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Ediciones y traducciones

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La editio princeps de las Historias curiosas corrió a cargo de Camilo Perusco en el año 1545, bajo el patrocinio del papa Pablo III, a quien la obra está dedicada y recomendada como tesoro de erudición histórica. El texto siguió siendo editado con profusión. En 1556 C. Gesner hizo una nueva edición corrigiendo errores de la princeps. J. Tornesio editó la obra en tres ocasiones, siguiendo el texto de Gesner y añadiéndole un índice de términos y de noticias históricas. J. Scheffer mejoró sus ediciones (1647 y 1662) con notas eruditas de Aristóteles, Plutarco, Estrabón y Ateneo, y un índice de expresiones griegas. La edición de T. Faber (1668) no aporta ninguna novedad salvo alguna propuesta de enmienda. J. Kühn (1685) fue el primer editor tras Perusco que incorporó la lectura de nuevos manuscritos (tres parisinos), además de añadir los fragmentos de Suda. Paso fundamental en el proceso de conocimiento de la Historias curiosas fue la labor de J. Perizonio (1701), quien, además de añadir cinco nuevos manuscritos, preparó extensas notas con textos paralelos, fuentes y testimonios. Sigue siendo un trabajo imprescindible. Tras éste, sólo la edición de A. Gronovio (1731) es de alguna utilidad, pues además de incorporar algunas nuevas lecturas, recoge fielmente las notas de todos sus antecesores.

De las ediciones contemporáneas deben citarse tres: R. Hercher, que en sucesivas reimpresiones ha fijado la base del texto actual; M. R. Dilts, cuyo texto se ha seguido para esta traducción; N. G. Wilson, que siguiendo el texto de Dilts, ofrece la traducción inglesa.

El texto de Eliano, muy al gusto de los humanistas, pronto fue traducido. Justo Vultejus la vertió al latín tres años después y en 1550 conoció su primera versión italiana, por obra de G. Laureo. La primera traducción inglesa data de 1576. Las primeras traducciones a la lengua francesa son más tardías (1764 y 1772). Mención especial merece la labor de A. Korais, erudito y patriota griego, quien, pretendiendo promover un nuevo Renacimiento Griego que acompañara la independencia, pensó que la mejor forma de estimularlo sería abrir una serie editorial que ofreciera lo mejor del mundo antiguo: y comenzó con Eliano. En España, en cambio, la obra no ha gozado de fortuna. No conozco ninguna traducción a nuestra lengua y sólo puedo indicar el uso escolar de algunos de sus fragmentos, lo que no ha sido suficiente para otorgarle mayor reconocimiento.

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