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Los tratamientos multidimensionales: sobre lo que no podemos ceder

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¡El todo-psicoanalítico ha fracasado, pero el pedagógico, el todo-educativo o el todo-reeducativo también fracasarán, y cualquier técnica que pretenda tener razones para reclamar o imponer el monopolio del tratamiento sería de hecho muy sospechosa!

La lógica de la hipótesis etiológica polifactorial nos obliga a ofrecer un tratamiento multidimensional lo mas precoz posible, para no privarnos de ninguna vía de acceso potencialmente eficaz.

Por supuesto, es importante respetar al máximo las trayectorias de las familias y, al mismo tiempo, defender firmemente que, en el marco de una integración escolar digna de ese nombre, se pueda llevar a cabo conjuntamente una acción en los tres niveles: el pedagógico (siempre), el reeducativo (lo antes posible) y el psicoterapéutico (siempre que sea necesario, es decir, muy a menudo).

Cualquiera sea el método utilizado, toda psicoterapia de un niño autista tiene como objetivo hacerle sentir, como decía F. Tustin, que el otro existe y que no es amenazante, lo que en el fondo remite, a través de los afectos y las emociones, a la cuestión del acceso a la intersubjetividad, cuyo fracaso constituye el núcleo de la patología autista.

Ser autista da lugar, en ciertos momentos, a un sufrimiento psíquico extremo, y salir del autismo tampoco es fácil, porque el niño autista descubrirá entonces el mundo y los objetos que lo componen (objetos animados e inanimados), que pueden ser vivenciados por él como objetos terroríficos.

Teniendo en cuenta el polémico contexto actual, el objetivo de este libro es poner en evidencia el innegable interés de las psicoterapias psicoanalíticas de niños autistas, tan denostadas en la actualidad y a las que, sin embargo, no podemos ni debemos renunciar.

El lector verá así la utilidad de la verbalización de los afectos, de la interpretación de las angustias más arcaicas, del dar sentido a ciertos comportamientos atípicos en el marco de las sesiones, y de la ayuda en la edificación del Yo corporal del niño.

Es importante ayudar al niño a experimentar su piel como un envoltorio corporal (E. Bick) suficientemente contenedor y limitante (lo que evoca G. Haag cuando dice que se trata de ayudar al niño a obtener una “sensación de entorno” distinta de la que le ofrece el caparazón autista), una envoltura cutánea que remite al concepto de “Yo-piel” de D. Anzieu.

Pero también es importante ayudar al niño a diferenciarse intracorporalmente, a vivir su cuerpo como suficientemente hermético (esfinterización de la imagen corporal), y finalmente a aceptar sustituir sus flujos sensoriales aprisionantes por flujos relacionales (D. Houzel).

Con un niño autista, no se trata de encontrar y señalar al culpable de sus dificultades (que, por otra parte, no existe), sino ayudarlo a estar en contacto con su propio mundo interno, a darle forma y sentido, y a superar los obstáculos emocionales que le son propios para favorecer el despliegue de su desarrollo cognitivo.

Todo esto solo es posible gracias a la formación del psicoanalista que, por su empatía, su experiencia de la transferencia y la contratransferencia, está particularmente capacitado para descifrar los mensajes que el niño le envía sin saberlo. Su formación le permite identificarse profundamente con las experiencias físicas y emocionales del niño autista para ayudarlo a construirse e individualizarse progresivamente, y todo ello demuestra la importancia de estos enfoques psicoterapéuticos para los niños autistas que, sin ninguna perspectiva causal, complementan eficazmente la gama de otras medidas de atención incluidas en un proyecto multidimensional obviamente indispensable.

Mi Combate por los Niños Autistas

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