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La metáfora de la araña

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Cuando la araña quiere descender del techo al suelo, no se tira sino que teje lazos gracias a los cuales, despacito, ella baja del techo hacia el suelo. De este modo, una vez en el suelo, está separada del techo que acaba de dejar, pero permanece conectada a él de manera tal que, si quiere subir, podrá hacerlo utilizando los hilos que ella misma acaba de secretar. Esta metáfora nos parece ilustrar los procesos que quiero describir con respecto al camino del niño hacia el lenguaje verbal.

La psicología del desarrollo temprano, la psicopatología y la psiquiatría del bebé nos enseñaron que, entre los vínculos precoces que se establecen paralelamente al establecimiento de la intersubjetividad, nos encontramos hoy con los vínculos de apego (J. Bowlby, 1978, 1984), la entonación afectiva (D. N. Stern, 1989), la empatía, la imitación, las identificaciones proyectivas normales (W. R. Bion, 1962, 1963 y 1965), todos los fenómenos transicionales (D. W. Winnicott, 1975) e incluso el diálogo tónico-emocional descrito en su momento por H. Wallon (1945) y luego por J. de Ajuriaguerra (1970).

Todos estos mecanismos ponen en juego el funcionamiento de las ya famosas neuronas espejo (G. Rizzolatti, 2008). Estos diferentes lazos preverbales, funcionan como los hilos de la araña, permitiendo al niño diferenciarse sin perderse, es decir, distanciarse del otro permaneciendo en relación con él, separarse sin «desgarrarse», como dicen los adolescentes... Y es a esta condición expresa que el niño podrá avanzar hacia la palabra, reconociendo la existencia del otro y la suya como separadas, pero como no radicalmente clivadas.

Mi Combate por los Niños Autistas

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