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La fortaleza

Los que al fin salgan victoriosos, tendrán épocas de terrible perplejidad y prueba en su vida religiosa; pero no deben desechar su confianza, pues es ésta una parte de su disciplina en la escuela de Cristo y es esencial para que toda la escoria pueda ser eliminada. El siervo de Dios debe soportar con fortaleza los ataques del enemigo, sus dolorosos vituperios, y debe vencer los obstáculos que Satanás coloque en su camino.

Satanás tratará de desanimar a los seguidores de Cristo para que no oren ni estudien las Escrituras, y arrojará su odiosa sombra a través del sendero para ocultar a Jesús de la vista, para excluir la visión de su amor y las glorias de la heredad celestial. Se deleita en hacer andar a los hijos de Dios vacilantes, temblorosos, apenados, bajo una duda continua. Trata de hacer la senda tan triste como sea posible; pero si miran hacia arriba, no hacia abajo, a sus dificultades, no desmayarán en el camino, verán pronto a Jesús extendiendo su mano para ayudarlos, y sólo tendrán que tenderle la de ustedes con confianza sencilla, y dejar que los guíe. A medida que cobren confianza, cobrarán esperanza.

En la fuerza del Señor

Jesús es la luz del mundo, y ustedes han de amoldar la vida a la suya. Hallarán en Cristo fuerza para formar un carácter fuerte, simétrico, hermoso. Satanás no puede anular la luz que irradie de semejante carácter. El Señor tiene un trabajo para cada uno de nosotros. No ha dispuesto él que seamos sostenidos por la influencia de la alabanza y el halago humanos; él da a entender que cada persona debe mantenerse con la fuerza del Señor. Dios nos ha dado su mejor don, su mismo Hijo unigénito, para elevarnos, ennoblecernos, y capacitarnos, invistiéndonos de su propia perfección de carácter para que tengamos un hogar en su reino. Jesús vino a este mundo y vivió como él esperaba que sus seguidores vivieran. Si somos indulgentes con nosotros mismos y demasiado perezosos para hacer esfuerzos fervientes por cooperar en la maravillosa obra de Dios, afrontaremos pérdida en esta vida, y pérdida en la vida futura, inmortal.

Dios se propone que trabajemos, no de un modo desesperado, sino con poderosa fe y esperanza. Al escudriñar las Escrituras y ser iluminados para contemplar la maravillosa condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo, con el fin de que todos los que creen en él no perezcan, mas tengan vida eterna, deberíamos regocijarnos con gozo indecible y lleno de gloria. Es el propósito de Dios que usemos para el adelanto de la verdad todo lo que pueda obtenerse mediante la educación. La piedad vital, verdadera, debe irradiar de la vida y el carácter, para que la cruz de Cristo sea levantada ante el mundo y a la luz de la cruz sea revelado el valor de la persona. Nuestra mente debe abrirse para entender las Escrituras, con el propósito de que obtengamos poder espiritual alimentándonos del pan del cielo (Review and Herald, 8 de abril de 1890).

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