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El lugar del otro

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Desde el punto de vista del acceso a la intersubjetividad, no todos los niños autistas son iguales. Algunos no tienen ninguna conciencia de la existencia del otro; como psicoanalistas, nos hacen vivir, en el plano contratransferencial, un verdadero sentimiento de evacuación y de no existencia. Estos son, probablemente, los autistas más profundos, los autistas en el sentido estructural del término, y que corresponden generalmente a la descripción princeps dada por L. Kanner (1942-1943). Sin duda estos niños no tienen ni siquiera acceso a la experiencia de la soledad porque, para sentirse solo, hay que saber o poder sentir que el otro nos falta...

Otros niños, en cambio, ya sea de entrada, ya sea cuando comienzan a salir de la situación precedente, dan a pensar que han integrado la presencia del otro como un individuo existente en tanto tal y distinto de ellos mismos, pero que no tienen todavía ningún medio para construir un puente sobre esta brecha intersubjetiva: por eso viven en una gran soledad. Estos niños no nos hacen sentir lo mismo que los otros antes mencionados, porque no (de) niegan nuestra existencia, pero sin embargo permanecen muy «lejos» de nosotros psíquicamente.

Esta distinción clínica fundamental invita a diferenciar la instauración propiamente dicha de la Intersubjetividad (creación de la brecha intersubjetiva) de los mecanismos capaces de compensar o de atenuar el dolor de esta brecha, mecanismos que se derivan como una consecuencia obligatoria. En efecto, una cosa es admitir la existencia del otro; otra es relacionarse con él. En general, durante el desarrollo temprano del niño, estos dos movimientos van de la mano y no son disociables. Es, una vez más, la psicopatología la que nos permite difractar los procesos, y afinar nuestra manera de pensar el desarrollo del niño12.

Mi Combate por los Niños Autistas

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