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¿Y ahora?

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Es hora de hacer el balance sobre sus corresponsalías. Dispuesta por fin a tomar su café, Patricia pide que se lo vuelvan a calentar. Tiene que irse: al día siguiente tomará el avión para China donde vive desde hace 16 años.

Inicialmente se fue al país asiático becada por la Universidad de Beijing para un trabajo de investigación cultural. Antes de que terminara el año, el gobierno chino abrió un canal de noticias dirigido a un público hispanohablante. El destino, de nuevo, jugó a su favor. Postuló y la aceptaron. Traducciones, interpretaciones, documentales en español: resucitó la mujer orquesta. Preparó luego un proyecto: abrir una corresponsalía para El Comercio. La apoyó como siempre su jefa de la sección Mundo, Virginia Rosas. En eso trabaja ahora.

En 2004, hizo una exposición en la Embajada de Perú, titulada «Adiós a las armas. Memorias de una peruana en Afganistán e Irak». Por cierto: viene de Letras y le gusta Hemingway…

¿De veras adiós a las armas, Patricia?

Y contesta que esto de las corresponsalías fue una etapa. Estaba bien por la edad y «un montón de factores» que no precisa.

Dice que, si su editora le hubiera pedido cubrir una guerra en un país asiático porque está cerca, lo haría. Pero no está muy segura de que la cubriría de la misma forma porque ninguna guerra es igual. Por lo tanto, ninguna cobertura es igual. «Nosotros tampoco somos iguales después», afirma.

Añade que es importante que haya otras voces, otras miradas y que, de esa manera, se vayan formando nuevas generaciones. Con un objetivo clave en la información: abrir los ojos de lectores y televidentes, sensibilizar a la gente, lanzar así un llamado a la razón e intentar devolverles a los conflictos un rostro humano.

Dice no sentir nostalgia de sus corresponsalías porque no se puede tener nostalgia de un tiempo de guerra y de los dramas de quienes lo padecieron. No fueron «sus» momentos. Era la guerra, y la única función de un corresponsal de guerra es cubrirla. Lo que siente es mucha pena recordando lo duro de algunas coberturas y pensando en la cantidad de pérdidas humanas y vidas destruidas.

En tanto que corresponsal de diario, lamenta que el acceso directo a la información haya creado una competencia tal que los periódicos peruanos redujeron drásticamente la información internacional. Según ella, en este mundo globalizado, los periódicos tendrían que optar por una mirada también globalizada y apuntar por una voz propia mediante los reportajes de corresponsales.

Se hizo tarde y los mozos rondan por la sala mirando de reojo a aquellas dos únicas clientes que se quedaron más de hora y media conversando y no comieron nada. Patricia toma el último sorbo de café, sonríe y dice que lo lamenta, pero no puede quedarse más tiempo. Le falta hacer la maleta y su avión sale a la mañana siguiente.

Se levanta, agarra su cartera, un abrazo y desaparece bajo la llovizna.

En la mesa del bar, la taza de café está vacía. Solo queda como huella del regreso de Patricia al pasado, una galleta solitaria en un platito blanco.

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