados, sin duda, en los archivos del Estado, guardados por los prítanes de turno: la referencia a la ley para la asignación de los tesoreros (8, 1) y la ley contra los que no se interesaban por los problemas de la ciudad (8, 5), la ley contra la tiranía (16, 10), los decretos propuestos por Aristión (14, 1) y Temístocles (22, 7), expresados en términos generales, y el propuesto por Pericles en 451/450 (26 al final). Los documentos oficiales relacionados con la revolución de los Cuatrocientos en 413 son recogidos en toda su extensión: la proposición de Pitodoro de Anaflisto para el nombramiento de los treinta consejeros con la enmienda de Clitofonte, los acuerdos formales preliminares y disposiciones de la constitución redactada por los treinta consejeros (29), las constituciones definitiva y provisional compuestas por los cien comisionados (30; 31) y los términos en los que se logra la reconciliación entre los partidos oligárquico y democrático en 403 a. C. (39).

En ocasiones, ese interés por el documento oficial le lleva a aceptar documentos falsificados como auténticos: es opinión generalizada considerar interpolada la supuesta constitución de Dracón (4). O bien incluye como documentos oficiales, textos de origen dudoso que parecen procedentes de alguna obra oligárquica 42 : en los caps. 28-40 sigue una fuente favorable al partido de Terámenes que representa una tendencia política por la que siente especial simpatía, pues la hace coincidir con la democracia moderada que expone en la Política, bajo el nombre de Politeía (IV 14, 1298b9). En estos casos, algunas veces, transmite información no conocida por otra fuente. Así, es indispensable para comprender los acontecimientos de 404-403, y para analizar la situación política en Atenas cuando se establecen los Treinta Tiranos 43 .

En el empleo de las fuentes, Aristóteles aplica su sentido crítico: cita las versiones diversas de un hecho (14, 7; 17, 4), intenta justificar los motivos que ocasionaron tales datos, y procura corregirlos y dar su versión armonizadora; en su búsqueda del término medio, acepta, a veces, parte de una versión y parte de otra. Este modo de proceder puede explicar contradicciones de fechas que se encuentran generalmente en este tratado (14; 15; 17; 19) 44 .

Para la segunda parte de la obra, las fuentes principales han tenido que ser los archivos mismos, que le suministraban los datos concretos y exactos, y los Atidógrafos, que le permitían comparar el estado presente y el estado anterior de las instituciones 45 . La precisión de los términos jurídicos y el detalle en la descripción de las magistraturas (43-62) y de los tribunales (63-69) aseguran la excelente calidad de las fuentes. Como muy agudamente observa Haussoullier 46 , se deduce, en esta sección de la obra, un espíritu irónico y crítico de la democracia ateniense del s. IV , al exponer tan minuciosamente los detalles materiales en torno a los tribunales: aparatos, cajas, urnas, bastones, bellotas, tableros, tablillas, salas, colores, letras. Ello apunta a las medidas extremas de precaución que se habían tomado, por el espíritu de desconfianza y el temor a las intrigas y a la corrupción de los miembros de los tribunales populares (63, 4-66) que habían llegado a tener todo el poder (41, 2). Sabemos que el autor de la Política considera el régimen democrático como una desviación del gobierno ideal para él (politeía), y no es una de las tres formas que reconoce como justas (Política IV 2, 1298a26).

En esta segunda parte, se ha notado habitualmente una laguna importante: no se dice nada de cuál es la magistratura a quien corresponde legislar. Y en la Política tampoco se subsana el olvido. Por otras fuentes sabemos que la función de legislar compete, en Atenas, a los «legisladores», nomothétai, un colegio de heliastas. Omite también, en el cap. 59, la revisión anual de las leyes, epikheirotonía tôn nómōn, que presidían los tesmótetas. La omisión de estas cuestiones, tal vez, se explique porque eran tratadas por su discípulo Teofrasto en las Leyes, tratado que figuraba en el programa de los trabajos dirigidos por el maestro. El lexicógrafo Harpocración, s. V . thesmothétai, dice que Teofrasto trataba de la revisión anual de las leyes en el libro III de las Leyes. Y esto hace suponer que también tratase de la competencia de dar leyes en otro capítulo.

A pesar de tales omisiones, en la segunda parte no hay contradicciones y presenta una mayor coherencia y seguridad metódica.

Constitución de los Atenienses. Económicos.

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