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No me pertenezco

A veces oímos las preguntas: “¿No he de hacer nunca lo que me agrada? ¿No he de hacer jamás mi propia voluntad? ¿He de estar siempre sometido a restricciones? ¿No podré nunca proceder de acuerdo con mis inclinaciones?”

Cuanto menos sigan sus inclinaciones naturales, tanto mejor será para ustedes y para los demás. Las inclinaciones naturales han sido pervertidas; se ha hecho mal uso de las facultades naturales. Satanás ha puesto al hombre en antagonismo contra Dios. Trabaja continuamente para destruir la imagen divina en el hombre. Por tanto, debemos poner freno a nuestras palabras y acciones.

Resultados de la consagración completa

Cuando la gracia de Dios se posesiona del corazón, se ve que hay que crucificar las tendencias al mal, cultivadas y heredadas. Debe empezar en el ser una nueva vida, bajo un nuevo mando. Todo lo que se haga, debe ser hecho para gloria de Dios. Esta obra incluye al hombre exterior y al interior. Todo el ser —el cuerpo, la mente y el espíritu— debe someterse a Dios, para que él lo use como instrumento de justicia.

El hombre natural no está sometido a la ley de Dios; ni lo puede estar por sí mismo, ciertamente. Pero mediante la fe, el que ha sido renovado vive día tras día la vida de Cristo. Día tras día muestra que reconoce que es propiedad de Dios.

El cuerpo y el espíritu pertenecen a Dios. Él dio a su Hijo para la redención del mundo, y a causa de esto se nos ha otorgado una prolongación de la vida, un tiempo de gracia, para desarrollar caracteres de perfecta lealtad. Dios nos ha redimido de la esclavitud del pecado, y nos ha dado la posibilidad de vivir vidas de servicio regeneradas, transformadas.

Todas nuestras facultades le pertenecen

Hemos sido sellados con el sello de Dios. Él nos ha comprado y desea que recordemos que nuestras facultades físicas, mentales y morales le pertenecen. El tiempo, la influencia, la razón, los afectos y la conciencia, todos pertenecen a Dios y deben ser usados de acuerdo con su voluntad. No deben emplearse con la orientación del mundo, pues el mundo está sometido a un jefe que se halla enemistado con Dios.

La carne, en la cual tiene su morada el espíritu, pertenece a Dios. Cada tendón, cada músculo, es suyo. En ningún caso debemos, por descuido o abuso, debilitar un solo órgano. Debemos cooperar con Dios manteniendo el cuerpo en la mejor condición posible de salud, para que sea un templo en el que el Espíritu Santo pueda morar, y amoldar cada facultad física o espiritual de acuerdo con la voluntad de Dios.

La mente debe ser provista de principios puros. La verdad debe ser esculpida en las tablas del ser. La memoria debe ser llenada de las preciosas verdades de la Palabra. Entonces, como hermosas gemas, estas verdades brillarán en la vida.

El precio de una persona

El valor que Dios atribuye a la obra de sus manos, el amor que tiene por sus hijos, se revelan en el don que dio para redimir a los hombres. Adán cayó bajo el dominio de Satanás. Trajo el pecado al mundo, y por el pecado, la muerte. Dios dio a su Hijo unigénito para salvar al hombre. Lo hizo para poder ser justo y, con todo, el justificador de todos los que aceptan a Cristo. El hombre se vendió a Satanás, pero Jesús volvió a comprar a la especie humana...

Ustedes no se pertenecen. Jesús los ha comprado con su sangre. No sepulten los talentos en la tierra. Úsenlos para él. Sea cual fuere la ocupación en que estén empeñados, lleven con ustedes a Cristo. Si encuentran que están perdiendo su amor por el Salvador, abandonen su ocupación y digan: “Aquí estoy, mi Salvador; ¿qué quieres que haga?” Él los recibirá con bondad y los amará sin reservas. Perdonará abundantemente, pues es misericordioso y paciente, y no quiere que ninguno perezca...

Nosotros, y todo lo que tenemos, pertenecemos a Dios. No deberíamos considerar un sacrificio el darle el afecto de nuestro corazón. El mismo corazón debería serle entregado como ofrenda voluntaria (The Youth’s Instructor, 8 de noviembre de 1900).

Se requiere decisión

Es peligroso detenerse para contemplar las ventajas de ceder a las sugerencias de Satanás. El pecado significa deshonra y ruina para toda persona que se entrega a él; pero es de naturaleza tal que ciega y engaña, y nos tentará con presentaciones lisonjeras. Si nos aventuramos en el terreno de Satanás, no hay seguridad de que seremos protegidos contra su poder. En cuanto sea posible, debemos cerrar todas las puertas por las cuales el tentador podría llegar hasta nosotros (El discurso maestro de Jesucristo, p. 100).

Mensajes para los jóvenes

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