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El sistema circulatorio sanguíneo

Está formado por un sistema tubular cerrado —los vasos sanguíneos— que está conectado a un poderoso motor —el corazón— que impulsa entre seis y siete mil litros de sangre cada día a través del sistema.

Los vasos sanguíneos

Los vasos sanguíneos del sistema circulatorio tienen diferentes formas y funciones.

Las arterias llevan la sangre del corazón a los tejidos de nuestro organismo. Se van ramificando como las ramas de un árbol, disminuyendo su calibre a medida que se alejan del corazón. También la velocidad y la presión de la sangre en su interior se van haciendo menores cuanto más estrechas son. Poseen una capa envolvente de fibras musculares que les confieren un cierto grosor, resistencia y elasticidad, lo que les permite contraerse y relajarse según las necesidades de cada momento. Las más finas o estrechas se denominan arteriolas y se encuentran justo antes de los capilares sanguíneos, que son los vasos sanguíneos más finos que existen, con un diámetro entre 0,007 y 0,01 mm, un grosor inferior al de nuestros cabellos. Se hallan repartidos prácticamente por todo nuestro cuerpo. Hay tal cantidad en nuestro organismo que poniéndolos en fila darían unas cinco veces la vuelta a la Tierra. A través de ellos se verifica el paso de las sustancias nutritivas de la sangre a las células de los tejidos y de los residuos de estas a la sangre, que los transporta a los órganos de eliminación de nuestro cuerpo: intestino, riñones, piel, etc. Una parte de estos residuos y de líquido intersticial sale de los tejidos por vía linfática. Esta cuestión la trataremos más adelante en las páginas de este libro, evidentemente con mayor detalle.

El ejercicio físico aeróbico activa tanto la circulación sanguínea como la linfática.


SISTEMA CIRCULATORIO SANGUÍNEO

1.Sistema arterial

2.Sistema venoso

3.Corazón

4.Sistema vascular linfático

A los capilares les siguen las vénulas (venas de pequeño calibre) hasta terminar en las venas de gran calibre. Llevan la sangre de vuelta al corazón, excepto en la circulación pulmonar, en la que ocurre lo contrario. La sangre cargada de oxígeno y, por lo tanto, de color rojo vivo que llevaban las arterias ha ido cediéndolo a las células de los tejidos, a través de los capilares sanguíneos. También a través de ellos se ha ido cargando de dióxido de carbono (gas residual del metabolismo celular), por lo que la sangre del interior de las venas aparece más oscura y cargada de residuos. Las venas poseen unas paredes más delgadas y casi diez veces más elásticas que las arterias, lo que les permite almacenar una enorme cantidad de sangre sin que aumente apenas la presión en ellas. Esto explica por qué no siempre que acumulen mucha sangre (como sucede, por ejemplo, con las varices) se va a producir un aumento de la presión venosa suficiente para dar lugar a edemas (acúmulo de líquido en los tejidos), un aspecto que entenderemos mejor cuando nos ocupemos de las leyes de Starling (pág. 50).

Hemos citado el corazón como poderoso motor impulsor de la sangre, pero este fenómeno solo destaca en las arterias, arteriolas y en los capilares sanguíneos. Surge ahora la pregunta: ¿qué mecanismos permiten hacer regresar la sangre de las venas al corazón? La circulación de retomo en todas aquellas partes del cuerpo que están por debajo del corazón debe vencer la ley de la gravedad para llegar a él. Esto solo es posible porque las venas poseen en su interior unas válvulas que hacen que la sangre circule hacia el corazón y no en sentido contrario.

La sangre

Todos sabemos que la sangre es vital para nuestra existencia pues transporta desde gases (oxígeno, dióxido de carbono) a sustancias nutritivas, a la vez que agua, electrolitos, residuos metabólicos, proteínas, hormonas, elementos defensivos, etc.

Interviene decisivamente en la regulación del pH (acidez-alcalinidad) y de la temperatura corporales. Su volumen oscila entre cuatro y seis litros, lo que equivale a un 7-8 % del peso corporal. Está formada por una serie de células y corpúsculos en una proporción que oscila entre 40-46 % del volumen global de sangre (valor hematocrito). Son los siguientes:

Hematíes o glóbulos rojos. Encargados de transportar oxígeno de los pulmones a las células de nuestro organismo, así como dióxido de carbono de estas a los pulmones. El color rojo de la sangre se debe a los hematíes que contiene.

Leucocitos o glóbulos blancos. Desempeñan funciones defensivo-inmunitarias en el organismo.

Plaquetas o trombocitos. Intervienen en los procesos de coagulación de la sangre.

Plasma. Forma el resto de la sangre y está constituido por un 90 % de agua y entre un 6-8 % de proteínas, así como por las otras sustancias mencionadas. Recibe el nombre de suero sanguíneo el plasma sin un factor de coagulación, como es el fibrinógeno.

Mecanismos impulsores de la sangre

Los principales mecanismos impulsores de la sangre en las venas son fundamentalmente:

•La actividad muscular. Durante el ejercicio físico los músculos, al contraerse, comprimen la sangre del interior de las venas. Las válvulas venosas determinan que la sangre circule en un solo sentido, evitando su retroceso o reflujo. Durante la fase de relajación muscular, las venas vuelven a llenarse de sangre. Este fenómeno es especialmente importante en las piernas. Los músculos de las pantorrillas, concretamente los gemelos, desempeñan un papel decisivo. Para aprovechar al máximo su función impulsora de la sangre en las venas de las piernas, conviene ejercitar estos músculos andando a menudo y con un calzado sin tacones altos. También la natación resulta de gran ayuda.

•Los movimientos respiratorios. Sobre todo cuando los practicamos con cierta intensidad (ejercicios respiratorios). Su área de influencia es fundamentalmente la circulación venosa de tórax y abdomen. Durante la inspiración disminuye la presión dentro del tórax y aumenta la intrabdominal, lo que va a favorecer el retorno de sangre al corazón.


Los movimientos respiratorios profundos activan tanto la circulación venosa del tronco como la linfática.

•El efecto de la gravedad. Va a favorecer el retorno venoso en aquellas venas que están en partes del cuerpo situadas por encima del corazón.

•El efecto aspirante del corazón. Aunque al corazón se lo cita como una especie de bomba hidráulica impelente-aspirante, el efecto impulsor domina con mucho sobre el segundo, que es bastante débil.

•La pulsación de las arterias vecinas. Estas ejercen un efecto compresor débil, pero rítmico y constante, sobre las venas vecinas. Arterias, venas, nervios y vasos linfáticos suelen discurrir conjuntamente formando los llamados «paquetes vásculo-nerviosos» de los diferentes órganos de nuestro cuerpo.

Venas de las piernas

En las piernas distinguimos claramente dos capas de venas:

Venas profundas. Circulan entre los músculos (venas intrafasciales) y junto a las arterias locales, aprovechándose de su efecto pulsátil y del efecto compresor de los músculos que las rodean.

Venas superficiales. Circulan bajo la piel, por fuera de los músculos (venas extrafasciales), y no están influidas por el efecto compresor-impulsor muscular. Al no circular tampoco junto con arterias no van a poder aprovecharse del efecto pulsátil de estas. Por ambos motivos presentan un mayor número de trastornos (varices, por ejemplo) que las profundas. Para paliar en parte esta circunstancia nuestro organismo dispone de venas perforantes que comunican las venas superficiales con las profundas.


La marcha facilita la circulación venosa profunda, así como también la linfática.

La linfa y su drenaje manual

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