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Capítulo 2 El Templo magnífico de Salomón

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Durante siete años Jerusalén se vio llena de obreros activamente ocupados en nivelar el sitio escogido, construir vastos muros de contención, echar amplios cimientos, dar forma a las pesadas maderas traídas de los bosques del Líbano y erigir el magnífico Santuario (ver 1 Rey. 5:17). Al mismo tiempo, progresaba la elaboración de los muebles para el Templo bajo el liderazgo de Hiram de Tiro, “hombre sabio e inteligente [...]. Sabe trabajar el oro y la plata, el bronce y el hierro, la piedra y la madera, el carmesí y la púrpura, el lino y la escarlata” (2 Crón. 2:13, 14).

El edificio se levantaba silenciosamente sobre el Monte Moriah con “piedras de cantera ya labradas, así que durante las obras no se oyó el ruido de martillos ni de piquetas, ni de ninguna otra herramienta” (1 Rey. 6:7; 2 Crón. 4:19, 21). Los hermosos muebles incluían el altar del incienso, la mesa para los panes de la proposición, el candelabro y sus lámparas, así como los vasos e instrumentos relacionados con el ministerio de los sacerdotes en el Lugar Santo, todo de oro finísimo. El altar de los holocaustos, la gran fuente sostenida por doce bueyes, los muchos otros vasos “el rey los hizo fundir en moldes de arcilla en la llanura del Jordán” (vers. 17).

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