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El templo del ser

La obediencia fiel a los requerimientos de Dios, tendrá una sorprendente influencia para elevar, desarrollar y fortalecer todas las facultades del hombre. Los que en su juventud se han entregado al servicio de Dios, llegan a ser hombres de sano criterio y agudo discernimiento. ¿Y por qué no habría de ser así? La comunión con el mayor Maestro que ha conocido el mundo fortalece el entendimiento, ilumina la mente y purifica el corazón; eleva, refina y ennoblece al hombre entero. “La explicación de tus Palabras ilumina, da inteligencia a los sencillos”.20

El ideal de Dios

Entre los jóvenes que profesan piedad, hay una clase numerosa que parece contradecir esta declaración. No progresan en conocimiento ni en espiritualidad. Sus facultades se atrofian en lugar de desarrollarse. Pero las palabras del salmista son ciertas en cuanto al cristiano genuino. No es ciertamente la letra desnuda de la Palabra de Dios lo que da luz y entendimiento; es la Palabra abierta y aplicada al corazón por el Espíritu Santo. Cuando un hombre se convierte de veras, se hace hijo de Dios, participante de la naturaleza divina. No sólo renueva el corazón, sino que se fortalece y vigoriza el intelecto. Ha habido muchos casos de personas que antes de la conversión eran tenidas por poseedoras de común y hasta inferior habilidad, pero quienes después de la conversión parecían enteramente transformadas. Manifestaban entonces notable poder para comprender las verdades de la Palabra de Dios y para presentarlas a otros. Hombres de elevada reputación intelectual han considerado un privilegio tener relaciones con tales personas. El Sol de justicia, iluminando sus mentes con sus brillantes rayos, avivaba toda facultad para que produjera una acción más vigorosa.

Dios hará una gran obra por los jóvenes si ellos quieren, mediante la ayuda del Espíritu Santo, recibir su Palabra en el corazón y obedecerla en la vida. Él trata constantemente de atraerlos a sí, el Manantial de toda sabiduría, la Fuente de bondad, pureza y verdad. La mente que se ocupa en asuntos elevados, se ennoblece.

Sagrarios profanados

Los que profesan servir a Dios y sin embargo no progresan en conocimiento y piedad, son cristianos sólo de nombre. El templo del ser se llena de sagrarios profanados. La lectura frívola, la conversación trivial, el placer mundano ocupan la mente de un modo tan completo, que no queda lugar para la entrada de la Palabra de Dios. La mundanalidad, la frivolidad y el orgullo ocupan el lugar que debería ocupar Cristo en la persona...

La degradación causada por la entrega a la sensualidad

Los que buscan como bien principal la satisfacción de los apetitos y las pasiones, no son nunca hombres buenos o verdaderamente grandes. Por elevada que sea su posición ante la opinión del mundo, son bajos, viles y corruptos en la estimación de Dios. El cielo ha ordenado que en su mismo rostro lleven impresa la marca de su depravación. Sus pensamientos son de la Tierra, terrenos. Sus palabras revelan el bajo nivel de la mente. Han llenado el corazón de vileza y casi borrado de él la imagen de Dios. La voz de la razón ha sido ahogada y el criterio se ha pervertido. ¡Cuán enteramente degradan la naturaleza del hombre las prácticas sensuales! Cuando se somete la voluntad a Satanás, ¡a cuán grandes profundidades del vicio y la locura descienden los hombres! En vano llama la verdad al intelecto, pues el corazón se encuentra en oposición a sus puros principios (The Signs of the Times, 1º de diciembre de 1881).

Ayuda en la tentación

Por medio de la fe y la oración todos pueden cumplir los requisitos del evangelio. Nadie puede ser forzado a transgredir. Primero tiene que ganarse el consentimiento propio; la persona tiene que proponerse cometer el acto pecaminoso antes que la pasión pueda dominar a la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. No importa cuán fuerte sea la tentación, no es excusa para el pecado. “Los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”. Ser humano tentado, clama a Jehová. Arrójate indefenso e indigno sobre Jesús y reclama su promesa pura. El Señor escuchará. Él sabe cuán fuertes son las inclinaciones del corazón natural, y brindará su ayuda en todo momento de tentación.

¿Has caído en el pecado? Entonces, sin más dilación, procura de Dios la misericordia y el perdón... Todavía se extiende misericordia al pecador. En medio de todos nuestros desvaríos, el Señor nos llama así: “Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones21” (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 165, 166).

20 Salmo 119:130.

21 Jeremías 3:22.

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